Sunday, May 12, 2013

Mente, cuerpo y espiritu.


Hace algunos días, mi buen amigo Armando García escribió “Dios esta en ti, nunca te abandona”. De inmediato mi respuesta fue: “así es, somos nosotros quienes nos alejamos de Dios”.
Lo que escribí me dejó pensando. ¿Si somos nosotros quienes nos alejamos de Dios, cómo y qué puedo hacer para reecontrarme con El? Pero qué significa Dios para mi? Qué es Dios? Insistí.
Rebusqué en mi mente tratando de dar con la respuesta más acertada y no supe si di o no con la respuesta. Sé que Dios es bondad, amor, paz, alegría, fe, perdón, felicidad, gozo, salud y todas las cosas maravillosas que se nos puedan ocurrir, pero deseaba tener algo que fuera de mi. Deseaba tener algo que me uniera a Dios de manera directa. Algo así como el cordón umbilical del que jalaría cada vez que me desconectara.
Las cosas no se dan de manera casual, comenté con un amigo lo que me tenía abstraído y él -como Armando- apelando a su buen lado cristiano de católico en ejercicio me dijo lo siguiente “Dios es la trinidad: mente, cuerpo y espíritu”.
Por mis meditaciones constantes sé que debo poner en sincronía mi mente y mi cuerpo, cuando no soy consciente de mi cuerpo, mi mente anda divagando y usa a mi cuerpo para llamar la atención. Es fácil notarlo: nos duele aquí, nos pica allá, hay una punzada aquí, un calambre más acullá, en fin. Presten atención a su cuerpo y se darán cuenta que hay algo que anda adolorido o resentido en cada uno de nosotros.
Armonizemos mente y cuerpo y hallaremos cierto alivio. Pasajero, pero alivio al final de todo. Para armonizar mente y cuerpo tenemos a la respiración como instrumento de ayuda. Con paciencia y observación atenta y sin juzgar puedo llegar a cierto lugar placentero. Pero sé que no debo quedarme ahí, debo explorar aún más. Los grandes meditadores no es calma lo que buscan, pues en la calma hay fuerzas escondidas que necesitan explorarse, hay que llegar a ver todo lo que se esconde más allá de la superficie.
Sé también que en nosotros tenemos fuerzas muy grandes que pugnan por ganar, al tratar de llegar a un punto, de calma por ejemplo, casí siempre desarrollamos algún mecanismo que nos ajela de nuestro camino, la pereza se manifiesta en forma de sueno, el miedo se nota con la ansiedad de comer o beber, sin que sea necesario. Presta atención y te darás cuenta que no sólo los olores te pueden sacar del camino que te has trazado para llegar a un lado. Tus pensamientos son los campeones para llevarte hacia otras sendas. Son los demonios que toman diversas formas.
Pero si me voy alejando del punto al que quiero llegar es por una razón, porque quiero explorar algunos caminos adicionales. Pero sé que no he hablado del espíritu. Recordarán ustedes el relato que dice que Dios nos dio algo que escondió en algún lugar, muchos lo buscamos fuera y en esa búsqueda por fuera nos extraviamos. Por eso hay que regresar a nosotros, adentro.
Los momentos mas sorprendentes se presentan también de distinta manera. La madre que de pronto rescata a su bebe de las manos de una fiera, sin importarle ofrendar su propia vida, puede ser un ejemplo. La pérdida del miedo es algo que nos sorprende. Algo de otra dimensión que nos acerca a nosotros mismos puede ser la risa contagiosa de un bebe. Que un ciego compita en una olimpiada y tras estirar la cuerda acierte con la flecha en el blanco, puede ser majestuoso.
Hace poco, en una clase de meditación, el guía nos decía que el hecho de aprender a manejar una bicicleta puede ser divino. Basta mirar a un chico para comprender eso o rebuscar en nuestro pasado. Ahora, el hecho de aprender a manejar un auto sin estar tan atento del tablero de control, los espejos, el timón, puede ser también mágico. La meditación es así al principio, de pronto todo se alinea en una dirección y podemos ir hacía adelante, como una flecha. Pensé, quizás el hecho de revivir esos momentos y volverlos a sentir -ahora- como ocurrieron en la primera oportunidad, sería majestuoso, pero eso es tan difícil, casi siempre imposible. Pero hay que intentarlo.
El espíritu, lo divino, a algunos les espanta este término, pero estoy tratando de usar palabras que me traten de acercar a lo que busco.
¿Qué es lo sublime? ¿Qué es Dios? Alinear en uno solo 'mente cuerpo y espíritu', ¿cómo se logra eso?
No fue fácil llegar a la respuesta, no sé cómo explicarlo con lucidez, pero concluí que Dios para mi personalmente es 'entendimiento y aceptación'.
Al meditar y ver en mi todo lo que ocurre, sea bueno o malo y sin juzgar aquello que pasa por mi mente, se hace evidente en mi cuerpo, en ese momento llego a ser dueño pasajero de algo indescriptible. Mi reencuentro con Dios y lo desconocido, puede ser tan efímero, pero al aceptar eso, sé que me he reencontrado con lo sublime. El entendimiento primordial, primigenio y que se seguirá manifestando hasta el final de nuestros días. Hay que buscarlo. Sé que todos podemos encontrarlo.

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