“El miedo es la perdida de la
esperanza', dicen quienes lo han observado de cerca. Al sentir miedo,
uno pierde la esperanza y sucumbe, entonces el miedo instalado a su
entera libertad crece y se descontrola.
Hace algunos años, me había quedado
sin trabajo y contaba sólo con una pequeña suma de dinero en mi
billetera de cuero repujado. Había dispuesto como gastar el dinero
en un mes, lo calculé así en mi esperanza de volver a trabajar.
Tuve temor que la billetera desapareciera, temí que me robaran lo poco que
tenía. Es lo que pensé al acostarme. Hice algunas cosas más sin
prestar atención, andaba muy preocupado. Cansado fui a dormir.
Al día siguiente un amigo me llamó,
deseaba presentarme a alguien a quien le podía ofrecer mis
servicios. Al ponerme los pantalones noté que mi billetera no estaba
en el bolsillo. La noche anterior había temido un robo, recordé. ¿Me
pudieron haber robado la billetera mientras dormía? ¿Quién? Y
ahora, ¿cómo sobreviviría? ¿Qué pasaría sí la persona con quien
debía reunirme en el transcurso de la mañana no aceptaba mis
ofrecimiento? ¿De dónde sacaría dinero para sobrevivir? Cada vez mi
miedo fue en aumento. Dinero, dinero, dinero. Y lo estaba perdiendo.
Cuando contaba con mucho dinero en el
bolsillo tenía un lugar donde solía esconderlo: una antigua
caja de zapatos. En mi desesperación me dirigí hacía el rincón
donde supuse podría estar mi billetera. Vaya sorpresa. Ahí estaba. ¿En
qué momento lo puse ahí? ¿Me desperté en la madrugada como un
sonámbulo para guardar mi dinero en mi caja de tesoros?.
Mirando el asunto en perspectiva digo,
estuve actuando con el piloto automático. Necesitaba descansar, mejor
aún, necesitaba ver y analizar mi historia.
Si observan con detenimiento, el miedo
tiene su suspenso, un suspenso que nos vuelve adictos muchas veces.
No lo notamos, pero vuelvan a leer mi experiencia. Somos unos adictos
a consumir miedo por el suspenso que nos provoca. No hay duda que
cada uno tiene su particular interés y cada momento ofrece uno que
resulta especial. Mi miedo a no trabajar y no ganar dinero. Mi miedo
a no ser productivo. El miedo personal y el colectivo. Mi miedo a no
ser alguien valioso para la sociedad. Mi miedo desesperanzado que me
lanza al vacío, a la nada y me estrella contra esa nada. Mi miedo
actuando en un mismo escenario, yo el director, yo el personaje,
incluido en ese temor esta el público que se come las uñas.
La escritora estadounidense Karen
Thompson Walker lo explica mejor al hablar del mismo tema en un video
de Youtube titulado “Qué nos puede enseñar el miedo”.
La autora de la novela 'The age of
miracles', cuenta la historia de los marinos del barco Essex, el
mismo que se hundió en los mares del sur.
Era el año de 1819, el barco Essex
había llegado hasta la zona más alejada del océano buscando
capturar ballenas. Lo intentaron con un cachalote, pero este se
defendió, golpeó la nave de madera con tal fuerza que perforó parte
de la cubierta, creo un agujero por donde se comenzó a filtrar el
agua. El barco se hundió algunos horas más tarde. Los veinte
marinos tuvieron que abordar tres botes para salvarse. Tenían
algunas artefactos de navegación, poca agua, muy poca comida.
Estaban muy lejos de Chile, muy lejos
de Australia. Cuando comenzaron a ver las posibilidades de encontrar
tierra firme, se les presentó tres alternativas: ir a la Isla
Marquesa y enfrentar a los caníbales, dirigirse a Hawai enfrentando
las tormentas de la temporada o alcanzar las costas de Sudámerica.
Escogieron la peor, navegar la ruta más
larga. Cuando el agua y la comida comenzaron a escasear y tierra firme
se hacía cada vez más lejana, la incertidumbre comenzó a tomar
cuerpo, el miedo y su enorme energia negativa empezó a moverse desde
lo más profundo de esas mentes. No deseban morir como simples
bocados de caníbales, ¿habían escuchado tales historias o alguno de los marinos la
soltó por el temor?.
Cuando dos naves que navegaban cerca
rescataron a los pocos marinos, dos meses después del siniestro del Essex, los sobrevivientes habían llegado a
ser víctimas de sus propios temores: para sobrevivir habían comido
la carne de sus compañeros muertos.
Si los marinos hubiesen remado sin
temor -dice Herman Melville- hubiesen llegado a Tahiti, pero se
dejaron vencer por el miedo. Les repito, el miedo es la perdida de la
esperanza.
Karen Thompson Walker dice que el miedo
es la historia que nos contamos, el miedo es parte de nuestra inmensa
imaginación que comienza en nuestra niñez y nos sigue hasta los
últimos días de nuestra existencia. El miedo es el relato a futuro.
Es la historia que nos contamos porque tiene un inicio, un gran
conflicto y un desenlace. Todos debemos convertirnos en buenos
lectores de la propia historia que nos vamos contando. Ella cita a
Vladimir Nabokov quien recomienda leer bien, con un hondo sentido
artístico y con mente de científico. El discernimiento correcto nos
dará la verdad.
Porque el miedo es eso también, la
fuerza que nos permite navegar hacía lo desconocido con esperanza.
Qué si en nuestro planeta no hubiesemos contado con visionarios
quienes navegando a contracorriente y con la peor tormenta
conquistaron sus propios temores. Sin ellos seguiríamos tal vez
haciendo fuego con pedernales, peleando por un pedazo de comida y tal
vez destrozándonos unos a otros para ver cuál es la carne que nos
permitirá sobrevivir. (No voy a negar que a veces nos comportamos
así, pero como verán es el miedo aún reinante el que nos hace
caníbales).
Muchas veces tememos que nuestros
miedos se hagan realidad y de contarnos tanto esa historia fallida se
hace realidad. ¿Por qué? Porque sólo nos fijamos en lo que nos
asusta. Como los marinos del Essex que temiendo morir en las manos de
los caníbales, terminaron ellos mismos convertidos en caníbales. ¿Qué
terrible lectura de sus propios temores, no es cierto?
Es como la
novia que hace todo con el deseo de no perder al marido. (La historia
la podemos contar al revés, el esposo con la esposa). De pronto, la
unión se rompe, por qué. Pues precisamente porque nuestro miedo mal
entendido nos ha engañado y nos ha ganado. Nos ha dado una
interpretación incorrecta. Nos queda descubir la historia que nos
contamos, observar eso es lo que también se presenta como
alternativa. Observa tus temores. El miedo es una energía y esa
energía la podemos capitalizar para crear, para crecer.
Para terminar quiero contarles algo
final, mientras caminaba hace unos días en la calle descubrí un
letrero que decía: 'Happines depends in the quality of your thoughts'.
La felicidad depende de la cualidad de tus pensamientos. ¿Cuál es
la historia que nos contamos?
Contémonos una buena historia y sí se
nos presenta una mala, observemos, descubramos que se esconde en el
fondo, quizás nos lleve a buen puerto.
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