Sueña cigarra
y canta, canta y
pinta: ciruelos dulces
Este es el haiku más personal que he escrito.
Andaba un poco triste, buscando momentos alegres de mi vida y de pronto me vi subido a un árbol de ciruelos en mi casa de niño. En la huerta de la casa de mis abuelos maternos, para ser preciso. Ahí, en medio de la gran huerta estaba el inmenso árbol, que, cuando estaba cargado de frutos, acogía a todos los nietos que llegaban. Nos subíamos al arbol, quienes podían se iban más arriba y atrapaban los mejores frutos. Nos comíamos hasta las hojas ácidas, porque, a decir de mi madre y mis abuelos, eran tan buenos como los frutos y así lo hacíamos, obedientes.
Todos los nietos metidos en el árbol, compartiendo no sólo buenos ciruelos ácidos, que para mi recuerdo eran dulces. Dulces, como los evoco en mi poema. La huerta era grande, en el habían naranjas, mangos, papayas, guindas, limones dulces, incluso un viejo árbol de cacao, pero en el centro se erguía el gran ciruelo majestuoso.
El árbol no sólo acogía a los muchachos y muchachas de la familia, mis amigos se sumaban al festejo. Y en primavera, que llegaba sin precisarlo exactamente, las gallinas que merodeaban en la huerta, también se trepaban a las más altas ramas. El ciruelo era el centro, ahí se congregaba el más grande número de cigarras que ensordecían el momento. Camufladas, para los niños, cantaban y cantaban. Un canto contagioso, que se ha venido a juntar y dar serenata en mi haiku.
Mi niñez, mi alegría, el recuerdo, la abundancia. Eso es lo que encuentro en estas 17 sílabas agrupadas en apenas estas tres líneas. Las explico porque me siento orgulloso de haber escrito este recuerdo que me enternece. ‘No es bueno explicar los poemas, basta con sentirlo’, recuerdo que recomendaba el maestro. Pero me he sublevado. Suelo hacerlo.
Hace algunos días estaba leyendo al poeta estadounidense Robert Hass, quien explicaba un haiku de Kobayashi Issa:
‘The man pulling radishes
Pointed my way
With the radish’
Intenté traducirlo siguiendo los patrones del haiku y desistí. No me tocaba del todo, pero con la explicación de Hass, el breve poema brotó como el agua de una página.
Dice Robert Hass que el poema esta escrito desde el punto de vista del viajero que de pronto pide consejo para llegar a su meta. Se lo pide a un campesino que esta jalando rábanos. El campesino lo ayuda y con los mismos rábanos le indica el camino. ¿Con qué más le podía un campesino señalar el camino a un viajero? Ambos personajes del poema están haciendo lo que hacen y, ese acto que parece banal, cobra vida, gracias a la maestría del poeta japonés. Es más, dice Hass, el haiku esta escrito en un tiempo pasado, como una evocación.
Todo eso me dio que pensar. Primero quería conocer algo más del trabajo de Robert Hass, entonces logré encontrar, en la biblioteca de un pueblo cercano al que vivo, su poemario ‘Time and Materials’. Al comenzar a hojear el libro hay un pequeño poema que creo basta para decir que me gusta el trabajo del poeta (un poema basta algunas veces).
Hass tituló el mismo como ‘Iowa, January’
‘In the long winter nights, a farmer’s dreams are narrow.
Over and over again, he enters the furrow’.
Cuando el poema te toca es más que suficiente, recordé una vez más al maestro.
Desde el título, Hass te da pistas, Iowa en enero, un invierno muy crudo.
Luego, quien vive en esa zona, un campesino. Traduje entonces:
‘En las noches largas de invierno, un campesino tiene sueños angostos.
Una y otra vez, (él) entra en los surcos'.
Me encantó, al traducirlo no perdí la rima o algo parecido que buscó el poeta con 'narrow and furrow', lo mío quedó en 'angostos y surcos', por lo que todo me pareció perfecto.
Creo que es mejor en español omitir (él) por eso lo puse entre paréntesis.
Bueno, me quedé pensando en lo que lei y comencé a evocar y… comenzó mi trabajo.
‘Bajo un cielo rojo
Los ciruelos dulces
La cigarra canta y canta’.
Me gustaba, pero no me convencía. La métrica no era precisa.
Seguí intentándolo
‘Coreando al cielo
Una cigarra canta y
Cantan, los cerezos’.
Me iba alejando. Pero sabía que tenía que seguir intentándolo.
Me gustó lo que sigue.
‘La cigarra canta
Y canta, bajo el cielo
En sombra, los ciruelos’.
Me gustaba, pero fallaba con las 17 sílabas. ¿Tenía que sublevarme y romper con los canones indicados? ¿Era una forma de rendirse, no es cierto?
Estaba leyendo una novela de Julia Alrarez, ‘De cómo las muchachas García perdieron el acento’, cuando en el capítulo referido a una clase en la que Yoyo tenía que escribir poemas en inglés, se me prendió el foco.
Lo intenté en inglés, sin llegar a cumplir mi objetivo.
Me faltaban palabras. Cicada, harvestfly, balmcricket no sonaban como cigarras, parecían moscas. Entonces decidí quedarme en español.
Sueña cigarra
Y canta, canta y
Pinta: ciruelos dulces.
Lo evoqué en el tiempo presente. La cigarra sólo era un recurso, que se prestaba para dar cuenta de mi alegría. Claro, estoy cantando y todo esta lleno de color, no importa sí los ciruelos de la huerta de mi abuelo eran ácidos, en el presente son dulces. Mi recuerdo alegre lo puedo decir cantando y a colores dulces. Me encantó, sentí el pequeño poema como el más personal que he escrito en mi vida. Y hay que celebrarlo.
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