Tuesday, July 30, 2013

Los rechazos, los editores y los escritores.

Harry Potter es uno de los libros más vendidos a lo largo de la historia de la humanidad, sin embargo el inicio de la saga no tuvo la magia deslumbrante que hoy todos conocemos. Cuando la escritora inglesa J. K. Rowling envió su primer manuscrito a las casas editoriales, estas la rechazaron aduciendo una serie de inconvenientes. Incluso la descortesía y el maltrato fue evidente. “Estamos en 1997, ¿usted no tiene una computadora?” Le contestó un editor.
“Aquí no pagamos por palabra, que se cree usted Charles Dickens? 709 páginas explicando personajes y tramas a los chicos. Padres e hijos gastando tanto tiempo en un mismo cuarto, eso va a ser una agonía”. “Estamos en una época distinta. Señora, señorita, señor Rowling, aprecisamos su aproximación a un tema tan oscuro. Simplemente le digo, su manuscrito se va a parecer a un dinosaurio en la era tecnológica”. Concluía.
No sé si el editor aún conserva su puesto y no sé si los editores de Penguin y Harpers and Collins aún trabajan en dichas casas editoras, porque las decisiones tomadas fueron catastróficas. En las antes citadas grandes casas editoriales también el rechazo fue la respuesta a la publicación del libro. Lo que perdieron, ni se lo imaginaron. Esa descarga de un rayo en la frente del pequeño mago y lo que hizo con su varita, de la mano de la escritora, fue sorpendente. Algunos dicen que se han vendido más de 400 millones de copias del libro en casi la totalidad de idiomas en el mundo. Sin contar todas las industrias que se han sumado al fenómeno Harry Potter. El libro ocupa el tercer lugar en la lista de libros más vendidos en el mundo, superado por la Biblia y por El libro rojo de Mao.
En esa lista de 10 libros más leídos también esta 'Lo que el viento se llevo', la novela escrita por la estadounidense Margaret Mitchell. Y como podrán intuir, la autora también recibió el rechazo de las editoriales. Treinta y ocho oportunidades le dijeron 'no' a la publicación de su historia y vaya sorpresa, su primera edición vendió 30 millones de copias.
En los Estados Unidos, donde el libro es tratado como un producto de venta, sorprende en muchos casos el poco ojo y tino que tienen los editores. Algunos se creen los gurús de la profesión y desde su asiento en un limbo extraño y sólo de ellos sentencian -llevados por extranos sentires, pensares y acciones- que 'esto es bueno o malo', cuando en realidad nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que atrae realmente a los lectores. *En el caso de Harry Potter tal vez porque se trata de un huérfano que tiene que enfrentarse al mundo. Los chicos creen ver en el mago a su yo personal abriéndose el camino en tal situación.
Volvamos a los rechazos, los editores y los autores. La historia no es de ahora. Incluso Charles Dickens con su novela “Grandes esperanzas' fue rechazado por los editores. “Entendemos su deseo de ser detallista, pero sus descripciones me ponen aburrido y algunas veces me hacen sentir cierta hostilidad”. (Pareciera que ese era el sentir del editor en aquel momento. Llegó el manuscrito del libro y pagó las consecuencias de tal momento nada grato).
'Mobydick', la gran novela estadounidense que cuenta la historia del capitán Ahab persiguiendo a la quimera y extraña ballena blanca, fue rechazada inicialmente. Paradojicamete, un editor le dijo: "Sr. Herman Melville, nosotros necesitamos un libro que ponga a la literatura americana en el mapa. Usted ha escrito una historia de una ballena aquí, pero nosotros no compraremos eso".
El nada visionario editor decía también: "Es Ahad real? El escupe sus motivos cuando el navío esta millas adentro del mar? Consideramos que usted debe reescribir su trabajo, haciendo que el viejo Moby se convierta en un tiburón. ¿Por qué no hace que Ismael sea un gendarme de la localidad tratando de mantener a la gente fuera del agua?" La carta existe, es de Enero 1851, hoy parece una burla.
'Santuario', de William Faulkner también recibió el 'no' respectivo e inicial. “Por Dios, no podríamos publicar esto”. Fue la respuesta que feliz y contradictoriamente no fue lapidaria.
Pero en la lista de libros incomprendidos y pocos valorados inicialmente por algunos editores están muchos y pueden sorpender.
'En busca del tiempo perdido', del francés Marcel Proust recibió el rechazo de los editores, uno le dijo que terminaría muerto con el cuello agarrotado después de leer treinta páginas de lo mismo, describiendo qué es lo que hace un hombre que se va a la cama y pretende dormir.
'Rebelión en la granja', de George Orwell también recibió el 'no' de los falsos gurús, le dijeron que 'el público estadounidense no estaba interesado en una historia de animales'.
Soy uno de los amantes del libro titulado 'El árbol bondadoso', del estadounidense Shel Silverstein. El libro se publicó en 1964, antes había recibido el rechazo de un editor porque pensaba que no se leería pues esta escrito para adultos y niños y en esa dicotomia, según el editor, no iba a gustar. Craso error, es uno de los libros que muchos padres leen a sus hijos antes de ir a dormir.
Me encanta también 'Las banderas de nuestros padres', del estadounidense James Bradley. La historia cuenta la victoria estadounidense en la isla de Iwo Jima, cuando los soldados lograron izar su bandera en una de las colinas de la isla, que luego se la arrebataron a los japoneses. La novela recibió 22 cartas de rechazo. Bradley cuenta que los editores le dijeron que 'la gente ya no estaba interesada en historias de la Segunda Guerra Mundial, además nadie iba a estar deseoso de leer una historia tan desgarradora que arrancaba las lágrimas a los lectores'.
Es sorprende, dijo alguna vez el escritor, 'la Segunda Guerra Mundial es uno de los mayores eventos en la historia de la humanidad y aún tiene muchas historias que contar'. Bradley sabía que su trabajo era bueno e insistió, se publicó luego y fue un best seller. Steve Spielberg compró los derechos del libro y Clint Eastwood la llevó a la pantalla.
Todos recordarán la historia de 'Jurassic Park', la misma que se exhibió en el cine bajo la dirección de Spielberg. La novela fue escrita por el estadounidense Michael Crichton y también fue rechazada por los editores.
El editor le decía a Crichton en 1989. “Después de consultar a nuestro grupo de marketing, he decidido enviarle una carta bonita de rechazo. La misma que usted puede agregar a su colección, la que sin duda es bastante larga y variada. El problema que veo en 'Jurassic Park' es que los dinosaurios tienen músculo y pellejo. Nosostros no deseamos bestias monstruosas corriendo tras la gente para comérsela. Usted se imagina todo el alboroto que eso causaría, que nosotros una compañia respetable, publicara un libro con tan revoltoso contenido?”
El editor señala que 'no desean un problema con Costa Rica, mucho menos con los padres de los chicos que podrían entrar en pánico con tal historia. El gobierno centroamericano podría aducir cierta conspiración. Usted desea ser responsable de una guerra? Nosotros no'.
Tiene su lado cómico la carta, sin duda. El editor continúa: “Su libro puede ser publicado personalmente y venderlo entre la familia y los amigos. El desarrollo de los personajes es bastante bueno. Ponga el mismo personaje en una historia verdadera acerca de esqueletos de fósiles y puede que nosotros hagamos un acuerdo negociable”. Concluye.

Tuesday, July 23, 2013

Mirando a "Los cautivos".

Todos somos cautivos y lo único que te hace libre es el arte, es lo que parece decir el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro en uno de sus tantos buenos relatos.
'Los cautivos' es el título de uno de los cuentos de Ribeyro. No está entre los más logrados por el escritor, pero para mí ocupa un lugar especial en mi lista de relatos releídos Decir que he leído el cuento cinco veces, es poco, decir que lo he escuchado veinte veces -lo he leído y grabado y lo cargo en el Ipod para reescucharlo mientras hago un trabajo manual- es buscar un número que me permita sólo fijar una idea. Cuando uno hace el ejercicio de la relectura, se familiariza tanto con el relato que se hace más fácil contarlo. Además, es el primero de los consejos que Ribeyro dio en un pequeño decálogo que publicó en vida. 'El cuento debe contar una historia que una vez leído sea fácil de contar', decía.
Los cautivos parte de una realidad existente y la historia es inventada, aunque parece real. Se cumple así con el segundo de los puntos del decálogo del escritor.
Este es un cuento breve, se lee de un tirón. Dura apenas 15 minutos. Es entretenida, intriga y sorprende al final. Todo junto. Tiene un estilo directo, aunque al principio pareciera que el escritor divaga fuera de Perú. Me encanta como nos muestra una serie de detalles que le dan brillo a este relato. Cuando muestra a los pajaritos con su pelaje sedalino, me parece estar acariciando a estos pequeños seres del relato. La técnica del escritor se luce en este pequeño cuento, el diálogo cumple el cometido de demostrar quien o quienes son los personajes envueltos. El alter ego de Ribeyro no se juega su destino, pero uno percibe cierto peligro. Esta en un país que no es suyo, enfrentando a otro personaje en su propio terreno. Pese a que la introducción parece estar en otro contexto, es necesaria. Lo contaré más adelante. Y el desenlace del relato es el único que podía darse en la historia, por todo lo que nos ha referido el escritor, quien cumple así con sus diez consejos sugeridos.
Exploremos el relato.
I- La Segunda Guerra Mundial ha terminado hace mucho y el alter ego de JRR va a visitar Francfort, Alemania. Un amigo le ha pedido que durante su visita averigue algo acerca de la impresión a cuatro colores. El narrador en primera persona, observa las fábricas que existen en aquella ciudad, pero decide huir de ese mundo y divagar de manera filosófica. ¿Por qué las fábricas son como son? Atrapantes, asfixiantes. Al final concluye que todo ha comenzado con el trabajo paciente del hombre. Con la mano humana.
El narrador vive en una pensión a donde también han llegado un sinnúmero de viajeros incógnitos. Seres que van de un lugar a otro sin marcar la diferencia. Seres que no se interesan -al parecer- por nada. Sólo hacen lo que se les encomienda.
El narrador es el que esta atento en este mundo. Cada rincón no pasa desapercibido y necesita ser husmeado (detalle que precisa cómo es quien nos cuenta la historia). Al tomar un duchazo caliente y tratando de evitar que los vidrios se apañen, decide abrir la ventana. Un gesto que por trivial es importante. Así descubre el canto de las aves. ¿Puede haber aves en ese mundo de fábricas? Preguntara el lector de manera inconsciente. Concluído el baño nos vamos junto al narrador a conocer ese mundo. Hay que sortear un camino, un jardín con algunos recovecos. Pasamos así por un rompecabezas de puertas. Al llegar, descubrimos a un ser extraño (se me antoja un minotauro moderno).
II- El minotauro es un hombre que esta dando de comer a unas aves enjauladas. Es un ser que no acepta a nadie en 'su reino'. Se intriga al ver al visitante. Lo observa, lo ausculta. (Parecíera que lo huele). Luego pregunta. El narrador nos presenta de esta manera al dueño de la pensión en la que se aloja. El señor Hartman. Intrigado aún -el minotauro- accede y permite al visitante mirar a sus aves. Las jaulas son numerosas.
El trabajo del escritor se nota paciente. Nos muestra primero a los canarios, las aves más comunes entre las mascotas aladas. Vienen después los loros y Ribeyro nos da lecciones al mostrar las diferencias de las cotorras con los guacamayos.
Vamos en tercer lugar a la jaula de las aves exóticas.
Todas viven enteramente bajo la protección del minotauro. Es el reyezuelo, por decirlo.
El señor Hartman accede que el narrador visite a sus mascotas varias veces a la semana. El tiempo pasa en el relato de Julio Ramón. El escritor nos guía con calma, jamás se precipita. Nos esta mostrando el mundo en el que vive ese ser que ha comenzado a intrigarnos. Ese ser del que sólo sabemos que ama a sus aves.
Como el invierno europeo se avecina, hay que proteger a las aves. Algunas, las que vienen de los lugares tórridos, se quiebran como una brizna de paja. El minotauro no puede ser malo, se preocupa por el bienestar de sus frágiles mascotas. Es una contradicción humana, como veremos. El minotauro ha instalado un sistema de aire caliente para las jaulas.
El diálogo es preciso, cuando el narrador señala, 'sus aves viven como principes'. El dueño de la pensión responde 'como principes cautivos' y con esto basta para hacernos pensar que el título es el acertado.
Recién es cuando Ribeyro nos muestra a la exótica Ibis, la misma a quienes los egipcios rendían tributo de muerte. No es gratuito que se hable de muerte por lo que iremos a descubrir luego. Es la puerta que el escritor nos abre para llevarnos hacía lo oculto. La tensión se da con sutileza.
El narrador descubre un visitante culto y -complácido- decide abrir las puertas de su reino. Lleva entonces al visitante a su biblioteca, donde almacena más de tres mil volumenes, todo sobre lo mismo. Es magistral que Ribeyro comience con los colibríes.
El lenguaje aquí es digno del un orfebre de la palabra. Ribeyro dice “me sentí como un discípulo medieval recibiendo por via oral del maestro, las llaves del arcano”. La pluma de JRR brilla como el pelaje sedalino de las aves.
Ahora que junto al narrador estamos en el centro de ese laberinto, la biblioteca, el minotauro desea sentirse también seguro. Pregunta entonces. ¿De qué país es usted?
-De Perú, responde el narrador.
El señor Hartman sabe de sus aves: el chaucato, el tordo, pero nada más. Tratará de averiguarlo personalmente y lo hace saber. Aquí hay un dato escóndito que debe ser rebelado. Nada es gratuito en el relato. El narrador experimenta temor cuando el minotauro le pasa la mirada glacial encima y se siente como un pájaro enjaulado. Con palabras, Ribeyro nos dice que estar en en fondo de la cueva-laberinto-pozo de un ser extraño, puede traer riesgos.
III- El narradore debe salir del lugar embrujado-encantado-mágico-divino. Su amigo y mecenas lo conmina. Se une así la primera parte intoductoria con el final que viene a continuación.
Antes de partir, el narrador pasa a despedirse de Hartman.
Le encuentra en la jaula de los canarios (No es una coincidencia, el escritor esta cerrando puertas abiertas).
El minotauro está molesto, le da la espalda al visitante. ¿Por qué?
Sabemos entonces que Perú ha sido el primer país de sudamerica que le declaró la guerra a Alemania, lo dice el alemán. (este es un dato histórico real muy bien usado por el escritor para dar un peso a su relato).
El narrador se aleja. Aunque no se puede terminar la historia ahi, quedaría coja. Nos falta un detalle y para eso hay un colofón.
*El dato escondido se revela. En la tarde, al hacer el equipaje, el narrador descubre un libro acerca de 'las calandrias'. Tiene que devolverse(lo) a su dueño y decide ir a su rincón 'sagrado', la biblioteca. Se expone una vez más. Ahí nadie responde. Abre la puerta. Al dejar el libro en el escritorio, el narrador observa un libro de la Segunda Guerra Mundial. Como sabemos que esta acostumbrado a husmear, decide mirar dentro, descubre entonces la foto del antes joven Hans Hartman en Auschwitz, 1942.
La verdad se ilumina, es como el rayo veloz y repentino de un rayo. Nos paraliza en un segundo.
Para terminar el narrador observa a través de la ventana y ve al ex nazi dialogando amorosamente con sus cautivos. El cautivo también es Hartman y lo es a su manera. No ha olvidado su pasado. Prefiere seguir ahí en ese mundo perdido y despiadado, claro, a cambiado a sus cautivos. El narrador dice más: “a veces quienes dicen amar a los animales son incapaces de dar ese amor a un ser humano”.
En este relato historia y ficción van de la mano, la una se apoya en la otra.

En internet hay un link www.librosquedesesperan.com (Los cautivos). Si usted desea aquí puede leer el relato.

Sunday, July 14, 2013

Adiós, Hemingway (un comentario).

¿Qué sí en la casa de un hombre famoso aparece un cadáver cuarenta años después?
¿Qué sí el hombre famoso es el escritor estadounidense Ernest Hemingway?
El autor de 'Adiós a las armas' tiene fama de haber matado mucho, pero ¿puede haber matado a un ser humano?.
¿Qué sí Hemingway tiró del gatillo de su Thompson y mató nada menos que a un agente del FBI?
Una placa se ha encontrado junto al cadáver.
No es lo mismo matar a un león o un búfalo en un safari que matar a un hombre, supongo.
¿Puede un hombre soportar sin culpa el acto de matar a otro? No hay duda que una cosa es matar en defensa propia o en defensa de un gran ideal -la libertad bien entendida, por ejemplo- que matar con alevosía y ventaja, no es cierto?
Como recuerdan, Ernest Hemingway se suicidó en Idaho, Estados Unidos, en 1961, aduciendo que no podía escribir más. ¿Pudo ser esa la causa real para su tan drástica decisión?. ¿No había algo más que guardaba bajo siete llaves?
Me imagino que todas estas preguntas cruzaron la cabeza del escritor cubano Leonardo Padura, antes de lanzarse a escribir su novela “Adiós, Hemingway”. Poco a poco fue tirando y encontró el hilo conductor de aquella madeja.
Su aliado en esta ficción es el detective retirado, Mario Conde, quien al recibo de una llamada telefónica de uno de sus ex subordinados decide participar en la investigación de este caso especial. Una gran tormenta ha puesto al descubierto una parte importante de un cadáver aún sin identificar. El lugar: el patio trasero de la casa de Hemingway, en Cojímar. Ahí en el actual museo de Finca Vigía, el museo de ahora consagrado al autor de 'El viejo y el mar'.
La naturaleza sigue pariendo, dice Padura. En plena tormenta tropical, un árbol viejo se ha venido abajo y al caer sus raíces se han expuesto, pero han traído consigo los restos de una persona NN. Por lo tanto, hay que investigar. Si la prensa lo sabe será sin duda la noticia del año. Sí Ernest Hemingway está envuelto en la historia y es el protagonista, su mito se caerá a pedazos.
Mario Conde ha sido un admirador del autor de “Por quién doblan las campanas”, lo ha conocido, lo recuerda de niño, cuando junto a su abuelo fue al puerto y vio al estadounidense saltar de su yate, luego de una jornada de pesca. Conde no recuerda mucho, pero sí lo necesario. El tipo tenía una barba cana, la piel roja y quemada por el sol, se peinaba de manera obsesiva y usaba un gorro que decía 'estoy al mando' y el adiós que le hizo con la mano inmensa al abordar un auto que lo esperaba y lo aleja de escena.
Mario Conde ha soñado con ser un escritor y ha imitado al creador de la técnica del iceberg -una cosa es lo que se ve, lo más importante subyace al interior. Conde ha formado una cofradía de admiradores con quienes leía y desmenuzaba algunos cuentos, 'El río de los dos corazones' esta entre sus favoritos. Conde también bebe y descubre que Hemingway bebía para matar al demonio que llevada dentro.
Conocerlo ha llevado al ex detective a tener sentimientos encontrados. Hemingway se ha prestado al juego de Stalin y de los nazis. Al morir extrañamente Robles, un líder espanol durante la guerra civil contra Franco, Hemingway aseguró al escritor John Dos Passos que el líder republicano era un espía alemán y evitó así una investigación que pudo significar algo más en aquellos días. Conde sabe que Hemingway se fue convirtiendo en un ser egoísta, prepotente, violento e incapaz de dar amor a quienes lo amaron. Pese a vivir muchos años en Cuba, jamás entendió ese país ni a los cubanos. Luego se convirtió en el ser envidioso que se revolvía contra quienes lo ayudaban, con rencor y mucha crueldad.
Conde dice: 'a mí me gustaría descubrir que fue Hemingway el que mató a este tipo. Desde hace años el cabrón me cae como una patada en los cojones. Pero a la vez me jode pensar que le echen encima un muerto que no es suyo'.
El alter ego de Padura sabe que por encima de odios está la verdad, No podemos acusar a alguien de algo sin tener las pruebas suficientes para eso. Es la razón por la que Conde acepta ayudar a sus ex colegas.
Como un paleóntologo paciente y cuidadoso, como aquel que no desea perder un detalle que no nos permita armar luego el ser completo, Padura nos irá contando cómo es que Conde realiza su investigación. Nosotros iremos a Finca Vigía y junto a los policías de La Habana cavaremos para dar con los restos del agente del FBI que fue dado por desaparecido allá por octubre de 1958. Hay que recordar que todo es obra de la ficción y el talento de Leonardo Padura.
Para escribir este trocito de historia, fui a mirar la casa de Hemingway y me senté en esos muebles desde donde he apreciado con cariño sus estantes llenos de libros, sus cuadros copiados -los originales se los llevó Miss Mary Welsh, su última mujer - su amor por los toros -ninguno le dio una cornada y cuanto hubiese deseado Hemingway ostentar una cornada- y también he visto la cantidad de cabezas de animales disecados y pensé: 'cuánta vida animal desperdiciada por el instinto enfermizo de matar'. Su abuelo le habia regalado la primera escopeta de cacería, con el consejo de no matar en vano, consejo que Hemingway desoyó por completo.
Conde desnuda a Hemingway. Lo hace ver como era: obsesivo y disparando algunas veces por placer, como lo hizo con su Thompson matando a los tiburones que le jodieron alguna jornada de pesca y devoraron alguno de sus merlines. En la casa vemos aquel rincón donde Hemingway llevaba escrupulosa anotación de su peso diario, siempre el mismo, hasta que su luz creativa se va opacando y su salud se va chupando.
Hemingway sabía que su imaginación había sido siempre escasa y mentirosa y debía hacerse de una vida para hacerse de una literatura, tenía que luchar, matar, pescar, vivir para poder escribir, nos relata Padura. El lo sabía.
Junto al Hemingway de La Habana nos vamos al bar a beber ese daiquiri que apadrino. Los últimos días en la Finca son tormentosos. El escritor está solo, Miss Welsh se ha ido a Nueva York, y, Valeria, la asistenta irlandesa joven se ha ido con ella. Sabe que 'un león, aunque viejo, siempre es un león'. Aunque Hemingway se siente acabado.
Su dinero se ha ido acortando, ha gastado casi un millón de dólares en los 32 cubanos que viven a su servicio. Todos lo quieren por ese espíritu dadivoso que les ofrece. Entre ese grupo de trabajadores estaban los más cercanos, el que le cuidaba los gallos de pelea, el que le comandaba su yate, El Pilar, y el que se encaraba de su seguridad, Calixto. Este último es sin duda un tipo especial. Ha matado y Hemingway lo sabe. Es con quien dialoga.
-Matar es fácil? Indaga Hemingway.
-Tú me lo preguntas que también has matado? Le contesta Calixto.
-Jamás a un hombre- dice Hemingway.
-Para mi fue fácil- responde Calixto. -El saco un cuchillo y yo le disparé.
Hemingway mató muchos animales, alguna vez se ufanó de tirar una granada al sótano de una casa de París donde mató a algunos meimbros de la Gestapo, pero se retractó cuando fue llevado a juicio, pues un periodista no estaba facultado de hacer eso. ¿Por qué? Se pregunta Padura. Sin dar respuesta.
Los hombres allegados a Hemingway en Finca Vigía eran capaces de todo por él.
-Incluso de matar? Pregunta Conde a uno de los dos sobrevientes de ese grupo cercano de cuatro.
-Es un decir- se escuda Ruperto el conductor de 'El Pilar'.
Los sobrevivientes son hombres viejos, uno más agradecido que el otro, suele ocurrir. Los resentimientos no se dejan ver y a veces de tan minúsculos se hacen inmensos, que duelen, duelen mucho.
En Finca Vigía vemos a Hemingway escribiendo parado en su antigua máquina de escribir, las 300 palabras diarias. Hasta que lo vemos secarse y no tener nada que contar. Nos enteramos de los electroshocks diarios a los que lo someten, los mismos que hacen de él un ser que da pena. El sabe que el ocaso de su vida se acerca, pues no puede ir tras las historias que necesita para escribir. La ficción hay que vivirla, parece ser la máxima que se repite al oído.
Leonardo Padura se ha declarado admirador del peruano Mario Vargas Llosa y así lo ha escrito en su novela 'El hombre que amaba a los perros'. De “Conversacion en la catedral” del Nobel peruano destaca la técnica, sobre todo en aquella parte donde se hace hablar a los personajes intercalándolos en diferentes tiempos y circunstancias. Padura explora la técnica al contar con maestría el affaire que tuvo Hemingway con la actriz Ava Gardner, de quien el escritor guardaba una pequeña trusa como un trofeo. Con esa prenda íntima Hemingway envolvia uno de sus pistolas. Mario Conde se queda con el trofeo, pero es tan grande el deseo que siente que termina soñando con la dueña del mismo. Padura nos cuenta así -con el recurso- un intento sexual fallido del escritor. El contrapunto se lee con fruición, tratando de darles una mano a ambos personajes.

Hemingway se va sumiendo también en una paranoia que lo hacía ver perseguidores por cualquier lugar. Quizás tenía un lío con los gobernantes de su país, que lo vigilaban al centímetro, tratando de encontrarle algo para controlarlo. En la novela de Padura, el perseguidor invisible que asusta a Hemingway un dia toma cuerpo, no sólo llega a su habitacion a buscar su placa y su pistola que ha perdido por beber durante su jornada de trabajo, sino que esta dispuesto a matar sino obtiene lo que busca. El desenlace está en la novela. Lo que les puedo decir es que el agente del FBI lleva en la mano la pistola que estaba envuelta en la braguita de Ava, la misma que tira desinteresado y apunta el arma a la cabeza de Hemingway que se despierta asustado luego de una pequeña borrachera. Es su turno ¿el cazado será él?

Saturday, July 6, 2013

La lupuna y el mito amazónico.

Juan Ochoa López salió de canal 7 sin que pudiera verlo, dejó Reportaje al Perú porque había hecho algo que no se lo perdonó el director: perderse por varios días de la redacción siguiendo su vena artística. En esta oportunidad, no pude hacer nada para tapar su falta. En la primera, esperé, esperé, hasta que volvió. Pero ahora, su ausencia se hizo evidente. Fue tarde cuando regresó, como estaba en la mira, sencillamente le dieron las gracias y todo ese sueño acabó. 'El talento no se tolera, mi amigo'. Juan se fue. Me apenó eso, no supe más de él. Claro, después rodó también mi cabeza, alguien la entregó en bandeja de plata. ¿Será por el hecho de llamarme también Juan? No lo sé.
Sin embargo, acabo de encontrarlo después de muchos años y estoy contento. Este mes de julio, 'mes patrio', como diría Juan, el Banco Central de Reserva del Perú lanzará su novela al mercado. Juan ganó el premio de novela corta con su obra titulada 'El amor empieza en la carne'. La publicación viene incluída como premio.
Juan tiene mucho talento escribiendo, no he dado con él de manera personal para felicitarlo, pero sí he leído -y varias veces- su cuento 'Lupuna', el mismo que le sirvió de base para escribir su novela premiada. Creo que al releerlo me he resarcido con él en algo. Ojalá Juan lo interprete así. Asimismo siento cierta bronca y exclamo: ¡Por qué demonios no he escrito ese cuento antes. Por qué no se me ocurrió a mi! Me consuelo, 'tal vez me plagió antes que lo escribiera'.
Hay una serie de razones por las que 'Lupuna' haya sido escrito por él. Juan también es un buen fotógrafo y tiene tantas buenas fotos de chicas lindas que -me imagino- no dudó con la idea que tenía en ciernes.
Mi tocayo Juan Ochoa no es mi paisano selvático, pero sé de su amor por la mágica selva y por sus historias escondidas en cada una de las ramas de ese universo, no muy explorado.Por eso aplaudo los esfuerzos de Roger Rumrill, César Calvo, Santiago Roncagiolo, Mario Vargas Llosa, entre otros.
Todos los pueblos tienen sus mitos colectivos, los griegos tenían a Zeus y su corte de dioses, los nórdicos y alemanes creían en Thor, los egipcios tenían a Ra, Isis y Osiris y la selva amazónica tiene también sus dioses y sus leyendas, que no han trascendido fronteras todavía, creativamente hablando, claro está.
El mundo en el que Juan se sumerge para narrar su cuento no es novedoso para mi, es una de las típicas historias que solía escuchar cuando era un niño. La selva tiene árboles que te pueden curar el cáncer, que matan los bichos más pertinaces, hay uno donde se hace justicia y no queda nada del ajusticiado porque las hormigas hacen su trabajo: devorar y, claro, entre las leyenda hay una de un árbol maldito. De ahí se cuelga Juan Ochoa para contarnos su historia, Lupuna.
La lupuna es la hermana de la ceiba, de la bonga colombiana, del pochote mexicano. Este árbol que puede alcanzar los 70 metros de altura, produce una vaina como fruto que al abrirse ofrece un producto parecido al algodón, que se usaba para almohadas y sillones. No en la selva peruana, ahí se le ha asociado con lo diabólico. 'Te voy a enterrar tu pisada en la lupuna para que te mueras', nos gritaba un hechicero estrafalario a quien los niños solíamos arrojar terrones. Cuando nos amenazaba con su hechizo huíamos tratando de no dejar rastros. De ese árbol, Juan Ochoa hace buena leña, una leña que arde y ofrece un hermoso fuego pirotécnico y literario.
Juan se eleva más allá del regionalismo y le da a su historia trascendencia universal.
Comienza su relato con el brujo aconsejando al marido burlado a hacer justicia-su mujer se ha ido con otro hombre-. Nos damos cuenta de dónde ocurre la historia porque el narrador nos sumerge de inmediato en la selva amazónica. El enmarañado bosque donde vive el otorongo, el cashacushillo o puercoespin, la shushupe. Donde existen árboles que no sólo te estrangulan, o se yerguen desde el suelo con raíces que se parecen a las garras, ahí en ese conjunto de troncos, esta uno, el maldito. Juan repite con acierto y con buen estilo eso de que la naturaleza no tiene piedad, él dice: 'para que en la amazonía haya orquídea y paraíso no puede existir perdón ni misericordia'. La naturaleza no se genera culpas o penas y si el agua cambia, destruye a todos, a buenos y malos, a todos por igual. Sí la lluvia cae, arrasa; sí el río crece, ahoga.
El shaman aconseja hacer justicia, justicia de la selva. El adulterio se paga con la muerte. El cuentista nos hace mirar más atrás, cuando cuenta la historia de los primeros sacerdotes, que en su soledad buscaban complacerse y perderse en los brazos de la mujer ajena, casi siempre en las compañeras de los nativos, quienes se vengan. Entonces someten a los curas a la justicia de 'su reino'. Los cazan como animales y los dejan como cashacushillos, como bolas llenas de flechas. (Casha = parado / Cushillo = puñal o daga. Dos vocablos quechua)
En el relato, el hombre enamorado duda, medita. Y luego se encomienda a una sabiduría mayor: la madre selva. La madre selva que acalla y paraliza a todos cuando habla. Los peces dejan de nadar, el hombre escucha y decide.
'Actúa, cumple con el rito', es la orden. Entonces acude al pie de un árbol joven de lupuna que lo recibe desconfiado. Es un hombre que se enfrenta al demonio que ríe complácido, pero el burlado no lo acepta y orina desafiante al pie del tronco. Este es un dato que no hay que pasar por alto para el desenlace final. El hombre sigue siendo la especie más alta de la creación, aunque se enfrente a árboles inmensos en tamaño y poder. La medida es otra y la veremos más adelante.
El hombre vuelve a casa, a su abandonado lecho conyugal, donde espera. El hombre enamorado se revela entonces y hace que se cumpla la ley de la selva, sin culpas, sin pensamientos, sin piedad. La 'ley' es la ley. Si se ordenó muerte, se cumple.
El acto sorprende incluso a la madre selva. El hombre se eleva como especie. La lupuna vuelve al mundo de la magia y sigue gestando al diablo amorfo. La vida de la selva continúa.
Conociendo a Juan no podía esperar otro final, refleja lo que él es en esencia. Un hombre que defiende a la mujer y su belleza. Juan siente por las mujeres una devoción aséptica.
El lenguaje es depurado, el narrador ama la palabra de verbo exacto y preciso. Me encanta cuando dice: “mi cuchillo laceró su tronco satánico, le abrí una cavidad menuda, coloqué en ella una fotografía”... Y aqui lo dice con tino: una fotografia. Cuando dice que el demonio emergió violentamente del tronco, así lo sentimos. Se dirige, aprovechando su olfato de sabueso, a buscar a su presa, a encontrarlo y cumplir la orden que se le ha encomendado. Claro, al otro lado lo espera un hombre, un hombre digno. Un hombre aún enamorado.
Si desean leer el relato busquen en este link.
CUENTOSCONTEMPORANEOS.BLOGSPOT
Juan Ochoa, “La lupuna”. El relato es breve, nada de grasa le cuelga a ese tigrillo, se nota ejercitado, tiene el peso preciso y salta sin ningún esfuerzo. Es clásico y sigo defendiendo ese tipo de narrar cuentos, con un principio, un nudo y la conclusión final sorprendente. Además y lo reitero, lo que hace bueno a este relato es la forma de contar: el lenguaje medido. El mito del árbol existe, al igual que el mito de la serpiente madre, eso es información muy precisa de ese pequeño universo que hace que te instales cómodo a esperar lo que ocurre y creas la realidad de la justicia que la selva se toma con sus 'malos' hijos.
Asimismo, observo que Juan abre una puerta al principio y luego la cierra al final. Si los brujos hacen sus ataúdes de lupuna, el marido se prepara con una de capirona, que es otra madera de la selva.
El marido engañado cumple su venganza de manera inesperada. El demonio no se arrepiente y no acepta ningún tipo de jugada, aunque sea buena. La muerte llega cuando llega.
Ojalá Juan nos regale más cuentos de la selva. Sé que lo hará con el estilo que lo caracteriza. En la selva necesitamos narradores que le den vida a toda esa mitología existente. Veré, también, que aporto desde mi pequeña esquina.
Como no hay mal que por bien no venga, Juan dejó Canal 7 y se dedicó a escribir. El talento jode a quienes no lo tienen. Seguro que esta vez nadie podrá echarlo a la calle. Ahora, 'que se jodan los envidiosos, quienes sólo sirven para hacernos difícil la existencia'. Dejemos a los envidiosos de lado, no sirven.
Ojalá pueda leer la novela, pronto.