Thursday, July 19, 2012

Excusas extraliterarias


Tengo una excusa perfecta para no escribir, estoy leyendo y releyendo algunos libros que me permitirán contarles algo interesante, pero para ser exacto, no sólo son libros los que estoy leyendo, estoy leyendo también revistas, entre las que destaca The Writer.
Me lamento de no contar con la membresía que me permita leer la revista cada principio de semana de cada mes. Hoy al leer la revista pienso que he perdido algo. Ese algo importante para mi, algo que disparaba mis ideas creativas en varias direcciones.
Acabo de leer y traducir una idea expresada por el escritor T. C. Boyle, por ejemplo, quien dice que “la ficción es arte, es seducción, es disfrutar y entretener. No escribo para hacer puntos, escribo para explorar cosas, temas, posiciones, misterios que me intrigan o me dejan perplejo”.
Le preguntan al autor de 'Wild animal', ¿tu trabajo es muy dramático y también muy interior, cómo satisfaces ambas necesidades de ficción en tus novelas?
Boyle responde, “realmente no lo sé, hay una voz que controla en toda narración, no importa cuan íntimo sea el punto de vista o sí narro en primera o tercera persona, pero debo admitir esa voz. El truco esta en hacer que el lector olvide la voz que controla y seduce desde el punto de vista de un personaje. Esto es lo que intriga y a la vez divierte. Es como hacer crecer una burbuja, una y otra vez”.
Boyle siempre se ha intersado por figuras históricas que han usado mal la cabeza. Entre sus personajes figuran Mungo Park, Alfred Kinsey, Stanle McCormick, entre otros.
Leyendo la revista puedo acceder también a algunos consejos que son vitales al momento de escribir. “Escribir es algo así como iniciar una dieta, se necesita disciplina, algún tipo de plan. Hay que renunciar a algo para encontrar el tiempo que se necesita para escribir, quizás dormir menos, no contestar el teléfono, aunque tus amigos te llamen un antisocial y olvidar mirar las series de televisión que más te gustan”
No es por nada pero hace algunos meses que tengo el televisor desconectado del cable que me da acceso a algunos canales interesantes, como Discovery Channel, History Channel, entre otros.
Muchos dicen que ando desconectado de la realidad. Vaya, la realidad se torna difícil por ratos. Hace algunos días atrás un peruano muy tranquilo a quien conocí en vida, le pegó un tiro a su esposa y luego apuntó el arma contra sí mismo y se quitó la vida. Las pasiones humanas desmedidas. Quizás lo ocurrido me ayude a escribir un cuento que anda dando vueltas en mi cabeza, donde tres personas se enfrentan en un triángulo amoroso, dos son jóvenes y un viejo. No sé si seré el testigo del asunto o el involucrado, Todo comienza una fría noche de invierno, cuando salgo del bar a fumar un cigarrillo. Algo inusual ocurre ante mis ojos, un joven está detrás de un auto, mirando como una muchacha baja de un carro deportivo, justo en el momento en que el viejo la manosea a su antojo, la joven ríe con descaro. Al parecer es la novia en disputa. Cuando el mozuelo es descubierto, ella se sorprende y trata de explicar que esta con un amigo. ¿Un amigo que tiene acceso a tocar descaradamente sin recibir siquiera una protesta?. Son apenas unos muchachos inexpertos que enfrentarán a un viejo. ¿Es el viejo un depravado? ¿Es eso lo que le gusta a la joven?
Veremos que sale.
Internet es el medio que me conecta con el mundo, pero ahí también todo me lleva a la literatura. Acabo de leer la sección cultural del diario El País y me he dado con la opinión de seis escritores españoles en torno al trabajo de extinto escritor estadounidense, William Faulkner. Cada uno destaca algún lado oscuro de las novelas, la atmósfera imperante, los personajes predestinados a lo peor, las mujeres y su papel seductor y fatal, la historia que viene anclada desde el pasado y por cierto el estilo desbordante, casi que ahoga porque no sabremos si habrá mañana. Y no se imaginan las ganas que tengo de volver a leer “Luz de agosto”.
Y si de releer se trata, les diré que estoy atrapado otra vez en la novela HHhH de Laurent Binet, quien como saben cuenta la acción valiente de algunos miembros de la resistencia checa para acabar con la vida de feo caballo ario conocido como el 'carnicero de Praga', Reinhard Heydrich, a quien se le conocía como la cabeza de Himmler, de ahí las iniciales del título de la novela. Esta segunda lectura me esta sirviendo para desatar los nudos de construcción de la historia contada de manera inteligente y novedosa por Binet. Ando en la parte en que los dos paracaidistas -checo y eslovaco- han sido lanzados muy lejos del punto convenido y para su buena suerte han sido hallados por un compatriota que decide ayudarlos. Ya los nazis se han lanzado también en cacería, pues han escuchado sobrevolar el avión que trajo a los valientes soldados que tienen la difícil misión de acabar con el bastardo intruso, a costa de su propia vida.
Un libro es un viaje (siguen los consejos). Si no terminas de leer no has completado el viaje.
Dejar de escribir es perder la oportunidad de conocernos mejor, Uno no escribe para sorprender a los conocidos, cuando uno escribe tiene que explorar eso que tiene dentro.
Escribir bien es la forma más dura de pensar.
Leer ahora se ha convertido en una excusa para no escribir. Leer es lo mejor de mi autoexilio y como sé que es una forma de autodisciplinarme, lo hago con fruición.
Cuando leo soy exigente, deseo entrar en el corazón del escritor, quiero la poesía, al música, la perfección, la comida que me haga olvidar que debo almorzar o cenar. Enganchado en ese mundo mágico, me pregunto ¿qué puedo tomar de este trabajo maravilloso? ¿cómo ingerir toda esta vitamina para nutrir mis sueños, mis pensamientos, mi propio acto de escribir?
¿Qué es lo que hizo este escritor que yo no pueda hacer? Un escritor debe luchar con todos los misterios y las cosas extrañas de la vida. Una historia debe mover los conchos y debe hacer que te levantes de la silla donde estas leyendo con la fuerza de un león.
Todo eso se logra, palabra tras palabra. El lenguaje debe convertirse en la antorcha que ilumina el laberinto. Hay que ingresar al laberinto para alcanzar nuestra verdadera identidad. Escribir una historia es como llegar a rozar el altar divino, es palpar nuestra propia creación. Si Dios te dio la posibilidad de mirar con profundidad dentro de ti, debes tener el coraje para hacerlo. No hay excusas contra eso. Hay que terminar con la cobardía y animarse con valentía a realizar el viaje.

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