Tuesday, July 26, 2011

La meditación, semilla de felicidad.


En el planeta del ‘Principito’ crecen los baobabs, esos inmensos árboles que pueden extender sus raíces hasta lo más profundo y llegar a destruir su pequeño mundo. El Principito tiene que estar atento para sacar de raíz los arbolitos, antes que acaben con su hogar y su propia existencia. Los baobads representan lo negativo en el pequeño gran libro del francés Antoine de Saint Exupery y tiene que ver mucho con lo que se enseña en el budismo, por lo que pasaré a contar.
En la búsqueda de la felicidad todo depende del hábito mental positivo que desarrollemos. Lo positivo nos habilita a mejorar sacando de cada uno de nuestras mentes todo aquello que nos vuelve contra nosotros mismos, antes que extienda sus raíces hasta lo mas profundo de nuestro ser.
Meditando nosotros debemos examinar cómo nuestro estado mental genera esos objetos que crecen como los inmensos baobabs del mundo mítico creado por el escritor galo y observaremos -con la práctica- cómo se inicia la destrucción de nuestro ser primígenio y bondadoso. En el mundo físico, una planta necesita una semilla, sol brillante, agua y una tierra fecunda, para convertirse en un árbol. Sino hay estas condiciones, sencillamente no habrá árbol en el futuro.
Los budistas hablan de dos tipos de causas: una es física –de la misma hablé unas líneas más arriba- y la otra es mental, la que dejamos crecer en nuestra mente.
La conciencia no es física, pero hay algunas cosas: pensamientos o sentires que crecen en nuestra mente como sí fueran físicas. Por esa razón es importante desarrollar una familiaridad con los mecanismos que la causan. La causa sustancial de nuestro estado mental presente es el momento previo en la mente.
Cada momento, nuestro conciencia nos sirve para lo que experimentamos. Lo que crece en nuestras mentes nos da el sentir del presente. Si abonamos esas semillas comenzamos a abonar nuestra mente para nuestro bienestar o nuestra desdicha.
La meditación debe ser un método que nos de la habilidad de reconocer cuál de los dos puntos -negativo o positivo- estamos abonando. Evidentemente la meditación te hará ver qué es lo mejor para ti.
Cuando nos vemos invadidos por oscuros sentimientos: depresión, pena, desconfianza, la meditación te dará las herramientas para oponorte a ellas. La meditación te ayudará a destruir lo malo. No sólo con el hecho de rezar o desear lograremos que todos los aspectos negativos de nuestra mente desaparezcan. Tenemos que esforzamos a entender nuestra mente, con esfuerzo y dedicación, concentrándonos en la meditación lograremos un progreso emocional y psicológico que redundará en un progreso espiritual.
Hay que buscar las causas que nos permitan ver en nuestra cabeza esas emociones negativas, para removerlas y como el Principito, cortarlas de raíz. Quien medita entonces debe esforzarse entonces por reforzar su estado mental con los antídotos necesarios para acabar con aquello que no da felicidad.
Para entender un poco más el punto tratado, veamos algunos detalles. Las fuerzas que se oponen a la humildad son el orgullo y la vanidad. Lo que se opone a la generosidad es el egoísmo. Cuando nos sintamos egoístas debemos fijar nuestro foco de atención en la generosidad, cuando nos sintamos impacientes, tenemos que buscar ser pacientes.
Cuando reconozcamos cómo nuestros pensamientos tienen un efecto particular sobre nuestro estado psicológico, tenemos que prepararnos para enfrentarlos. Cuando veamos surgir un estado mental negativo, nosotros debemos actuar de manera apropiada. Cuando veamos nuestros pensamientos moviéndose hacía pensamientos amargos o hacía alguien que no nos agrada, nosotros debemos cambiar nuestro estado mental, cambiando de foco o de tema. Ejemplo: “Odio a este tipo por ladrón y mentiroso / Amo a esta persona por trabajador y emprendedor… Ojalá que con su esfuerzo logre todo aquello que esta tratando de alcanzar. Del ladrón y mentiroso espero que encuentre la paz y no se dañe, que el odio que siente hacía él, no lo extienda, porque dañandose regará más su maldad. Merece también ser un mejor ser humano. El bueno se ha fijado la meta de ayudar y yo debo darle una mano, como al primero, quien no halla el verdadero camino”.
Cuando estamos molestos, nosotros somos los que perdemos, pues momentáneamente nos separamos del buen camino (del río que nos conduce al mar de la felicidad) y cuando andamos perdidos vemos en el otro al culpable, luego no nos concentramos en el trabajo, entonces comenzamos a odiarnos y odiamos todo lo que nos rodea. En ese momento, te sugiero meditar, respirando con calma, muy profunda y rítmicamente, podrás ver que poco a poco los “conchos” se nivelan y vuelves al camino que te lleva a la paz contigo mismo y con los demás. No es fácil. Incluso los monges budistas tardan en dominar sus emociones y sus malos pensamientos.
El Dalai Lama cuenta en su libro titulado ‘An Open Heart’, cómo un renombrado monge ermitano limitó su practica a mirar su mente. El monge dibujó marcas negras en la pared de su cuarto cada vez que experimentaba un pensamiento nada virtuoso. Al principio el cuarto se lleno de marcas negras. Sin embargo, cuando el monge se convirtió en un ser más consciente, sus pensamientos se volvieron más virtuosos y el cuarto se convirtió en un cuarto con marcas blancas que reemplazaron a las primeras. Nosotros tenemos que aprender a ser más conscientes de los pensamientos que merodean nuestra mente todos los días, llamando a los mejores y desechando a los pensamientos que nos dañan y que como los baobabs del Principito terminarán dañando nuestro mundo y nuestro ser.

Sunday, July 24, 2011

Ficción e historia verdadera.


Cuando el lector busca una historia muchas veces no repara si la novela que tiene en la mano es real o ficticia. Si el libro que lee lo emociona, conmueve y entretiene seguirá inmerso en lo escrito hasta el punto final. Es lo que me pasó con ‘Unbroken’, la novela histórica escrita por Laura Hillenbrand. Como verán aquí no estoy hablando de lector avisado, sino del lector deseoso de leer.
‘Unbroken’ es una historia verdadera basada en la vida del teniente Louis Zamperini, atleta y héroe estadounidense durante la Segunga Guerra Mundial. Leer la novela me permitió hacer un poco de literatura comparada.
En Literatura comparada de ficción e historia verdadera podemos ver el trabajo que realizan los escritores por desarrollar una novela. En la ficción es el escritor el que construye el universo donde se mueven un personaje central urgido de interactuar con los personajes necesarios de ese mundo. En la historia verdadera, el escritor tiene que ser capaz de organizar de manera novelesca la vida de un personaje para moverse en ese mundo lleno de otros seres, dándole a las acciones el toque dramático que pasa por un principio, un medio y un desenlace. En la historia verdadera lo realmente vivido se convierte en un tirano de la historia y sólo el escritor con oficio podrá darle todo el toque dramático que se necesita para que el lector pueda seguir la historia. En la ficción es la premisa la que se vuelve tiránica, aunque cumple un papel positivo y necesario, pues no deja que la historia se vaya por distintos caminos y se agrupe en función de una meta.
Cuando uno lee ‘Unbroken’ descubre que el héroe parece de ficción, pues pasa por los mismos caminos que el protagonista de una novela de ficción. Y es fácil notarlo en algunos aspectos puntuales. Laura Hillenbrand, quien es la escritora organizadora del drama de Zamperini, hace que el héroe se vaya haciendo desde la niñez, enfrente situaciones de peligro y se enrole en algo que cambia la parte inicial de su vida. Cuando renace, el héroe ingresa en otro mundo donde debe enfrentar al monstruo que se le presente (estoy hablando de manera figurada y tratando de no ser tan explícito para invitar a leer el libro). El avión en el que Louis Zamperini viaja junto a sus once compañeros colapsa y cae al mar infestado de tiburones. De ese mundo jamás vivido, Louis saldrá para enfrentar una “nueva vida”, una vida que le dará la posibilidad de vivir o morir. Y sí de vivir se trata, el héroe deberá entender que debe trascender la condición simple de ser humano.
Hace algún tiempo atrás escuché decir a un escritor que lo más difícil para un novelista es llenar los vacíos que se le presentan en la ficción. No está demás decir que esos vacíos no deben ser llenados como sí estuvieramos levantando una pared de ladrillos y cemento, donde lo único que se require son esos dos elementos. En ficción, llenar esos vacíos y construir un mundo, una cathedral por ejemplo, requiere de mucho cuidado y paciencia. Claro está que esos vacíos no son simples vacíos. No. Esos vacíos se levantan de una verdad a medias para luego convertirse en una verdad verdadera. Un mundo de paredes en lo que todos se apoyen y crean que estan viviendo una nueva realidad. Quizás un escritor de ficción tenga más trabajo que realizar, sí lo comparamos a un escritor histórico, pues debe llenar esos vacíos que enfrenta durante la creación, valiéndose tan sólo de su imaginación y fantasía. Para lograr su objetivo, el escritor debe tener cuidado, disciplina y mucha paciencia mientras levanta las paredes de su mundo. Fijense que no usé el término “talento” porque hay gente con talento para escribir que no tiene paciencia, disciplina y dedicación para lograr levantar su mundo. La literatura está lleno de escritores con empuje. El talento no está unido, en muchos casos, a la dedicación que motive a hacer un verdadero trabajo literario.
El escritor de ficción tiene más trabajo en un sentido de llenar esos vacíos, pero el escritor de historias verdaderas –me refiero a los buenos, claro está- tiene la dedicación, paciencia y precisión para dar una novela terminada y dramática que invite al lector, aunque uno conozca el desenlace final de la historia, a devorar lo narrado. En el caso de LH es el talento dramático de su trabajo bien organizado, con un lenguaje claro y poético, lo que nos impulsa a seguirla sin hacer trampas. Algún lector bien podría saltarse a las últimas páginas para completar el reto de llegar al punto final, pero se perderá el esfuerzo del personaje por sobrevivir y la paciencia del escritor para mantener al lector en ese estado de tensión. El escritor de ficción no se apoya en el sólo y absoluto vacío para construir su historia. De la realidad toma ciertos elementos que le sirven para levantar su mundo. Esos elementos pueden ser aspectos históricos vividos realmente o sencillamente recuerdos, relatos oídos o situaciones cambiadas para levantar un nuevo mundo ficcional, para lograr que ese mundo se fusione realmente con lo vivido. El escritor tiene que ser un verdadero orfebre o tejedor que vaya uniendo recuerdos, relatos o fantasías para levantar un mundo real. Sí lo logra, bien para el lector. Se me ocurre como ejemplo ‘Los Pilares de la tierra’, de Ken Follet, ya que hablamos de paredes a levantar. El escritor inglés hace que un grupo de constructores levante una catedral maravillosa en la época de los grandes terratenientes y hace, además, que surjan los primeros comerciantes que irán pugnando por un cambio económico. Follet se apoya en la historia vivida para llenar los vacíos de su universo y es a sus personajes a quienes les da vida, desde su nacimiento, su lucha por vivir, hasta la muerte, como es el caso de Tom Builder y su familia. Follet dijo que él siempre quería contar la historia de constructores para dar cuenta de quienes fueron esos hombres que levantaron esas catedrales maravillosas, cuando aún no había los adelantos de construccián que hoy conocemos.
Ya no sé sí me alejé de ‘Unbroken’, pero me acerqué a esta nueva historia de Laura Hillenbrand luego de ver la película Seabiscuit. (Seabiscuit fue el primer libro de la escritora estadounidense convertida en best seller y llevada al cine de Hollywood y esa película es maravillosa).
‘Unbroken’ creó que seguirá el mismo camino, pues esta corriendo hacía la cima. Tuve suerte de encontar el libro en la biblioteca donde una amiga bibliotecaria me lo recomendó. Me asustó ver el libro en la sección de libros que sólo se pueden llevar a la casa por siete días. Con mi inglés que padece con tantas frases verbales se me iba a hacer difícil cumplir con el reto de llegar a la página final en tan sólo una semana, pero como nunca hay que negarse a la invitación de una dama, mas aún sí es para leer una novela, acepté envolverme en la historia. La seducción fue tremenda desde la primera página, pero supe que no alcanzaría las más de 400 páginas en el tiempo señalado, pero apelando a mis buenos amigos bibliotecarios me extendieron el préstamo por una semana más. Entonces en tan sólo cinco días más terminé el libro. Cuando lo devolví supe que habían más de 250 personas en lista de espera para leer la historia. Lo que da cuenta que el trabajo de Hillenbrand será pronto un éxito de ventas. Bien por ella quien al final terminó exhausta, pues debió entrevistar al personaje principal de su historia en 75 oportunidades, incluso trabajo con historiadores, pilotos y traductores japoneses quienes no aceptaron estampar su nombre en la sección de agradecimientos porque aún el tema de la guerra entre Japón y los Estados Unidos es un asunto espinoso para los descendientes del país del sol naciente.
Aunque me aleje un poco del tema que vengo tratando, quiero hacer un reconocimiento especial al trabajo de Laura Hillenbrand. En la nota anterior publicada en este blog me preguntanba por qué el interés de la escritora por contar la historia de corredores. Con la ventaja de tener toda la información en internet me puse a buscar algo más acerca de ella y me di con una de las entrevistas que le hicieron cuando terminó ‘Seabiscuit’. En la entrevista me enteré que Laura Hillenbrand sufre de una nueva y rara enfermedad neurológica conocida hoy como Síndrome de Fatiga Crónica o encefalomielitis miálgica. Algunos psicólogos discuten el tema y sostienen que se trata de un problema psicosomático. Lo cierto es que no tiene cura, comienza como una gripe severa, con fiebres y mucho dolor muscular y se va asentuando de manera paulatina hasta convertirse en algo que puede afectar el sistema inmunitario, el cardiovascular, el neurológico y el endrocrinológico. Al comienzo de la enfermedad, ella perdió más de 20 kilos y lo que hoy ella está haciendo es ‘correr’ contra el mal. ‘A veces siento que ya no puedo más’, dijo Laura Hillenbrand en la entrevista. Ojalá cuando se mejore nos relate otra historia de alguien que corriendo llegue a la meta y sobreviva para felicidad y deleite de sus lectores.

Thursday, July 14, 2011

'Unbroken' "corre" con 'Seabiscuit'.


La vida muchas veces se pone pesada y nos exige correr para no ser alcanzado por las fauces hambrientas del destino. Cuando paramos, esos dientes filudos tratan de arrancar en jirones nuestra piel. Mientras tomamos un respiro para seguir corriendo, no sólo es sudor lo que dejamos, es también sangre y son lágrimas amargas las que quedan atrás, pero son todo eso y el temor de ser devorados, las cosas que nos dan un nuevo impulso para seguir corriendo y llegar a la meta, completos. Después cuando uno mira atrás, uno se sorprende de ver todo el camino recorrido. Cuando uno crece y escala un peldaño en la escala humana, lo terrible que ocurrió da la serenidad y sabiduría que se require para seguir enhiesto en esta vida. Es ese el caso del otrora atleta Louis Zamperini, quien con una sonrisa franca, da cuenta que comprendió que todo lo que le tocó vivir no fue más que una pesadilla y que hoy despierto, sano y bendecido puede seguir, esta vez caminando hacia la meta, seguro de saberse ganador, porque nos sacó miles de cuerpos de ventaja.
La vida del atleta, héroe de guerra, sobreviviente y buen ser humano, Louis Zamperini, lo contó Laura Hillenbrand en su nuevo libro titulado ‘Unbroken’. Son más de 400 páginas, en donde se refiere toda la odisea que pasó el hoy estadounidense de más de 95 anos, desde que llegó al mundo en el pequeño pueblito californiano de Torrance.
Alguna vez Zamperini dijo que sí a él le hubiesen dicho que ésta era la vida que tenía que vivir, él se la hubiera quitado antes de aparecer en escena. Sin embargo, hoy él no para de sonreír y quien lo ve sabe que esa sonrisa es la de un hombre agradecido con la vida, aunque para él haya sido difícil de vivirla en un espacio importante de su vida.
Zamperini fue un pequeño ladronzuelo de su pueblo, quien no reparaba en romper puertas o ventanas para hacerse de comida, bebida o lo que en ese momento necesitaba para sobrevivir. Andaba con una pequeña arma de balines cazando conejos en los alrededor de su vecindario para poder tener algo en la mesa durante la cena, lo que da cuenta, también, que esos años fueron difíciles. Se escapó de su hogar para vagar, junto a su amigo, en los trenes de aquella época. Y como buen seguidor de Lee Marvin, viviendo en trenes, tuvo que escapar de un vagón en marcha, cuando fue sorprendido por un policía que lo obligó a saltar del mismo y evitar la cárcel. Volvió a casa y cansados de sus andanzas y su mal comportamiento, estuvieron dispuestos a dejarlo en uno de esos centros de reclusión para menores. Cansado de correr para evitar ser atrapado, Louie se convirtió en un verdadero atleta, gracias también a la paciencia, cariño y cuidado de su hermano mayor Pete. Con su empeño y dedicación, Louis llegó a Alemania, en 1936, para participar en las olimpiadas de Berlín y estuvo a punto de ser atrapado cuando hurtó una banderola nazi. El joven atleta quería tener un souvenir durante su paso por la tierra de Hitler, quien le estrechó la mano, tratando de ‘domesticarlo’. A su regreso, Zamperini comenzó a romper record universitarios y en Nueva York se clasificó primero para representar a su país en las Olimpiadas de Tokio, en 1940, cuando estalló la guerra.
Louis Zamperini tuvo que enrolarse, se volvió bombardero en un avión B-24 y junto a sus compañeros bautizaron la nave como ‘Super man’. La nave debió ser abandonado luego que recibiera 594 impactos de bala durante una batalla aérea con los japoneses. Las fauces hambrientas del destino volvían, ya no a rozarlo, sino a lamerlo. Con muchas piezas de recambio se ensambló la ‘Green Hornet’, otro avión, esta vez un B-29 que no había sido chequeado en vuelo, y que falló durante un recorrido de reconocimiento en pleno océano Pacífico y se cayó al mar junto a sus doce tripulantes. Esta vez, las fauces del destino se abrían para saborear a Louis, quien sorprendentemente después de hundirse y enredarse en miles de cables salió del agua para descubrir que se había salvado junto a dos de sus compañeros. Esta vez sin empeñarse en romper algun récord, el joven atleta convertido en bombardero, junto a Allen Phillips, el piloto de la nave, pasaron 46 días en una embarcacion rescatada del avión siniestrado. Antes de cumplir la hazaña de salvarse, Francis McNamara había muerto de hambre, sed y de las heridas que se empeño en inflingirle el accidente, la sal del agua y el sol en mar abierto. En la mitad del Pacífico, Louis, Phill y Mac tuvieron que comer hígados de tiburones, albatros y pequeños pececillos que pescaban.
Este nuevo Odiseo tuvo que hacer un esfuerzo, no para evitar oír los cantos de sirena y sucumbir, sino para alejarse de sus propios pensamientos tormentosos, que podían jugar en contra, arrastrarlo a un abismo y terminar con su vida. En el medio del océano tuvo que apelar a su buena imaginación y se volvió un chef imaginario de spaguettis caseros, que saboreaba en cenas inovidables.
Cuando Luois Zamperini cae al mar, entra en otra dimensión. Cuando sale a la superficie del agua tendrá que pasar por una experiencia aterradora. A bordo de una frágil embarcación de metal y plástico tuvo que enfrentar a los tiburones, la falta de comida, agua para beber y las balas de un avion japonés que al avistarlos en la inmensidad del agua, se lanzó contra ellos para dispararles sin piedad. Louis se zambulló en el agua infestada de tiburones, mientras sus dos compañeros se hacían los muertos en la pequeña embarcación. Cuando eso terminó, debieron enfrentar los vientos de un tifón que los arrastró con su fuerza, hasta que llegaron a una isla donde fueron capturados por los japoneses, quienes se sorprendieron de la odisea, pues los sobrevivientes habían alcanzado las islas Marshall y habían recorrido 2 mil millas hasta ser avistados.
Ahí comienzó otro tormento del nuevo Odiseo. Louis Zamperini fue tomado prisionero y cuando los japoneses se enteraron que tenían detenido a un atleta olímpico decidieron llevarlo a su territorio para usarlo luego como propaganda contra sus enemigos. Louis había sido dado por muerto, el presidente Roosevelt firmó una carta dando cuenta de su desaparición y lo declararon muerto junto a todos los tripulantes de la ‘Green Hornet’. Ahí en el campo de prisioneros de Omori aparecerá su mayor opositor y enemigo gratuito, el sargento japonés Mutsuhiro Watanabe, quien es bautizado con el alias de Bird, quien no dejara a Lou en paz, humillándolo en cada oportunidad que se presente. Bird era un tipo educado, había estudiado Literatura francesa, pero no se toleraba a sí mismo. Odiaba no haberse convertido en oficial del emperador y teniendo la oportunidad de ser la autoridad ante oficiales aliados, hizo sentir su mala presencia. Lo conocían como un sádico, podía golpear a los prisioneros, llamarlos a su habitación, hablarles en tono de disculpas, para volver a castigarlos inmediatamente. Sí para los aliados recluídos era un sádico, para sus propios compañeros japoneses, Watanabe era un ‘sádico’, dicho en tono más suave, necesario para ellos y las tareas de los campos de prisoneros de guerra. En una de las prisiones (Louis Zamperini fue trasladado a varias), Bird descubrió que los prisioneros estaban robando provisiones y para desubrir al culpable hizo valer su sadismo. Sin embargo, cuando se presentó el culpable, culpó a los oficiales del mal comportamiento en la prisión, les ordenó dar un paso al frente y exigió a todos los demás prisioneros golpear a sus jefes. Louis Zamperini no pudo mover la boca por días, tenía el rostro transformado, había recibido 220 puñetazos. Aquejados de severas diarreas, habiendo perdido más de la mitad de peso, tomando agua que se usaba para irrigar los pequeños campos abonados con deshechos humanos, Louis organizó una emboscada para matar a Bird. Una enorme piedra quedó atada esperando el paso del carcelero. Fue cuando Japán comenzó a perder la guerra, hasta que ocurrió la explosión atómica en Nagasaki e Hiroshima. El emperador y sus súbditos capitularon.
Louis Zamperini había sobrevivido. Miles habían muerto por la severidad e inhumanidad de la guerra. Bird se perdió, la enorme piedra no pudo caer a golpear la cabeza del sádico sargento. Watanabe se perdió en el anonimato, dejando a Louis libre. ¿Por qué Bird nunca se atrevió a matar a Zamperini? ¿Era el odio y la envidia lo que hacía del japonés un mounstruo cobarde, incapaz de ejecutar lo más terrible con sus propias manos, dejando sólo esa posibilidad en las manos de otros?
Zamperini volvió a los Estados Unidos el 9 de setiembre de 1945 para reunirse con su familia, con su madre quien comenzó a celebrar la fecha como el ‘Día de la madre’ en esa fecha. Ella nunca lo había creído muerto. Sin embargo, el otrora atleta regresó perseguido por el recuerdo del maltrato sufrido. En sus pesadillas constantes se aparecía el sádico Bird para volver a humillarlo y castigarlo por lo que hiciera. Se entregó al alcohol para olvidar. Se casó para no sentirse tan abandonado. Tuvo una hija. Estuvo a punto de romper su matrimonio, con sus agresiones, incluso por las noches, mientras las pesadillas atacaban, se volvía un energúmeno y llegó a atacar a su esposa. Hizo entonces el juramento de volver a Japón para matar a Watanabe. Sin embargo, una noche conoció al predicador cristiano Bill Graham y Lou se convirtió en un seguidor de Cristo. Fue entonces que comenzó su proceso de recuperación, tiró al desague toda el lícor que había almacenado en algunos rincones de su modesta casa y las pesadillas se fueron diluyendo en el sueño. Decidió ir a Japon a perdonar a sus antiguos captores y allí se enteró que Bird no se había suicidado como todos pensaban, sino que estaba vivo. Aprovechando el perdón que EEUU dictó contra los acusados de crimenes de guerra, Watanabe se reintegró a la sociedad japonesa y en poco tiempo se convirtió en un hombre rico. La prensa dio con él, cuando lo entrevistaron nunca aceptó que fuera un sádico, pero dijo que actuó con severidad contra los enemigos de su país. Recordó a Zamperini como el prisionero número 1, pero nunca aceptó reunirse con él. Su antiguo prisionero deseaba verlo para perdonarlo. Louis hacia mucho tiempo que no sufría pesadillas.
Felizmente Louis había dejado la parádoja de la venganza que es lo que lo hacía depender de su captor. Creyendo que eso lo liberaba de la pena, se envolvía en su sufrimiento. Buscando la muerte del japonés abusivo, Louis Zamperini se encadenaba a su tirano. Durante la guerra, Bird no estaba dispuesto a dejar sin castigo a Lou. Después de la guerra, Louis estaba siendo incapaz de dejar a Bird que se fuera de su vida.
Louis entendió eso. El tenía que ser mejor que su carcelero. Todo eso se lo contó a Laura Hillenbrand quien escribió la historia y tituló la misma ‘Unbroken’ (Entero, intacto, firme, usen el término traducido que más les parezca se asemeja a lo que significa la vida del sobreviviente). Fueron 75 entrevistas que Louis concedió a LH, él bromeó con la escritora, diciéndole que ‘escribir su historia iba a ser más fácil que Seabiscuit (un caballo que pasó a ser símbolo de esfuerzo para salir de la pobreza, durante la depresión económica de 1929, que es el título, ademas, de la primeraa novela de Laura Hillenbrand), porque Lou podia hablar’.
Seabiscuit es también una película muy tierna que estuvo nominada para el Oscar en el 2004 y que bien pudo haber ganado las estatuillas en otro meomento que la Academia premió a películas sin mucho sustento.
El trabajo de LH demuestra su gran interés por los corredores, sean estos quienes sean. Por esa razón me gustaría preguntarle ¿Qué significa exactamente para ella ‘correr’?.