Tuesday, September 30, 2014

Violeta y Arthur a dúo en París.




Y cuántas veces/
la tristeza celebra con mi rostro/
sus óperas de nada.
(Juan Gonzalo Rose).







Yo también estuve ahí
Y me sumergí en la sopa
de barro.
Comí renacuajos
y los vomité.

Yo respiré por la boca
olvidando mis pulmones.

Pedí limosnas sin estirar
los poros sudorosos de mis manos.

No les importó el escupitajo
de sangre que lancé,
ni siquiera abrieron los ojos
cuando no se cuaguló
y corrió como un río
lechoso de pús.

Antes del vinagre a beber
yo vi que clavaron
un recuerdo en mis manos
y dejaron que de mis pies
salieran esa plumas.
!Puede volar! gritaron
rascándose las axilas
tapándose también el poco pudor
con aquellas toallas raídas
traídas de Bizancio.

Allá cayeron lluvias
sin que hubiera cielo.
Allá danzaron
la nada y la sonrisa
Do, re, mi, fa.
Oh, el aplauso!
Y se borraron tras del si.
Lo sé.
Vi como corrieron
Dejando las huellas en la almohada.

Voy tras de ellos
llevando sin cuerdas mi violín
¿Será que andan enredados
en alguna pesadilla?
Olvidé también las melodías
No importa, allá
no se necesitan los oídos.

Arrimo el hombro a una esquina
olvidando que debí doblar.
Mi corazón se agita al viento.
Cuento mis huesos
los tejidos con los que voy
atado
!Mi piel, mi piel!
¿Dónde abandoné la piel?


 *Poema escrito luego de algunas experiencias: Cuando leía la biografía de Arthur Rimbaud llegó a mis manos la pelicula ‘Violeta (Parra) se fue al cielo’. Al comentar la historia de la chilena dije “yo conozco el lado feo de las calles por las que ella transitó”. Una persona muy querida me respondió: “Si querido, ojalá nunca vuelvas a ese lugar de nuevo”. LLenándome de valor, descendí por un rato y de ese pantano de mi alma arranqué esta flor... Un detalle adicional, dicen que Rimbaud escribió “El barco ebrio” a los 17 años, había terminado de leer a Julio Verne. Yo no estuve ebrio cuando -tras sacarme la piel- me sumergí en el fango donde vive Leviathan.

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