Algunas veces me he preguntado al releer los cuentos del escritor
peruano Oswaldo Reynoso ¿qué pasó con los personajes de su libro ‘Los
Incocentes’ más de cincuenta años después? En el supuesto caso que hubiesen
existido, claro está. No soy el único que se ha formulado esta interrogante,
sin duda. Incluso algunos le han preguntado al narrador de manera directa, sin
obtener respuesta, creo.
Pienso que Oswaldo Reynoso hace bien al no contestar la pregunta,
porque quiere –intuyo- que sus lectores hagan su trabajo. Hablo de los lectores
activos, de los que se involucran con el texto, con la historia y con las
situaciones que viven los personajes.
Alguna vez, Reynoso recibe regalos para sus personajes. Cuenta que una
vez una niña le regaló golosinas para ‘colorete’.
Bueno, seré entonces el primero que se arriesga a decir algo de lo que
hubiese pasado con esos adolescentes de las quintas del barrio de Jesús María
que con ese modo de hablar irreverente y descarnado aparecieron en escena para
escándalo de la cucufatería limeña, en 1961.
Oswaldo Reynoso en Lima dicharachera.
Oswaldo Reynoso nace el 10 de abril de 1931. Parte de su natal Arequipa
y llega a Lima cuando tenía entre 19 y 20 años. El viaje desde el sur peruano a
la gran urbe le toma por aquella época dos días y medio. Venía a estudiar
Lengua y Literatura en la entonces Escuela Superior de Educación Enrique Gúzman
y Valle (La Cantuta). En sus días libres sale a mirar lo que el llama la ‘ciudad
palpitante’ llena de enormes calles y avenidas y se sorprende con la forma de
hablar rápida de los limeños a quienes les pide bajar la velocidad para
entenderlos.
El joven Reynoso recorre barrios, billares y cantinas tratando de
integrarse. El uso de algunas palabras dichas en jerga y en un tono distinto
comienzan a pasar a formar parte de su vocabulario, el mismo del que hace uso
cuando comienza a escribir sus relatos.
Reynoso se mosquea y pilcha sale a buscar tonos, donde no sólo chupa
que chupa para soltar la sin gueso y conquistar algunas gilas.
En sus relatos plasma de manera magistral el lenguaje y va más allá, se
mete en la psicología y el pensar de los jóvenes de entonces, que a sus
problemas de violencia, celos, inseguridades y anhelos, suma el de la
sexualidad. Reynoso dice que los personajes deben cumplir ese requisito, no sólo
deben ser presentados en su exterior, sino en el tono que hablan. Toda
comunicación se entabla a través del lenguaje, precisa.
Los inocentes marcó un hito en la literatura peruana, se trata de un
libro de cuentos con un ejemplar realismo urbano de la calle, que según el
poeta peruano Washington Delgado sigue siendo actual porque aborda el problema juvenil
desde adentro. Más aún, esos problemas subsisten. Los jóvenes de todas las épocas
se ven reflejados en el lenguaje y en la problemática de lo que leen. Perú
sigue con lo mismo: falta de empleo, falta de horizontes y falta de reconocimiento.
Para el autor también de Los ‘Eunucos inmortales’, todo escritor parte
de su experencia vital y/o cultural. Algunos sólo lo hacen desde la cultural,
pero él lo hace desde la vivencial para sumar lo cultural. (Los eunucos
inmortales es un típico ejemplo de lo que profesa. La novela cuenta la experiencia
del escritor en China durante la masacre estudiantil ocurrida en la plaza de Tian’anmen).
Reynoso fue testigo directo de lo ocurrido.
Los inocentes, ahora.
Y para ir al grano, a continuación respondo a mi pregunta inicial.
Los inocentes, cincuenta años después.
Cara de ángel se vuelve un gran jugador de billar, pero
termina de pastor cuando muere su madre. El vive atormentado por la culpa de
haberla dejado sin pan. En penitencia se entrega a la religión y llega a ser
pastor de una iglesia en una zona muy populosa de Lima, Villa Maria del Triunfo.
Carambola es seguidor de Cara de ángel por un tiempo. Lo
deja sin darse cuenta que siente envidia por él. Nunca llega a dominar el taco
que le ha dejado en herencia Choro parado. Carambola endiosa a Cara de ángel
cuando lo tiene delante, pero habla mal de él en cuanto este se da la vuelta, dice
que nunca jugará como lo hacia el verdadero maestro Choro parado. Carambola se
reúne con Gladys, la perdona que sea puta, pero ella sigue en sus andadas, se
lia con Colorete. Al darse cuenta Carambola rompe el taco de billar en la
espalda de Gladys, pero ella se defiende con las bolas, se las tira a
Carambola. Le destroza los dientes y lo que es peor, le produce un derrame
cerebral. Los médicos del hospital Dos de Mayo le salvan la vida, pero él
termina inválido.
El Príncipe sale de la cárcel como un avezado delincuente. Busca
a Dora la puta quien vive un romance con un principe verdadero, un jovencito rico
de Miraflores. Dora le cuenta que nunca podrá tener hijos y que por ahora se
complacerá acariciando muchachitos.
El Príncipe vuelve a robar, esta vez busca a Colorete de
compinche. La policía captura a este último y para evitar ir preso tira dedo al
príncipe, quien vuelve a la cárcel. Este al salir trata de vengarse, pero
colorete ya ha huído a colonizer una zona de Pucallpa. En la selva aprende a
bailar cuando esta borracho y vaya sorpresa, logra juntar a algunos músicos
para armar una banda. En la selva se junta también con un brujo que los lugareños
llaman ‘médico curandero’, quien le enseña algunos trucos y por fin, sueña con
volverse rico.
Juanita, la chica de los quince años, termina llenándose de
hijos, nunca se casa con el estudiante de Derecho, éste la usa y la abandona
por la hija de un juez. Ella espera que el verdadero juez haga justicia.
Rosquita termina calvo, vendedor de pelucas. El monta un
negocio junto a Manos voladoras, quien a su vez muere en su habitación, dos jóvenes
lo torturan para robarle y lo dejan morir desangrado. La prensa da cuenta del
hecho con titulares inmensos. Los jóvenes logran su libertad tras purgar apenas
dos años de castigo. Rosquita sigue quejándose del hígado, pero los médicos
descubren que tiene cáncer al páncreas. Rosquita culpa a hecho de haber chupado
agua directamente del caño.
Corsario abre un pequeño puesto de venta de periódicos donde
pasa sus días, algunas veces ve pasar a Natkinkon quien sigue soñando con salir
en la tele. Un cómico famoso le ha regalado una guayabera que siempre luce
sucia.