Sunday, April 15, 2012
La mancha humana de Philip Roth.
Hay libros que uno hubiera deseado escribir. Con todos los componentes que uno encuentra en esos libros, uno piensa “este es el libro”. Pero qué falta de talento, qué pereza!, tener que trabajar en algo diferente para pagar la renta, la comida, los libros. Excusas. Todo esto me ha ocurrido con “La Mancha humana”, escrita por Philip Roth, para completar su trilogía de disección de la sociedad estadounidense.
Pienso que Roth escribe mejor a largo aliento, sus libros cortos son buenos, pero sus novelas amplias son mejores. Cuando escribe y se explaya como que abre las alas y vuela como un águila, o tal vez como un grajo consentido por Faunia Farley. Faunia es una de los personajes trágicos de esta su novela.
'La mancha humana' es la novela que no solo yo hubiera deseado escribir, también lo hubiera deseado escribir Coleman Silk, el personaje principal de esta historia. Por eso Silk le pide a Nath Zuckerman (alter ego de Roth) que lo haga. Claro, en este caso es difícil que el propio personaje escriba sobre su propia vida, teniendo mucho que esconder. Roth es el que toma el encargo y delega en Zuckerman su cometido.
Es el momento del juicio que enfrentó el ex presidente Bill Clinton, quien usó la sala Oval de la Casa Blanca para permitir que la practicante Monica Lewinsky le practicara varios felatios.
La novela comienza con la confesión de Silk, quien le dice a su vecino Zuckerman que a sus 71 años se está acostando con una mujer de 34. Coleman Silk ha sido decano de la universidad de Athena y ella es la encargada de limpieza de la misma casa de estudios. Faunia es divorciada de un ex veterano de la guerra de Vietnam, es analfabeta y debió escapar de su casa a los catorce años porque su padrasto abusaba de ella. Con este inicio, el gancho lanzado hacia el lector esta establecido y no queda sino seguir la historia. Nos han cogido del pescuezo y hay que seguir en el cuadrilátero diseñado y armado por Roth.
A propósito, Coleman Silk es un gran pugilista, ha peleado muchas veces y ha salido triunfante. Al enterarse, su padre le dice, 'es el momento que te retires, sin una sola derrota'. Silk no es sólo inteligente al momento de enfrentar a un contendor, es inteligente en su vida estudiantil -ocupa el primer lugar- y su padre desea que vaya a la universidad. Los Silk son pobres de Newark, Nueva Jersey, y han llegado a vivir en una zona donde los blancos vivían. Con la llegada de las familias de raza negra, los blancos han decidido marcharse. Sin embargo, Coleman es blanco y pasa por serlo gracias a sus ojos verdes y su color claro.
Los Silk son cultos, gracias a que el padre fue hijo de un pastor y al amor que tiene por la literatura clásica de Chaucer, Dickens y Shakespeare, sin olvidar a los griegos y los latinos. El padre es quien alimenta la vocación del hijo quien llega a convertirse en un experto en latín y griego. Pero vayamos con calma.
Zuckerman reniega de los escritores que abusan del principio, nudo, descenlace que tiene toda historia a contarse, lo cuenta cuando se refiere al papel de profesor que en algún momento le tocó ejercer y que luchaba contra los alumos que cumplían con ese tipo de narración esquemática, por esa razón sus escritos (los de Roth) son armados con un cuidado que hace pensar que la estructura aristotélica, si desean, no se cumpla. Pero se cumple, sólo que Roth es un arquitecto distinto al resto.
Lo que he notado es que todos los escritores buscan ese choque violento que todos los personajes centrales tienen en la mitad de la novela. Como en este caso, Coleman es un muchacho sorprendentemente bueno al principio de la historia, para pasar luego a ser alguien distinto. Sorprendente, pero con algo trascendental que lo ha hecho cambiar. Se ha hecho pasar por blanco para enrolarse en la Marina y lo que es más rompe con su familia de raza negra para vivir su vida de blanco.
Su padre a muerto y su hermano mayor Walter es quien le ha negado que vuelva a la casa para ver a su madre y evitarle el sufrimiento. No sabremos hasta casí el final de la novela que Coleman mantiene un contacto telefónico con su hermana Ernestine, quien es -además- la que redondea todo los datos que le sirven a Zuckerman para armar su rompecabezas (su novela).
El final es magistral, es un crescendo al estilo de Mahler. (Eran las diez de la noche cuando me enfrente a las aproximadamente 150 páginas finales). Lester Farley debe enfrentar sus transtornos de guerra al ir a un restaurant chino y tener muy cerca a quienes llama 'amarillos'. Pasa la primera prueba y la segunda es buscar a su compañero muerto en el muro construido en Washington en memoria de los miles de caídos en Vietnam. Sin embargo, Les ya tramó algo en contra de Coleman Silk y su esposa Faunia, a quien culpa de la muerte de sus hijos por haber estado felando el miembro viril de uno de sus amantes, mientras sus pequeños dormían en casa, sin darse cuenta que se estaban muriendo.
Cuando ocurre la tragedia, Zuckerman (Roth) irá aclarando todos los puntos. Y para eso se vale de Ernestine. Es recién ahí que el escritor conoce la decisión de Silk Coleman de romper con su pasado, de negarle a su mujer y sus hijos (tiene cuatro) el conocimiento al que tienen derecho, el de saber que sus raíces pertenecen no a la raza que dicen pertenecer, sino al que antes no se tomaba muy en cuenta. Y es cuando el escritor se hace una serie de preguntas. Silk Coleman se enfrentó al temor de que uno de sus descendientes naciera con los rasgos típicos de su raza, pero además, le dejó a su hija 'una bomba', quien aún no tiene hijos, la posibilidad de tener uno muy distinto al que ella supone, enfrentándola a una serie de interrogantes que van desde el caso de una supuesta infidelidad.
Gracias a Ernestine, Zuckerman reconstruye otros detalles de la familia. Sabe que los Silk son personas integras, pese a todo. Ella cuenta, algo que pinta muy bien a su hermano Walter, de quien el escritor no habla mucho. Durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, Walter estuvo sirviendo en el Ejército y mientras patrullaban con un compañero una zona de Bélgica vieron a un soldado alemán que caminaba por los rieles del ferrocarril. Cuando Walter vio que su compañero apuntó su rifle contra el caminante, lo paró y le dijo “¿qué haces?”. Estoy tratando de matar a ese nazi. “Y qué si es un soldado que vuelve a casa”. Por esa razón en vez de disparar tomaron como prisionero al alemán y el detenido comentó precisamente que volvía a casa siguiendo los rieles del tren que era el único camino que conocía. De esa manera, el soldado alemán regresó a casa, Walter lo había salvado.
(Cuando leí esto no dejé de pensar en la novela 'Soldados de Salamina', de Javier Cercas, que por cierto es también una de mis favoritas y más adelante pensé en 'Leviatán', cuando Zuckerman trata de encontrar a Les Farley y lo enfrenta, en ese momento el sicópata ex veterano pudo haber acabado con la vida del escritor, como pasa en la novela de Paul Auster).
Y para terminar, luego de seguir el proceso de envejecimiento de Silk Coleman descubrimos que un pequeño detalle acabó con su vida, un comentario. Haciendo buen uso del lenguaje y citando de alguna manera a 'La Iliada', el decano y profesor de latín dijo: esos alumnos 'se han hecho negro humo'. Resultó que los alumnos eran de raza negra y tomaron el 'negro humo' como una forma de ofensa racial, pues ellos eran de raza negra. Coleman nunca los había visto en clase y no sabía de quienes se trataba.
Ya decía el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, en sus 'Prosas Apátridas', no lo cito con exactitud, pero es algo así: “un narcotraficante bien puede vender toda la droga que deseé, pero pobre de él que se pase una luz roja”. Ese pequeño detalle lo hunde. Por ese pequeño comentario -”negro humo”- Coleman Silk tuvo que enfrentar su pasado del que se alejó, abandona la universidad, ve morir a su esposa, se siente volver a vivir al conocer a una mujer joven, sin saber que todo eso lo lleva a su propia destrucción. (Wow, son las 3.30 a.m., y no tengo sueño).
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