Wednesday, August 28, 2013

Los rituales diarios.

Mi alarma esta seteada a los 6.00 de la mañana. Suelo poner el despertador fuera del alcance de mi mano para poder saltar de la cama y terminar con la música celestial que me ayuda a abrir los ojos. Ese salto no es el más importante para mi humanidad, pues regreso de nuevo a la cama, me cubro y comienzo a divagar. Cuando noto que mi mente se pierde como una cometa a la que se le ha roto el hilo, pongo atención y comienzo mi primer ejercicio de la mañana: respirar. Hago el ejercicio por algunos minutos y cuando tomo cierto control de mis pensamientos y sensaciones, decido poner los pies en el suelo para ir a tomar el baño matutito, previo al cepillado de dientes y la afeitada respectiva.
Sin una taza de café con leche, me siento aún somnoliento. La cafeína me estimula, supongo. Es el olor lo que me pone en contacto con el nuevo día. Y ahora que lo escribo pienso “ese buen olor de un café humeante es lo que me abre los sentidos”. Oliendo el café puedo distinguir otros olores, todos los olores y no entiendo, hasta ahora -yo que leí con fruición 'El perfume'- por qué Patrick Suskind nunca mencionó al café en su novela. El café es la sustancia especial y neutra para todo catador de perfumes obligado a descubrir las esencias que se usan en algunos productos de tocador. Bueno, dejemos a Suskind en paz y centremonos hoy en lo que trato de contarles, nuestros rituales diarios.
Hace poco, el joven blogero estadounidense, Mason Currey, publicó su libro titulado “Daily rituals” (Rituales diarios) donde aborda 161 pequeñas fórmulas de algunos científicos, pensadores y artistas -escritores en su gran mayoría- quienes cuentan qué es lo que hacen o hacían para lograr completar su trabajo y alcanzar el éxito.
Decidí darle vuelta al libro, comenzando por el último de la lista. El blogero se refiere a los ritos de Bernard Malamud quien era un escritor constante. Nunca dejó pasar un día sin escribir, El autor de 'El reparador' decía que sin disciplina personal no se lograba nada en el arte.
En su casa de Oregon, Malamud se despertaba a las 7. 30 a,m,. Se ejercitaba por diez minutos, tomaba desayuno y llegaba a su oficina a las 9.00 a.m. Trabajaba hasta las 4.00 p.m. Decía que 'el truco para escribir ficción obedecía a hacer el tiempo, sin robar nada de ese tiempo'. Y agregaba algo interesante, 'la cosa esta en encontrar el punto que te devela el misterio'.
Pienso que quien nos devela el misterio es la coreógrafa estadounidense, Twyla Tharp. Ella deja su casa muy temprano en la mañana, para abordar un taxi y dirigirse a un gimnasio. Cuando ella le dice al conductor que desea ir a 'Pumping Iron Gym' su ritual ha comenzado y no hay vuelta que dar, su trabajo comienza.
Y aquí es necesario hablar de ritual. ¿Qué es un rito? Tampoco lo entendía del todo, hasta que recordé lo siguiente.
Hace algunos años, cuando trabajaba en Canal 7, en Lima, Perú, el director del noticiario me pidió ir a la catedral a transmitir una misa especial que oficiaba el cardenal de entonces. Sentí curiosidad, cierto temor, mi vida de católico devoto se remontaba a cuando había hecho la primera comunión, desde entonces sólo habia ido a la iglesia en ocasiones especiales: las bodas de plata de mis padres, algún matrimonio de un familiar o el bautizo del hijo de un amigo. ¿Qué podía decir en una misa? pensé. La respuesta del director fue 'un sacerdote estará a tu costado contándote los pasos que se siguen a lo largo de la liturgia'
Vaya sorpresa, la misa es un rito que se sigue desde la época de san Pedro. Todos los fieles lo sabían, hoy tan solo algunos. Desde la purificación del altar, hasta la consumación: el espíritu de Cristo toma cuerpo en la hostia, gracias a la intermediación de quien preside la homilía, el vino se convierte en sangre, luego que el sacerdote se nutre espiritualmente ofrece lo que ha conseguido a todos los que han hecho un voto de humildad, de aceptación, de perdón, de ayuda, y con fe se acercan a comulgar. Se comparte así esos principios, esas voluntades. Eso es un rito, el puente que une lo divino y lo terrenal. La hostia hecho cuerpo, el vino hecho sangre. Si tienes fe católica, eso es verdad. Lo tienes que creer.
Ese nexo te empuja a seguir.
Muchos escritores en el libro de Currey cumplen ciertos ritos, pero al margen de ritos esta la decisión y la disciplina que le ponen a su trabajo. *Comulgan con una fe. La de dar 'su vocación' sin necesidad de recibir algo a cambio. Leyendo los ritos descubrí que hay uno que se repite con más frecuencia y debo darle el mérito a Twyla Tharp. *Todos se van a trabajar. Salen de casa con ese propósito.
Lo hacía Jonh Cheever, quien viviendo en un edificio había alquilado el sótano del propio edificio donde trabajaba toda la mañana. Para trasladarse a su oficina, Cheever se vestía bien y tomaba el ascensor. En el ascensor no había riesgo de subir cuando el mismo estaba bajando.
Graham Greene asustado por la inminente Segunda Guerra Mundial sintió temor de morir sin dejar ningún sustento para su familia. Estaba escribiendo su novela 'El poder y la gloria', entonces decidió rentar una oficina y sólo le dio la dirección y el número de teléfono a su esposa, quien lo llamaba sólo cuando se presentaba cierto inconveniente. Mientras escribía su novela, se ejercitaba en otra de suspenso, 'El agente confidencial'. Esta última novela salió 4 meses antes que 'El poder y la gloria', En esa oficina escribió sus demás novelas. Estuvo obligado a dejar la casa y se iba a trabajar.
Antes, Mark Twain hizo algo parecido, construyó un ambiente junto a su casa donde trabajaba todo el día. Tomaba desayuno y caminaba hasta su nueva contrucción. En aquellos tiempos, si sus familiares lo necesitaban sólo soplaban el cuerno para avisarle que tenía que hacerse presente en la casa.
Carlos Marx llegó a Londres como un exiliado político en 1849. Estaba quebrado económicamente, pero su vocación estaba al tope. Pese a vivir en la pobreza y el drama -tres de sus seis hijos habían muerto- iba a trabajar a un cuarto de lectura del Museo británico y leía y escribía ahí desde las 9 a.m. hasta casi el cierre a las 7.00 p.m. La ayuda económica venía de su amigo Federick Engels quien metía la mano en la caja chica que su padre tenía en una textileria.
Alicia Munro, quien desde niña supo que tenía la vocacion de escribir, cuando a sus seis años trató de cambiarle el destino a la joven sirenita del cuento que su madre le leyó, rentó el segundo piso de una farmacia para escribir, pero no podía avanzar por las constantes visitas del propietario del inmueble que le encantaba conversar de lo que sea.
La lista de escritores que trabajan y trabajaban fuera de casa es larga.
Pero volvamos a la disciplina y la determinación que le ponen algunos, Scott Fiztgerald tuvo una remarcable auto disciplina. Cuando ingresó al Ejército en 1917 y terminaba su entrenamiento militar diario escribió una pequeña autobiografía de 120 mil palabras, en tres meses. Cuando fue pillado, cambió sus horarios para el fin de semana. Los domingos escribía de 6 a.m a 6 p.m. Sería el manuscrito de 'A este lado del paraíso'.
William Faulkner había hecho lo mismo en las tardes después de salir del trabajo en una planta de energía de una universidad. Allí escribió 'Mientras yo agonizo'.
Jane Austen también fue una escritora de gran disciplina. Sólo su madre y hermanas sabían lo que hacía. Los visitantes sólo podían verla tejer junto a sus familiares, pero en cuando notaba que se habían alejado reanudaba su escritura que tenía debajo del tejido. En las noches leía a sus familiares lo que había avanzado a lo largo del día.
Y para no cansarlos, el caso de Haruki Murakami es también digno de resaltar. El escritor japonés comienza a escribir a las 4.00 a.m. y escribe de 5 a 6 horas. En las tardes corre o nada, lee y escucha música. Se va a la cama a dormir cuando el reloj da nueve campanadas. 'Es algo así como haberme hipnotizado', refiere el autor de 'Tokio blues'.
Agrega que el esfuerzo físico es necesario para mantener una sensibilidad artística. Se convirtió en escritor profesional en 1982 luego de dejar su pequeño club de jazz en Tokio. Se mudó a un área rural, dejó de fumar los 60 cigarrillos que fumaba al día y cambió su dieta, hoy sólo come vegetales y pescado. No hace vida social anuque sabe que la gente se ofende cuando él rechaza sus invitaciones. Sin embargo, sabe que su deber esta con sus lectores.
Y para terminar del todo, les debo contar algo del belga-francés George Simenon, autor de 425 libros, más otros bajo seudónimo. El decía que era una metódica máquina de escribir. Tomaba tranquilizantes al inicio de cada libro por la ansiedad que experimentaba. Su productividad literaria le generaba también un gran apetito sexual. Tenía sexo todos los días y algunos meses gustaba de orgias. Le encantaba dormir con 4 mujeres, hablaba de haber tenido sexo con 10 mil. Le interesaban mucho, 'las mujeres siempre fueron excepcionales y no han sido entendidas bien', decía. Sus personajes salían de sus encuentros.
Todos tenemos rituales, seamos o no escritores. Yo no dejo mi casa sin afeitar. Tengo que hacerlo y lo trataba de hacer mientras estaba internado en un hospital, pero las enfermeras me negaban este rito.
"Parezco enfermo", les gritaba. Ellas no cedían, por temor a los cortes y el sangrado que podía ocurrir con tanto anticoagulante que me habían suministrado.
-Lo hará cuando salga de aquí- decían.
Y así lo hice.

Monday, August 19, 2013

Padura, Stalin y los senderistas.

Al escribir el primer artículo acerca de “El hombre que amaba a los perros” -novela del cubano Leonardo Padura- fui consciente que dejaba muchos cabos sueltos. Esperé, dejando que las ideas se asentaran o sencillamente saltaran de improviso cuando algo o alguien me empujara a sacudirlas. Ocurrío, se ha despertado en mi el deseo de volver a escribir más acerca de algunos detalles importantes, vitales para quienes pasamos momentos de temor a consecuencia del terrorismo que nos amenazó.
Para quienes aún no han leído la novela de Padura, debo decirles que la historia trata de las peripecias que vivió Leon Trotsky, luego que fuera deportado y viviera huyendo de las garras del sátrapa ruso, José Stalin. La orden en su contra ya estaba decretada y se esperaba el momento propicio para ejecutarla. La novela también trata de cómo se reclutó y entrenó a quien luego sería el asesino, Ramón Mercader.
Como recuerdan, Trotsky fue asesinado por un joven español sin contacto aparente con el poder de Moscú. Al ser apresado, Mercader negó en todo momento ser un sicario de Stalin. Sin embargo, al termino de su condena, se fue a vivir a la Unión Soviética y pasó una temporada en La Habana, Cuba.
Los detalles del 'lavado de cerebro' de este joven, quien pasó de ser un despechado enamorado, a un frío asesino, fueron muy bien contados por Padura, y fue también lo que más me interesó en esa historia.
Cuando leí la novela pensé en muchos jovenes peruanos que murieron abrazando la causa extremista del grupo maoísta Sendero Luminoso. En esos jóvenes que rendían pleitesía a un líder fantoche y cobarde llamado Abimael Guzmán. Cuando fue apresado no levantó un dedo para defenderse. Junto a él cayeron cuatro mujeres, entre ellas una joven muy bonita, bailarina de ballet, que usaba las clases de ballet en una casa de dos plantas, como fachada para esconder a su cabecilla.
La joven se llama Maritza Garrido Lecca y purga prisión por terrorismo, aunque se comenta que esta ad portas de salir en libertad. Ella viene de una familia acomodada, tiene estudios universitarios y era entonces una buena promesa de la danza clásica, hasta que la apresaron junto a su líder.
Estuve en la presentación del cabecilla senderista ante la prensa y en esa oportunidad se presentó también a la joven bailarina. Aún los recuerdo con sus trajes a rayas, el cabecilla estuvo dando una arenga a sus seguidores, sin más argumentos que el de una guerra fratricida. Nada interesante, simple repetición de muletillas políticas aprendidas en una de sus estancias en China, renovadas en algo por el devenir de los años. No se le podía oír bien. Muchos periodistas tuvieron aquel día un comportamiento extraño, pues se pusieron a su nivel y comenzaron a gritarle una serie de improperios.
Antes, cuando la bailarina fue presentada hubo más calma y ella lanzó sus consignas partidarias de viejo y cansado uso. Qué nos iba a poder decir una joven, sin duda confundida por lo que ocurría y también asustada al verse como estoy seguro se vio.
Abimael, sabía algo de su historia y desde que supe lo que trataba de esconder me dio lástima. Ahora viejo usaba una máscara de líder, muy bien camuflada con una barba descuidada y unos anteojos de intelectual, detrás brillaban esos ojos llenos de ira, acostumbrado sólo a leer lo que le daba la razón, lo que le servía para su siniestro bienestar. Claro, él se había creado el mito de que 'era el hombre predestinado para cambiar el orden de la sociedad peruana'. Se mentía, si no podía ni con él mismo, tenía sus explosiones internas que afloraban a su piel en algunas oportunidades. No esperaba gran cosa de este tipo.
Mi curiosidad se dirigió entonces a tratar de armar la historia de la muchacha. ¿Por qué sufría? Por qué habia cambiado su 'rollo interno' y se creía una pieza importante dentro de un grupo asesino? ¿Qué demonios le habían hecho para ponerla a gritar como una fiera? ¿Qué le daba ese coraje? ¿Cómo habían hecho ese trabajo para sacarla de su mundo 'bien' y ponerla a defender una causa de muerte? Estas fueron mis preguntas de entonces y mis preguntas puede que se vayan incrementando con el paso de los años.
Leí mucho acerca de Sendero Luminoso. ¿Cómo no hacerlo? Todos los días nos manchaban las informaciones de sangre, matando inocentes, jóvenes soldados, simples policías de servicio. Las mujeres senderistas dando el tiro de gracia a los caídos. Sabíamos que el papel de las mujeres fue tremendo para que SL se mantuviera vigente y tuviera a los peruanos al borde del abismo y lo que es igual de horrendo, los peruanos aceptamos lo que luego -desde la orilla legal- otro dictador hizo. Este dictador legitimado usando como bandera de lucha 'la defensa de la democracia' ordenó que se les jugara a los terroristas con sus propias armas sucias, pero lo peor es que luego cuando se le pidió que se reafirmara en sus órdenes, lo negó y cargó con todo el peso de dicha guerra sucia a los militares que lo habían acompañado. Se trató de limpiar, huyó y lo pescaron. Es otra historia fea.
Las mujeres al interior de SL actuaban de manera maternal con sus camaradas senderistas. Si alguno fallaba lo alentaban a no desmayar, al principio. Una vez que los convencían, exigían ejecutar las órdenes del partido, porque las mismas eran 'infalibles', a su decir. Nadie podía discrepar, discrepancia significaba estar a favor del otro, del que combatían. Las mujeres podían actuar de manera muy complaciente con sus compañeros para paliar la tensión de su lucha (estoy siendo eufemista).
Leí incluso libros de algunos analistas militares que decían que una mujer cumple un buen rol en la guerra porque se les cambia el bebe que anhelan por las armas y al cuidar esas armas se abocan simbólicamente a cuidar a sus 'vástagos'.
Con toda esta información y tranquilo de tener a los pocos senderistas rodeados hoy en el Valle del Mantaro, en la enmarañada selva peruana, llegó a mis manos la novela de Padura. En “El hombre que amaba a los perros”, el escritor aborda también el papel que jugaron las mujeres durante la guerra civil española. Como recuerdan, los rusos fueron a apoyar a los republicanos en su lucha contra los fascistas de Franco (Ahora se sabe que a los rusos poco les importó España, lo que Stalin deseaba era usar a los ibéricos en sus tratos con Hitler para salvar a Rusia de una invasión. Antes, Stalin saqueó España y la dejo perdida a su suerte). ¿España recibía lo que nos hizo hace 500 años?
Los rusos que llegaban a Madrid o a las otras ciudades españolas se involucraban con los comunistas que encontraban en la república y estos comunistas se mostraban más afectos al sátrapa que los propios soviéticos. Padura dice: 'había gente que se unía a los rusos, liquidaban a quienes quisieran sin orden de Moscú, porque siendo despiadados se creían dignos de ser revolucionarios'.
Estos comunistas españoles mataban republicanos que trataban de salvar España sólo para satisfacer aquello que creían gustaría a Stalin. Todo lo que ordenaba el dictador estaba bien y había que aceptar esas órdenes aunque todos murieran por la misma.
Cambien el nombre de Stalin por Guzmán y comenzarán a encontrar respuestas. La ficción dando ayuda a la realidad.
En ese grupo de españoles que creían en los soviéticos y su líder, estaba Caridad del Río, madre de Ramón Mercader, luego asesino de Trosky.
Era una mujer que odiaba todo lo que tuviera que ver con su pasado de mujer rica. Lo habia perdido todo, pero eso fue el inicio. ¿En qué momento es que se habia quebrado del todo? En la ficción esta la respuesta y les sugiero leer la novela para que encuentren el porque. No voy a hacer paralelos con la bailarina, de quien no sé más. La bailarina fue amada, claro, era hermosa, pero renunció a eso y dejó al novio que la adoraba para enrolarse en una guerra. ¿Quería verse desde su ángulo engañoso más consecuente con la causa de quienes sufren? ¿De quienes sufren?
Caridad del Río alimentó el odio de sus hijos. Ramón tenía un perro al que adoraba desde que era un niño, cuando se une a la causa comunista de Moscú, la madre le pide que cumpla con su primera orden, matar a ese perro. El obedece.
Ella tiene una frase que duele: 'mi odio nunca me permitirá trabajar para construir la nueva sociedad. Pero es la mejor arma para destruir esta sociedad, por eso he convertido a todos ustedes, mis hijos, en lo que son: los hijos del odio'.
Ramón entra al partido comunista y es el amante ruso de su madre quien comienza su entrenamiento brutal. Se convierte en una máquina obediente y despiadada. Capaz de morir por la causa. Al fallar, es capaz de explotar su odio y no ser compasivo.
“Tú no puedes imaginarte de que es capaz un hombre, de lo que puede hacer el odio y el rencor cuando lo han alimentado bien. El odio se convierte en una enfermedad que no se puede parar”, escribe Padura.
A Ramón le cambian de nombre para borrarle parte de su pasado, lo van preparando así para su 'gran tarea'. El lo ignora totalmente.
El amante de su madre le dice: 'tú no piensas, sólo obedeces; tú no actuas, sólo ejecutas; tú no decides, sólo cumples; tú vas a ser mi mano en el cuello del traidor (así le decían entonces a Trosky) y mi voz va a ser la del camarada Stalin y Stalin piensa en todos nosotros'.
“La más burda de las mentiras, dicha una y otra vez sin que nadie la refute, termina por convertirse en una verdad”.
Pasan unos años, Ramón es adiestrado en todo, su francés es excelente y se hace pasar por belga. Vive en Paris, se enamora de una troskista y los rusos alimentan eso, él sigue ciego, ignorante.
Hasta que Ramón llega a Mexico, se hace pasar por un hombre de negocios y cumple la orden por la que lo habían preparado. Muchos años después de purgar condena por el asesinato de Trotsky se reúne con el ex amante de su madre en Moscú, quien le dice: 'el plan era que tú mataras a Trotsky y que los guardaespaldas te mataran a ti, así es como debió ocurrir. Así todo iba a ser más fácil. Así lo había pedido Stalin. El no quería que quedara ningún cabo suelto. Tu vida le importaba un carajo. Pero Trotsky te salvó.
Creo que quienes vivimos acosados por el terror comprendemos mejor a Padura. El vive ahora en Cuba. La isla pugna por salir del yugo de los Castro, quienes han usado el marxismo como ideología, como una forma de falsa conciencia, quienes han empujado a un país hasta el borde del abismo, sólo para beneficiarse de esos intereses, ellos han creado una nueva clase dominante. 'Lo que tú tienes lo quiere para mi', es lo que pensaron antes de lanzarse a derribar a Batista. No lo recuerdan.
Bueno, cambiemos los papeles, Abimael no deseaba morir, tal vez quería que quienes lo rodeaban hubiesen ofrendado sus vidas por él, cuando cayó como palomita (Fujimori lo quería muerto). Los valientes hombres del GEIN, con Miyashiro y Jiménez a la cabeza, le salvaron la vida. Esos oficiales y sus policías fueron los héroes. El Perú comenzó a despertar tras la pesadilla.
Ojalá esos jóvenes usados como objetos por el odio, recapaciten. Aún hay algunos en el Valle del Mantaro, en las cárceles de Lima. Ojalá vean su odio y sufrimiento y no lo quieran regar. Recuerden, el odio es una enfermedad que no se puede detener cuando sale a correr. Se lleva de encuentro todo lo que hay en el camino.

Sunday, August 11, 2013

Plegarias.


Pleading.
A monk decided to pray for the contentment of his sick friend.
He prayed every moment. One day, in the temple's path, he was absorbed in his prays.
In the crowd, walking back from the temple was a monk's friend. When this guy saw the monk, he thought: 'The strange monk is there. When he goes to my house, he likes to eat and drink everything that I put in the table. Today, when he knows that I'm sick, he ignores me. Hopefully, he will stumble and fall down, when he turns at the corner”.
In the path, the monk was grateful remembering. Walking, he continued praying.

Plegaria.
Un monje decidió rezar por el bienestar de su amigo enfermo.
Lo hacía en todo momento. Un día, camino al templo, quedó abstraído en dichos rezos.
Entre la multitud que venía de regreso, estaba el amigo, quien al verlo pensó: “Ahí va el monje loco. Cuando va a mi casa come y bebe todo lo que pongo en la mesa. Hoy me sabe enfermo y me ignora. Ojalá tropiece y caiga al doblar la esquina”.
El monje recordaba y estaba agradecido. Caminando, siguió rezando.

Tuesday, August 6, 2013

Un halo espiritual. (Una aproximación a Alice Munro).

No sabía que leías casí todo lo que publico. Te agradezco. Y leyendo lo que me contestas me doy cuenta que escribes bien. Deberías escribir como una buena practica contra el Alzheimer que te preocupa. A propósito de la enfermedad, el problema no es para quien lo padece, quien padece el mal parece que entra en otro mundo, el problema es para quienes deben velar por el enfermo. Es duro. Duele ver a nuestros seres queridos sumiéndose en la oscuridad y ellos van allá sin darse cuenta completamente, despojados de todo, incluso del miedo. Te digo lo que he descubierto: los más cuidados sin duda son los padres que dieron amor y atención a sus hijos.
Cuando me escribes, no me quitas tiempo, me encanta saber que me lees. Eso motiva. Escribe mujer, escribe. Cuéntale a tus hijos un cuento y luego escríbelo No dejes que esa vena comunicativa que hay en ti se pierda. Escribes lindo, cuando te leo es como si te tuviera delante de mi, te oigo y siento tus emociones.
Recuerda en un cuento hay algo que va por dentro, no se nota. El amor, el miedo, la venganza absurda van por debajo, pero en primer lugar se cuenta otra historia. En la novela “Lo que el viento se llevo' se narra el drama de la guerra civil en los Estados Unidos, pero la verdadera historia cuenta cómo una joven se convierte en una verdadera mujer cuando enfrenta los problemas y deja de lado los sueños de casarse con el marido de otra. Cientos de páginas para contarnos realmente el crecimiento personal de Scarlett O'Hara. En la película puedes ver con claridad esto que te cuento. Mírala si deseas.
La santidad por ejemplo. Leí hace poco un cuento de la canadiense Alice Munro, titulado 'Amistad de juventud' que habla acerca de la santidad. Menciona la palabra como de paso, pero cuando tú terminas de leer el cuento dices casi sin dudar: 'esta mujer es una santa'. El relato nos cuenta que una mujer se va a casar y el novio viene a vivir en la casa, con su familia: su padre el señor Grieves y su hermana menor, Ellie. El matrimonio no se realiza porque el padre muere de manera repentina. Deben esperar un año hasta que el duelo pase. Ojo, como no están casados no comparten lecho, además, ella -Flora- es estricta y respeta su religión cameroniana. Ellie es distinta, de pronto comienza a jugar con el novio de Flora y tú sabes lo que sigue, se enamoran a escondidas, suele pasar, no es cierto? Terminan casándose porque Ellie resulta embarazada. Ellie trata de ocultar su estado de gestación, pero Robert confiesa. Flora, la mayor, acepta lo que ocurre sin increpar al novio, mucho menos a la hermana menor. Esta feliz por la felicidad de ambos. Se casan, pero el bebé no nace, ni el próximo y se suman dos abortos más. Siguen conviviendo en la casa y a Flora no la ves tratando de reconquistar al ex novio. Es más, les sede mayor parte de la propiedad y pasa a ocupar tan sólo un cuarto. Luego la recién casada contrae una enfermedad que la va llevando paulatinamente a guardar cama, a dejar de valerse por sí misma. (¿Culpa?) La hermana mayor asume el cuidado con amor y ternura. Ellie se vuelve intratable, pero el trato de Flora es ejemplar y amoroso. Más tarde, una enfermera llega a la casa para encargarse de los cuidados. La enfermera tiene un pasado oscuro, lo comentan en el pueblo.
Quien cuenta la historia es una joven maestra -la madre del alter ego de Alice Munro- quien es testigo de lo que ocurre. Cuando ella regresa a su pueblo, tiene amigas y ellas le informan lo que ocurre. La enfermera es quien decide qué hacer con Ellie, quien luego muere. Después la enfermera llega a conquistar al viudo y se casa con él. Flora acepta una vez más lo que ocurre. En su propia casa, la nueva pareja la va poniendo a un lado. La maestra decide intervenir y le escribe una carta a Flora, Flora contesta diciendo que no sabe quien pueda haberla mal informado y que su vida prefiere vivirla de acuerdo a sus propias creencias. Este es un drama, el marido muere y la esposa-enfermera se queda con la casa, es ella la que decide venderla de manera unilateral e inconsulta. La verdadera dueña debe entonces abandonar su casa y lo hace sin chistar. Se va a trabajar a otro pueblo, en una tienda.
La maestra le cuenta un día la historia a su hija, diciéndole que le hubiese gustado contar la historia. La narradora ve que su madre hubiese contado otra historia, quizás haciendo ver en Flora lo pura y buena que era. Sin mostrar algo que el alter ego de Alice si lo refiere: el miedo de Flora por el sexo, aunque no se ahonda en el asunto. Cuestiona también el papel de Robert, quien sin duda fue el creador de todo este lio. Y de quien no se dice gran cosa.
Alice Munro decide terminar su cuento refiriendo algo de la religión que profesa Flora. Son pocos los cameroniamos o seguidores de lo que ellos suelen llamar presbiterianos reformados. Sabemos entonces que es una creencia antigua y de pocos seguidores.
En ningún momento la escritora pone énfasis en la palabra santa, pero al terminar de leer el relato decimos lo que tú comentas: “Demasiada nobleza en ese ser, esa mujer es una santa. Esta en otro nivel, despojada de envidia, rencor y malas intenciones”
Le comenté a un amigo la misma historia y me dijo: 'es lo que se mal entiende por santidad'. Y sabes? Creo que también tiene razón. La causa o el efecto lo encontré al leer una historia de dos monjes budistas que se reúnen a la entrada del templo, justo después de una lluvia torrencial.
-Sabes? -Le comienza a contar uno al otro. -Venía caminando por el puente y se me apareció un mendigo pidiéndome limosna. Le di una moneda y seguí caminando, de pronto apareció otro y también le di. Pero para mi sorpresa de repente aparecieron muchos y como no les di un cobre comenzaron a jalonear de mi ropa tratando de arrebatármela.
-Qué hiciste entonces? Preguntó el otro.
-Corrí desesperado- contestó.
-Y por qué nos los agarraste a paraguazos- le increpa el otro monje.
Nada es absoluto, hay que cambiar nuestra manera de pensar. Los budistas zen creen en aquello que se refiere como el tener o no tener. ¿Es santa o no es santa? ¿Es una tonta o no es una tonta?. No importa. Lo que vemos es que hay algo en el medio que no entendemos y es lo que hace genial este relato.
A veces al ver a dos monjes dejamos de mirarlos como seres humanos y como tales tienen emociones. Y deben actuar, sus hábitos no significan que deben aceptar todo sin chistar.
Voy llegando al final del escrito. Mi intención es no sólo contarte estas historias que no son mías, la intención de mi respuesta es motivarte a escribir. Mira, un cuento es la memoria de un pueblo. Sino se cuenta se pierde para siempre y no los podemos rescatar. No importa quien lo cuente. Hay que terminar con esos de 'los grandes maestros'.
En Perú tenemos un reto, hay un sin número de cosas que no se han contado. A veces digo: “cuanto me gustaría leer historias de la guerra con Chile, esas historias que hablen del coraje de los peruanos contra los invasores”, pero hasta hoy, nada. Nadie se atreve. Le comenté el asunto a mi buen amigo y me contestó 'entonces tendrás que escribirlo'. Vaya reto, así que le estoy dando vueltas. La escritura es darle vueltas a algo y de pronto, zas, aparece. Es lo lindo de escribir. Descubrir. Entonces orgulloso te sientas a escribir. Me molesta sin embargo que las historias que las tengo redondeadas en mi cabeza, cuando las escribo no alcanzan el tono deseado. Lo que ahora sé es que una cosa es contar la historia de manera verbal y otra plasmarla en el papel. Con lo poco que conozco seguiré pensando y escribiendo lo que se me viene a la cabeza. En ese ejercicio uno alcanza cierto halo espiritual que te ilumina.
Y lee, leyendo uno aprende. Alice Munro es genial. Tiene muchos cuentos, hay otro que me gusta, se titula 'Algunas mujeres'. Un hombre casado cae enfermo y decide ir a vivir a la casa de su madrastra. Su mujer trabaja y lo deja solo en la casa antigua, en un dormitorio del segundo piso, hasta donde llega una niña que lo cuida, esa pequeña es quien relata la historia. Un día la madrasta contrata a una masajista, muy jovial y gritona. Munro la describe muy bonita, ella dice: 'su trasero se curvaba de manera espléndida hacía atrás en lugar de ensancharse hacía los lados'. Va a la casa a darle masajes a la anciana que apenas caminaba y al describirla por los ojos de la niña, la escritora dice: 'La parte normalmente escondida de su cuerpo era de un blanco amarillento, como la madera recién despojada de la corteza'.
De pronto, el enfermo tirado en cama algo intuye, parece que piensa que la madrastra y su masajista lo van a matar y pide a la niña echar llave a la puerta. Las dos mujeres dicen que el enfermo no esta del todo mal. Jamás sospechan de la niña, cuando la esposa llega recibe la llave respectiva y rescata al marido, quien luego muere, mucho más tarde, lejos de la casa de la madrastra. Jamás se dice que lo iban a matar y uno se pregunta ¿era eso o era el miedo del enfermo a morir?. No lo sé, Munro me hace pensar que es lo primero, pero reitero, no tengo la certeza.
No te aburro más.