Tuesday, December 9, 2014

Rescatista, nunca víctima.

Cuando el piloto se estrelló y cayó en la selva amazónica terminó herido envuelto entre ramas y pedazos del fuselaje de su avioneta. Se sintió desfallecer, agonizó y tuvo alucinaciones. En ese trance vio que junto a él yacía una mujer muy herida y necesitaba ayuda, podía morir. Alucinado, la trató de sacar y no pudo. En ese momento, el piloto pensó que debía salir de entre los escombros para rescatar a la dama, su meta entonces fue salvarla.

Safándose de las lianas y los fierros retorcidos, el joven piloto le rogó a la dama ‘aguantar un poco más’. Tenía que buscar ayuda, alcanzar la civilización y regresar para curar sus heridas. Pasaron días, hasta que llegó a un pueblo. En estado agónico, pidió a los rescatistas que fueran a buscar a la mujer herida y después se ocuparan de socorrerlo . Todos sabían que el piloto estaba solo, que se había estrellado solo, la mujer nunca existió, ella estaba en su propia fantasía de sobrevivencia. En la gran imaginación del sobreviviente se gestó una hazaña, nunca se sintió una víctima, ahí en el fondo de su mente, el piloto actuó como rescatista: al salvar a la mujer, se salvó.

La vida es una prueba que tenemos que rendir y lo mas difícil de lograr es vencer el miedo. Cuando superamos ese escollo, alcanzamos el mejor título. Pero hay que entender que el miedo no es nuestro enemigo, sí lo vencemos habremos probado nuestra fortaleza interior.

Miedo -como lo vemos en el caso del piloto- es oportunidad.

El enemigo dentro.

El miedo está instalado en nuestro cuerpo. Es parte de nosotros mismos. No lo notamos hasta que el cuerpo nos grita. De pronto un fuerte retorcijón en el estómago nos conmina a prestarle atención con urgencia. De pronto, una fuerte punzada en el corazón nos paraliza. Notamos entonces que el cuerpo toma el control de la mente y cuando eso se produce no hay ningún mecanismo que lo frene. Un fuerte dolor abdominal nos puede terminar, una angina nos angustia, parece que nos vamos. Entra a funcionar el sistema de alarmas en el cuerpo. La amígdala cerebral comienza a emitir señales falsas, el azúcar de la sangre es liberada en mayor cantidad, la garganta se cierra, no podemos respirar, temblamos, nos sacudimos, nos confundimos, el miedo nos hace temer lo peor. Muchas veces lo peor ocurre.

Cuando vemos eso con otro tipo de percepción, alguien parece haberse encargado de tirar gasolina en nuestro cuerpo. El incendio producido puede ser fatal. Pero conociendo el mecanismo, podemos descubrir que el cuerpo esta pidiendo un poco de atención. Hay que romper ese círculo vicioso y aquí la meditación atenta y focalizada ayuda.

Todos ponemos atención al cuerpo sólo cuando quiere comer, tener sexo o cumplir con las necesidades fisiológicas. Después es como que ‘algo’ anda pegado a nuestra cabeza, nos interesa muy poco. Algunos tratan a su cuerpo como sí fuera el pariente pobre y moribundo. Lo ignoran y maltratan, es la carga pesada que muchos llevan, es la carga que sí podrían la tirarían por ahí. Cuidado, es sólo prestada. Hagamos las paces con el cuerpo, atendamos a nuestro cuerpo, amemos nuestro cuerpo que se nos ha dado solo para experimentar la alegría de vivir. Vivir bien, sin dañarnos, ni dañar a los otros. Sacudámonos de la idea malvada de ‘como tengo un cuerpo feo, quiero el cuerpo hermoso, no sé cómo deshacerme del mío. Lo enveneno con sutileza, lo cebo más de la cuenta’.

Reitero, el cuerpo es prestadito.

Veamos la meditación.

Meditar es y tiene que ser un ejercicio sencillo. Hay que sentarse cómodo a observar el presente* con paciencia y humildad. Se trata de respirar tranquilo, mirando el proceso. Luego no hay que buscar mucho, sólo calmar la mente y relajar el cuerpo. No es fácil, la mente sin entrenar esta acostumbrada a pensar sin control. Los budistas dicen que hay que calmar los pensamientos que son como monos que saltan sin control. Hay que dejarlos ser, sin prestarles mucha atención. Ojo, cuando ganan nuestra atención, se vuelven tercos y obsesivos. Los reprendemos y al reprenderlos nos ganan. Déjalos. Que salten hasta que se cansen, sólo observalos con alegría y curiosidad.

Ahora, cuando bajamos a observar el cuerpo, observamos la tensión que existe en el cuello y los hombros y hay que comenzar a relajarnos. Luego notaremos que lo hemos abandonado, no se trata de perfumarlo o maquillarlo, es algo más simple y profundo que eso. Recién cuando miramos adentro vemos que no hemos sido agradecidos con el cuerpo que tenemos prestado, es entonces que vemos el dolor y la pena que esta atada en nuestro interior. Es el pozo del sufrimiento. Todo obedece a los malos hábitos y las creencias falsas que hemos almacenado. Cambiemos y limpiemos eso con ternura y compasión hacía nosotros mismos. Apapachémonos. Es el momento de ser agradecidos y bondadosos con nuestro cuerpo. Hay que tener la disposición de perdonarnos. Cuando se establece una buena comunicación con nosotros mismos estamos dando un paso importante, tal vez el más importante. 

No comments: