Thursday, May 5, 2011
Osama se escondía como Abimael Guzmán.
Estaba leyendo cuando el presidente estadounidense Barack Obama dio a conocer la muerte del líder terrorista de Al Qaeda, Osama Bin Laden.
Conocí la noticia a la mañana siguiente cuando mi compañero Johny Mc Giver me abrió la puerta de su auto. Fue lo primero que me dijo luego de darme el saludo de “buenos días”, en español. Johny estaba doblemente feliz, sin embargo, cuando me dio la noticia de lo ocurrido en Pakistán no le creí. Pensé que Johny bromeaba, él siempre bromea. Prendió la radio y como eran las 7.00 a.m. pudimos escuchar los titulares de la hora y luego la voz del mandatario estadounidense dando cuenta del hecho. Un comando de élite abatió a tiros al líder terrorista más buscado del mundo.
En ese momento no se dieron los detalles, los detalles comenzaron a darse en el transcurso del día.
Lo que recordé esta mañana de lunes, al escuchar al jefe de gobierno de los Estados Unidos, fue la captura de Abimael Guzmán Reynoso, uno de los líderes más sanguinarios que tuvo Perú, era el cabecilla del grupo maoísta Sendero Luminoso y había ordenado varias matanzas de civiles, la última con un coche bomba (600 kilos de anfo y dinamita) contra un edificio de clase media en pleno centro de Lima, donde murieron muchos, así como que resultaron cientos de heridos. Fue la gota que rebasó el vaso, y así se lo conté a Johny.
¿Sabes dónde vivía este terrorista? Bajo las faldas de una mujeres tontas que le rendían pleitesía. Se escondía en un segundo piso de una casa donde funcionaba una escuelita de ballet. La escuela estaba dirigida por una mujer joven, bonita y muy acomódada económicamente, quien lamentablemente estaba coludida con el terrorismo. Luego le referí a Johny la historia de Víctor Polay Campos, el otro cabecilla del terror en Perú, quien se fue a cenar en un restaurante ubicado al costado de una estación de policía. Felizmente un policía lo reconoció y lo detuvieron. Pero antes, Polay había fugado de un penal limeño por un túnel y junto a él se fugaron un buen número de sus seguidores.
Me sorpreendí luego al descubrir algunas coincidencias entre lo que pasó con Abimael y el final de Osama Bin Laden. Vivía en el piso más alto de una casa en el barrio de clase media conocido como Bilal Town, a una hora en auto de Islamabad, capital de Pakistán. (En el 2005 el dueño de la propiedad dijo que fortificó su casa, como lo hizo, porque tenía muchos enemigos).
Alguien por fin hizo una lectura correcta e inteligente, sin ahogamientos ni más torturas, pensé. Hace algunos días, un grupo numeroso de terroristas fugó de una carcel de Afganistán por un túnel construido de la calle a la prisión. Al parecer en Al Qaeda alguien estaba leyendo y copiando las acciones de los terroristas peruanos. ‘Había que tomar una decisión rápida’, creo que pensó alguien en la CIA, con todos los datos acumulados.
Al llegar al trabajo hice mis labores escuchando National Public Radio y los detalles fueron apareciendo, matizados por el comentario de los otros compañeros de trabajo. Un colega dijo que al escuchar el domingo que Obama se iba a dirigir a la nación, algo importante se venía. Quizás su renuncia, agregó con humor republicano. Obama para el parecer de muchos estaba gobernando mal, se veía falto de reacción y su reelección se alejaba de sus manos. Sin embargo, como buen político tenía algo, “un as bajo la manga”. Escuché comentarios como que ‘al fin se puso los pantalones y ordenó que se realizara la acción militar corriendo todos los riesgos’.
Sí Alberto Fujimori, el otrora presidente peruano hubiese estado en su oficina dirigiendo la captura de Abimael, pensé. Quizás hubiesemos tenido una copia histórica más, pero lo que pasó en Perú sirvió para que Obama obrara mejor. En Perú, Fujimori estaba pescando en el Amazonas, sin saber lo que hacían los miembros del GEIN, un grupo de valientes policías que usando la inteligencia andaban tras los pasos del terrorista más buscado en Perú. Felizmente los policías no avisaron a Fujimori de su acción, el marcado protagonismo del “chino” pudo traer por tierra el operativo y la captura del ‘cachetón’. Cuando Fujimori se enteró se acababa de comer una gaminata pescada en el río y se indigestó de verdad, no hubo bacalao para Fujimori, hubo una gamitana. El entonces presidente peruano regresó a Lima molesto de sus cortas vacaciones y los peruanos tuvieron que esperar que le pasara la indigestión. Acostumbrado a estar al “tanto de todo”, los policías se guardaron los detalles de la operación y se lo dijeron después. Fue un momento importante para coecionar todo el país, pero Fujimori estaba irritado y trató de restar méritos a los policías. Obama no. Fue sobrio cuando dio a conocer el éxito de la operación ‘Geronimo’. No dijo mucho, pero con lo que dijo bastó.
Barak Obama ordenó actuar a un grupo especial de los Navy Seal pasando de Afganistán a Pakistán (ambos países limitrofes) para llegar en dos helicópteros hasta Bilal Town, en Abbotabat, y acabar con el líder terrorista, Osama Bin Laden. Lo más difícil de un ser humano es dar una orden de este tipo, acabar con otro ser humano, por muy equivocado que este, pero Obama asumió el riesgo.
Hasta el momento no me queda claro la participación del gobierno y los militares pakistaníes. Hemos escuchado algunas versiones, pero nada más sensato que la opinión que me dio mi sobrino André, un adolescente de 16 años, a quien le gustaría ser profesor de Historia: “Forzamos a Pakistán a aceptar nuestros helicópteros una vez que entramos en su territorio. Están con nosotros, nos ayudan haciéndose de la vista gorda, o están a favor del terrorismo”. A los pakistanies no le quedo más opción que el de hacerse los ‘suecos’ en su propio territorio. Todos saben que los estadounidenses desconfían de los pakistaníes desde hace muchos años y así lo han expresado hoy abiertamente. Es más, para algunos los pakistaníes juegan a cuatro bandas en esta difícil zona del medio oriente.
Un comando de élite que va a una misión tan arriesgada y que no desea reportar muertos o heridos en sus filas, sencillamente entra a matar para evitar dichos riesgos. Además, las autoridades estadounidenses deben de haber contemplado: “¿un terrorista muerto o un soldado muerto?”, la respuesta no exige una inteligencia superior, basta el sentido común. ‘Geronimo EKIN’ fue la clave que dio respuesta a la operación exitosa. Osama, el enemigo está muerto en la acción.
Sin embargo, un helicóptero colapsó poniendo en riesgo al operación. Entonces hay que hacer una pregunta a quien corresponda ¿qué pasa con esos helicópteros?. Ojo, no es el primero. Fueron los soldados del Navy Seal los encargados de tomar la decisión y en el terreno resolver la situación. Al final siempre son los hombres quienes ganan una batalla o una guerra.
Osama vivía en una casa fortificada, sin conexiones telefónicas visibles, pantallas parabólicas o una antena de televisión, típica de una casa de familia acomodada, fue un detalle que llamó la atención. Los cálculos hablan de un millón de dólares cuando se refieren al costo de la vivienda, ahí en el piso superior vivía el líder de Al Qaeda, tal vez confiando en su buena suerte y creyéndose como todos estos líderes, sin duda, como los ‘elegidos’. Esa confianza lo llevó a fallar.
La inteligencia, quiero creer que esa inteligencia que cree en el trabajo paciente y metódico, antes que el mal héroe de spaguettis que puede apelar a la crueldad, fue el que ganó esta batalla. La inteligencia ya había logrado dar con un mensajero que le llevaba y traía los recados a Osama Bin Laden. Del individuo sólo se sabía su alias, hasta que se logró identificarlo: Abu Ahmed Al Kuwaiti. Este contacto llevó a la inteligencia hasta la cueva del ‘lobo’. Ahí los comandos del Navy Seal lo abatieron con dos tiros, uno a la cabeza y el otro al corazón, ambos disparon para asegurar que el objetivo este sin ninguna posibilidad de contraatacar. Se dice que los comandos tomaron el cuerpo de Osama, destruyeron el helicóptero averiado y salieron del barrio de Bilal Town. Un helicóptero más había llegado al socorro, pues eran los de la contingencia en caso que algo resultara mal. Los comandos volaron las naves con dirección al mar y allí, nos dicen, tiraron el cadáver del líder de Al Qaeda. Acabo de leer que la hija de Osama, herida y curándose en un hospital pakistaní, a dicho que su padre se rindió y que los comandos lo eliminaron.
Aquí vuelvo al caso peruano que me lleva a creer que los involucrados en este acontecimiento con final trágico -siempre una vida perdida es de lamentar- estuvieron viendo y leyendo con acuisiosidad lo que pasó en Peru durante esos tristes años del terrorismo y también estuvieron inmerso en la Literatura peruana. En la novela ‘La guerra del fin del mundo’ Mario Vargas Llosa cuenta la historia de un líder que puso en riesgo a toda una nación con sus creencias apocalípticas. Se generó tal clima de violencia en esta zona desértica que se involucró a todo el ejército en una batalla para frenar lo que ocurría. Cuando este líder muere, sus restos fueron arrojados al agua.
A veces la realidad calca a la ficción. Volveré a lo que estaba leyendo cuando ocurrían los hechos que terminaron con la muerte de Osama Bin Laden.
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2 comments:
Bien Juan. Tenemos una experiencia en este tema de terrorismo que lamentablemente la hemos ganado a pulso y por eso no es dificíl encontrar coincidencias en el caso Osama con Abimael.
Los servicios de inteligencia leen todas las acciones ocurridas en el mundo y la captura de Abimael forma parte del adiestramiento, según alguien me indicó hace un buen tiempo, solo que aqui y como bien dices o un soldado muerto o un terrorista muerto y los gringos son bien prácticos. Hoy día habrían movilizaciones en el mundo pidiendo libertad para Osama si éste estuviera vivo. Razones de practicidad y estrategia lo llamna algunos creo y que bien que hagas alusión a la guerra del fin de mundo que para mí es lo mejor de Mario Vargas LLosa que es un lujo para todo peruano, mañana leo tu columna anterior.
Juanito me gusta tu estilo...creo ke si conseguiras tus suenos...sigue adelante...haber cuando te avientas el libro bro!...Seguire leyendo tu Blog...suerte!
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