Monday, September 26, 2011

Cómo enfrentar las penas.


Todos tenemos una forma de enfrentar las penas, más aún la pérdida de un ser querido. Cuando mi padre murió, me encerré en un cuarto vacío, tiré un colchón al piso y preferí dormir de día, para leer de noche y vigilar por la seguridad de mi madre, mi hermana y mi hermano menor. Mi hermano Guille estaba casado y vivía con su familia no muy lejos de casa. Hoy me sorprendo de todo eso: mis hábitos cambiados, velar mi pena de noche, leyendo cuanto libro cayera en mis manos. Estaba sin trabajo y no me interesé en buscarlo, hasta que mi madre -con la enteresa y haciendo uso de su fuerza de leona que la caracteriza- me dio las armas que necesitaba entonces para salir de mi dolor, de mi duelo. Me empujó. Las mujeres, siempre las mujeres, mucho más fuertes que los hombres.
Acabo de leer algo que me recordó aquel mal momento por el que pasé y por el que pasan muchas familias en algún momento de sus vidas.
Aquí en los Estados Unidos, Nina Sankovitch se propuso un proyecto que muchos lectores y escritores encuentran envidiable, leer un libro diario a lo largo de un año. Trataba con su propuesta de revitalizar su entusiasmo por la vida después de la muerte de su hermana mayor, quien había fallecido víctima de un cáncer extraño.
Sankovitch inició el proyecto el año 2008, después de tres años de negarse a aceptar su dolor. Estaba más involucrada en actividades que incluían cuidar a sus cuatro hijos, su esposo y ser la hija que apoyaba a sus acongojados padres. A los tres años de ocurrido el deceso de su querida hermana, Anne Marie, Nina decidió salir del remolino en el que estaba envuelta, en aquel momento se dio cuenta que no había tratado de enfrentar su propio dolor y se propuso tomar un año leyendo cuanto libro cayera en sus manos.
De su experiencia salió un libro de memorias titulado “Tolstoy and the purple chair: My year of magical reading”. Las memorias exploran los efectos que dejó el fallecimiento de la hermana, los libros que leía y el propio viaje para recuperar un buen sentido de entendimiento y propósito. Ella dice que confió en los libros para responder la implacable pregunta de por qué ella merecía vivir y cómo debería hacerlo.
Con la ayuda de su esposo, ella buscó una silla confortable del color morado para dedicarse a leer en un rincón especial de su casa. Ella consiguió los libros de las bibliotecas, las tiendas y aceptó las recomendaciones de sus amigos. Agregó a su proyecto, la tarea de escribir un comentario de 500 palabras a la mañana siguiente y publicarlas en su web site, readallday.org.
Su propósito de lectura no fue mostrar sus habilidades de buena lectora de 300 páginas en cuatro horas, lo que buscó fue crearse un horario y una disciplina para mantenerse activa. La tarea fue estricta, Nina no debía leer ningún libro que ya había leído y sólo debia leer un libro por autor. A sus manos llegaron entonces libros de literatura moderna, novelas clásicas, biografías y ensayos de autores de diversas partes del mundo.
Al comienzo de su trabajo, Nina agonizaba en su pena y en la culpa que sentía por estar viva, mientras su hermana ya no estaba, pero mientras iba avanzando en su tarea de leer y comentar, ella iba obteniendo la calma suficiente para desenredar sus ideas profundas y salir del remolino en el que había caído. Al final, ella leía con profundo significado acerca de cómo uno se relaciona con otro, con el mundo y con uno mismo, encontrando al final que había alegría en el hecho de estar vivo, incluso sin tener a su hermana al lado.
Al final, Nina Sankovitch da con el punto central de su año de lectura, de que ella no puede cambiar el hecho de la desaparición temprana de su hermana, pero se da cuenta de que cuando pase el golpe inicial de la pérdida y el período de pena que sigue, ella podrá elegir cómo responder.
El lector de las memorias se convierte en el testigo de ese dolor agonizante y luego en el aliado de un viaje satisfactorio donde Nina aprende a disfrutar de la alegría de vivir. La vida puede ser apreciada sólo entendiendo los roles que juegan pérdida y pena, precisa Sankovitch y que alguno de esos entendimientos pueden venir del examen que nosotros hacemos de la experiencia humana contenida en los libros.
Quizás esa también fue mi búsqueda, y la pregunta que más rondaba mi cabeza fue por qué mi padre se había ido tan temprano, por qué sí era un hombre justo, por qué. Lamentablemente yo sólo me quedé en la pregunta y no me decidí a dar el siguiente paso para seguir viviendo. Creo que el mérito de las memorias de Nina Sankovitch es que las haya escrito y de ahora en adelante se convierten en un ejemplo a seguir para enfrentar los duelos.

Tomado y traducido en parte de la revista The Writer.

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