“Yo leo para crecer, creyendo
firmemente que quien soy ahora y seré en cinco años depende de dos
cosas: de la gente con quien me reuna y los libros que lea”. Es más
o menos lo que dice la coreógrafa estadounidense, Twyla Tharp, en su
encantador libro titulado 'Creative Habits' (Hábitos creativos).
Lo que dice Tharp lo suscribo porque lo
estoy sintiendo y viviendo. Aunque la expresión no debemos tomarla
de manera literal. Evidentemente si tenemos un mentor con quien
analizamos y discutimos la vida, el asunto cambia. Pero eso de
'conocer gente' puede pasar también de la siguiente manera.
Acabo de ver la película 'Gifted
hands' (Manos milagrosas, dice la traducción) y siento que conocí a
alguien valioso. La pelicula cuenta la historia del neurocirujano
estadounidense, Benjamin Carson. Reitero, encontrar no significa
necesariamente que tienes que estar con la persona, frecuentarla,
cenar o jugar a los naipes. No, aunque bien podría tratarse de eso
también.
Al ver la película en la que se cuenta
la vida de Carson descubrí algo, que al margen del dolor y el
sufrimiento que uno sienta o viva, tenemos que seguir adelante. Se me
ocurre las siguientes imágenes para graficar lo que digo: avanzar
como sí fueramos un pequeño barco de vela en el mar enfrentando una
tempestad o una vela que da luz y no se apaga ante el paso de un
fuerte viento.
Uno debe de hacer el esfuerzo de seguir
pese a la adversidad.
Ben Carson, como ustedes conocen, es un
neurocirujano afroamericano, con raíces muy pobres, sin padre, la
madre se separó del marido bigamo, la madre era analfabeta, pero
sabia. La madre supo dar a sus hijos (Ben tiene un hermano ingeniero)
el empuje que ellos necesitaban para salir adelante.
'You can do it better', es lo que
siempre les decía la mamá. Bastó eso, tú lo puedes hacer mejor,
para que sus hijos avanzaran pese a los obstáculos que se les
presentaba.
Sabemos que ser un afroamereicano en
los Estados Unidos en la época de los 60 fue difícil (sin olvidar
claro esta los años anteriores) Carson se debió enfrentar al
rechazo sútil de sus compañeros blancos y de algunos de sus
profesotres racistas (pocos a Dios gracias) quienes al ver sus buenas
calificaciones estudiantiles renegaban de los padres blancos.
“Debería darles verguenza que este chico les gane a sus hijos”,
dijo alguna vez una de sus profesoras en un acto de clausura del año
escolar.
Y una vez más notamos que el asunto
intelectual no es cuestión de piel, sino de grandes deseos de
superarse. Con fortaleza (se nutrió con buenas lecturas y estuvo
rodeado de gente buena) uno puede llegar a la meta que se ha trazado.
Pasando, claro esta, por el simple hecho de 'aceptarse'. Aceptar lo
que somos o tenemos es vital.
Una digresión importante.
Hace poco leí la biografia de Steve
Jobs, el extinto creador e innovador de la gran parte de la
tecnología que usamos en este momento, y descubri algo adicional:
cuando uno se pone a lamentarse de las cosas feas que tenemos (las
tenemos todos) nos paralizamos. Al paralizarnos dejamos que el buen
devenir de nuestras vidas fluyan por el cauce normal. Parece una
perogrullada, sí, pero ¿cuántos se han puesto a pensar en lo que
acabo de escribir con un hondo sentido de realidad? Lo hago aquí con
el deseo de ayudar.
Les decía que leí la biografia de
Jobs y me enteré que fue adoptado por una joven pareja de
californianos que no podían concebir uno propio. Sus verdaderos
padres engendraron a Steve muy jóvenes -inmaduros- y aún sin
casarse. Con unos abuelos maternos de ascendencia alemana que no
aceptaban a un progenitor de ascendencia siria e hijos fuera del
matrimonio, el asunto se le hizo terrible para el niño recién
nacido. Jobs se enteró que era adoptado y sufrió por eso. No
aceptaba el hecho de que sus padres se separaran de él de la manera
como lo habían hecho. Jobs se estancó en ese sufrimiento, se
revolcó en ese dolor, con rabia y pena. Se fue a la India para
buscar a un gurú que le ayudara a 'limpiar' esa pena tremenda y ese
sufrimiento lacerante. Hizo después meditación budista Zen en
California (no tiene nada de malo que lo haya hecho, les estoy
contando todo esto por lo que pasaré a decirles luego) En esta
búsqueda, Jobs quizás encontró la fuerza positiva necesaria que
había perdido, la fuerza positiva que le permitió hacer frente a la
fuerza negativa que lo amarraba y no lo dejaba crecer. Lo que
aprendió en la India y con la meditación que realizó en el budismo
Zen pudo llegar a aceptar su realidad, sin buscar explicaciones
culposas y punitivas consigo mismo. Aceptar, sin buscar explicaciones
definitivas (nunca las hay) compadecerse de él y de los demás,
perdonar y estar focalizado en el presente, fue lo que permitió a
Steve avanzar, ser quien todos reconocemos que es. Ojo, creo estar
especulando bien, lo prueban sus inventos deseados y soñados, aunque
quizás no completó todos, porque la muerte lo truncó, pero quién
puede contra la muerte (es también algo que hay que aceptar) Hasta
hoy no he encontrado una bibliograía que hable acerca del
“despertar” de Steve Jobs. ¿Cuándo y cómo lo hizo de manera
definitiva? No lo sé con certeza, para mi será una incógnita. Lo
que sabemos es que avanzó. Tal vez no exista tal libro, el que hable
de su misticismo, de su superación de la pena y el sufrimiento, pero
lo que les digo resultará suficiente.
Jobs, como Carson, como Martin Luther
King Jr. debieron aceptar su condición de 'marginados' y avanzar.
Siempre que hablo con alguien que no se ubica en el presente y no se
acepta, le digo ¿te imaginas a Luther King Jr. blanco? No, no
podemos separarlo de su esencia. Necesitamos que fuera quien fue y
apareció en el momento que lo necesitabamos. Jobs también pasó por
ese trance. Aceptándose nos pudo dar lo que ahora tenemos en la
mano.
Todos venimos con un buen propósito en la vida, tenemos que descubrir cuál es ese propósito. Cuesta, no es una linea recta. En el caso de Jobs, sus padres fueron una circunstancia, su misión era otra. En el caso de Luther King Jr. su raza, su color fue importante para luchar por la igualdad. Ambos descubrieron su razón de existir y a eso se abocaron. Ganó la humanidad. Es lo que ahora sucede también con Carson.
Todos venimos con un buen propósito en la vida, tenemos que descubrir cuál es ese propósito. Cuesta, no es una linea recta. En el caso de Jobs, sus padres fueron una circunstancia, su misión era otra. En el caso de Luther King Jr. su raza, su color fue importante para luchar por la igualdad. Ambos descubrieron su razón de existir y a eso se abocaron. Ganó la humanidad. Es lo que ahora sucede también con Carson.
Benjamin Carson, neurocirujano.
No les quiero dejar sin la historia de
Ben Carson. Les recomiendo ver su historia en 'Gifted hands'.
La película no sólo cuenta la vida de
este neurocirujano de manos afortunadas para la cirugía cerebral,
también sirve para aprender a hacer algunas historias y llevarlas al
cine.
La película comienza con el doctor
Carson en el quirófano, esta a punto de realizar una de sus cirugías
complicadas, ahí recibe la llamada telefónica urgente con un caso
mucho más complicado: siameses unidos por el cerebro que necesitaban
ser separados para poder sobrevivir. Los padres han buscado a Carson
porque saben que es el mejor. El galeno no niega la dificultad y el
riesgo de la cirugía, uno de los bebés o ambos pueden morir. Sin
embargo, tras pensarlo y analizarlo, acepta el reto.
Con ese gancho y tratando de conocer
qué es lo que hizo Carson para ayudar a estos siameses alemanes (ver
caso de Patrick y Benjamin Binder) no nos separaremos de la historia.
Y vamos en un flashback hacía el año
de 1961, cuando Ben Carson era materia de burla de sus compañeros de
clase pues no podía componer una pequeña historia de 40 palabras.
Desde el año citado avanzaremos para resolver el misterio al final y
en orden.
Vamos observando los esfuerzos de la
madre por dar a sus hijos una educación que ella no ha tenido, se ha
casado a los 13 años y cuando el hijo mayor tiene 8, descubre que el
marido es un bigamo. Tras el divorcio se queda con la casa y es la
responsable de sus dos pequeños. Debe trabajar limpiando casas y
cuidando bebés y se siente desfallecer. En su trabajo descubre a un
hombre rico, quien le pide ordenar su biblioteca. La mujer se
sorprende de la cantidad de libros, muchos de los cuales han sido
leídos ya por su propietario. Cómo. Dejando de ver televisión.
Entonces decide cortar las horas de televisión de sus hijos y les da
sólo 3 programas como opción. Felizmente los chicos no tenían
tantos programas basura como ahora. Ellos escogen ver el programa de
pruebas de conocimientos. La madre va más allá. Cada semana, sus
hijos deben de leer un libro y escribir sobre eso. Los chicos se van
dando cuenta de sus limitaciones en cultura general, deciden escuchar
música clásica y visitar museos. Cuentan también con profesores que
los alientan y educan.Y van creciendo. Por las malas juntas
escolares, Carson casi tira su futuro por la borda. Arrepentido y con
voluntad de enmienda, Ben va a la universidad, estudia medicina y
decide ser uno de los muchos internistass que buscan ser
neurocirujanos en el John Hopkins University. Sólo son seleccionados
tres. Pasa la prueba y en una emergencia, corriendo el riesgo de
fallar, realiza una operación al cerebro que resulta exitosa. Desde
aquel momento comenzará su carrera de cirujano. A la lectura, suma
su amor a la música clásica, es un cristiano creyente y adventista
y gusta de jugar billar en sus ratos libres. Es también sacudido por
la desgracia cuando su esposa pierde a los mellizos que estaban en
camino y es por esa razón que acepta el reto de seprarar a los
siameses.
Sus pasiones musicales, su observación
y todo lo que aprendió en su vida le dan la idea de cómo separar a
los bebés. En la sala de operación se convierte en una suerte de
director de orquesta, con neurocirujanos, cardiólogos, anastecistas,
cirujanos plásticos, enfermeras y técnicos, a su cargo, decide
operar. Una operación quirúrgica de más de 22 horas que resulta un
éxito. ¿Quiere vivir la emoción? Vea la película.
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