Saturday, April 21, 2012

La tía Clemencia y el viagra (relato costumbrista)

Mi hermana me dijo que la tía Clemencia se moría. Que ésta vez se estaba muriendo, por esa razón la llamé por teléfono desde New Jersey a Moyobamba, al pequeño y bello pueblo en la ceja de la selva peruana.
-Ay hijito, me acaban de operar de un ojo y el doctor me dijo que tengo que operarme el otro, justo a un año de la operación a mi vesícula. Y no sabes, tengo un uñero que no me deja caminar y las varices que se me revientan. Otra vez hijito ese problema, no sé cómo renacieron, porque hace tres años el doctor Alpino me operó de las piernas y me redujo esas enormes venas que de pronto se me reventaban como llantas de un carro viejo.
Pobre tía Clemencia, le das cuerda y no para de hablar. La castigaron el día que le quitaron todas las muelas para ponerle las postizas. Desde aquel día paró de reírse, porque los dientes se le salían como cintas de la casetera cada vez que abría la boca, pero su oído, sigue igual y muy atento.
 -Qué gusto 'mi jo' saber de ti.Y cómo está tu corazoncito, me dijeron que a ti también te operaron, pero no te preocupes hijito, tú estas joven. Yo ya estoy pa la otra, en cualquier momento, 'mi jo', estiro la pata. Ojalá no me muera, menos como el Mashita, je.
-¿Cuál Mashita, el mashita jergón?-.
 -No, no, el Mashita, el verdadero. El jergón es un munaisapa. El profe, el verdadero Mashita. Sabes hijo, a su vejez, dejando el magisterio, se volvió prestamista, pero sólo le prestaba plata a las mujeres solas, a las viudas y a las divorciadas.
-¿Por qué sólo a ellas?
-Con segundas pues hijo. Como no le pagaban, el mashita les cobraba de otra manera.
 -Pero el Mashita ya estaba muy viejo para esos trotes.
 -Je, eso es lo que tú crees. Se volvió accionista del viagra. Hasta que se murió. Al Mashita lo encontramos en un hotel. Tieso. Había estado con una ecuatoriana de cuarenta años, a quien le habia comprado una cámara portátil y le estaba cobrando. A la mujer la detuvieron, porque primero se pensó que ella le había matado, pero cuando se puso a llorar y contó lo ocurrido, la policía la puso en libertad. Al Mashita se le paró también el corazón, con ese bendito viagra. Con la Mishi -su mujer- le encontramos calato en la cama de ese hotel mugroso. Con la misma cámara portátil, la policía le tomó fotos al Mashita, tirado en la cama. Le acompañé a mi comadre para recoger al muerto y le dije 'comadre de aquí nomás hay que llevarle al Mashita al cementerio, nada de velorios comadre, para evitar las habladurías de la gente. De frente al hueco, si hueco quería, hay que darle su hueco', le dije a mi comadre. Total, ella se puso a llorar y entre sollozos decía: 'Ay este viejo manavalque, a mí ya no me servía y viene aquí a morirse con otra. Mira pues comadre lo que es la vida... Mis hijos quieren que lo velemos en casa'. Pobre mujer, lloró desconsolada. La cosa, mi hijo fue para cerrar el cajón, el Mashita se murió con su cosa parada. El bendito ataúd no se cerraba. Le poníamos a su cosa pa un costado y 'pon' se volvía a parar. Después de tiempo me animé a agarrar esa cosa y lo doblé. Padecí, hasta que 'troc' sonó y se quedó quieto. Entonces recién cerramos el cajón. Lo que se ha reído la gente en ese velorio, dios bendito. El Mashita volvió famoso al viagra en este pueblo.
A mí me comenzó a doler el estómago de tanto reírme. Riéndome del dolor ajeno.
-Ah, y no sabes? Después siguió el cambalache. El cenizo, se metió con la Rosa. La vieras. Chambona, no mira a nadie, con su pelo pintado y sus uñas postizas anda en el asiento de copiloto del carro viejo del cenizo.
 -Pero ¿no decían que el cenizo era raro?. Que por eso su mujer lo dejó con el argentino.
 -El viagra pues hijo, el viagra. Además, el cenizo quiere hacer creer a sus hijos que es bien macho, pero ya ni ellos le creen. Bienhecho con la Rosa, su marido bien al día la tenía y sin viagra. Ahora con ese viejo, asco debe sentir. Encima el cenizo se anda chupando los mocos para escupirlos y escarbándose con palos sus dientes podridos. Qué barbaridad!, con plata y con los dientes cariados. La Rosa, sólo plata tiene y de que sirve esa plata sino tienes un buen marido en la cama, 'mi jo'. De nada. La Rosa dice que el cenizo le ha ofrecido llevarla a los casinos de Aruba, a Cuba a conocer a Fidel. La muy burra se lo ha creído, sí será la Rosa.
A propósito del argentino, es el que se puso de moda y andaba en boca de todos. Un día lo vino a visitar su amigo desde Miami, desde que llegaron yo dije, 'ju, aquí pasa algo raro'. Idem mujeres se hicieron 'besa besa' cuando se vieron. De aquí para allá, andaban en moto, un día manejaba uno, al otro día manejaba el otro. Se emborrachaban sólo con vino riojano, hasta que seguro se les pasó la mano, el trago tiene sus malas consecuencias, 'mi jito'. El ex marido de la Rosa los encontró besándose cada uno su cosa, ni se dieron cuenta que los estaban mirando, ellos seguían en su asunto como sí comieran helados. Que asco, 'mi jo'. 'Si hubiera tenido una cámara', me dijo el ex de la Rosa, les hubiera tomado una foto.
-Y qué hace el ex de la Rosa con el argentino.
-Trabaja pues hijo en su ferretería, él es que pone las mayólicas y le pagan una miseria.
-Tía, pero la ferretería no era del cenizo? No entiendo.
-Cuando al cenizo le dejó su mujer -la muy viva- se quedó con el negocio y el argentino vivazo se hizo cargo de la ferretería. Ahora el cenizo tiene una farmacia. Ahí es donde el Mashita compraba su viagra, siguiendo los consejos del dueño.
-Vaya tía, qué desorden.
-Así es hijo, la vida es una trilla. Volviendo a los argentinos. Eran medio raros. El que vino de Miami se hacía la manicure, se depilaba las cejas y eso no es habladuría mía mi hijito. No. El propio Silvio me contó, 'Ay doña Clemencia -me dijo el peluquero con su manerita quebrada- hay un argentino feo que viene a que le arregle las manos, pero tiene unas uñas tan toscas, que me da mucho trabajo. Y ni siquiera da buena propina, mi doña. Un besito en la mejilla y se va'.
Y mi hermana que dijo que la tía Clemencia se estaba muriendo. El día que le operen de la lengua, la vieja se muere.
-Hijo, conocí a Matías, el argentino feo de Miami. No sé quien le fue con el cuento que yo tenía un sobrino que vivía en los Estados Unidos. Vino a verme y me quiso dar mi beso, pero me dio asco el tipo con lo que me había contado el ex de la Rosa. Ay, que diciendo para besar esa clase de hombre, que come helados con sal. Me pidió tu teléfono. Le dije que no lo sabía y entonces insistió con tu dirección -terco el fenómeno- que quería tu dirección. Creo que es Miller 765, en Paterson, le dije, mintiendo. No sé sí hice bien 'mi jo', no vaya a ser que te busque este raro y quiera dinero. Dizque a estos les gusta la plata fácil, vaya a venir con chantajes, tú sabes, no? Así son estos indefinidos, doble cara.
Me reí.
-Bueno tía, tengo que irme.
-Tan rápido mi hijo, pero recién nomás hemos comenzado a hablar y contigo no habló desde el año pasado.
-Debo ir a trabajar, tía Clemencia. Hay que pagar las deudas.
-Mi hijo, cuidate mucho. No vayas a tomar esa viagra, tú que sufres del corazón y por favor sobrino, hazme un pequeño favor, mandame unos cien dólares para mi medicina. Ay! este ojo me está comenzando a doler otra vez y mi cintura, con el reumatismo, no me deja ya ni caminar, ojalá no me tengan que operar de la cadera.
-Tía Clemencia, en cuanto salga de mis deudas, le envio los cien dólares, por ahora no puedo, le debo al dentista, al taxista y a un prestamista. Cuidate mucho tía, te llamo en cualquier momento. Un beso. Ojalá nunca te mueras.
Click, corté la llamada, justo cuando la tía empezaba a decir.
-Bueno, 'mi jo', pero me olvidaba lo más importante...

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