Monday, January 10, 2011

Leyendo cansado a Vila Matas


Ando seco como un pozo que no vierte agua.
La única cosa buena que hoy aprendí es una cita de Georg Christoph Lichtenberg: “Cuando el espíritu se eleva, el cuerpo se arrodilla”. No sé quién es este pensador. Enrique Vila Matas lo cita en su última novela titulada ‘Dublinesca’. Parece una excelente broma del escritor. ¿Estará imitando a Borges que creaba a algunos personajes y los llevaba a lugares muy lejanos para que nadie los descubriera?. Sin embargo, hoy existe internet y con un simple ‘search’ podemos encontrar lo que deseamos, no importa sí a un nombre le han hecho un apócope raro.
Estoy leyendo con desgano la última obra del escritor español y me estoy contagiando con el espíritu del libro, lento, denso, por ratos aburrido. Algunas citas me sacan del letargo en el que me siento caer. “Cualquier crisis es sólo, en el fondo, la proyección de nuestra angustia existencial”.¿Será?
Hay partes, muy pequeñas en el libro, que leí con fruición. Me encantó la parte dedicada a Brooklyn, a Paul Auster y por supuesto a ese puente que une Manhattan con el barrio del creador de ‘Leviathan’. Estoy tratando de recordar sí vi a Vila Matas y Auster juntos en algún lugar de New York. No sé si los vi en persona o los vi buscando algo en youtube. Es más, no recuerdo con exactitud de qué hablaron, lo único que recuerdo es la disculpa del catalán por no hablar la lengua del neoyorquino. En aquel momento que vi a los dos juntos pensé: ¿quién usará a quien en alguna parte de su trabajo? Aunque ‘usará’ es un verbo que no parece correcto, digo, dije “usará” para tratar de graficar lo que muchos escritores hacen (se dan cuenta, yo estoy haciendo lo mismo sin ser escritor). Algo adicional, notarán que estoy contagiándome con el estilo del autor de ‘Bartebly y Cia’. Perdón, debo explicar, Bartebly fue el primer libro de Vila Matas que leí. Aunque Dublinesca me hace pensar también en ese personaje que creó Herman Melville. Voy por la página 125 y Riba (es el nombre del personaje de la última novela del catalán) decidió ir a Dublín a celebrar la muerte de la era Gutenberg, pero está tratando de ir para allá con pies de plomo. Para dar un paso se demora una eternidad, duda y aburre. Riba no se aburre, nos aburre. El libro tiene una carátula de un hombre corriendo, pero esa imagen, pienso, es falsa. Vaya oxímoron con el que me he topado.
Leí ‘Bartleby y Cia’ hace algunos años, no lo recuerdo del todo, lo recuerdo sólo si asocio el libro de Vila Matas con el relato largo de Melville. Hace poco estuve escribiendo un relato circular y descubrí que mi escritura se iba envolviendo de ideas que necesitaban notas al pie de las páginas, de recuerdos imprecisos, de anédotas contadas, de otras lecturas y pensé que estaba haciendo lo mismo que el español. Entonces corrí a comprar un libro de Vila Matas, no los encontré, por eso es que llamé a un amigo que es asiduo comprador de cosas por internet y le pedí que me consiguiera no uno sino dos libros. ‘Dublinesca’ no me decía nada, pero los comentarios dando cuenta de un personaje en la búsqueda de un novelista desconocido, del Joyce del presente, del novelista del futuro, hizo que me animara a comprar la obra. Ahora que lo leo, por ratos me siento como el individuo de la portada, trato de salir corriendo dejando la lectura para otro momento, cuando me sienta con otro ánimo, pero cuando estoy a la espera de salir disparado, algo me ata. Brooklyn, por ejemplo. (David Beckham, el futbolista inglés, bautizó a su hijo con ese nombre, porque -junto a su mujer- lo concibieron en esta parte de los Estados Unidos). Locuras del deporte cuando se junta con la farándula.
Justo en este momento que ando seco y que para tratar de sacar un poco de agua de mi pozo voy revisando lo que he escrito, me digo, debes volver a leer la novela de Auster, Brooklyn Follies, y debes tratar con su nueva obra ‘Sunset Park’, porque sé que Auster se mudó de barrio y está viviendo en esta zona. El bueno de Auster, el mismo que no tiene casa propia, carro, que sólo le gusta tener los libros que quiere leer y la ropa que va a vestir. Ahora que hablo de dos libros de Auster debo confesar que estoy esperando un libro más de Vila Matas, “Suicidios ejemplares” es el título. Vaya tormento, ahora, cuando voy revisando mis escritos, decía, recuerdo el suicidio de un buen amigo y lo veo tocando en la guitarra el clásico tema “The clap” de uno de los guitarristas del grupo musical ‘Yes’, y me pongo a pensar “cuántos amigos perdí”. Todos partieron antes de cumplir los 40 y me dejaron solo. Ahora que me encantaría descolgar el teléfono y darles una llamadita para contarles que NY, Brooklyn incluído, esta frío, cae nieve y andamos recluídos en casa, leyendo o escribiendo, que es mi caso. Tomando una taza de café para subirnos la temperatura y el ánimo. ¿Y a qué viene todo esto?
Hice un paréntesis y retomo. Les contaba que estaba escribiendo como Vila Matas y agradezco que eso no sea cierto. Creo que mis escritos se tratan de parecer más a lo que hace Mario Bellatín, pero esa es otra historia. Lo que es la vida de un lector, un escritor nos lleva a otro. Vila Matas me llevo al Dublín de Joyce, al Brooklyn de Auster y observen a dónde voy llegando. Quizás no deseo llegar, solo quiero partir. Terminar esta nota. En esta Dublinesca no encuentro el conflicto que requiere toda historia, el único conflicto que tengo es con el escritor que por ratos me cansa. Vila Matas esta cumpliendo lo que busca, su parsimonia está haciendo que yo hago lo mismo con quienes me leen, cansado de mi sequedad están tratando de huir de este blog pues la historia es aún insulsa y así seguirá, se los prometo.
El único consuelo que me queda es que iré a meditar, ahí volveré al principio, elevaré mi espíritu, para descansar mi mano. Antes, sin embargo, debo consultar si existe ese individuo que parece una broma porque se ha comida la E de su primer nombre, Georg, y la E y la R de su segundo nombre. Será que Vila Matas se burla de sus lectores. Tal vez. Quizás también me ha contagiado el maldito ‘placer’ de Riba de pasar todo el día frente a la computadora (me gusta más este término, detesto eso de ‘ordenador’) y me está convirtiendo en un hikikomoni (autista informático), un tipo que prefiere la soledad de su habitación, asiduo buscador de cariño falso de una máquina que tiene la M no de Marilyn, sino de Mackinstoch y sufre un tormento para poner los pies en la calle porque teme que sus pasos le lleven a un bar para llenar ese pozo que hoy luce vacío. Quienes hayan leído Dublinesca, entenderán: Riba lucha contra su alcoholismo y contra su mujer que no le deja beber con la amenaza de dejarlo si vuelve a levantar el codo.
Vaya, tengo por fin algo interesante, Georg Christoph Lichtenberg existe, bueno debo decir existió, fue un científico alemán, amigo de Goethe y Kant. Para más referencias fue uno de los 17 hijos de un pastor teutón, en esa época no había televisión, internet y tampoco tenían la pildorita preventiva, mucho menos la abortiva, pero para qué, nos hubiesemos quedado sin los aforismos de este pensador.
Lo último, me acaban de llamar de la biblioteca para informarme que acaba de llegar el libro que pedí en calidad de préstamo. Es uno, no lo duden, de los que también ha escrito Vila Matas y cuyo título creo recordar es ‘Exploradores del vacío”. El consuelo que me queda es que llenaré mi pozo. Seré un experto en todo lo referente al escritor nacido en Barcelona, en 1948. El periodista y abogado (ojalá no me lleve a juicio por plagiarlo sin estilo. Vivió en una buhardilla de París y no se imaginan quién era la dueña. Ajá, nada menos que Margarite Duras. En esa acogedora ciudad logró escribir tres libros. Pese a ser un crítico de cine escribió su novela ‘Nunca voy al cine’… Y en esa época, conste, no había VHS, tampoco DVD… Continuará. ¿Continuará?

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