Friday, March 8, 2013

El elemento


Tú no puedes parar las olas, pero puedes aprender a correrlas.

En cualquier época del año en Lima, sí uno desea acortar distancias entre Chorrillos y el cono norte, rumbo al aeropuerto internacional, la mejor ruta matutina para ahorrar algunos minutos valiosos es tomar la vía de la Costa Verde. No sólo ganamos minutos, también disfrutamos del espectáculo que ofrece el mar con su constante golpear de las olas. Pero para contarles lo que deseo contarles, diré que es invierno en Lima. Setiembre, está nublado, suele pasar eso en las mañanas limeñas. Hace frío, los termómetros marcan 13 grados centígrados, pero la sensación es menor por la humedad existente.
En medio de ese panorama, sorprende ver a algunos tablistas limeños, quienes se han levantado muy temprano y ya están metidos en el agua, con sus tablas y sus trajes completos y térmicos. Viene una ola, la esperan, la miden y tratan de correrla, echados o parados. Algunos logran su cometido y llegan de regreso a la playa, pero de inmediato se vuelven a la carga. Quienes no han llegado a la playa, por culpa de otra ola, se han levantado y parados sobre las tablas tratan de mantener el equilibrio por un minuto y algunos segundos adicionales. No compiten, no ganaran nada, estan ahí porque les encanta hacer lo que hacen.
Quienes transitamos por la vía, pegada a la playa, bordeando los acantilados, al verlos, nos encogemos de frío, pero más que frío es una sensación de envidia lo que nos envuelve y nos obliga a arroparnos.
Los surfistas son el ejemplo más recurrente cuando tratamos de hablar de hacer aquello que apasiona, el único objetivo de estos tablistas es estar en el momento justo cuando una ola grande se levanta, no tienen mayor dificultad para hacerlo, se paran en sus tablas y sí se caen, vuelven a hacer lo que estaban haciendo, una y otra vez. Nadie los conmina a estar ahí pese a las bajas temperaturas, los obliga su compromiso, su deseo. Sólo sienten el encanto de hacer lo que hacen, sin obtener recompensa. Hacen todo lo que hacen, porque han sabido encontrar su elemento: el lugar exacto donde se sienten felices.
No necesitas estar en el agua o en el aire para afirmar que ese es tu elemento. Tampoco tienes que dedicarle todo el tiempo del mundo. Basta tu compromiso. Muchas veces para conseguir estar en tu elemento necesitas ir al lugar, reunirte con quienes ya han hecho pruebas y conocen más que tú, ahí podrás encontrar a alguien que te abra la puerta, se contagie de tus sueños y tras mostrarte el camino te aliente a seguir. Tú deberas tomar el riesgo como un desafio. Algunas veces será bueno dejar el lugar y, en otros ámbitos, con coraje, venciendo tu temor pese a sentirlo, tendrás que decidirte a pararte en una ola inmensa en Máncora, esa playa peruana donde se han visto las crestas más grandes del mundo.
Cuando llegues a la zona recibirás la carga de energía que te impulsará a seguir y sí tienes la pasión y el compromiso, lo lograrás. No creas que alcanzarás fama o fortuna, recibirás más, la confirmación de sentirte contigo mismo, de definirte mejor como ser humano, de saberte tú. Relajado, tus pensamientos estarán mejor alineados y usarás tu inteligencia de la mejor manera. No importa sí comienzas hoy pese a tus cuarenta años o más, lo importante es seguir. En el medio de tu sueño que verás real, con ideas y creencias ciertas, encontrarás la fuente que te da vitalidad.
Ojo. Tu elemento puede ser también una mesa donde te dedicas a dibujar, un laboratorio donde estas tratando de encontrar el antídoto contra la picadura de una garrapata de venado, la pizarra donde tratas de encontrar la raíz cúbica de un cuadrado espacial, la sala de partos de un hospital, un quirófano donde tendrás que extirpar un tumor cancerígeno, frente a una máquina de escribir donde escribirás mejor los poemas. El lugar que desees, un jardin, un hospital veterinario, detrás de una cámara de video o de fotografía, con los ojos pegados a un microscopio, una cocina donde estas haciendo los menus más vitamínicos para niños desnutridos, la mesa donde amasas la harina que más tarde será el pan matutino que llevamos a la mesa.
El elemento es aquel lugar donde nos desenvolvemos de manera natural, poniendo pasión a aquello que nos encanta hacer. Cuando uno siente que fluye en su elemento, la mañana fria no existe, el tiempo transcurre sin medida y uno disfruta haciendo lo que hace, sin importarle que no haya acertado del todo. Si no estás preparado para equivocarte, nunca harás nada genial. Porque uno pareciera que esta jugando, desarrollando algo que servirá para muchos. E aquí un punto importante: dar.
¿Todos son capaces de desarrollarse en su elemento? Si. Siempre y cuando uno persista en aquello que hace y ama. Lamentablemente la sociedad y la educación actual nos ha vuelto un poco extraños a aceptar hacer lo que realmente nos gusta hacer. Muchos desean ser doctores, abogados o ingenieros sin estar capacitados para serlo, sólo por el hecho de ser 'las profesiones con cierto futuro' (las comillo para que presten atención y se den cuenta de que lo que se afirma, no es cierto).
Hay tantas profesiones donde se necesita usar nuestra creatividad.
La sociedad está en crisis porque estamos creciendo a un ritmo tremendo y lo que la educación está haciendo es algo totalmente distinto a las exigencias que se están presentando. Los cambios son tan acelerados que resulta difícil saber con exactitud hacia donde caminamos. Hace diez años -lo recuerdo con exactitud- no teníamos las cámaras digitales como hoy, tan masivas y rápidas y ni que decir de los teléfonos celulares y las tablets personales que parecen juguetes en las manos de los niños.
Es precisamente en la niñez que uno descubre lo que le gusta. Hace poco leyendo y escuchando al inglés Ken Robinson, uno de los líderes en el desarrollo del potencial humano, tomé nota de la historia del gimnasta estadounidense Bar Conner. A los 8 años, Conner gustaba divertir a quienes estuvieran cerca, caminando de manos, incluso subía las escaleras de esa manera. Su madre en vez de regañarlo por el numerito, vio en su hijo un potencial que debía desarrollar. La mamá lo llevo al gimnasio de la escuela donde pudieran ayudarlo. Cuando Bar llegó al lugar pensó que estaba en un parque de diversiones: habían trapecios, barras, taburetes con tablas de salto, argollas, en fin, todo lo que seria necesario para sus habilidades. Diez años más tarde, Conner se convirtió en el gimnasta que le dio más lauros a los Estados Unidos en este deporte tan apreciado. Hoy esta casado con Nadia Comaneci y están sacando adelante a todos los chicos con talento en Oklahoma.
El desafio es necesario, la cultura a veces nos frena, siendo la cultura ideas y creencias que tenemos del mundo y de nosotros mismos. La cultura llega a esculpir la mente, pero si nos sacudimos de todo eso creo que podremos llegar a descubir exactamente como trabaja la mente. Y notarán que no he dicho que nos iremos a otras constelaciones. Hablé mas bien de la mente que es también un universo.

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