Los pensamientos son sólo eso,
pensamientos. No tienen ningun poder, salvo el poder que nosotros
mismos le damos. ¿Cómo podemos ser conscientes de eso, cómo
podemos acabar con eso?. Aquí una aproximación al problema.
Hace poco estaba viendo en Youtube la
entrevista que su hija le hizo al doctor Aaron T. Beck. El psiquiatra
habló de los pensamientos que siendo apenas pensamientos cobran un
protagonismo que no tienen y luego se convierten en guías de
nuestras vidas.
Mientras el doctor Beck analizaba a una
paciente y le escuchaba hablar de sus escapes sexuales, descubrió
algo. Al término de la perorata, el analista preguntó: '¿y cómo
se siente?'. Ansiosa, fue la respuesta, no sé sí lo aburría a
usted con mis historias.
En un primer plano, la paciente hablaba
como sí se tratara de convencer de algo, pero lo que en el fondo
gobernaba su manera de pensar era su ansiedad, su miedo, su
hostilidad. Parecía algo así como que un pequeño arroyo guíara a
un río inmenso. Claro, que en materia psicológica, los seres
humanos le damos a ese arroyito la posibilidad de ser el río y es
algo que no debemos permitir.
Con este primer punto, el doctor Beck
me convenció y terminé de ver sus cerca de dos horas de
conversación con su hija Susan. A sus más de 90 años, este
psiquiatra se veía lleno de vida, me recordó a mi abuelo. Su
lucidez era sorprendente.
Se inició como un seguidor del
psicoanálisis, pero terminó creando su propia escuela y un
instituto, el Beck Institute for Cognitive Behavior Therapy, en
Pensilvania. Cuenta que encontró en el psicoanálisis un asunto
parecido al esoterismo. Además, seguía rituales y ese ritualismo se
parecía mucho a una religión. Sonrió recordando lo que le ocurrió
a un amigo que le escribió a Sigmud Freud acerca de su propio
análisis que no confirmaba del todo la teoría del creador. Era algo
así como escribir al Papa dándole cuenta de la no confirmación de
la existencia de Dios.
El también neurólogo se alejó del
psicoanálisis, pero siguió interesado en el estudio de la
depresión. Beck dice que hay una hostilidad que no aceptamos y nos
reprimimos, sin embargo, esa hostilidad se refleja de otra manera.
Muchas veces es el crítico que no se acepta y piensa mal de su
persona y llega -muchas veces- a convertirse en un suicida.
Con los patrones psicoanalíticos
analizó los sueños de sus pacientes y descubrió algo sorprendente.
En el sueño de los depresivos hay desolación y rechazo, necesitan
ganar afecto y algo que los haga sentir orgullosos, totalmente
contrario al de sus pacientes sin depresión. Hay algunos que
necesitan sufrir y se convierten en masoquistas.
Para evitar mayores complicaciones, la
terapia enseña al paciente a analizar los pensamientos automáticos,
esos que subyacen y se niegan a dar la cara fácilmente, pero que
tratan de gobernar tiránicamente. Hay que darse cuenta de los
pensamientos que corren subterráneos y nos ofrecen una mala
interpretación de lo que ocurre en nosotros y en nuestro entorno.
Pero el problema se presenta con los
deprimidos severos, pues sus creencias están muy enraizadas. Y es
fácil notarlo sí se pregunta a unos de ellos, cómo estuvo la
semana? Aunque teniendo algún momento placentero, siempre dirán que
no hubo ninguno.
Con sus conocimientos de neurología,
Beck descubrió además una mala comunicación a nivel cerebral, algo
que él llama 'blue gen'. En estos pacientes la serotonina cerebral
no tiene un buen nivel y deja de conectarse correctamente para
establecer un patrón antidepresivo.
Beck descubrió que la mayoría de
pacientes depresivos tenían un punto en común, casi todos tenían
que ver con la desaparición física del padre por causa de las
guerras y por la influenza (habla del caso estadounidense, sin duda).
Aclara, sin embargo, que no todos llegan a ser depresivos, pues
existen muchos individuos que tienen otro tipo de asimilación de una
pérdida. Los depresivos llegan a quedarse desolados y perder toda
esperanza.
A la pérdida de la esperanza y la
desolación hay que tenerle cuidado, pues estos pacientes pueden
llegar al suicidio. Nada de lo que ocurra en el mundo, en su entorno,
tendrá algo positivo. Nada. Entonces se entregan mansamente a su
propio final. Para sacarlos, hay que realizar un trabajo duro,
comenta el psiquiatra.
El presidente del Instituto de
Cognitive Behavior Therapy también habló de los esquizofrénicos,
que es un problema diferente al de la depresión, sin duda. Beck
refiere el caso de un paciente que tenía delirios de persecusión.
Un agente del FBI lo perseguia y trataba de capturarlo. Su trabajo
consistió en ganar con el paciente una buena relación. Ganado esto,
había que mostrarse cooperativo y tratar de establecer la identidad
del perseguidor. ¿Cómo es el agente del FBI?.
El paciente esquizofrénico exhibirá
entonces sus características, será incapaz de focalizar a una
persona que subyace en su cerebro, lo que demuestra una falta de
concentración, a esto se suma una mala memoria y una falta de
motivación. El trabajo en este caso es muy arduo, pues deben enseñar
a ver su persona de una manera positiva.
El doctor Beck creó aquello del
“Evento, Evaluación, Emoción”. Sí algo ocurre tenemos que
hacer una evaluación correcta, real, nada fantasiosa. Sí logramos
eso tendremos una respuesta emocional correcta. El sugiere, sí hay
un problema, focalizar la mente en algo distinto. Viene una
catástrofe. Miremos una película cómica, por ejemplo.
Pienso (esto es personal) que no es lo
correcto y a decir de los meditadores budistas, eso es como tapar la
hierba con una piedra. Lograremos acabar con el problema de manera
momentánea, pero luego la hierba crecerá por los bordes y
nuevamente tendremos el problema desbordado.
Sugieren los budistas que hay que
aprender a focalizar la mente en el problema, tratando de entender el
mismo. Poco a poco veremos sus raíces, cuando eso sucede cortaremos
las mismas. Algo así como sentarse a focalizar el lente de una
cámara y mirar los componentes que vemos en el encuadre, sin
importar sí son buenos o malos. Ojo, no se trata de juzgar, se trata
de aceptar y tener concomiento absoluto del mismo. Hay que observar
lo que está en el encuadre: muchas veces será aburrimiento, ira,
miedo, odio, envidia. Sí logramos fijar la problemática, la tenemos
que aceptar, la entenderemos y diluiremos el mismo, acabaremos así
con el problema de manera definitiva.
Los budistas sugieren que hay cuatro
puntos importantes a los que tenemos que poner atención. 1-El cuerpo
y sus sentidos, 2- El corazón y sus sentimientos, 3-La mente y los
pensamientos y 4-Los principios que gobiernan la vida. Abriendo y
observando estos cuatro puntos estaremos en camino a un proceso de
cura. Pronto veremos al santo contra el dictador, Dios y el demonio
pugnando en nuestras mentes.
La tarea no es fácil, pero hay que
recordar que tenemos un aliado, nuestra respiración pausada,
profunda, muy rítmica. *Debemos seguir el aire que va y viene por
nuestro cuerpo. Hay que estar concentrados en el ahora, ser
compasivos, tener paciencia, ser constantes y contar con cierta
curiosidad positiva, componentes que lamentablemente no se nos ofrece
en este mundo que corre y corre de manera loca. Lo que el meditador
hace es disolver un problema, diluirlo para siempre. No se tapa, se
acaba con el mismo.
Tenemos que hacer que nuestro río
discurra por su cauce, sin que un arroyo trate de ponerse al frente
de la corriente. En pocas palabras, un pensamiento negativo no puede
ser el eje que nos fije las metas. No sólo debemos desafiar a los
pensamientos, tenemos que darnos cuenta que son burbujas y dejarlas
ir.
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