Saturday, January 31, 2015

Los inocentes, más de cincuenta años después.



Algunas veces me he preguntado al releer los cuentos del escritor peruano Oswaldo Reynoso ¿qué pasó con los personajes de su libro ‘Los Incocentes’ más de cincuenta años después? En el supuesto caso que hubiesen existido, claro está. No soy el único que se ha formulado esta interrogante, sin duda. Incluso algunos le han preguntado al narrador de manera directa, sin obtener respuesta, creo.

Pienso que Oswaldo Reynoso hace bien al no contestar la pregunta, porque quiere –intuyo- que sus lectores hagan su trabajo. Hablo de los lectores activos, de los que se involucran con el texto, con la historia y con las situaciones que viven los personajes.

Alguna vez, Reynoso recibe regalos para sus personajes. Cuenta que una vez una niña le regaló golosinas para ‘colorete’.

Bueno, seré entonces el primero que se arriesga a decir algo de lo que hubiese pasado con esos adolescentes de las quintas del barrio de Jesús María que con ese modo de hablar irreverente y descarnado aparecieron en escena para escándalo de la cucufatería limeña, en 1961.

Oswaldo Reynoso en Lima dicharachera.

Oswaldo Reynoso nace el 10 de abril de 1931. Parte de su natal Arequipa y llega a Lima cuando tenía entre 19 y 20 años. El viaje desde el sur peruano a la gran urbe le toma por aquella época dos días y medio. Venía a estudiar Lengua y Literatura en la entonces Escuela Superior de Educación Enrique Gúzman y Valle (La Cantuta). En sus días libres sale a mirar lo que el llama la ‘ciudad palpitante’ llena de enormes calles y avenidas y se sorprende con la forma de hablar rápida de los limeños a quienes les pide bajar la velocidad para entenderlos.

El joven Reynoso recorre barrios, billares y cantinas tratando de integrarse. El uso de algunas palabras dichas en jerga y en un tono distinto comienzan a pasar a formar parte de su vocabulario, el mismo del que hace uso cuando comienza a escribir sus relatos.

Reynoso se mosquea y pilcha sale a buscar tonos, donde no sólo chupa que chupa para soltar la sin gueso y conquistar algunas gilas.

En sus relatos plasma de manera magistral el lenguaje y va más allá, se mete en la psicología y el pensar de los jóvenes de entonces, que a sus problemas de violencia, celos, inseguridades y anhelos, suma el de la sexualidad. Reynoso dice que los personajes deben cumplir ese requisito, no sólo deben ser presentados en su exterior, sino en el tono que hablan. Toda comunicación se entabla a través del lenguaje, precisa.  

Los inocentes marcó un hito en la literatura peruana, se trata de un libro de cuentos con un ejemplar realismo urbano de la calle, que según el poeta peruano Washington Delgado sigue siendo actual porque aborda el problema juvenil desde adentro. Más aún, esos problemas subsisten. Los jóvenes de todas las épocas se ven reflejados en el lenguaje y en la problemática de lo que leen. Perú sigue con lo mismo: falta de empleo, falta de horizontes y falta de reconocimiento.    

Para el autor también de Los ‘Eunucos inmortales’, todo escritor parte de su experencia vital y/o cultural. Algunos sólo lo hacen desde la cultural, pero él lo hace desde la vivencial para sumar lo cultural. (Los eunucos inmortales es un típico ejemplo de lo que profesa. La novela cuenta la experiencia del escritor en China durante la masacre estudiantil ocurrida en la plaza de Tian’anmen). Reynoso fue testigo directo de lo ocurrido.

Los inocentes, ahora.

Y para ir al grano, a continuación respondo a mi pregunta inicial.

Los inocentes, cincuenta años después.

Cara de ángel se vuelve un gran jugador de billar, pero termina de pastor cuando muere su madre. El vive atormentado por la culpa de haberla dejado sin pan. En penitencia se entrega a la religión y llega a ser pastor de una iglesia en una zona muy populosa de Lima, Villa Maria del Triunfo.

Carambola es seguidor de Cara de ángel por un tiempo. Lo deja sin darse cuenta que siente envidia por él. Nunca llega a dominar el taco que le ha dejado en herencia Choro parado. Carambola endiosa a Cara de ángel cuando lo tiene delante, pero habla mal de él en cuanto este se da la vuelta, dice que nunca jugará como lo hacia el verdadero maestro Choro parado. Carambola se reúne con Gladys, la perdona que sea puta, pero ella sigue en sus andadas, se lia con Colorete. Al darse cuenta Carambola rompe el taco de billar en la espalda de Gladys, pero ella se defiende con las bolas, se las tira a Carambola. Le destroza los dientes y lo que es peor, le produce un derrame cerebral. Los médicos del hospital Dos de Mayo le salvan la vida, pero él termina inválido.

El Príncipe sale de la cárcel como un avezado delincuente. Busca a Dora la puta quien vive un romance con un principe verdadero, un jovencito rico de Miraflores. Dora le cuenta que nunca podrá tener hijos y que por ahora se complacerá acariciando muchachitos.

El Príncipe vuelve a robar, esta vez busca a Colorete de compinche. La policía captura a este último y para evitar ir preso tira dedo al príncipe, quien vuelve a la cárcel. Este al salir trata de vengarse, pero colorete ya ha huído a colonizer una zona de Pucallpa. En la selva aprende a bailar cuando esta borracho y vaya sorpresa, logra juntar a algunos músicos para armar una banda. En la selva se junta también con un brujo que los lugareños llaman ‘médico curandero’, quien le enseña algunos trucos y por fin, sueña con volverse rico.

Juanita, la chica de los quince años, termina llenándose de hijos, nunca se casa con el estudiante de Derecho, éste la usa y la abandona por la hija de un juez. Ella espera que el verdadero juez haga justicia.

Rosquita termina calvo, vendedor de pelucas. El monta un negocio junto a Manos voladoras, quien a su vez muere en su habitación, dos jóvenes lo torturan para robarle y lo dejan morir desangrado. La prensa da cuenta del hecho con titulares inmensos. Los jóvenes logran su libertad tras purgar apenas dos años de castigo. Rosquita sigue quejándose del hígado, pero los médicos descubren que tiene cáncer al páncreas. Rosquita culpa a hecho de haber chupado agua directamente del caño.

Corsario abre un pequeño puesto de venta de periódicos donde pasa sus días, algunas veces ve pasar a Natkinkon quien sigue soñando con salir en la tele. Un cómico famoso le ha regalado una guayabera que siempre luce sucia.

Monday, January 19, 2015

Francotirador, cuando la realidad necesita un poco de ficción.


Clint Eastwood es un viejo zorro en el mundo del cine, prepara siempre sus películas para llegar justo a tiempo y correr tras la liebre que desea alcanzar. La misma estrategia se ve en la última historia que acaba de aparecer en los cinemas de gran parte del mundo. El francotirador, escondido y desde una posición ‘privilegiada’, se alista a disparar contra el enemigo, se acomoda, arrima el arma a su hombro, observa, agudiza la mirada a través del lente de largo alcance y fija el foco a donde dirigir el disparo de su M24. Vaya, la vida da siempre sorpresas, una madre alcanza a su hijo una granada y el pequeño corre inocente y también amenazador.  El francotirador suda, se niega a aceptar lo que ve, pero tiene que decidir en fracción de segundos.

Con ese gancho demoledor, Eastwood nos mete en su mundo: Iraq durante la invasión decidida por George Bush y quienes lo rodeaban. Las tropas estadounidenses deben enfrentar a quienes se resisten. Chris Kyle (interpretado por el actor Bradley Cooper) es el francotirador que tendrá la responsabilidad de garantizar el avance de sus compañeros de armas, disparando a todo aquel que represente una amenaza.

Kyle se convirtió en la leyenda de los francotiradores estadounidenses. Se calcula que mató a más de 160 iraquíes durante el conflicto. El seal estadounidense nunca confirmó tal número, pero siempre refirió que trataba de proteger a sus compañeros. Además, nunca se sintió un héroe por hacer su trabajo y se sentía incómodo con tal denominación.

Eastwood trabaja con el guión que Jason Hall ha adaptado de las memorias del propio Kyle. Para darle más dramatismo, el guión de Hall va un poquito más allá de las propias palabras del francotirador referidas en su autobiografía.

Luego de las escenas iniciales donde se deja en suspenso la decisión que tomará el francotirador respecto al ingreso en escena del niño con una granada, Eastwood nos traslada a Texas, cuando el pequeño Chris esta apuntando su rifle de caza bajo la atenta mirada de su padre. El niño logra cazar un venado y es la primera oportunidad que vemos la relación que entabla con la muerte y con un padre severo y dictador. Más tarde veremos al padre castigando a su hijo menor por no haberse sabido defender de la agresión de un compañero de escuela y destacando con orgullo la defensa que hizo Chris de su hermano. (Pienso que Eastwood trata de decirnos algo respecto a las figuras de autoridad. El padre bien podría representar al propio ex presidente Bush, quien dejándose llevar por su prepotencia e ignorancia lanza a sus hijos a una guerra de terribles consecuencias. (Más de veinte ex combatientes estadounidenses se suicidan por día. Y son muchos los que han quedado con terribles secuelas físicas y emocionales al término de la conflagración. Sin hablar del número de muertos que dejó el conflicto en ambos lados).

Eastwood nos muestra luego a los jóvenes Kyle andando sin brújula, son vaqueros sin futuro, rudos aunque impetuosos, así que pronto deciden enrolarse en la vida militar. Chris se convierte en leyenda y su hermano sucumbe ante el horror. Antes de ir a la guerra, Chris contrae matrimonio y ahí el film tiene un punto en el que se apoya para hacer avanzar la historia. Mientras el esposo va matando enemigos que amenazan, la esposa va lidiando con los hijos que va alumbrando. Y aquí veo una vez más la mano del director quien trata de revalorar siempre el papel que juega la mujer en la vida de un hombre con problemas. (La mujer que nos fija el norte de nuestras vidas. Ver ‘Los imperdonables’ para entender lo que comento).

En todas las historias se necesita un enemigo al que tenemos que identificar. En una guerra todo aquel que se pone al frente es un enemigo, pero para efectos dramáticos y en el caso de esta película, el enemigo con el que debe competir el personaje principal necesita ser visto, aunque sea en sombras. Por esa razón y de acuerdo a lo que he leído, Hall introduce a Mustafa, un francotirador iraquí que ha sido un tirador campeón de competencias deportivas (una foto en la sala de su casa lo muestra en un podio).

Kyle nunca se refiere al francotirador enemigo con nombre propio en sus memorias, pero existen evidencias que el tirador iraquí existió hasta que dejó de disparar tras un enfrentamiento con Chris Kyle. El francotirador estadounidense llega a convertirse en leyenda porque acabó con la amenaza a más de 800 metros, distancia que alcanza un M24 cuando dispara una bala de calibre .308.
Eastwood construye el puente dramático precisamente con la  historia del francotirador iraquí y no me sorprende que tras mirar ‘Black Hawn down’ y ‘The hurt locker’ el cineasta y todo su equipo de producción también haya visto con detenimiento el film de Jean Jacques Annaud, ‘Enemy at the gates’. Recordarán que en ‘Enemigo al acecho’ Jude Law interpreta a un francotirador ruso que de pronto se convierte en blanco de Ed Harris, el mejor tirador nazi.

Me quedó corto el espacio y deseaba contarles algo del carnícero iraquí que se adaptó para el film y quería hablar también de la interpretación de Bradley Cooper, quien lejos de ser el actor comediante, se va al otro extremo de la actuación para dar vida a un personaje distinto y más ensimismado, convencido tal vez en que tiene que obedecer las órdenes de su padre, no importa que el papá se disfrace de ex presidente. La discusión esta abierta, ojalá los estadounidenses se animen a discutir y poner más claridad acerca de la aún extraña decisión tomada por George W. Bush de invadir Iraq usando la estratagema de las armas de destrucción masiva que nunca se encontraron. ¿Bush quería dar también de correazos al hijo Sadam que se salió de la línea de obedicencia que le trazaron?

Bien por Eastwood quien a sus 84 años pone en el tapete un tema que sin duda es y será de interés internacional. 

Tuesday, January 13, 2015

Leyendo 'Infiernos mínimos' con corbata.


Ir al cine puede ser un drama pese a que veamos una comedia, es lo que dice el escritor peruano Jorge Valenzuela en uno de los seis relatos de su libro titulado  ‘Infiernos mínimos’ que Campo Letrado Editores acaba de publicar en Lima.

‘El reencuentro’ cuenta la historia de dos amigas -Ana y Mariela- que se dan cita a ver una película para reír y pasar un momento grato. Junto a ellas se sienta una mujer que de pronto comienza a toser y necesita ayuda. Ana se ofrece a ayudar sin saber qué es lo que le espera una vez que le pide a su amiga que siga gozando de las imágenes que luego deberá de contarle ¿cuándo regrese?

Jorge Valenzuela hace gala en este cuento de un final abierto que tiene que ser completado por el lector ocasional de su libro breve. Es evidente que el escritor peruano usa el recurso carveriano a la hora de narrar esta historia.

Sorprendida por el tiempo transcurrido y ante el no regreso de Ana, Mariela sale en su busqueda. Los delincuentes siempre están creando alguna estratagema para salirse con la suya. El peruano sabe de los taxistas que asaltan a sus clientes, de las mujeres que tras hacerse pasar por prostitutas roban a sus ocasionales parejas, se suma ahora –gracias al relato de Valenzuela- las mujeres mayores que se hacen las enfermas para sorprender a los jovencitas a quienes solicitan su ayuda para luego doparlas y plagiarlas. ¿Con qué propósito? Con el que opte el lector para completar la historia.

Este pequeño libro esta salpicado de historias que tienen mucho que ver con el cine. ‘Perros’ cuenta la historia de un viejo desamparado que se alista a degustar junto a sus canes el potaje de comida que prepara. Aquí resulta fácil hacer el paralelo con la película mexicana que hace algunos años protagonizó Gael García y dirigió Alejandro Gonzáles Inárruti. Además, este relato redondea a mi modo de ver lo que en una cita inicial utilizada por el escritor, Simone de Boauvoir nos dice: “las personas felices no tienen historia”. Detrás del plato de sopa de este hombre que se niega a mirar a su observador hay un submundo lleno de pesares y mucho drama que una vez más el lector esta llamado a completar. No hay felicidad, como diría la cita.

En ‘El enemigo insólito’, el escritor peruano  hace metaliteratura, pero una vez más se va –en mi mente- al cine para juntar a Ross MacDonald y Paul Newman. Mac Donald es el creador de un detective que protagonizará una serie novelas, pero con una en particular el personaje principal será guiado a tomar una pistola para acabar con su existencia. Una vez más, el lector es llamado a completar esta historia, este abogado lector ávido de una historia policial ha traicionado a alguien, ya renunció su secretaria y su guardaespaldas, va a cometer suicidio y opta por una explicación literaria para que el asunto no se vea tan ruín ¿por qué? ¿quién es ese enemigo hechicero y poderoso que seduce al abogado de tal manera hasta conminarlo a jalar el gatillo de un arma?

Si como lector, el escritor Jorge Valenzuela me llama a hacer mi propia interpretación de sus relatos, “Juntos” me lleva a pensar en la historia de Stanley Kubrick: ‘Ojos bien cerrados’. Una pareja de esposos trata de salvar su matrimonio, el consejero les ha dicho que amplien su relación de amigos cada uno por su lado. En ese caminar ambos se encuentran para descubrir qué cuando se vuelven a encontrar son dos perfectos desconocidos. Uno de ellos, el esposo, opta por saber que decisión tomar cuando aclare el nuevo día. No se nos dice y seremos nosotros quienes completemos o tomemos la decisión respectiva.

‘La corbata’ es desde mi óptica el relato más interesante. Valenzuela sin saberlo hace uso de la técnica hitchcockiana del MacGuffin que no es otra cosa que darnos un objeto para distraernos la atención mientras nos va contando una historia diferente y más interesante. Para entender de lo que hablo basta recordar la película Notorious (en español se titula ‘Encadenados’), donde todos estamos atentos a descubir qué se esconde en una botella de vino. Dashiell Hammett también nos hizo perseguir su halcón maltés, luego vino Quentin Tarantino y la maleta que buscaban John Travolta y Samuel L. Jackson, de la que hasta hoy no sabemos con exactitud qué escondía, apareció luego Javier Bardem persiguiendo también su maleta en No country for old men (Sin lugar para los debiles, creo que fue el título en Sudámerica).

En La corbata, el escritor peruano nos cuenta de un joven ejecutivo que odiaba las corbatas, pero que al ser conminado a usarlas llega a apreciarlas. Basta la introducción para que la bendita prenda se convierta en objeto fetiche y nos saque del foco de atención de la historia. Un extraño en la casa, que llega ataviado de una hermosa corbata, primero se presenta como el novio y al final termina siendo el hermano drogadicto de la arredantaria de una pequeña habitación en un mini departamento de soltero, para colmo compartido. Para rematar la historia, el escritor no es que nos tire con la corbata por la cara, sencillamente la ofrece como regalo de despedida.