Pese a los miedos hay que tomar algunos
riesgos. Lo acabo de recordar una vez más al ver una entrevista al
extinto fundador de Apple, Steve Jobs. Y uno tiene que aprender a
perder el miedo y correr ciertos riesgos cuando es niño. Jobs cuenta
que cuando apenas entraba a la pubertad y deseaba ganar dinero aceptó
cortar el grass en el patio trasero de la casa de un viejo, a quien
temian, de ese temor hablaba con todos sus amigos del vecindario. El
viejo (lo llamo así con respeto) aceptó los servicios del pequeño
Steve y como era de esperarse no le hizo ningún daño, más bien le
enseñó algo que después Jobs usaría en su propio trabajo de
descubridor e innovador. Antes de cortar el cesped, el viejo puso
dentro de la cortadora eléctrica de hierbas un grupo de piedras
pequeñas. Cuando el pequeño Steve terminó su tarea, el vecino le
pidió a Jobs que volviera al día siguiente. Venciendo su miedo,
porque aún Steve no se convencía del todo, volvió. El viejo abrió
la cortadora y sacó las piedras. Fue una gran sorpresa para el
estrenado púber, pues las piedras se habían pulido por el constante
roce al que fueron sometidas durante el trabajo de cortar. Las
piedras toscas de antes ahora se mostraban bellas y lisas, muy
agradables al tacto.
Cuando Steve Jobs formó Apple recordó
las historias de las piedras, el riesgo que hubo en todo eso y en la
necesidad de cierta fricción para lograr algo bello. Junto a las
mentes más brillantes que conocía -le ayudaron mucho porque eran
genios que tenían un ego controlado, no querian ser los primeros,
sólo deseaban hacer su trabajo- lograron colocarse en la cumbre de
las empresas. Todos ellos aceptaron el reto de pulir sus ideas (algo
así como las piedras) para lograr algunos productos necesarios y
bellos, con Steve a la cabeza. (Además, el creador de Apple era un
artista, un amante de la forma y el diseño). De ese constante roce
de ideas, Jobs logró sacar las más bellas computadoras portátiles,
revolucionó el mundo de la música con sus diminutos y simpáticos
Ipods, nos dio las películas más taquilleras en dibujos animados
con Pixar, sin olvidar que se adelantó a su época, pues siendo un
joven se metió al mundo de las llamadas telefónicas gratuitas e
ilegales que unían Nueva York con Londres, Los Angeles con Hong
Kong, Washington con Sidney y le pudo haber gritado lisuras a Alan
Garcia cuando en su primer gobierno, acosado por un ego desbocado,
cometió los más graves desaciertos para con los peruanos. Creo que
estuvieramos mejor en Perú, si ese joven presidente ciego hubiese
tenido los ojos atentos al desafío del futuro, como lo tuvo Steve.
Pero, bueno, sigamos.
Lo que Jobs probó fue que hay que
asumir riesgos. Se equivocó, claro, se volvió un tipo desconfiado y
desleal, después de lo que pasó cuando un egocéntrico John Sculley
llegó a Apple. Steve también no supo escuchar, le dijeron que el ex
de Pepsi Co. había llegado a ser cabeza de la empresa embotelladora
de bebidas gaseosas porque sin duda era un tipo con un sentido
diferente de competencia. Y así pasó. Jobs tuvo que renunciar,
luego del exilio al que fue llevado, pero su visión le dijo que
Apple se iría a pique con Sculley, vendió sus acciones y creo
'Next' con la ayuda del millonario Ross Perot. Cuando en Apple se
dieron cuenta de las sucias jugadas de Sculley y cuando estaban a
punto de aterrizar sin frenos, llamaron a Steve, quien con su empresa
Next acudió en auxilio de Apple, a esto se sumó una inyeccion
económica de Bill Gates, quien aportó US$ 150 millones de dólares.
(Las antiguas rencillas quedaron atrás y reconociendo las
capacidadews de ambos se amistaron para ganar). Al final Jobs
aprendió que la humildad es algo tan grande que tenemos todos los
seres humanos y hay que lucirlo como piedra púlida. Sin duda él
aprendió todo eso del budismo Zen. La vida de trabajo y competencia
le habia estado a punto de borrar las enseñanzas. Además, el
sufrimiento, el cáncer, el transplante de higado al que se vio
sometido casi al final de su vida, le ensenaron tantas cosas. Y el
supo valorar eso. Como la idea que sin duda nunca olvidó: en una
piedra púlida se puede afilar un cuchillo.
Creo que Jobs me contagió eso, tengo
una necesidad de juntar mentes, pulirlas y lograr algo que sea
necesario para todos, para que esos 'todos' puedan disfrutar aún
más. Se me hace un compromiso, una necesidad. Y como Steve Jobs
dijera, no hay una necesidad de hacer dinero, hay una necesidad de
hacer las cosas bien.
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