Todos somos cautivos y lo único que te
hace libre es el arte, es lo que parece decir el escritor peruano
Julio Ramón Ribeyro en uno de sus tantos buenos relatos.
'Los cautivos' es el título de uno de
los cuentos de Ribeyro. No está entre los más logrados por el
escritor, pero para mí ocupa un lugar especial en mi lista de
relatos releídos Decir que he leído el cuento cinco veces, es poco,
decir que lo he escuchado veinte veces -lo he leído y grabado y lo
cargo en el Ipod para reescucharlo mientras hago un trabajo manual-
es buscar un número que me permita sólo fijar una idea. Cuando uno
hace el ejercicio de la relectura, se familiariza tanto con el relato
que se hace más fácil contarlo. Además, es el primero de los
consejos que Ribeyro dio en un pequeño decálogo que publicó en
vida. 'El cuento debe contar una historia que una vez leído sea
fácil de contar', decía.
Los cautivos parte de una realidad
existente y la historia es inventada, aunque parece real. Se cumple
así con el segundo de los puntos del decálogo del escritor.
Este es un cuento breve, se lee de un
tirón. Dura apenas 15 minutos. Es entretenida, intriga y sorprende
al final. Todo junto. Tiene un estilo directo, aunque al principio
pareciera que el escritor divaga fuera de Perú. Me encanta como nos
muestra una serie de detalles que le dan brillo a este relato. Cuando
muestra a los pajaritos con su pelaje sedalino, me parece estar
acariciando a estos pequeños seres del relato. La técnica del
escritor se luce en este pequeño cuento, el diálogo cumple el
cometido de demostrar quien o quienes son los personajes envueltos.
El alter ego de Ribeyro no se juega su destino, pero uno percibe
cierto peligro. Esta en un país que no es suyo, enfrentando a otro
personaje en su propio terreno. Pese a que la introducción parece
estar en otro contexto, es necesaria. Lo contaré más adelante. Y el
desenlace del relato es el único que podía darse en la historia,
por todo lo que nos ha referido el escritor, quien cumple así con
sus diez consejos sugeridos.
Exploremos el relato.
I- La Segunda Guerra Mundial ha
terminado hace mucho y el alter ego de JRR va a visitar Francfort,
Alemania. Un amigo le ha pedido que durante su visita averigue algo
acerca de la impresión a cuatro colores. El narrador en primera
persona, observa las fábricas que existen en aquella ciudad, pero
decide huir de ese mundo y divagar de manera filosófica. ¿Por qué
las fábricas son como son? Atrapantes, asfixiantes. Al final
concluye que todo ha comenzado con el trabajo paciente del hombre.
Con la mano humana.
El narrador vive en una pensión a
donde también han llegado un sinnúmero de viajeros incógnitos.
Seres que van de un lugar a otro sin marcar la diferencia. Seres que
no se interesan -al parecer- por nada. Sólo hacen lo que se les
encomienda.
El narrador es el que esta atento en
este mundo. Cada rincón no pasa desapercibido y necesita ser
husmeado (detalle que precisa cómo es quien nos cuenta la historia).
Al tomar un duchazo caliente y tratando de evitar que los vidrios se
apañen, decide abrir la ventana. Un gesto que por trivial es
importante. Así descubre el canto de las aves. ¿Puede haber aves en
ese mundo de fábricas? Preguntara el lector de manera inconsciente.
Concluído el baño nos vamos junto al narrador a conocer ese mundo.
Hay que sortear un camino, un jardín con algunos recovecos. Pasamos
así por un rompecabezas de puertas. Al llegar, descubrimos a un ser
extraño (se me antoja un minotauro moderno).
II- El minotauro es un hombre que esta
dando de comer a unas aves enjauladas. Es un ser que no acepta a nadie en 'su
reino'. Se intriga al ver al visitante. Lo observa, lo ausculta.
(Parecíera que lo huele). Luego pregunta. El narrador nos presenta
de esta manera al dueño de la pensión en la que se aloja. El señor
Hartman. Intrigado aún -el minotauro- accede y permite al visitante
mirar a sus aves. Las jaulas son numerosas.
El trabajo del escritor se nota
paciente. Nos muestra primero a los canarios, las aves más comunes
entre las mascotas aladas. Vienen después los loros y Ribeyro nos da
lecciones al mostrar las diferencias de las cotorras con los
guacamayos.
Vamos en tercer lugar a la jaula de las
aves exóticas.
Todas viven enteramente bajo la
protección del minotauro. Es el reyezuelo, por decirlo.
El señor Hartman accede que el
narrador visite a sus mascotas varias veces a la semana. El tiempo
pasa en el relato de Julio Ramón. El escritor nos guía con calma,
jamás se precipita. Nos esta mostrando el mundo en el que vive ese
ser que ha comenzado a intrigarnos. Ese ser del que sólo sabemos que
ama a sus aves.
Como el invierno europeo se avecina,
hay que proteger a las aves. Algunas, las que vienen de los lugares
tórridos, se quiebran como una brizna de paja. El minotauro no puede
ser malo, se preocupa por el bienestar de sus frágiles mascotas. Es
una contradicción humana, como veremos. El minotauro ha instalado un
sistema de aire caliente para las jaulas.
El diálogo es preciso, cuando el
narrador señala, 'sus aves viven como principes'. El dueño de la
pensión responde 'como principes cautivos' y con esto basta para
hacernos pensar que el título es el acertado.
Recién es cuando Ribeyro nos muestra a
la exótica Ibis, la misma a quienes los egipcios rendían tributo de
muerte. No es gratuito que se hable de muerte por lo que iremos a
descubrir luego. Es la puerta que el escritor nos abre para llevarnos
hacía lo oculto. La tensión se da con sutileza.
El narrador descubre un visitante culto
y -complácido- decide abrir las puertas de su reino. Lleva entonces
al visitante a su biblioteca, donde almacena más de tres mil
volumenes, todo sobre lo mismo. Es magistral que Ribeyro comience con
los colibríes.
El lenguaje aquí es digno del un
orfebre de la palabra. Ribeyro dice “me sentí como un discípulo
medieval recibiendo por via oral del maestro, las llaves del arcano”.
La pluma de JRR brilla como el pelaje sedalino de las aves.
Ahora que junto al narrador estamos en
el centro de ese laberinto, la biblioteca, el minotauro desea
sentirse también seguro. Pregunta entonces. ¿De qué país es
usted?
-De Perú, responde el narrador.
El señor Hartman sabe de sus aves: el
chaucato, el tordo, pero nada más. Tratará de averiguarlo
personalmente y lo hace saber. Aquí hay un dato escóndito que debe
ser rebelado. Nada es gratuito en el relato. El narrador experimenta
temor cuando el minotauro le pasa la mirada glacial encima y se
siente como un pájaro enjaulado. Con palabras, Ribeyro nos dice que
estar en en fondo de la cueva-laberinto-pozo de un ser extraño,
puede traer riesgos.
III- El narradore debe salir del lugar
embrujado-encantado-mágico-divino. Su amigo y mecenas lo conmina. Se
une así la primera parte intoductoria con el final que viene a
continuación.
Antes de partir, el narrador pasa a
despedirse de Hartman.
Le encuentra en la jaula de los
canarios (No es una coincidencia, el escritor esta cerrando puertas
abiertas).
El minotauro está molesto, le da la
espalda al visitante. ¿Por qué?
Sabemos entonces que Perú ha sido el
primer país de sudamerica que le declaró la guerra a Alemania, lo
dice el alemán. (este es un dato histórico real muy bien usado por
el escritor para dar un peso a su relato).
El narrador se aleja. Aunque no se
puede terminar la historia ahi, quedaría coja. Nos falta un detalle
y para eso hay un colofón.
*El dato escondido se revela. En la
tarde, al hacer el equipaje, el narrador descubre un libro acerca de
'las calandrias'. Tiene que devolverse(lo) a su dueño y decide ir a
su rincón 'sagrado', la biblioteca. Se expone una vez más. Ahí
nadie responde. Abre la puerta. Al dejar el libro en el escritorio,
el narrador observa un libro de la Segunda Guerra Mundial. Como
sabemos que esta acostumbrado a husmear, decide mirar dentro,
descubre entonces la foto del antes joven Hans Hartman en Auschwitz,
1942.
La verdad se ilumina, es como el rayo
veloz y repentino de un rayo. Nos paraliza en un segundo.
Para terminar el narrador observa a
través de la ventana y ve al ex nazi dialogando amorosamente con sus
cautivos. El cautivo también es Hartman y lo es a su manera. No ha
olvidado su pasado. Prefiere seguir ahí en ese mundo perdido y
despiadado, claro, a cambiado a sus cautivos. El narrador dice más:
“a veces quienes dicen amar a los animales son incapaces de dar ese
amor a un ser humano”.
En este relato historia y ficción van
de la mano, la una se apoya en la otra.
En internet hay un link www.librosquedesesperan.com (Los cautivos). Si usted desea aquí puede leer el relato.
3 comments:
Su post me gusto muchísimo... Leí el cuento en el 2013 y hasta el momento me sigue intrigando, razón por la cual sigo leyéndolo. Disfrute mucho leyendo su post.
Excelente análisis, me gustó mucho y definitivamente ayuda a entender mejor este maravilloso cuento. Gracias
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