Thursday, April 28, 2011
Mirando 'El Aleph'.
Hay cuentos memorables. Hay cuentos a los que volvemos más de una vez y siempre nos quedamos deslumbrados. Uno de esos cuentos es ‘El Aleph’. No soy el único lector de ese relato escrito magistralmente por Jorge Luis Borges, sin duda hay miles de lectores que vuelven una y otra vez al cuento del maestro argentino.
Hace algunos años empezó mi constante y detenida visita al libro para poner especial atención a este relato. Es más, en un taller de narrativa que se dictó en la Universidad de Ciencias Aplicadas, el joven narrador cubano Ronaldo Menéndez (no sólo el fútbol tiene a Ronaldo) nos hizo escarbar con pinzas entre las palabras escritas por Borges.
En aquella oportunidad conocí la técnica de las cajas chinas. En El Aleph Borges hace uso de este recurso literario para contar tres historias que forman parte de uno central. El primero esta representado por el amor obsesivo que Borges siente hacia Beatriz, el segundo es el arte como expresión de un todo, aquí se observa la concepción del arte y la relación de los artistas –Borges y Carlos Argentino Daneri- y el tercero es El Aleph mismo que habla del infinito.
En el relato Borges plantea un bloque inicial en el que cuenta todo lo que necesita para armar su historia, allí están sus personajes en relación con el mundo vivido e imaginado, real e irreal, presente y pasado que por cierto nos llevara a un futuro porque así es el lenguaje, nos dice Borges más adelante. Beatriz será el remo que nos guiará en ese pequeño río, mientras avanzamos en el bote con Borges y ella aparecerá sólo cuando sea necesario. Este cuento tiene cuatro o cinco niveles de lectura, la primera es una historia de amor, otra una suerte de autobiografía, hay una alegoría pues se asocia el cuento con la Divina Comedia, novela escrita por Dante Alighieri (basta ver inscrito el nombre de Beatriz para suponer lo expresado) y sin ninguna duda este es un cuento fantástico.
Un cuento se vuelve fantástico gracias a la ‘teoría de conversión’, decía Menéndez. Borges llega a la salita y evoca a Beatriz a quien ve en fotos desde niña hasta poca antes de su desaparición física. Recuerdan a Beatriz en tres cuartos, de perfil, esa es su primera conección; con el pekinés que le regalaron. No hay nada gratuito en todo esto. Le habla como pidiendo permiso para descender a encontrarla a solas y verla aunque sea con otro. En ese momento sabemos que Borges irá a encontrarse también con lo fantástico.
El lenguaje en El Aleph es algo tan bien usado. Basta mecionar algunos ejemplos: “cambiará el universo, pero yo no, pensé con melancólica vanidad”. En el propio lenguaje comienza uno a comprender la tensión que se necesita para hacer avanzar un relato como el escrito por el argentino. “No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros. Libros cuyas páginas, finalmente aprendí a cortar, para no comprobar meses después, que estaban intactas”. Con esta frase sabemos que el amor de Borges no fue correspondido y nos dolemos por él.
En el relato, Borges nos da información con calma. “Ejerce un cargo subalterno en una biblioteca ilegible”, dice al comienzo refiriéndose a Carlos Argentino Daneri, luego el personaje nos muestra unos poemas escritos en unas hojas de la biblioteca Juan Crisóstomo Lafinur. Del primo de Beatriz nos dice que es un tipo con una actividad mental continúa, apasionada, versátil y del todo insignificante”. Con lo que cuenta, además, nos habla de cierta rivalidad y lo que es peor, este tipo nada interesante es el que gozó del amor de Beatriz. ¿Quién es Beatriz para preferir al otro, dejando a Borges de lado?.
Al principio veremos a Borges llevando una botella de cognac, más tarde veremos para que sirve el licor, tal vez para envenenarlo, porque Daneri también podría estar loco o desconectado de la realidad.
Una de esas noches Daneri le muestra sus poemas, sin saber realmente por qué. ¿Sólo por ostentación intelectual? No, el relato necesita eso. Dos domingos después lo cita para pedirle el prólogo. Aquí, una vez más, el lenguaje es contradictorio y le da más tensión al relato. “El hombre iba a pedirme que prologara su pedantesco fárrago (Fárrago es una palabra bien seleccionada, Borges no confía en la calidad del poema), sin embargo, “mi temor resultó infundado”, el primo de Beatriz deseaba que sea un plumífero de garra quien escribiera el prefacio.
Lo que dice Borges o su personaje acerca de los críticos es interesante: “no disponen de metales preciosos, ni tampoco de prensas de vapor, laminadores y ácidos sulfúricos para la acuñación de tesoros, pero pueden indicar a otros el sitio del tesoro”.
Para sumar la tensión, Borges habla por boca de Daneri de la casa de los Zunino y Zunni, los dueños de la confitería que al principio es reconocido como uno de los más encopetados de Flores. Sin embargo, Daneri los menciona después como los ‘ilimitados’ que tratan de demoler su inveterada casa.
Es en esa instancia que Borges recibe la noticia del Aleph. Borges se alegra y lo que es más ‘se colma de felicidad’ cuando piensa que Daneri está loco. Pero ese loco le da una copa de seudo coñac para que pueda bajar al sótano y busque la ubicación perfecta debajo de la escalera. Antes del descubrimiento, Borges se pregunta sí no se habrá dejado soterrar por un loco que pretende defender su delirio. Más tensión a la trama. ¿Morirá Borges antes de ver lo que está más allá?. Y de pronto aparece el inconmensurable universo.
Beatriz no se ha perdido, Borges habla de ella cuando piensa recomendar a Daneri, como el primo de Beatriz, así la volverá a evocar. Al descender al sótano Borges se encuentra a solas con ella y lo que es más doloroso para él, la descubrirá escribiéndole cartas obscenas a Daneri. Para no discutir del Aleph después de su experiencia, el escritor usará un recurso pequeño, pero efectivo, se niega a hablar con Daneri del mismo y se venga de él sugiriéndole la demolición del inmueble para que pueda seguir escribiendo sus poemas. Claro que ya Borges nos hizo una descripción de lo que ha visto. Incluso a visto su cara, tu cara y la mía.
Borges tiene un humor negro genial. Hace que Daneri gane el Segundo Premio Nacional de Literatura. Su obra no gana un solo voto. Viejo va olvidando incluso los rasgos de Beatriz, quien es la que abre y cierra el relato.
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1 comment:
"Los rasgos de Beatriz". Ese era el título secreto de la obra completa de JL Borges.
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