La novela de Leonardo Padura tiene de
todo para atrapar a los lectores, es la historia de un periodista
cubano que por los avatares de la vida y el celo de quienes odian el
talento ajeno, termina convirtiéndose en veterinario, habla de la
persecusión y muerte de Trosky y de cómo el español Ramón
Mercader se convirtió en asesino del otrora líder de la revolución
rusa, a quien asesinó en México por encargo del sátrapa José
Stalin.
Siendo Trotski un líder que tuvo
también que ver con la muerte de muchos de sus compatriotas durante
la revolución de 1917, a lo largo de las páginas de 'El hombre que
amaba a los perros', uno llega a conmoverse de su muerte, porque
Padura dibuja al personaje como un ser humano. Es lo que pretendió
el escritor y al acabar esas casi 900 páginas te das cuenta que lo
ha logrado.
Se ha escrito ya mucho acerca de esa
persecusión de León Davidovich Bronstein, Trotski, y de cómo
Padura trató el tema en su novela, y lo que diga al respecto, quizás
no sea mucho. De lo que deseo hablar aquí es de la brillante crítica
que Padura hace de Cuba actual, luego de la caída del 'imperio;
comunista de Moscú. El talento de Padura es sútil, sútil para
burlar la censura del gobierno cubano de los hermanos Castro y
mostranos el panorama trágico que camina y se acerca a la isla.
Creo que el escritor con todas las
posibilidades de emigrar y vivir fuera con el valor de sus escritos,
ha decidido quedarse en la isla -pienso- para ser el testigo
presencial de lo que podría ser el final de una dictadura. Padura la
quiere vivir más. Será un hecho histórico, sin duda, y quien mejor
que él para mostrarla al mundo.
Después de la caída de la Union
Soviética, en 1994, Cuba se sumió en una crisis tremenda, que lo
empujó hasta el fondo de un hoyo, desde donde, hoy, pugna por salir.
Ha logrado estirar el cuello, gracias a su gente y -sin duda- Padura
esta entre ellos.
En la novela, Padura critica la
sociedad cubana poniéndose en los pies del periodista y joven
escritor a quien llama Iván. Ese egresado de la universidad gana un
concurso de cuento y se destaca como una joven promesa de la
literatura cubana, pero para 'ponerlo en su lugar' y evitar que se
suba a la estratósfera, los que deciden en Cuba, sólo ellos optan
por enviarlo a un pueblito donde debe reemplazar a un periodista que
ya no ve la hora de marcharse. Es ahí donde tendrá que editar, casi
sin recursos, una revista de veterianaria.
Iván se vuelve un alcohólico y decide
dejar un poco de lado su talento. Tras ser enviado a un hospital para
recuperarse y superar su alcoholismo, vuelve a La Habana.
La vida en Cuba es difícil, se cuenta
las grandes intolerancias que existen, no sólo se condena el talento
que te puede llevar a la cumbre, se castiga(ba) la homosexualidad y
no se le da acceso a los cubanos a la información. Dice Padura que
bastó con mover dos ladrillos para que la ex Union Soviética se
derrumbara: un acceso mínimo a la información y una leve pero
decisiva perdida del miedo.
Hay muchos que sin duda seguirán
soñando con la revolución, pero una cosa es tenerla como utopía y
otra vivirla como la vivieron los soviéticos durante las dinastias
de Stalin y de quienes siguieron. En Cuba es o era casi lo mismo en
los años anteriores. Si Stalin casi mata de hambre a todos sus
compatriotas, Castro casi hace lo mismo. El personaje de la novela de
Padura cuenta que para alimentarse tenían que tomar café de granos
mezclados y un poco de pescado revuelto con cáscaras de plátano
hervido. La falta de transporte hacía que Iván se trasladara a su
trabajo diez kilómetros de ida y diez kilometros de vuelta, cosa que
lo hizo ver tan flaco como se podrán imaginar, pero su mujer, a
quien había conocido cuando haciendo de veterinario pudo operar y
salvar a su perro, terminó muriendo con una enfermedad que de
osteoporosis llegó a afectarle hasta los pulmones.
Cuando Iván llega también a
convertirse en veterinario, ayuda a sus vecinos, quienes burlando las
disposiciones de gobierno se dan maña para criar un cerdito en la
pequeña parte posterior de sus casas. A esos animales hay que curar
a cambio de un poco de comida que servirá para hacer más llevadera
la vida de la esposa que ya se moría de escuálida y pálida. El
descalabro se hace evidente y lo que vino fue la muerte, como la
muestra Padura. ¿Será una metafórica forma de pensar?
¿Quién puede soportar quedarse en un
lugar sin alimentos? Los cubanos en gran número decidieron lanzarse
a la aventura, como sea, como el hermano del periodista escritor de
la novela, que al estar estudiando medicina y descubrirse(le) un
romance homosexual con su profesor, termina lanzando al mar y
perdiéndose ahí para siempre. Es lo que cada cubano tiene que
contar, algun amigo o conocido a tratado de largarse de ese
'infierno' y sino llega a Miami, se ha quedado varado en México, que
por cierto no representan ningún paraíso.
Es lo mismo que se pregunta Trotski, al
hablar con André Breton, antes de firmar el Manifiesto del Arte,
donde se dice que 'todo, todo esta permitido en el arte'. El exiliado
dice: 'Ya quisiera ver a quienes alaban a la revolución soviética
viviendo en un cuarto, con poca calefacción en el invierno ruso, un
refrigerador vacio, con tarjetas de alimentación que no alcanza y
con mucho miedo. ¿Tiene una revolución el derecho de hacer esto?
¿El pueblo no puede hacer lo contrario? Se acaba con una clase
dominante floja y se levanta otra, sumisa y también floja que,
además, se convierte en una nueva casta privilegiada. ¿Hay derecho
para eso?
Trotski se vuelve en un pensador
gracias a su salida de la URSS. Desde el exilio cuestiona la
dictadura de Stalin. Pero ¿qué hubiese pasado sí en vez de estar
muriéndose de miedo y temblando de fiebre hubiese decidido enfrentar
al georgiano y ganarle la dirección de su pueblo? Stalin ganó,
porque fue más astuto y aprovechó una oportunidad ¿quién iba a
pensarlo?. Tal vez eso es lo que molestaba a Trotski, verse también
menos que Stalin en algún sentido (Padura no lo trata), pero sabemos
que la psicología humana es compleja.
Stalin odiaba la gran inteligencia de
todos y la de Trotski estaba en primer lugar, por eso lo persigue,
porque ve en él al único que le podía hacer(le) sombra, pero ¿qué
de Trotski, hasta donde llegaba su osadía? Ambos representan fuerzas
que se atraían, pero para destruirse. Mañana tarde o temprano
ganaría el más perverso. Y en la novela, Padura casi sin mostrarlo
-como personaje real- hace ver a Stalin como una escoria, lo peor de
la especie humana y para hacerlo se vale de Trotski, quien resulta
reinvidicado.
Su novela es una buena excusa para
exigir libertad de información. Cuenta Padura que ni en Cuba se
podia encontrar los libros del exiliado. Habian los que hablaban mal
y despotricaban de Trotsi haciéndolo ver como un renegado. Pero sus
libros eran algo asi como material subversivo en La Habana. Suena
gracioso todo eso, la revolución que pregona libertad, la niega. Eso
le disgusta a Padura, que aboga por una amplia libertad de
información.
Iván, el personaje de la novela de “El
hombre que amaba a los perros', un día se encuentra con un extraño
en la playa, quien tenia dos borzoi, eso perros hermosos que eran de
la aristocracia zarista y que también Trostki llevó al exilio, sin
saber que se encontraba con Ramón Mercader, el sicario, quien tras
salir de la prisión de México, llegó a La Habana. Casi nadie lo
sabía en la isla y es lo que descubre Padura al meterse a indagar en
su novela. El asesino de Trotski había estado en Cuba, hasta su
muerte.
No quiero dejar pasar la oportunidad,
deseo hablar de la relación de Ramón Mercader con su madre. Caridad
del Rio quien fue una aristocrática española, nacida en Cuba, que
tras perderlo todo se convirtió al comunismo por odio. Odio que
transmitió a algunos de sus hijos. A quienes -por cierto- destruyó.
Pensó vengarse de todos y la vida le terminó dando un golpe
tremendo en la nariz y en lo más profundo de su consciencia, si la
tenía.
Ramón Mercader debía morir tras
golpear en la cabeza a Trotski con un piolet o pequeño pico de
alpinista, es lo que deseaba Stalin, pero el exiliado le salvó la
vida, pidiendo a sus guardaespaldas -en su agonía- que no acabaran
con él, que lo apresaran y lo hicieran hablar para descubir y contar
la verdad.
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