Tú no puedes parar las olas, pero puedes aprender a correrlas.
En cualquier época del año en Lima,
sí uno desea acortar distancias entre Chorrillos y el cono norte,
rumbo al aeropuerto internacional, la mejor ruta matutina para
ahorrar algunos minutos valiosos es tomar la vía de la Costa Verde.
No sólo ganamos minutos, también disfrutamos del espectáculo que
ofrece el mar con su constante golpear de las olas. Pero para
contarles lo que deseo contarles, diré que es invierno en Lima.
Setiembre, está nublado, suele pasar eso en las mañanas limeñas.
Hace frío, los termómetros marcan 13 grados centígrados, pero la
sensación es menor por la humedad existente.
En medio de ese panorama, sorprende ver
a algunos tablistas limeños, quienes se han levantado muy temprano y
ya están metidos en el agua, con sus tablas y sus trajes completos y
térmicos. Viene una ola, la esperan, la miden y tratan de correrla,
echados o parados. Algunos logran su cometido y llegan de regreso a
la playa, pero de inmediato se vuelven a la carga. Quienes no han
llegado a la playa, por culpa de otra ola, se han levantado y parados
sobre las tablas tratan de mantener el equilibrio por un minuto y
algunos segundos adicionales. No compiten, no ganaran nada, estan ahí
porque les encanta hacer lo que hacen.
Quienes transitamos por la vía, pegada
a la playa, bordeando los acantilados, al verlos, nos encogemos de
frío, pero más que frío es una sensación de envidia lo que nos
envuelve y nos obliga a arroparnos.
Los surfistas son el ejemplo más
recurrente cuando tratamos de hablar de hacer aquello que apasiona,
el único objetivo de estos tablistas es estar en el momento justo
cuando una ola grande se levanta, no tienen mayor dificultad para
hacerlo, se paran en sus tablas y sí se caen, vuelven a hacer lo que
estaban haciendo, una y otra vez. Nadie los conmina a estar ahí pese
a las bajas temperaturas, los obliga su compromiso, su deseo. Sólo
sienten el encanto de hacer lo que hacen, sin obtener recompensa.
Hacen todo lo que hacen, porque han sabido encontrar su elemento: el
lugar exacto donde se sienten felices.
No necesitas estar en el agua o en el
aire para afirmar que ese es tu elemento. Tampoco tienes que
dedicarle todo el tiempo del mundo. Basta tu compromiso. Muchas veces
para conseguir estar en tu elemento necesitas ir al lugar, reunirte
con quienes ya han hecho pruebas y conocen más que tú, ahí podrás
encontrar a alguien que te abra la puerta, se contagie de tus sueños
y tras mostrarte el camino te aliente a seguir. Tú deberas tomar el
riesgo como un desafio. Algunas veces será bueno dejar el lugar y,
en otros ámbitos, con coraje, venciendo tu temor pese a sentirlo,
tendrás que decidirte a pararte en una ola inmensa en Máncora, esa
playa peruana donde se han visto las crestas más grandes del mundo.
Cuando llegues a la zona recibirás la
carga de energía que te impulsará a seguir y sí tienes la pasión
y el compromiso, lo lograrás. No creas que alcanzarás fama o
fortuna, recibirás más, la confirmación de sentirte contigo mismo,
de definirte mejor como ser humano, de saberte tú. Relajado, tus
pensamientos estarán mejor alineados y usarás tu inteligencia de la
mejor manera. No importa sí comienzas hoy pese a tus cuarenta años
o más, lo importante es seguir. En el medio de tu sueño que verás
real, con ideas y creencias ciertas, encontrarás la fuente que te da
vitalidad.
Ojo. Tu elemento puede ser también una
mesa donde te dedicas a dibujar, un laboratorio donde estas tratando
de encontrar el antídoto contra la picadura de una garrapata de
venado, la pizarra donde tratas de encontrar la raíz cúbica de un
cuadrado espacial, la sala de partos de un hospital, un quirófano
donde tendrás que extirpar un tumor cancerígeno, frente a una
máquina de escribir donde escribirás mejor los poemas. El lugar que
desees, un jardin, un hospital veterinario, detrás de una cámara de
video o de fotografía, con los ojos pegados a un microscopio, una
cocina donde estas haciendo los menus más vitamínicos para niños
desnutridos, la mesa donde amasas la harina que más tarde será el
pan matutino que llevamos a la mesa.
El elemento es aquel lugar donde nos
desenvolvemos de manera natural, poniendo pasión a aquello que nos
encanta hacer. Cuando uno siente que fluye en su elemento, la mañana
fria no existe, el tiempo transcurre sin medida y uno disfruta
haciendo lo que hace, sin importarle que no haya acertado del todo.
Si no estás preparado para equivocarte, nunca harás nada genial.
Porque uno pareciera que esta jugando, desarrollando algo que servirá
para muchos. E aquí un punto importante: dar.
¿Todos son capaces de desarrollarse en
su elemento? Si. Siempre y cuando uno persista en aquello que hace y
ama. Lamentablemente la sociedad y la educación actual nos ha vuelto
un poco extraños a aceptar hacer lo que realmente nos gusta hacer.
Muchos desean ser doctores, abogados o ingenieros sin estar
capacitados para serlo, sólo por el hecho de ser 'las profesiones
con cierto futuro' (las comillo para que presten atención y se den
cuenta de que lo que se afirma, no es cierto).
Hay tantas profesiones donde se
necesita usar nuestra creatividad.
La sociedad está en crisis porque
estamos creciendo a un ritmo tremendo y lo que la educación está
haciendo es algo totalmente distinto a las exigencias que se están
presentando. Los cambios son tan acelerados que resulta difícil
saber con exactitud hacia donde caminamos. Hace diez años -lo
recuerdo con exactitud- no teníamos las cámaras digitales como hoy,
tan masivas y rápidas y ni que decir de los teléfonos celulares y
las tablets personales que parecen juguetes en las manos de los
niños.
Es precisamente en la niñez que uno
descubre lo que le gusta. Hace poco leyendo y escuchando al inglés
Ken Robinson, uno de los líderes en el desarrollo del potencial
humano, tomé nota de la historia del gimnasta estadounidense Bar
Conner. A los 8 años, Conner gustaba divertir a quienes estuvieran
cerca, caminando de manos, incluso subía las escaleras de esa
manera. Su madre en vez de regañarlo por el numerito, vio en su hijo
un potencial que debía desarrollar. La mamá lo llevo al gimnasio de
la escuela donde pudieran ayudarlo. Cuando Bar llegó al lugar pensó
que estaba en un parque de diversiones: habían trapecios, barras,
taburetes con tablas de salto, argollas, en fin, todo lo que seria
necesario para sus habilidades. Diez años más tarde, Conner se
convirtió en el gimnasta que le dio más lauros a los Estados Unidos
en este deporte tan apreciado. Hoy esta casado con Nadia Comaneci y
están sacando adelante a todos los chicos con talento en Oklahoma.
El desafio es necesario, la cultura a
veces nos frena, siendo la cultura ideas y creencias que tenemos del
mundo y de nosotros mismos. La cultura llega a esculpir la mente,
pero si nos sacudimos de todo eso creo que podremos llegar a descubir
exactamente como trabaja la mente. Y notarán que no he dicho que nos
iremos a otras constelaciones. Hablé mas bien de la mente que es
también un universo.
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