Tuesday, September 10, 2013

Funes el memorioso y lúcido espectador del mundo.

Recuerdo (yo tampoco tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado) que mis amigos adolescentes tenían cierto temor de leer a Jorge Luis Borges. Les asustaba su erudición, lo encontraban difícil y les disgustaba su arrogancia argentina. Sin embargo a mi me pareció fácil desde el principio. (Fácil es un decir, claro esta. Borges seduce y tiernamente te entregas a su buena prosa. Pensé que yo podía hacer lo que él hizo con poco trabajo, poca inteligencia o poca habilidad. Soberbia adolescente, sin duda).
Con los años aprendí que ser simple exige el mayor de los esfuerzos. Pero en fin, vayamos a lo que interesa.
Recuerdo que por allá en 1980 llegó a mis manos uno de sus libros de cuentos y 'Funes el memorioso' fue el primer relato que leí. Inmediatamente surgió en mi el deseo de escribir algo parecido. Me lancé a buscar a mi personaje, un tipo que llevaba impreso en alguna parte de su cuerpo el gran mensaje del universo, la cura de todos los males del mundo: el cáncer del alma, por ejemplo. Cuando lo descubren - quienes lucran- lo tratan de secuestrar y como se esconde bien y se niega a servir a pocos, comienzan a buscarlo con el firme objetivo de matarlo.
La historia yace ahí, durmiendo hasta el día que yo despierte.
Pero no voy a hablar de mis intentos fallidos, quiero hablar del gran logro que tuvo Borges al escribir su historia de Fray Bentos (quienes han leído el cuento entenderán que Fray Bentos es el pueblo uruguayo donde vivió el memorioso de la ficción del argentino).
En mi opinión, si alguien desea comenzar con Borges, debería empezar por leer este cuento. Es una pequeña joya. Además, es un buen ejemplo de cómo se debe escribir un relato. Me animo a decir que García Márquez concibió su 'Crónica de una muerte anunciada', contando su historia como lo hizo el literato universal bonaerense. Empezando por el final. Matando a su personaje.

Funes el memorioso.

Borges recuerda a Funes. Desde el inicio, con tan sólo ese verbo, el argentino nos invita a pensar, a recordar, a preguntarnos ¿quién podría recordar todo el pasado? Nos enfrentamos a una empresa imposible. Quizás el tiene la respuesta escondida en su relato, es lo que colegimos de inmediato.
Nos presenta entonces a Funes, el hombre al que lamenta ya muerto. Todo relato es -en la mayoría de casos- el contar o llevar la cuenta de algo que ya ocurrió.
En la pequeña introducción tenemos la información sustancial, pero Borges nos hinca más en nuestra curiosidad. Funes es el precursor de los superhéroes, nos dice. Aparece en una tormenta, sale de la oscuridad, apenas el brillo que hace el cigarrillo prendido en sus labios nos da cuenta de su rostro.
Borges habla de sus limitaciones, sólo ha visto al personaje central de su historia en tres oportunidades, las suficientes, las que dan cuenta de un relato. El principo (la presentación), el medio (la información necesaria para darnos luces) y el final (cómo ocurre el deceso de Funes, cómo se extingue esa luz). La última vez que lo vio, según confesión del autor, data de 1887.
Tras la introducción, pasamos al inicio de la historia, desde donde el narrador nos guiará paso a paso y con determinación. Borges va a caballo, cabalga junto a su primo. Esta veraneando en Fray Bentos. Es su primo quien le presenta al memorioso. Y lo hace de una forma sencilla, le pregunta la hora. Funes contesta sin titubear. ¿Por qué Borges usa un diálogo tan simple para introducir al personaje? Por una razón sencilla. Por el orgullo local de su primo, dice. De lo que realmente nos quiere hablar Borges es del tiempo que se va o se ha ido. Del tiempo que sólo nos ha dejado pequeños recuerdos. Del tiempo inconmensurable de su personaje.
Funes, según Borges, es un simple muchacho de pueblo, con una madre modesta -planchadora- y de un padre desconocido. Irineo Funes, lleva tan sólo el apellido de su madre María Clementina.
Ya tenemos al personaje delineado.
Borges vuelve a Buenos Aires en 1884. Regresa a Fray Bentos en 1887. Y como es natural (para el interés del relato) pregunta por Funes. Se entera entonces de un accidente. Un redomón lo ha tirado al piso (Borges rescata la palabra de caballo chúcaro, que no se deja aún montar) Me gusta la figura del caballo, porque nos recuerda además, que mientras Borges andanba a caballo con su primo conoció a Funes. El memorioso (de quien aún no tenemos más datos) está prostado en cama, sin poder moverse, tullido. El escritor nos mantiene en vilo, nos invita así a 'domar su caballo', a conocer más de su relato. Borges -en esta visita a la localidad uruguaya- no va a visitar a Funes, sólo pasa por su casa y ve cuando Funes esta observando abstraído el atardecer.
Borges nos cuenta que ha empezado a estudiar Latín, una lengua muerta, sólo de superhéroes ahora. Para seguir estudiando en sus ratos libres -suponenos- ha traído algunos libros. Funes se entera de eso, le escribe y le pide prestado lo que trajo consigo para leer. El argentino habla y se burla de su propia condición de argentino orgulloso, “cómo un simple provinciano me va a pedir estos libros”, reniega. Para acabar con esa soberbia provinciana, Borges le envia los libros más dificiles y el diccionario pedido. Volvemos una vez más a poner la atención en Funes,
Para efectos del relato, Borges habla de una enfermedad repentina de su padre, debe dejar una vez más Fray Bentos y volver a su país. Al hacer su maleta -otro recurso de narrador- se dará cuenta de la falta de los libros que prestó a Funes. Borges precisa la fecha, 14 de Febrero. ¿Algún dato escondido?
El barco parte al día siguiente, Borges va por sus libros a casa de Funes. Observo aquí cómo Borges juega con la tensión del relato.
Va de noche, en la oscuridad. Este es un detalle interesante de la historia. Conoció a Funes en tiempo de tormenta, cuando el cielo se oscureció y el viento sopló con furia. Los lectores debemos recordar esos datos. ('Son sus pilares con los que sostiene su casa').
La madre es quien recibe a Borges, si él habló de ella al principo, tiene que presentarla más adelante. La vemos superficialmente, es lo único que interesa.
Funes esta a oscuras, sin ninguna vela alumbrando. De esa oscuridad emerge la voz de Funes en latin (es como que Borges diría: 'emerge la luz') Irineo Funes invita a Borges a pasar a su cuarto. Esta fumando, no le puede ver la cara hasta el alba. Borges se disculpa con su anfitrión, debe volver por la enfermedad de su padre, se excusa. Y sabe que va al meollo de su historia. Tarea difícil, lo confiesa. No desea reproducir el diálogo completo (para un cuentista eso no tiene sentido, menos para Borges. Un novelista gusta ahondar) Borges da sus razones sútiles de narrador breve.
Por su parte, Funes da cuenta de su saber, habla de sus predecesores memoriosos, de Mitrídates Eupator, de Ciro, de Simónides, de Metrodoro, todos con memoria prodigiosa.
El memorioso juzga su desgracia como una bendición. Estaba ciego, dice, y ahora puedo ver, era un desmemoriado hoy es lo contrario. (Borges esta hablando de él mismo y quizás de su experiencia mística y budista). Funes apenas tenía 19 años cuando le ocurrió el accidente con el caballo. Había vivido como en un sueño. Ahora estaba despierto (¿más datos budistas?). Cuando cayó perdió el conocimeinto, cuando lo recobró, todo estaba ahí. Más rico y más nítido. Recordaba todo. La inmovilidad era el precio que debia pagar por la lucidez (Borges parece hablar de sí mismo. Reitero mi pregunta ¿fue cuando empezó su conocimiento profundo del budismo zen? Es un detalle que se conoce poco, sólo dio una conferencia al respecto, está en youtube. Ojalá María Kodama cuente este detalle de la vida de Borges).
Funes podía ver todo, recordar incluso las nubes del amanecer del 30 de abril de 1882 (¿otro dato escondido del escritor?) Funes podía reconstruir los sueños, un día entero. Mis sueños son como las vigilias de ustedes, se confiesa. Pero también en Funes hay pena y tristeza 'mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras', señala.
Lo que Funes pensaba una vez, jamás se le olvidaba. Funes se sorprendía de su cara en el espejo minuto a minuto. El podía llegar a ver el avance de la corrupción de una caries, de la fatiga. El progreso de la muerte.
¿De qué sirve recordar todo? Nos preguntamos los lectores.
Para hacer creíble su historia, Borges dice que no hay pruebas, no había cine aún y no se le hicieron pruebas al memorioso.
Funes era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instántaneo, casi intolerablemente preciso. Dormir le distraía, sus recuerdos eran minuciosos.
Imaginaba, se veía en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente (¿Budismo?)
No era capaz de pensar, sólo tenía detalles. Hablaba varios idiomas.
Cuando llegó la madrugada Borges vio la cara de Funes. Se veía monumental como el bronce, más antiguo que Egipto. El escritor zarpó aquel día en el 'Saturno'.
Funes nació en 1868. Borges lo vio a los 19 años.
El memorioso murió de una congestión pulmonar en 1889. Apenas tenía 21 años.

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