Wednesday, January 26, 2011

'Esfuerzos' para el conflicto.


Esta es una nota dedicada al escritor peruano Jorge Ninapayta La Rosa, ganador del premio internacional de cuentos Juan Rulfo, del Jorge Luis Borges de Argentina, del Caretas en Perú, entre otros. Esta nota esta escrita no con el esfuerzo de crear conflicto. Esta nota esta dedicada a mi buen amigo Coqui –así lo llamo- porque sé que esta releyendo ‘Soldados de Salamina’. Esta nota esta dedicada al narrador peruano porque sé también del esfuerzo que está haciendo para supercar una lesión en la pierna, esa pierna que tras un accidente le costó la ruptura del hueso fémur, una cirugía y los consiguientes trabajos de rehabilitación. Espero que con el esfuerzo que está haciendo pronto podamos ir a jugar fútbol (aunque sea de mano) visitar Manhattan para corretear a las chicas lindas, invitarlas a tomar un café y visitar un museo, ahora precisamente que se anuncia la gran muestra del artista de Kooning, en el MOMA.
Saber que Coqui estaba releyendo la novela de Javier Cercas me lanzó también a la aventura de releer la misma historia y, aprovechando las constantes nevadas en New York, decidí quedarme en casa para sumergirme una vez más en lo que cuenta el escritor español. El redescubrimiento fue interesante, no hemos hablado al respecto con Coqui, quizás esto nos sirva para desmembrar aún más y con cariño ese libro escrito con un buen ‘esfuerzo’ tras una para de diez años, como nos refiere el alter ego de Cercas.
Releer es un ejercicio que pocos lectores aprecian. Releer es más interesante que leer. Cuando uno se aproxima a un libro por primera vez uno tiene cierta ansiedad insatisfecha que se complace cuando llegamos a la última página de un libro. En la relectura la ansiedad pasa a un segundo plano. En la relectura se abren otros emociones y uno se sumerge en el libro con la complacencia, permítanme el símil, de volver a nadar en una piscina temperada. Es lo que me pasa. No sé si algún lector pasa por lo mismo, pero les hablo y escribo en primera persona. Cuando un libro aparece publicado, mi deseo de saber de qué se trata esta a flor de piel. Leo descubriendo con mis pupilas dilatadas. Cuando releo no solo mis pupilas se agrandan y satisfacen, gozo con más intensidad.
Hace algunos años leí un artículo referido al conflicto que busca todo escritor cuando se trata de escribir una historia. Muchas veces leemos la palabra ‘conflicto’ llevándonos sólo por el primer significado: pelea, pero cuando descubrimos que el epíteto es mayor y más amplio, nuestra percepción y conocimiento también toma esa otra dimensión y crece. Hoy al releer el mismo artículo, gracias a mi ejercicio de escribir de manera constante, redescubrí que al hablar de conficto hablamos en muchos casos de esfuerzo. El hecho de escribir una novela significa esforzarse, sino me creen vuelvan a leer ‘Soldados de Salamina’. (Hace algunos años descubrí también que la palabra inglesa STRUGGLE es una de mis favoritas y como ustedes saben que esta palabra se refiere y significa “esfuerzo”). Engancharse con el personaje es reconocer su esfuerzo y seguirlo, acompañarlo y darle la posibilidad de ser, de conseguir lo que desea.
Recuerdo que Kurt Vonnegut decía que un cuento siempre debe de tener su cuota de conflicto, y debe haber conflicto incluso en el hecho de que el personaje trate de alcanzar un vaso con agua. Creánme que cuando leí la primera vez eso no me quedo claro el asunto. Claro, entendiendo ‘conflicto como pelea a sangre y muerte’, jamás iba a ver más allá de la definición. Pero al leer conflicto como sinónimo de esfuerzo, la cosa cambia. Para graficar el asunto. Imaginen a un herido en cama que de pronto se ha quedado solo y sin que nadie pueda correr en su auxilio en lo más elemental: darle de beber un vaso con agua. Más aún, qué pasa sí esta persona tiene las piernas rotas, entonces para alcanzar el caño tendrá que dejar la cama, arrastrarse, intentará pararse para llegar hasta el baño, donde se ve brillante y limpia el lavamanos de porcelona. Si me identifico emocionalmente con el personaje, si lo reconozco como alguien que se parece a mí, el escritor habrá logrado engancharme con su historia. Recuerdan al protagonista de la película 'Miseria' intentando escapar de una habitación donde esta secuestrado por una enfermera desquiciada y asesina. Para inmovilizarlo la loca no sólo le dá sedantes en la comida, también llega a romperla las piernas y para asegurarse lo ata en la cama. Uno como lector desea saber qué hará el personaje para lograr escapar y ese escape debe ser convincente y sin trucos.
Bueno, sin querer volví a hablar de violencia como conflicto. En el artículo que leí se menciona a Scarlett O’Hara en “Lo que el viento se llevo”. Si bien es cierto que la novela está contextualizada en la Guerra de Secesión al sur de los Estados Unidos, lo que se cuenta en la historia del libro o la película es la lucha que entabla Scarlett para conquistar el corazón de Ashley Wilkes, y, también, vemos a la heroína de esta gran historia esforzándose contra sus propios malos instintos que la vuelven humanamente fea frente a la buena esposa de Ashley. Hasta que madura y trata de conquistar el verdadero amor que siente por su marido.
¿Se imaginan el esfuerzo de una prostituta que trata de evitar el sufrimiento de su familia y les dice mentiras acerca del trabajo en el que anda envuelta?. Hay una película española que aborda el tema, se titula “Princesas”.
¿Cuán arduo debió ser para Demóstenes llegar a ser el mejor orador de su época, venciendo un tic imparable y superando su tartamudez?, creo que la película The King’s Speech trata sobre este asunto. Y aquí tambén se trata de premiar el esfuerzo por vencer un obstáculo personal.
¿Se imaginan a Daniel Alcides Carrión, sabiendo como médico las consecuencias de contraer la viruela en el siglo XIX, inyectándose el virus para estudiar en su organismo los estragos del mal que azotaba Perú durante aquellos años. Deseaba tan solo ser un mártir, pasar a la Historia como un valiente por una cobardía inconfesa o deseaba realmente ayudar a los enfermos y acabar con la enfermedad?
¿Se imaginan a mi amigo Coqui yendo a rehabilitación todos los días y diciéndome luego: “ Juan nos vemos en la 82 de la avenida Roosevelt para ir a comer helados en Carvel”, y, de pronto, luego de haberlo visto postrado en cama con sus fierros en la pierna, lo veo caminando con su bastón de aristócrata y con una sonrisa a flor de labios. No sólo le quieres pagar los helados, sino abrirle la puerta del taxi para que suba cómodo al despedirse.
En ese esfuerzo el protagonista llega a transformarse de manera convincente arrancándonos lágrimas, aplausos, simpatías. Tal vez nos ayuda a buscar salidas a nuestras propias penas, angustias o problemas, y descubrimos que no estamos solos tratando de sobrevivir en este mundo.
Hay muchas maneras de crear conflicto. En ‘Soldados de Salamina’, por ejemplo, se resuelve la incógnita y se dá a conocer el nombre del soldado que se niega a usar su arma y matar a un líder falangista y cuando descubrimos a Antonio Miralles, “Miralles” como a él le gusta que lo llamen, descubrimos a un hombre maravilloso y solo pese a haber peleado por España, por Francia y por ser uno de los soldados que al final salvó al mundo. Este detalle es tierno y es el regalo que nos ofrece el escritor por haberlo acompañado a lo largo de las más de 200 páginas, aunque la verdadera historia que se cuenta aquí es el de su ESFUERZO (lo escribo con mayúsculas) del escritor para lograr poner el punto final de su historia, luego de pasar por la desaparición física de su padre, el abandono de su esposa, el hecho de estar parado sin escribir una novela por diez años. La identificación que el escritor busca es que seamos sus cómplices, que lo acompañemos por sus avátares de conseguir la identidad de ese soldado que teniendo la orden de matar no lo hace. Es el esfuerzo de ese escritor por encontrar a ese soldado desconocido lo que nos hace sumergirnos con placer en esa novela. Javier Cercas, además, ha echado un nuevo vistazo a eso que fue la Guerra Civil Española, haciéndonos creer que su historia es real como lo pregona desde la primera página. Le agradezco a Coqui que me haya mencionado la novela, motivarme (sin pensarlo siquiera) a releerla, acompañarlo en su esfuerzo de rehabilitarse por completo, escribir su novela que intuyo, aunque no lo haya confesado, es su objetivo. Ojalá este pequeño comentario y mi solidadridad a su esfuerzo haga que llegue a coronar con éxito lo que se ha trazado. Después no solo iremos a comer helados, ver a de Kooning en el MOMA, también celebraremos su próxima buena novela con un premio en Perú, en Argentina, España o donde sea.

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