Tuesday, November 13, 2012

A propósito de 'Corazon tan blanco'



Aprovechando la falta de energía y el hecho de no ir al trabajo por culpa del huracán 'Sandy' me puse una meta: no lamentarme por lo que ocurría y ponerme al día con mis lecturas. A los tres ó 4 libros que leía se sumó uno más: 'Corazón tan blanco' del escritor español Javier Marías.
Tenía que sacarle partido a lo malo, pues sé que hay un resquicio por donde se filtra la luz y hay que buscarlo. Tenía que poner el pecho y dar un paso adelante. “A mí con huracanes”, pensé en tono sarcástico, pero respetuoso, pues sé de lo que es capaz la fuerza destructiva de la naturaleza. Varios días terribles, sin luz, sin comunicación, sin trabajo y con la modorra de sabernos desarmados ante lo que ocurría. Como buen guerrero me puse las pocas armas que tengo y enfrente a los molinos que con el viento casi se vienen abajo. Marías y su buena novela ayudaron a paliar el temporal.
Del escritor español sólo había leído 'Mañana en la batalla piensa en mí', una novela más gordita que la que me disponía a leer ahora. Al leer el segundo capítulo descubrí que ya había leído la historia como cuento, allá por el año 2001, antes de la destrucción de las 'Twin Towers', cuando al visitar Madrid me hice de una antología del cuento español contemporáneo. Muchos deben recordar la historia que se inicia con una equivocación, una mujer en La habana, Cuba, enfrenta a nuestro personaje confundiéndolo con otro y amezándolo con matarlo por la larga espera. Es la luna de miel del protagonista, quien tiene a la flamante esposa descansando enferma en la cama de un hotel habanero, enfrentado a una desconocida que parece conocerlo. La tension está tan bien lograda que sin duda se puede leer el relato como un cuento y se sostiene solo.
La novela trata de los secretos, secreto que por ahora guardaré para no aguarles la fiesta. Lo que sí quiero develar y revelar es lo bien que me sentí al leer el capítulo o la parte dedicada al trabajo de Ranz, el padre de Juan- quien como recordarán es el director del Museo del Prado. Al leer esto me trajo recuerdos gratos de mi estadía en Madrid, de mi visita al museo, claro esta, y de mi placer al apreciar los Goyas y Velásquez que se exhiben en esas enormes salas. Quién no se ha parado ante las 'Majas' de Goya (prefiero la vestida a la desnuda por la gama de colores y la técnica del pintor que se puede observar en el lienzo) y quién no ha admirado 'Las meninas'  de Velásquez. Para mi buena suerte, en el museo Reina Sofia, ubicado a pocas cuadras de del Prado, se exhibían un inmenso estudio del cuadro  hecho en vida por don Pablo Picasso. Un centenar de cuadros, pintados por el genio, para entender mejor al maestro. Meninas de todos los colores en un formato más pequeño. Ojalá algún día esa muestra llegue a ser itinerante por ser tan buena e igual de sorprendente como el gran lienzo.
Lo que leí en la novela de Marías respecto al museo, las obras de arte, los críticos, sus directores y trabajadores me hizo también revivir mis contantes visitas a los museos neoyorquinos. Mientras leía todo lo que contaba el escritor acerca del padre del protagonista me hizo pensar en un sinnúmero de cosas: de hecho en uno muy importante, quién dictamina cuando un cuadro es bueno o malo. En el Museo Metropolitano he visto muchos cuadros de pintores consagrados que no me han tocado, les cito uno de Matisse, 'La danza'. No me dice nada. La pintura, vista de cerca, es como lavada. No se nota el temple del artista ante la tela. Claro que hay otros Matisses, más pequeños, que me encantan. También hay algunos de Kaplinski que son intrascendentes, desde mi punto de vista. Con lo que digo no quiero restar valor a los trabajos de estos artistas, sé que hay algunos que me hacen guardar silencio respetuoso, mientras que otros sencillamente me dicen 'quizás el artista pasaba por un mal momento'. No es por nada ,y, esto para aclarar aún más, sé que Picasso sentía unos celos desmedidos por el arte de Matisse, y que de una una otra forma se quedó solo y complacido cuando el francés murió y el español se quedo solo como el único gran artista de siempre.
Marías cuenta en su novela cómo es que realizan su trabajo algunos expertos críticos de arte, quienes valiéndose de la posición que ostentan -director de museo en esta caso- dictan 'modas' o le dan valor a lo que le falta, muchas veces para satisfacer su ego y su bolsillo. Me duele por ejemplo que el arte sudamericano este tan poco valorado en el Metropolitano. Alguna vez vi un cuadro de Roberto Matta y me quedé medianamente satisfecho. El chileno surrealista tiene un trabajo genial, digno de este o cualquier gran museo, además es uno de mis favoritos. Se me ocurre una muestra de lo mejor de Sudamérica. ¿Será que se ningunea a los Humareda, a los Chávez, a los Vinatea Reinoso, a los Quispe Azin  porque son apellidos nada anglosajones? ¿Hay cierto racismo en el arte? ¿Es culpa de los sudamericanos no haber alcanzado posiciones más elevadas? Pregunto, sólo pregunto. ¿Tienen que cambiarse de apellidos para figurar entre los grandes artistas? Bueno, sí no les gusta a quienes cité, les recuerdo, también tenemos a Szyszlo, Herkovitz, Palao Berastein por sí les gusta apellidos extraños. Quienes por cierto también son artistas extraordinarios.
Bueno, volvamos a Marías metido en el Museo, exhibiendo un Rembrandt. A la Artemisa gorda y fea del Museo del Prado, ataviada con un diadema que no le gusta a Mateu, uno de los vigilantes que trabaja en el museo madrileno del escritor, a quien Ranz pilla tratando de quemar el cuadro del holandés. Y aquí en escritor se detiene a hablar de los cuidadores que hay en los museos, de la atención que hay que tener con cada uno de ellos, porque de tanto ver un cuadro en la misma sala, se estresan y llegan a la locura de querer dañarlos, borrarlos de manera definita de la sala de exhibición. Sin duda hay que rotarlos, cambiarlos de sala para evitar que se aburran, pues se vuelven como esos esposos o esposas que de tanto ver las caras de sus parejas buscan alejarse, pelearse, divorciarse o en el peor de los casos los liquidan, acaban con ellos, como parece que sucede en 'Corazón tan blanco'.
Les dije que no iba a ahondar en los secretos para evitar malograr la fiesta.
La historia que cuenta Marías ante el cuadro de Rembrandt es divertida, llena de tensión y te mantiene en vilo hasta descubir el desenlace. El director trata de convencer al vigilante de no quemar el cuadro. Mateu tien un mechero prendido que lo llega a colocar en el marco del lienzo, Ranz tiene un extinguidor para frenar el daño si llega a ocurrir. La conversación es larga y amena, casi una broma y te exige seguir para ver cómo el escritor libera a los personajes y cómo hace para salvar una obra de arte muy valiosa, valiosísima. No es hasta que se invierten los papeles cuando el agresor toma consciencia de lo que ocurre y pone al defensor y salvaguarda en posición de cometer una fechoría que el asunto se resuelve. Cuando se invierten los papeles, el guardián recobra el sentido del presente, su compromiso y su responsabilidad y hace lo que tiene que hacer: defender el cuadro y la obra en sí.
Mientras leía eso pasaba por mi mente un asunto muy personal. Suelo visitar el Museo Metropolitano varias veces al año. Siempre comienzo visitando el cuadro 'Cristo desciende as los infiernos' del Bosco.  Se dónde está colgado ese cuadro y no necesito a ningún guía o vigilante del museo para llegar al lugar. Sin embargo, alguna vez perdí el rumbo, entonces pregunté por el mismo a un vigilante, quien me salió contestando en español. Tal vez me vio cansado y confundió mi cansancio con excitación cuando pregunté por el lienzo. De inmediato me comenzó a lanzar una serie de preguntas para conocer, tal vez, mis oscuras intenciones, que no las tenía. Le dije que sí no veía primero ese cuadro en particular no podría concentrarme bien en lo que vería a continuación, que siempre hacia lo mismo cada vez que venía, que tenía muchas fotos del cuadro, que para mí era lo más valioso que allí se exhibía. Todo eso le dije al guardián como sí me confesara ante alguien previo a un examen. Quizás pensó que estaba ante uno de esos locos que suelen ir a algún lugar para crear problemas y destrozos. Me guió a la sala y me acompañó en mi estadia por un buen rato. No había dado con el cuadro porque lo habían descolgado del lugar donde se exhibe siempre. El no lo supo, menos lo iba a saber yo. Cuando consultamos al vigilante de dicha sala, nos informó lo que les acabo de decir. Pero el vigilante me siguió a otras salas, alerta. Le había dicho que 'no me concentraba bien sí no veía ese cuadro primero' y como yo había confesado eso, el vigilante pensó, 'ahora este tipo molesto va y me malogra cualquier otro cuadro'. Al despedirnos le dije que ese era el primer cuadro que me gustaría tener colgado en la sala de mi casa. Me dejó luego solo como toro en plaza y estoy seguro que comunicó a los otros vigilantes que no me perdieran de vista. Sonreí porque yo estaba seguro que nunca dañaría ningún cuadro, pero me gustó ser el centro de atención de algunos por un rato.
Por sólo ese detalle del museo creo que hice una buena elección al tomar prestado el libro de Marías del stand en español de la biblioteca de mi comunidad. Pero sin duda, hay detalles adicionales que hacen de esta novela una gran novela. En el relato del hotel de La Habana, la mujer confundida se da cuenta de su error y al descubir a su verdadero contacto y pareja, decide subir. Una vez en la habitación -continua a donde se alojan la pareja española de recién casados- hace sus exigencias. Los flamantes esposos escuchan un diálogo sorprendente. (Hay que recordar que son traductores y que tienen el oído muy desarrollado). La mujer le pide a su pareja, a quien nunca han visto la cara, que tome una decisión, 'ella o la esposa', 'la matas y me sacas de aquí y sí no la matas, me mato yo, pero habrá un muerto'. Juan, mi tocayo y protagonista de la novela piensa que su mujer no ha oído la exigencia, pero ella le confiesa después que sí lo ha hecho. Conversan de regreso en Madrid y él pregunta: ¿Tú crees que él mate a su mujer y traiga a la cubana?'. La esposa contesta, 'el tipo no creo que haga algo para satisfacer a una mujer que es una lata'. No hay respuesta concreta a ese detalle a lo largo de la novela, pero a veces somos tan autodestructivos y hacemos lo contrario a lo que el sentido común juzga correcto.
Lean la novela, les encantará. Yo lo hice recién ahora y quizás la relea.

No comments: