Wednesday, August 28, 2013

Los rituales diarios.

Mi alarma esta seteada a los 6.00 de la mañana. Suelo poner el despertador fuera del alcance de mi mano para poder saltar de la cama y terminar con la música celestial que me ayuda a abrir los ojos. Ese salto no es el más importante para mi humanidad, pues regreso de nuevo a la cama, me cubro y comienzo a divagar. Cuando noto que mi mente se pierde como una cometa a la que se le ha roto el hilo, pongo atención y comienzo mi primer ejercicio de la mañana: respirar. Hago el ejercicio por algunos minutos y cuando tomo cierto control de mis pensamientos y sensaciones, decido poner los pies en el suelo para ir a tomar el baño matutito, previo al cepillado de dientes y la afeitada respectiva.
Sin una taza de café con leche, me siento aún somnoliento. La cafeína me estimula, supongo. Es el olor lo que me pone en contacto con el nuevo día. Y ahora que lo escribo pienso “ese buen olor de un café humeante es lo que me abre los sentidos”. Oliendo el café puedo distinguir otros olores, todos los olores y no entiendo, hasta ahora -yo que leí con fruición 'El perfume'- por qué Patrick Suskind nunca mencionó al café en su novela. El café es la sustancia especial y neutra para todo catador de perfumes obligado a descubrir las esencias que se usan en algunos productos de tocador. Bueno, dejemos a Suskind en paz y centremonos hoy en lo que trato de contarles, nuestros rituales diarios.
Hace poco, el joven blogero estadounidense, Mason Currey, publicó su libro titulado “Daily rituals” (Rituales diarios) donde aborda 161 pequeñas fórmulas de algunos científicos, pensadores y artistas -escritores en su gran mayoría- quienes cuentan qué es lo que hacen o hacían para lograr completar su trabajo y alcanzar el éxito.
Decidí darle vuelta al libro, comenzando por el último de la lista. El blogero se refiere a los ritos de Bernard Malamud quien era un escritor constante. Nunca dejó pasar un día sin escribir, El autor de 'El reparador' decía que sin disciplina personal no se lograba nada en el arte.
En su casa de Oregon, Malamud se despertaba a las 7. 30 a,m,. Se ejercitaba por diez minutos, tomaba desayuno y llegaba a su oficina a las 9.00 a.m. Trabajaba hasta las 4.00 p.m. Decía que 'el truco para escribir ficción obedecía a hacer el tiempo, sin robar nada de ese tiempo'. Y agregaba algo interesante, 'la cosa esta en encontrar el punto que te devela el misterio'.
Pienso que quien nos devela el misterio es la coreógrafa estadounidense, Twyla Tharp. Ella deja su casa muy temprano en la mañana, para abordar un taxi y dirigirse a un gimnasio. Cuando ella le dice al conductor que desea ir a 'Pumping Iron Gym' su ritual ha comenzado y no hay vuelta que dar, su trabajo comienza.
Y aquí es necesario hablar de ritual. ¿Qué es un rito? Tampoco lo entendía del todo, hasta que recordé lo siguiente.
Hace algunos años, cuando trabajaba en Canal 7, en Lima, Perú, el director del noticiario me pidió ir a la catedral a transmitir una misa especial que oficiaba el cardenal de entonces. Sentí curiosidad, cierto temor, mi vida de católico devoto se remontaba a cuando había hecho la primera comunión, desde entonces sólo habia ido a la iglesia en ocasiones especiales: las bodas de plata de mis padres, algún matrimonio de un familiar o el bautizo del hijo de un amigo. ¿Qué podía decir en una misa? pensé. La respuesta del director fue 'un sacerdote estará a tu costado contándote los pasos que se siguen a lo largo de la liturgia'
Vaya sorpresa, la misa es un rito que se sigue desde la época de san Pedro. Todos los fieles lo sabían, hoy tan solo algunos. Desde la purificación del altar, hasta la consumación: el espíritu de Cristo toma cuerpo en la hostia, gracias a la intermediación de quien preside la homilía, el vino se convierte en sangre, luego que el sacerdote se nutre espiritualmente ofrece lo que ha conseguido a todos los que han hecho un voto de humildad, de aceptación, de perdón, de ayuda, y con fe se acercan a comulgar. Se comparte así esos principios, esas voluntades. Eso es un rito, el puente que une lo divino y lo terrenal. La hostia hecho cuerpo, el vino hecho sangre. Si tienes fe católica, eso es verdad. Lo tienes que creer.
Ese nexo te empuja a seguir.
Muchos escritores en el libro de Currey cumplen ciertos ritos, pero al margen de ritos esta la decisión y la disciplina que le ponen a su trabajo. *Comulgan con una fe. La de dar 'su vocación' sin necesidad de recibir algo a cambio. Leyendo los ritos descubrí que hay uno que se repite con más frecuencia y debo darle el mérito a Twyla Tharp. *Todos se van a trabajar. Salen de casa con ese propósito.
Lo hacía Jonh Cheever, quien viviendo en un edificio había alquilado el sótano del propio edificio donde trabajaba toda la mañana. Para trasladarse a su oficina, Cheever se vestía bien y tomaba el ascensor. En el ascensor no había riesgo de subir cuando el mismo estaba bajando.
Graham Greene asustado por la inminente Segunda Guerra Mundial sintió temor de morir sin dejar ningún sustento para su familia. Estaba escribiendo su novela 'El poder y la gloria', entonces decidió rentar una oficina y sólo le dio la dirección y el número de teléfono a su esposa, quien lo llamaba sólo cuando se presentaba cierto inconveniente. Mientras escribía su novela, se ejercitaba en otra de suspenso, 'El agente confidencial'. Esta última novela salió 4 meses antes que 'El poder y la gloria', En esa oficina escribió sus demás novelas. Estuvo obligado a dejar la casa y se iba a trabajar.
Antes, Mark Twain hizo algo parecido, construyó un ambiente junto a su casa donde trabajaba todo el día. Tomaba desayuno y caminaba hasta su nueva contrucción. En aquellos tiempos, si sus familiares lo necesitaban sólo soplaban el cuerno para avisarle que tenía que hacerse presente en la casa.
Carlos Marx llegó a Londres como un exiliado político en 1849. Estaba quebrado económicamente, pero su vocación estaba al tope. Pese a vivir en la pobreza y el drama -tres de sus seis hijos habían muerto- iba a trabajar a un cuarto de lectura del Museo británico y leía y escribía ahí desde las 9 a.m. hasta casi el cierre a las 7.00 p.m. La ayuda económica venía de su amigo Federick Engels quien metía la mano en la caja chica que su padre tenía en una textileria.
Alicia Munro, quien desde niña supo que tenía la vocacion de escribir, cuando a sus seis años trató de cambiarle el destino a la joven sirenita del cuento que su madre le leyó, rentó el segundo piso de una farmacia para escribir, pero no podía avanzar por las constantes visitas del propietario del inmueble que le encantaba conversar de lo que sea.
La lista de escritores que trabajan y trabajaban fuera de casa es larga.
Pero volvamos a la disciplina y la determinación que le ponen algunos, Scott Fiztgerald tuvo una remarcable auto disciplina. Cuando ingresó al Ejército en 1917 y terminaba su entrenamiento militar diario escribió una pequeña autobiografía de 120 mil palabras, en tres meses. Cuando fue pillado, cambió sus horarios para el fin de semana. Los domingos escribía de 6 a.m a 6 p.m. Sería el manuscrito de 'A este lado del paraíso'.
William Faulkner había hecho lo mismo en las tardes después de salir del trabajo en una planta de energía de una universidad. Allí escribió 'Mientras yo agonizo'.
Jane Austen también fue una escritora de gran disciplina. Sólo su madre y hermanas sabían lo que hacía. Los visitantes sólo podían verla tejer junto a sus familiares, pero en cuando notaba que se habían alejado reanudaba su escritura que tenía debajo del tejido. En las noches leía a sus familiares lo que había avanzado a lo largo del día.
Y para no cansarlos, el caso de Haruki Murakami es también digno de resaltar. El escritor japonés comienza a escribir a las 4.00 a.m. y escribe de 5 a 6 horas. En las tardes corre o nada, lee y escucha música. Se va a la cama a dormir cuando el reloj da nueve campanadas. 'Es algo así como haberme hipnotizado', refiere el autor de 'Tokio blues'.
Agrega que el esfuerzo físico es necesario para mantener una sensibilidad artística. Se convirtió en escritor profesional en 1982 luego de dejar su pequeño club de jazz en Tokio. Se mudó a un área rural, dejó de fumar los 60 cigarrillos que fumaba al día y cambió su dieta, hoy sólo come vegetales y pescado. No hace vida social anuque sabe que la gente se ofende cuando él rechaza sus invitaciones. Sin embargo, sabe que su deber esta con sus lectores.
Y para terminar del todo, les debo contar algo del belga-francés George Simenon, autor de 425 libros, más otros bajo seudónimo. El decía que era una metódica máquina de escribir. Tomaba tranquilizantes al inicio de cada libro por la ansiedad que experimentaba. Su productividad literaria le generaba también un gran apetito sexual. Tenía sexo todos los días y algunos meses gustaba de orgias. Le encantaba dormir con 4 mujeres, hablaba de haber tenido sexo con 10 mil. Le interesaban mucho, 'las mujeres siempre fueron excepcionales y no han sido entendidas bien', decía. Sus personajes salían de sus encuentros.
Todos tenemos rituales, seamos o no escritores. Yo no dejo mi casa sin afeitar. Tengo que hacerlo y lo trataba de hacer mientras estaba internado en un hospital, pero las enfermeras me negaban este rito.
"Parezco enfermo", les gritaba. Ellas no cedían, por temor a los cortes y el sangrado que podía ocurrir con tanto anticoagulante que me habían suministrado.
-Lo hará cuando salga de aquí- decían.
Y así lo hice.

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