El escritor cubano Leonardo Padura esta escribiendo las
apostillas de su novela ‘El hombre que amaba a los perros’. Padura hizo el
anuncio en la última feria internacional del libro, en Buenos Aires.
Padura llegó a la capital argentina como el invitado
especial para la temporada y ante un auditorio lleno de seguidores recordó que
hace algunos años estuvo también en la feria y que su presencia pasó casi
desapercibida.
Padura ganó notoriedad en el 2010 tras la publicación de la
novela en la que contó la vida de León Trotsky, quien huyó de la entonces Unión
Soviética para escapar de la orden de asesinato dado por el dictador ruso José
Stalin.
Asimismo la historia cuenta -en contrapunto- la vida del
joven español Ramón Mercader, quien tenía la orden de acabar con el opositor
Trotsky quien vivía exiliado en México. Mercader llegó después hasta la remota
Coyoacán para asesinar al otrora líder ruso con un pico de mano y cumplir el
cometido pese a todas las medidas de seguridad dispuestas por el propio
asilado.
Padura dice tener una serie de historias en torno a ‘El
hombre que amaba a los perros’ que por razones de la propia historia no escribió
en la novela. El cubano adelantó que será algo parecido a lo que hizo el
italiano Umberto Eco, quien luego de publicar su novela ‘El nombre de la rosa’,
presentó un libro adicional que contaba pormenores de cómo fue el proceso para
escribir su también famosa novela.
Padura no sabe explicar con exactitud cómo se inició la
concepción de su historia. Cuenta que en 1989 visitó la casa donde asesinaron a
Trotsky -hoy convertida en el Museo del Asilo- y que se conmovió al ver las
inmensas paredes construídas para evitar lo que finalmente ocurrió: el asesino
se filtró por la puerta y golpeó a Trotsky en la cabeza, cuando el ruso se
disponía a escribir algo. La muerte no ocurrió en el acto, León Trotsky vivió
para pedir a sus guardias de seguridad que no acabaran con el joven, pues era
la manera directa de llegar a descubrir al verdadero asesino.
El escritor cubano dice que en su país no había nada respecto
a León Trotsky, apenas una biografía y dos libros cuyos títulos eran: ‘Trotsky
el traidor y Trotsky el renegado’. Desde entonces empezó una investigación a
conciencia por dos años. En Espana –cuenta Padura- visitó los lugares donde se
vendían libros viejos. Luego los amigos se fueron sumando y le enviaron una
serie de trabajos en torno al exiliado asesinado.
Padura supo que el asesino Ramón Mercader vivió en Cuba
desde 1974 y que tenía el nombre de Jaime Ramón López –los rusos le habían dado
ese nombre tras ser liberado de una prisión mexicana. Un pequeño grupo burocrático
cubano sabía de quien se trataba con exactitud. Al parecer, Mercader llegó a
Cuba debido al pedido expreso de su esposa. La mexicana Rogelia Mendoza no
resistía vivir en Moscú, porque no se acostumbraba a ese ambiente tan frío. La
Habana pareció ser el lugar que más se acomodaba a sus costumbres.
Mercader se trajo de la Unión Sovietica dos perros de raza y
acostumbraba caminar con ellos a lo largo de la quinta avenida, en la capital
cubana. En ese momento el director de cine Tomás Gutiérrez Alea, uno de los
cineastas más representativos de Cuba, andaba pensando comenzar a filmar su película
‘Los sobrevivientes’, historia que cuenta cómo una familia de ricos decide
encerrarse en su mansión, mientras termina la revuelta que habían orquestado los
barbudos.
'Los ricos cubanos deberían tener unos perros que los
representara', pensó el director de cine sin dar con ellos; hasta que un día, al
caminar con su esposa, la actriz Mirtha Ibarra, vio a Mercader caminando con
sus galgos rusos. “Estos son los perros de mi familia burguesa”, parece haber
sido la expresión del director. Abordó al dueño y le solicitó el permiso para
filmarlos. Mercader dio una evasiva para salir del apuro. Padura no sabe del
arreglo que se hizo para que Mercader dejara que sus perros aparecieran en la
película, pero sí desean mirar a los bolsoi basta poner a correr los primeros
minutos de la película.
Padura no cree que pueda acceder a la información, primero
porque el director ha fallecido y segundo porque la esposa actriz de Gutiérrez
Alea no lo recuerda.
Un dato curioso es el que el doctor Ascues le refiere a
Padura. El padre del escritor enferma y le descubren que tiene cáncer en la naríz.
Cuando hace las averiguaciones pertinentes llega al Instituto de Cáncer de La
Habana donde conoce al principal especialista en cuello y cabeza. Se presenta
ante el galeno y el doctor Ascues se complace de conocer al escritor de quien
ya ha leido sus libros policiales. Cuando Ascues le pregunta a Padura, qué
libro esta escribiendo, el escritor le cuenta que viene tratando de desentrañar
la forma como asesinaron a Trotsky. Vaya, yo fui quien le diagnóstico cáncer a
las amígdalas, comentó el oncólogo, quien al dudar de su diagnistico llamó a su
asistente, quien confirmó lo que era evidente, el paciente –un desconocido para
ellos- padecía de cáncer avanzado. El diagnóstico se da en marzo de 1978.
Cuando los doctores Ascues y su asistente el doctor Cueva abordan un avión con
destino a Buenos Aires para participar en un congreso internacional de oncología,
una aeromoza les alcanza un periódico bonaerense, en la página 6 ó 7 descubren
la noticia de la muerte del asesino de Trotsky, cuando observan la foto ambos
doctores se sorprenden, era el mismo paciente a quien le habían dicho que tenía
un cáncer muy avanzado. Este hecho ocurrió unos meses después, octubre de 1978.
De no haber ocurrido este viaje, los doctores jamás hubiesen sabido a quien le
habían hecho un diagnóstico tan preciso, comentó Padura.
El cadáver de Mercader fue sacado de la capital cubana y fue
llevado a la capital soviética. En el cementerio de Moscú, se enterró a
Mercader con el nombre de Ramón López. En 1994 recién se le colocó su nombre
verdadero.
Para Padura darle una historia ficticia a un personaje histórico
sin historia fue más ‘fácil’ al momento de escribir la novela.
El escritor sabía que la novela no se publicaría en Cuba,
pero de todas maneras presentó su manuscrito ante la directora del ente
correspondiente, quien para su sorpresa aprobó su publicación. La novela gozaba ya de una gran
aceptación tras la publicación hecha en Barcelona en el 2009. Así que la edición
cubana apareció al año siguiente. Se publicaron de 500 a 600 ejemplares y
cuando se anunció ‘se acabó’, se acabó. Es lo que tememos los cubanos, señala
Padura: ‘En Cuba, cuando las cosas se acaban, realmente se acaban. Los libros
se habían robado de los almacenes, los libreros habían hecho compras por lo
bajo, en fin’.
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