No sabía que leías casí todo lo que
publico. Te agradezco. Y leyendo lo que me contestas me doy cuenta
que escribes bien. Deberías escribir como una buena practica contra
el Alzheimer que te preocupa. A propósito de la enfermedad, el
problema no es para quien lo padece, quien padece el mal parece que
entra en otro mundo, el problema es para quienes deben velar por el
enfermo. Es duro. Duele ver a nuestros seres queridos sumiéndose en
la oscuridad y ellos van allá sin darse cuenta completamente,
despojados de todo, incluso del miedo. Te digo lo que he descubierto:
los más cuidados sin duda son los padres que dieron amor y atención
a sus hijos.
Cuando me escribes, no me quitas
tiempo, me encanta saber que me lees. Eso motiva. Escribe mujer,
escribe. Cuéntale a tus hijos un cuento y luego escríbelo No dejes
que esa vena comunicativa que hay en ti se pierda. Escribes lindo,
cuando te leo es como si te tuviera delante de mi, te oigo y siento
tus emociones.
Recuerda en un cuento hay algo que va
por dentro, no se nota. El amor, el miedo, la venganza absurda van
por debajo, pero en primer lugar se cuenta otra historia. En la
novela “Lo que el viento se llevo' se narra el drama de la guerra
civil en los Estados Unidos, pero la verdadera historia cuenta cómo
una joven se convierte en una verdadera mujer cuando enfrenta los
problemas y deja de lado los sueños de casarse con el marido de
otra. Cientos de páginas para contarnos realmente el crecimiento
personal de Scarlett O'Hara. En la película puedes ver con claridad
esto que te cuento. Mírala si deseas.
La santidad por ejemplo. Leí hace poco
un cuento de la canadiense Alice Munro, titulado 'Amistad de
juventud' que habla acerca de la santidad. Menciona la palabra como
de paso, pero cuando tú terminas de leer el cuento dices casi sin
dudar: 'esta mujer es una santa'. El relato nos cuenta que una mujer
se va a casar y el novio viene a vivir en la casa, con su familia: su
padre el señor Grieves y su hermana menor, Ellie. El matrimonio no
se realiza porque el padre muere de manera repentina. Deben esperar
un año hasta que el duelo pase. Ojo, como no están casados no
comparten lecho, además, ella -Flora- es estricta y respeta su
religión cameroniana. Ellie es distinta, de pronto comienza a jugar
con el novio de Flora y tú sabes lo que sigue, se enamoran a
escondidas, suele pasar, no es cierto? Terminan casándose porque
Ellie resulta embarazada. Ellie trata de ocultar su estado de
gestación, pero Robert confiesa. Flora, la mayor, acepta lo que
ocurre sin increpar al novio, mucho menos a la hermana menor. Esta
feliz por la felicidad de ambos. Se casan, pero el bebé no nace, ni
el próximo y se suman dos abortos más. Siguen conviviendo en la
casa y a Flora no la ves tratando de reconquistar al ex novio. Es
más, les sede mayor parte de la propiedad y pasa a ocupar tan sólo
un cuarto. Luego la recién casada contrae una enfermedad que la va
llevando paulatinamente a guardar cama, a dejar de valerse por sí
misma. (¿Culpa?) La hermana mayor asume el cuidado con amor y
ternura. Ellie se vuelve intratable, pero el trato de Flora es
ejemplar y amoroso. Más tarde, una enfermera llega a la casa para
encargarse de los cuidados. La enfermera tiene un pasado oscuro, lo
comentan en el pueblo.
Quien cuenta la historia es una joven
maestra -la madre del alter ego de Alice Munro- quien es testigo de
lo que ocurre. Cuando ella regresa a su pueblo, tiene amigas y ellas
le informan lo que ocurre. La enfermera es quien decide qué hacer
con Ellie, quien luego muere. Después la enfermera llega a
conquistar al viudo y se casa con él. Flora acepta una vez más lo
que ocurre. En su propia casa, la nueva pareja la va poniendo a un
lado. La maestra decide intervenir y le escribe una carta a Flora,
Flora contesta diciendo que no sabe quien pueda haberla mal informado
y que su vida prefiere vivirla de acuerdo a sus propias creencias.
Este es un drama, el marido muere y la esposa-enfermera se queda con
la casa, es ella la que decide venderla de manera unilateral e
inconsulta. La verdadera dueña debe entonces abandonar su casa y lo
hace sin chistar. Se va a trabajar a otro pueblo, en una tienda.
La maestra le cuenta un día la
historia a su hija, diciéndole que le hubiese gustado contar la
historia. La narradora ve que su madre hubiese contado otra historia,
quizás haciendo ver en Flora lo pura y buena que era. Sin mostrar
algo que el alter ego de Alice si lo refiere: el miedo de Flora por
el sexo, aunque no se ahonda en el asunto. Cuestiona también el
papel de Robert, quien sin duda fue el creador de todo este lio. Y de
quien no se dice gran cosa.
Alice Munro decide terminar su cuento
refiriendo algo de la religión que profesa Flora. Son pocos los
cameroniamos o seguidores de lo que ellos suelen llamar
presbiterianos reformados. Sabemos entonces que es una creencia
antigua y de pocos seguidores.
En ningún momento la escritora pone
énfasis en la palabra santa, pero al terminar de leer el relato
decimos lo que tú comentas: “Demasiada nobleza en ese ser, esa
mujer es una santa. Esta en otro nivel, despojada de envidia, rencor
y malas intenciones”
Le comenté a un amigo la misma
historia y me dijo: 'es lo que se mal entiende por santidad'. Y
sabes? Creo que también tiene razón. La causa o el efecto lo
encontré al leer una historia de dos monjes budistas que se reúnen
a la entrada del templo, justo después de una lluvia torrencial.
-Sabes? -Le comienza a contar uno al
otro. -Venía caminando por el puente y se me apareció un mendigo
pidiéndome limosna. Le di una moneda y seguí caminando, de pronto
apareció otro y también le di. Pero para mi sorpresa de repente
aparecieron muchos y como no les di un cobre comenzaron a jalonear de
mi ropa tratando de arrebatármela.
-Qué hiciste entonces? Preguntó el
otro.
-Corrí desesperado- contestó.
-Y por qué nos los agarraste a
paraguazos- le increpa el otro monje.
Nada es absoluto, hay que cambiar
nuestra manera de pensar. Los budistas zen creen en aquello que se
refiere como el tener o no tener. ¿Es santa o no es santa? ¿Es una
tonta o no es una tonta?. No importa. Lo que vemos es que hay algo en
el medio que no entendemos y es lo que hace genial este relato.
A veces al ver a dos monjes dejamos de
mirarlos como seres humanos y como tales tienen emociones. Y deben
actuar, sus hábitos no significan que deben aceptar todo sin
chistar.
Voy llegando al final del escrito. Mi
intención es no sólo contarte estas historias que no son mías, la
intención de mi respuesta es motivarte a escribir. Mira, un cuento
es la memoria de un pueblo. Sino se cuenta se pierde para siempre y
no los podemos rescatar. No importa quien lo cuente. Hay que terminar
con esos de 'los grandes maestros'.
En Perú tenemos un reto, hay un sin
número de cosas que no se han contado. A veces digo: “cuanto me
gustaría leer historias de la guerra con Chile, esas historias que
hablen del coraje de los peruanos contra los invasores”, pero hasta
hoy, nada. Nadie se atreve. Le comenté el asunto a mi buen amigo y
me contestó 'entonces tendrás que escribirlo'. Vaya reto, así que
le estoy dando vueltas. La escritura es darle vueltas a algo y de
pronto, zas, aparece. Es lo lindo de escribir. Descubrir. Entonces
orgulloso te sientas a escribir. Me molesta sin embargo que las
historias que las tengo redondeadas en mi cabeza, cuando las escribo
no alcanzan el tono deseado. Lo que ahora sé es que una cosa es
contar la historia de manera verbal y otra plasmarla en el papel. Con
lo poco que conozco seguiré pensando y escribiendo lo que se me
viene a la cabeza. En ese ejercicio uno alcanza cierto halo
espiritual que te ilumina.
Y lee, leyendo uno aprende. Alice Munro
es genial. Tiene muchos cuentos, hay otro que me gusta, se titula
'Algunas mujeres'. Un hombre casado cae enfermo y decide ir a vivir a
la casa de su madrastra. Su mujer trabaja y lo deja solo en la casa
antigua, en un dormitorio del segundo piso, hasta donde llega una
niña que lo cuida, esa pequeña es quien relata la historia. Un día
la madrasta contrata a una masajista, muy jovial y gritona. Munro la
describe muy bonita, ella dice: 'su trasero se curvaba de manera
espléndida hacía atrás en lugar de ensancharse hacía los lados'.
Va a la casa a darle masajes a la anciana que apenas caminaba y al
describirla por los ojos de la niña, la escritora dice: 'La parte
normalmente escondida de su cuerpo era de un blanco amarillento, como
la madera recién despojada de la corteza'.
De pronto, el enfermo tirado en cama
algo intuye, parece que piensa que la madrastra y su masajista lo van
a matar y pide a la niña echar llave a la puerta. Las dos mujeres
dicen que el enfermo no esta del todo mal. Jamás sospechan de la
niña, cuando la esposa llega recibe la llave respectiva y rescata
al marido, quien luego muere, mucho más tarde, lejos de la casa de
la madrastra. Jamás se dice que lo iban a matar y uno se pregunta
¿era eso o era el miedo del enfermo a morir?. No lo sé, Munro me
hace pensar que es lo primero, pero reitero, no tengo la certeza.
No te aburro más.
No te aburro más.
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