'Una imagen vale más que mil
palabras', dice el dicho... y ¿qué decir de una cámara que
registra esas imágenes? Más todavía, de cinco cámaras que
registran una serie de acontecimientos.
“Cinco cámaras rotas” es el primer
documental del camarógrafo y fotógrafo palestino Emad Burnat en el
que se cuenta el drama que se vive en la frontera de Palestina e
Israel, al oeste de Ramala, en Cisjordania, donde los palestinos
buscan frenar el crecimiento israelí que los va empujando, a la
fuerza, más allá, hasta el fondo de su propia tierra.
Una versión distinta, cruda y real del
cuento 'Casa tomada'.
'Cinco cámaras rotas' refiere
literalmente la pérdida de igual número de cámaras de filmación
que Emad usó para realizar su trabajo a largo de varios años. Dos
de ellas le salvaron literalmente la vida, al servir como escudos y
detener el casquete lacrimógeno en primer lugar y luego una bala que
le dispararon los soldados israelíes. Por andar atento a lo que
filmaba, Emad no pudo hacer nada cuando ocurrió un accidente
automovilístico que lo dejó al borde de la muerte. Una cirugía a
abdomen abierto con más de cincuenta puntos es lo que le queda de
recuerdo a este valiente y tenaz camarógrafo.
Emad llegó a filmar su propia
detención, primero en un centro de reclusión israelí y luego en su
casa, donde también estuvo preso. “Filmo porque no tengo nada más
que hacer”, comentó a sus visitantes en aquella oportunidad.
Su empeño por graficar la historia de
Bil'in, su pueblo, lo llevó incluso a vivir más de un drama
familiar, pues su esposa con la que tiene cuatro hijos pequeños le
pidió en un momento difícil parar su trabajo, por el bienestar de
todos y por su propia seguridad. Sin dinero, enfermo y con la
responsabilidad del hogar, Emad no aceptó lo que su mujer le pedia y
se dedicó a completar su trabajo, casi sin proponérselo, pues todo
comenzó cuando nació su último hijo y cuando los israelies
llegaron hasta sus tierras para comenzar los trabajos topográficos
de lo que sería luego el muro divisorio y humillante.
El trabajo de Emad es meritorio,
además, porque decidió ser el cámara, el encargado de registrar
todo lo que ocurría en esa franja del medio oriente, sin participar
directamente en las protestas. Se frenó incluso en defender a sus
padres, cuando los soldados israelíes los detuvieron. 'Las imágenes
serían la mejor defensa que hice de mis padres', confesó después
en su relato.
Para contar todo lo que vemos Emad se
ubica con el lente de la cámara como si fuera su hijo menor Gebreel,
quien nace apenas comienza el movimiento palestino para frenar las
construcciones en sus modestas tierras y el desalojo paulatino de sus
habitantes. Desde ese pequeño ojo, vemos como se desarrollan los
hechos y cómo el menor va tomando consciencia de lo que ocurre.
El pequeño hijo, junto a los demás
niños cisjordanos, son testigos de la muerte de Phil, un hombre
palestino que enarbola banderas de paz y trata de reconquistar lo que
le están arrebatado. En un momento de la filmacíón, Gebreel pide a
su padre, con su inocencia de niño, por qué no matan a los soldados
judíos con un cuchillo.
Son armas de fuego de diverso calibre
las que usan los soldados israelíes para contraatacar las protestas,
y las armas se usan sin discreción, muchas veces apuntando al cuerpo
a matar. Como lo muestra el documental, hay momentos en que los
soldados israelíes usan sus armas para disparar de frente en las
piernas de los detenidos, a tan solo dos pasos de distancia.
Los soldados usan las balas para
disparar no solo contra los protestantes, sino contra los periodistas
que llegan al lugar para informar. Emad es también víctima de ese
atentado, pero su cámara se convierte en su escudo protector. En una
toma distinta, claro esta, se ve el boquerón que deja una bala
incrustada que iba directo a la cabeza del camarógrafo.
El riesgo del documentalista palestino
es sorprendente, pues al acompañar a unos compatriotas frente a los
grandes edificios de los vecindarios recién inaugurados, vuelve a
perder otra de sus cámaras, cuando un nuevo residente no sólo le
emprende a golpes contra los protestantes, sino contra el
camararógrafo quien pierde una cámara más. Los nuevos residentes
se muestran valientes y prepotentes porque junto a ellos están los
soldados armados con metralletas y granadas.
El estoicismo de Emad frente al
maltrato le da una coraza igual de sorprendente. Si una cámara se
pierde, hay alguien, tal vez un vecino, que le facilitará otra.
La vida en esta parte del mundo es
dura, la tierra no es fértil, apenas crecen olivos y otras pocos
árboles, los palestinos crían sus cabras y uno que otro venado se
aparece en escena. Si el día es caluroso y ha cobrado alguna
víctima, la noche también es insegura.
Los palestinos no están seguros ni en
su propia casa. Ellos no pueden pasar al otro lado porque hay una
valla, un muro con controles de soldados, pero ocurre lo contrario,
los soldados israelies si pueden irrumpir en las casas de los
palestinos a cualquier hora. Si estas soñando con un campo pródigo,
la realidad te despierta a cachetadas, algunos soldados te sacuden y
te envuelven en una pesadilla real.
Precisamente llegan a la casa de Emad,
en la noche, para detenerlo. El se defiende filmando y diciendo que
esta en su casa y en su casa puede filmar. Su cámara como arma de
defensa. Sorprendente Emad gana, no en el momento. Una cámara es mil
veces más contundente que un fusil.
Claro que hay momentos muy tensos para
los soldados israelíes, cuando de pronto se meten con sus vehículos
en una calle y son recibidos con piedras lanzadas desde todos los
flancos, las piedras se lanzan con fuerza y de manera constante, pero
esperen, los soldados volverán con más hombres, con más vehículos
y claro con más armas.
No importa, Emad los esperará con su
cámara en ristre. El sabe que es la mejor arma.
El documento fílmico le ha servido al
también freelance palestino ganar el premio de mejor director del
género en el festival de Sundance y ser uno de los nominados al
premio Oscar. Hay que reconocer algunos premios adicionales, entre
los que destaca el IDFA que se da en Holanda.
El trabajo de Emad contó con la ayuda
del documentalista israleli, Guy Davidi, quien es también profesor
de cine y ya se ha estrenado como director. Esto da cuenta que en la
frontera hay gente judía que esta decidida a convivir con sus
vecinos en paz, respetando lo que le corresponde al otro. El trabajo
conjunto da cuenta de todas las cosas buenas que se pueden hacer
contando con la colaboracion y el respeto del otro. Israel sabe que
las guerras son despiadas y crueles, pero resulta lamentable ver que
están usando lo mismo contra sus propios hermanos. Nada los
diferencia salvo las creencias y hay que entender que las creencias
sólo se dan en un plano, distinto. Las ideas fluyen como nubes y
allí hay que dejarlas. Nadie es dueño de la verdad, cuando de ideas
y creencias hablamos, si decimos lo contrario, blasfemamos.
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