Hace algunos días, mi buen amigo
Armando García escribió “Dios esta en ti, nunca te abandona”.
De inmediato mi respuesta fue: “así es, somos nosotros quienes nos
alejamos de Dios”.
Lo que escribí me dejó pensando. ¿Si
somos nosotros quienes nos alejamos de Dios, cómo y qué puedo hacer
para reecontrarme con El? Pero qué significa Dios para mi? Qué es
Dios? Insistí.
Rebusqué en mi mente tratando de dar
con la respuesta más acertada y no supe si di o no con la respuesta.
Sé que Dios es bondad, amor, paz, alegría, fe, perdón, felicidad,
gozo, salud y todas las cosas maravillosas que se nos puedan ocurrir,
pero deseaba tener algo que fuera de mi. Deseaba tener algo que me
uniera a Dios de manera directa. Algo así como el cordón umbilical
del que jalaría cada vez que me desconectara.
Las cosas no se dan de manera casual,
comenté con un amigo lo que me tenía abstraído y él -como
Armando- apelando a su buen lado cristiano de católico en ejercicio
me dijo lo siguiente “Dios es la trinidad: mente, cuerpo y
espíritu”.
Por mis meditaciones constantes sé que
debo poner en sincronía mi mente y mi cuerpo, cuando no soy
consciente de mi cuerpo, mi mente anda divagando y usa a mi cuerpo
para llamar la atención. Es fácil notarlo: nos duele aquí, nos
pica allá, hay una punzada aquí, un calambre más acullá, en fin.
Presten atención a su cuerpo y se darán cuenta que hay algo que
anda adolorido o resentido en cada uno de nosotros.
Armonizemos mente y cuerpo y hallaremos
cierto alivio. Pasajero, pero alivio al final de todo. Para armonizar
mente y cuerpo tenemos a la respiración como instrumento de ayuda.
Con paciencia y observación atenta y sin juzgar puedo llegar a
cierto lugar placentero. Pero sé que no debo quedarme ahí, debo
explorar aún más. Los grandes meditadores no es calma lo que
buscan, pues en la calma hay fuerzas escondidas que necesitan
explorarse, hay que llegar a ver todo lo que se esconde más allá de
la superficie.
Sé también que en nosotros tenemos
fuerzas muy grandes que pugnan por ganar, al tratar de llegar a un
punto, de calma por ejemplo, casí siempre desarrollamos algún
mecanismo que nos ajela de nuestro camino, la pereza se manifiesta en
forma de sueno, el miedo se nota con la ansiedad de comer o beber, sin
que sea necesario. Presta atención y te darás cuenta que no sólo
los olores te pueden sacar del camino que te has trazado para llegar
a un lado. Tus pensamientos son los campeones para llevarte hacia
otras sendas. Son los demonios que toman diversas formas.
Pero si me voy alejando del punto al
que quiero llegar es por una razón, porque quiero explorar algunos
caminos adicionales. Pero sé que no he hablado del espíritu.
Recordarán ustedes el relato que dice que Dios nos dio algo que
escondió en algún lugar, muchos lo buscamos fuera y en esa búsqueda
por fuera nos extraviamos. Por eso hay que regresar a nosotros,
adentro.
Los momentos mas sorprendentes se
presentan también de distinta manera. La madre que de pronto rescata
a su bebe de las manos de una fiera, sin importarle ofrendar su
propia vida, puede ser un ejemplo. La pérdida del miedo es algo que
nos sorprende. Algo de otra dimensión que nos acerca a nosotros
mismos puede ser la risa contagiosa de un bebe. Que un ciego compita
en una olimpiada y tras estirar la cuerda acierte con la flecha en el
blanco, puede ser majestuoso.
Hace poco, en una clase de meditación,
el guía nos decía que el hecho de aprender a manejar una bicicleta
puede ser divino. Basta mirar a un chico para comprender eso o
rebuscar en nuestro pasado. Ahora, el hecho de aprender a manejar un
auto sin estar tan atento del tablero de control, los espejos, el
timón, puede ser también mágico. La meditación es así al principio,
de pronto todo se alinea en una dirección y podemos ir hacía
adelante, como una flecha. Pensé, quizás el hecho de revivir esos
momentos y volverlos a sentir -ahora- como ocurrieron en la primera
oportunidad, sería majestuoso, pero eso es tan difícil, casi
siempre imposible. Pero hay que intentarlo.
El espíritu, lo divino, a algunos les
espanta este término, pero estoy tratando de usar palabras que me
traten de acercar a lo que busco.
¿Qué es lo sublime? ¿Qué es Dios?
Alinear en uno solo 'mente cuerpo y espíritu', ¿cómo se logra eso?
No fue fácil llegar a la respuesta, no
sé cómo explicarlo con lucidez, pero concluí que Dios para mi
personalmente es 'entendimiento y aceptación'.
Al meditar y ver en mi todo lo que
ocurre, sea bueno o malo y sin juzgar aquello que pasa por mi mente,
se hace evidente en mi cuerpo, en ese momento llego a ser dueño
pasajero de algo indescriptible. Mi reencuentro con Dios y lo
desconocido, puede ser tan efímero, pero al aceptar eso, sé que me
he reencontrado con lo sublime. El entendimiento primordial,
primigenio y que se seguirá manifestando hasta el final de nuestros
días. Hay que buscarlo. Sé que todos podemos encontrarlo.
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