Friday, March 28, 2014

la verdad escondida de Harry Quebert (comentario)


Pocos saben ‘La verdad del caso Harry Quebert’. El libro llegó a mis manos incompleto. Fui víctima de mi propia ansiedad compulsiva de compra. Amazon – a través de su kindle- ofrecía la novela de manera gratuita y al leer sin cuidado, caí en la trampa terrible de venta. Bajé lo que me ofrecían a mi aparatito de lectura personal. No comencé a leer la historia porque aún deseaba terminar otras lecturas. Hasta que me decidí. Maldita compulsión que nos hace actuar como autómatas. Me tiré a la cama y emprendí las primeras páginas y de pronto me vi atrapado por la historia. Cuando el suspenso fue creciendo, de improviso me di con la realidad, el libro gratuito terminó. Me dieron algunos consuelos: una entrevista al escritor y un artículo interesante en torno al libro, pero la novela habia sido amputada con evidente afán de venta.

Me sentí burlado, escribí a Amazon y ellos respondieron, respondieron diciendo que no tenían respuesta para mis preguntas. Escribí en mi cuenta de Facebook alertando a algunos amigos de la mañosa estrategia de venta, escribí a mis amigos y muchos me dijeron ‘no caigas en el juego’, ‘no compres la novela’, otros me decían, ‘si te gustó, comprala’, algunos rieron de mi inocencia. Me reí también, que me quedaba. Aunque noté que soy un tipo ahorrativo en esta sociedad que te empuja a obtener cosas y más cosas. Pero para serles sincero, la historia  que me habían comenzado a contar me llamaba, deseaba saber qué ocurrió con Harry Quebert. Esperé en vano que Amazon se rectificara y me enviara el libro completo. Esperé sentado, porque después de tanto esperar parado, me cansé. Una semana y nada, unos días más y la historia me ganó. No quiero decir que Amazon ganó, porque no quiero darles ganancia de ningún tipo. Ganó la historia de Harry Quebert, vaya consuelo.

Me bastaron dos días para leer la novela de 700 páginas. El fin de semana helado en Nueva York ayudó a que concretara mi tarea. Pero saben? Extraño al libro como tal, en el kindle no se puede hacer notas, seleccionar frases, marcar interrogantes, en fin. Como diría una amiga: ‘el kindle es para leer cosas sin mucha importancia’. No hay nada como sentir un libro, admirar su carátula, ver el volume completo, oler sus páginas impresas, volver a la página marcada.

Pero vayamos a ‘La verdad del caso Harry Quebert’ escrito por el joven suizo Joel Dicker.

El libro se ha convertido en un best seller. Se habla ya de alrededor de un millón de copias vendidas. Cuando apareció en Paris, el año 2012, se vendieron 170 mil ejemplares. Dicen algunos que con la aparición de la novela se renovó las esperanzas de la literatura francesa. Después de leer la chica con el tatuaje de dragón, no recuerdo un libro que me empujara a hacer lo que hice, tratar de llegar rápido a la última página sin hacer trampas. No quise perderme un detalle de la historia, sólo leer con paciencia y fruición. Y cuando estuve llegando al final sentí lo mismo que se lee en el libro: “un buen libro es un buen libro cuando uno se arrepiente de terminar”.

La aparición del libro de Dicker coincidió con la aparición de la última novela de la saga de J. K. Rowling y la estrategia de venta fue: ‘no lea a Harry Potter, lea a Harry Quebert’.

La historia se inicia con una llamada telefónica a la policía de Aurora, un pueblito de New Hampshire, reportando la persecusión de una muchacha. Se trata del 30 de Agosto de 1975, día en que Nola Kellerman, una chica de 15 años, desaparece sin dejar rastro.

El alter ego de Dicker es el escritor Marcus Goldman. Goldman ha caído en el hueco de la página en blanco. Tras su primera novela -que ha sido un éxito de ventas- se ha quedado seco y sólo se limita a escribir frases o ideas sueltas. Ha recibido dinero para sus próximas publicaciones porque al ser catalogado como genio literario, se espera mucho de lo que escriba. Esta por incumplir un contrato millonario  y se puede ver inmerso en un lío mayor con la editorial que le ha pagado por adelantado.

No tiene más que un amigo y ese persona es Harry Quebert, su querido mentor y profesor universitario, quien es también escritor. Quebert ha escrito una novela importante para la literatura estadounidense, es una historia que cuenta la relación amorosa de un hombre adulto con una adolescente. Tras pasar una corta temporada con Quebert, Goldman regresa a Nueva York y en ese momento se descubre el cuerpo de la quinceañera Nola Kellerman enterrado en el patio trasero de la casa del mentor.  Tras más de treinta años, Nola vuelve, sin vida, claro esta, desencadenando toda una historia de gran suspenso contado a lo largo de 700 páginas.

Joel Dicker cuenta que comenzó a escribir su historia tratando de dar placer a los lectores. ‘Quería divertirlos y mantener su atención. Quería lograr algo parecido a lo que experimenté con la serie televisiva Homeland. Cuando tú miras el primer capítulo, sigues con el siguiente, luego los que vienen, sin importarte que debes ir a trabajar’.

El escritor dijo que deseaba conseguir lo mismo con su libro.

Tratar de dilucidar la verdad fue el tema de la historia y la verdad no es lo que se ve a simple vista. Todas las evidencias iniciales señalan a Quebert, pero Marcus Goldman no cree que su maestro haya sido el que acabara con la vida de su amada y se lanza a tratar de demostrarlo.

El escritor suizo se pone en el pellejo de un escritor estadounidense para contar su historia. Rinde tributo así a sus escritores admirados, están metidos en la novela Philip Roth, John Steinbeck y sin ninguna duda el ruso Vladimir Nabokov, que a decir de muchos revolucionó la lengua inglesa en los Estados Unidos y se saltó la censura con inteligencia tocando un tema que irrita a los puritanos de esta parte del planeta. Claro les hablo de Lolita.

La historia de Harry Quebert tiene una serie de conflictos muy fuertes que hacen que el lector nunca se despegue de lo narrado y muchas son pistas falsas muy bien tejidas. Para darles un detalle, el padre de Nola es un pastor evangélico, casado con una mujer que castiga con severidad a su hija. El padre tiene que poner los parlantes de música a todo volume para evitar oír los llantos aterrados de su hija.

En la novela, todos estamos corriendo detrás de Marcus Goldman quien desde que es estudiante universitario trata de ser un tipo excepcional, claro que miente, hasta que se encuentra con Harry quien lo desenmascara y lo conmina a enfrentar sus miedos y vencerlos. Esa gran combinación de tipo falso que se esfuerza y llega a superarse hace que el personaje se gane el aprecio de los lectores.

Cuando Marcus decide convertirse en escritor, Harry Quebert comienza a darle una serie de consejos uniendo boxeo con esfuerzo literario. ‘El primer capítulo es esencial, si a los lectores no les gusta no leerán el resto del libro’, le dice el profesor a su alumno.

Dicker conoce con claridad hacía dónde va. Es evidente que se sabe la historia completa, sólo que usa con astucia a su protagonista quien va guiando al lector paso a paso. El escritor narra su historia con buen pulso y toma control del lector evitando que se adelante a conocer el desenlace primero que su protagonista.

A cada momento los lectores culpamos a cualquiera de los personajes que aparacen en la historia. Todo eso gracias a los antecedentes con los que el escritor los presenta. Hay un momento en que culpamos abiertamente a uno de los personajes y se nos hace creer aún más en esa posibilidad porque vemos al padre yendo a buscar a su hijo con el propósito de matarlo. El padre se siente culpable de haber engendrado un hijo criminal, pero al final vemos algo sorprendente y sentimos compasión por todo lo que ocurre.

Todo lo que el lector va construyendo en su mente, acusando a algunos personajes y exculpando a otros, se viene abajo al final de la historia.

Lo que sorprende es que el protagonista se olvide de urgar más en la vida pasada de la familia de Nola Kellerman sabiendo que por ahí podemos armar mejor la historia, pero ese dato no resuelto esta muy bien pensado por el escritor, quien decide casi al final a sacarnos de Aurora, el pueblito de New Hampshire, para ir tras el pastor y su congregación religiosa.

La solución parece estar al alcance de la mano, pero mientras más nos acercamos al final aparecen nuevas evidencias que nos hacen replantear todo el desenlace que se va tramando mientras se lee la historia.

Finalmente en el desenlace, el lector se da cuenta que todos los personajes han cambiado. Unos para bien y otros para mal. Marcus el escritor-protagonista gana en seguridad y se convierte en el escritor que siempre soñó ser. Los demás personajes parecen estar viviendo una vida de engaño, no son lo que aparentan, todos tienen un secreto y poco a poco el narrador los va desnudando, hasta que nos ofrece la joyita al final de la historia. Como bien le dice Harry Quebert a su alumno Marcus: ‘el capítulo final de la novela tiene que ser el más hermoso de todos’.

La novela de Dicker es tan famosa hoy en día, que ya existen críticos literarios que se pasan la vida explicando porqué la novela es mala, lo comenta con humor el propio escritor.

Y de ahora en adelante les garantizo, leeré con más atención los avisos de Amazon, no deseo volver a ser una de sus víctimas y reitero, amo el libro impreso en papel.

Friday, March 21, 2014

Tres historias budistas.

La iluminación o nirvana.

Todos los monjes tratan de alcanzan el nirvana -la iluminación.
Todos los monjes preguntan a su maestro: ¿qué es el nirvana, cómo saber cuándo lo han alcanzado?.
El maestro refiere la historia de una manera sencilla.
Les pide a un grupo de niños participar en el juego del deseo.
El primer niño desea comer todos los helados que le sea posible.
El segundo niño desea una fábrica de helados para comer los que desea, el día que desea. El primer niño se muere de rabia por no haber deseado tanto.
El tercer niño desea un millón de dólares y su fábrica de helados, con eso no sólo tendrá los helados que quiera, sino las otras cosas que desea. Con su deseo deja pensando a los otros niños que son unos tontos.
El cuarto niño desea el millón de dólares, la fábrica de helados y tres deseos adicionales, con eso podrá ir potenciando sus deseos hasta el infinito. Con lo que se convierte en el niño más envidiado e inteligente del grupo.
El quinto niño no tiene deseo, con lo que tiene esta contento y le basta porque se siente feliz. Y lo dice esbozando una sonrisa contagiosa.
El maestro les dice entonces a sus alumnos: Eso es nirvana, estar contento y feliz con lo que uno tiene. Es fácil de alcanzar si no se llenan de deseos.

 ¿Quién debe morir?

Un grupo de monjes meditaba. Ante uno se presentó el Supremo y le dijo: escoge de entre tus colegas a uno que debe morir, hazlo ya. El monje supo quienes estaban alrededor y mentalmente observó: a su costado derecho meditaba el monje más odioso que había conocido, se había logrado sentar en un cojin doble; más allá estaba el más joven de los monjes que apenas había logrado sentarse en un pedazo de lona; junto a la pared meditaba el más flojo de los monjes; a su izquierda casi cerca de la esquina, estaba el monje más anciano; junto a la gran llama que alumbraba en el rincón estaba el monje enfermo que meditaba con devoción y por supuesto estaba él que sentía muchas ganas de estar sentado en un cojín más cómodo. Se dolía ante la urgencia de elegir.
¿Debería ser yo quién debe morir? Comenzó a preguntarse. Pero aún no he logrado hacer lo que deseo ¿No es acaso que los monjes han llegado a este mundo para velar por los demás? ¿Esta es la única razón por la que he nacido? Siguió luego con su diálogo interno. Pero… el monje más anciano está a punto de partir ¿debería ser a él a quien elijo? Y ¿por qué no elegir al más enfermo? apenas se yergue en su pequeño cojín. Y ¿por qué no elegir al más odioso? nos libraríamos de una persona detestable. Y el joven ¿se debe salvar por qué es joven? Es apenas un proyecto de monje. ¿Por qué no elegir al más flojo, jamás ayuda en las tareas del monasterio, ahora mismo –estoy seguro- en vez de meditar esta dormido y descansa su espalda contra la pared.
El monje siguió meditando tratando de dar con la respuesta. En su incosnciente se preguntó si se odiaba tanto a sí mismo como para desear morir. De pronto cayó en lo más hondo de su inconsciente y se encontró perdido, temió entonces por su vida. Era un mundo extraño, las aves de ese paraíso preferían anidar en los árboles viejos, todo se movía con extrema lentitud en ese mundo que parecía aletargado, lo podrido servía para nutrir a lo que florecía y se notaba todo eso sin necesidad de agudizar la visión, en calma pudo ver cómo su sombra se agigantaba y era capaz de volar, desde el cenit pudo ver el nadir en un acto continuo, mientras estaba arriba veía lo de abajo y viceversa. El ser Supremo sonrió y el monje se vio invadido por una luz tan brillante y acogedora, resultaba todo eso algo así como un arrullo de paz. Le bastó esto último para saber lo que tenía que hacer.
El no era nadie para señalar quien debía de morir. Agradecido, siguió meditando hasta que sonó la campana. Los siete monjes se desperezaron tras cumplir con sus alabanzas. El sol despuntaba y se anunciaba el nuevo día. Todos los monjes estaban con vida.

La historia del niño que vuelve.

Existen algunas personas que han regresado después de estar muertas y al regresar cuentan historias sorprendentes. Esta es la historia de un niño que al morir llegó al cielo. Cuenta que tuvo que ponerse en fila detrás de un anciano. Desde la posición que tenía pudo ver algo de lo que ocurrió más adelante.
Los ángeles a cargo seleccionaban a los recién llegados quienes debían de pasar ante un juez que les enumeraba sus malas acciones.
Cuando le tocó el turno al anciano, el ángel que lo recibió lo estrechó en un abrazo y le dijo que pasara sin esperar el turno del juez.
Extrañado el niño preguntó por qué el anciano no había sido juzgado. El ángel le dijo: “ese hombre jamás juzgó a nadie mientras estaba con vida, por lo tanto al llegar aquí merece el mismo trato”.
El niño decidió entonces que no era aún su tiempo de partir, abrió los ojos y volvió, entonces contó lo que le había ocurrido. Desde entonces su gran deseo fue ser como ese anciano mientras viva.

Tuesday, March 11, 2014

Leonardo Padura y las apostillas.

El escritor cubano Leonardo Padura esta escribiendo las apostillas de su novela ‘El hombre que amaba a los perros’. Padura hizo el anuncio en la última feria internacional del libro, en Buenos Aires.

Padura llegó a la capital argentina como el invitado especial para la temporada y ante un auditorio lleno de seguidores recordó que hace algunos años estuvo también en la feria y que su presencia pasó casi desapercibida.

Padura ganó notoriedad en el 2010 tras la publicación de la novela en la que contó la vida de León Trotsky, quien huyó de la entonces Unión Soviética para escapar de la orden de asesinato dado por el dictador ruso José Stalin.

Asimismo la historia cuenta -en contrapunto- la vida del joven español Ramón Mercader, quien tenía la orden de acabar con el opositor Trotsky quien vivía exiliado en México. Mercader llegó después hasta la remota Coyoacán para asesinar al otrora líder ruso con un pico de mano y cumplir el cometido pese a todas las medidas de seguridad dispuestas por el propio asilado.

Padura dice tener una serie de historias en torno a ‘El hombre que amaba a los perros’ que por razones de la propia historia no escribió en la novela. El cubano adelantó que será algo parecido a lo que hizo el italiano Umberto Eco, quien luego de publicar su novela ‘El nombre de la rosa’, presentó un libro adicional que contaba pormenores de cómo fue el proceso para escribir su también famosa novela.

Padura no sabe explicar con exactitud cómo se inició la concepción de su historia. Cuenta que en 1989 visitó la casa donde asesinaron a Trotsky -hoy convertida en el Museo del Asilo- y que se conmovió al ver las inmensas paredes construídas para evitar lo que finalmente ocurrió: el asesino se filtró por la puerta y golpeó a Trotsky en la cabeza, cuando el ruso se disponía a escribir algo. La muerte no ocurrió en el acto, León Trotsky vivió para pedir a sus guardias de seguridad que no acabaran con el joven, pues era la manera directa de llegar a descubrir al verdadero asesino.

El escritor cubano dice que en su país no había nada respecto a León Trotsky, apenas una biografía y dos libros cuyos títulos eran: ‘Trotsky el traidor y Trotsky el renegado’. Desde entonces empezó una investigación a conciencia por dos años. En Espana –cuenta Padura- visitó los lugares donde se vendían libros viejos. Luego los amigos se fueron sumando y le enviaron una serie de trabajos en torno al exiliado asesinado.

Padura supo que el asesino Ramón Mercader vivió en Cuba desde 1974 y que tenía el nombre de Jaime Ramón López –los rusos le habían dado ese nombre tras ser liberado de una prisión mexicana. Un pequeño grupo burocrático cubano sabía de quien se trataba con exactitud. Al parecer, Mercader llegó a Cuba debido al pedido expreso de su esposa. La mexicana Rogelia Mendoza no resistía vivir en Moscú, porque no se acostumbraba a ese ambiente tan frío. La Habana pareció ser el lugar que más se acomodaba a sus costumbres.

Mercader se trajo de la Unión Sovietica dos perros de raza y acostumbraba caminar con ellos a lo largo de la quinta avenida, en la capital cubana. En ese momento el director de cine Tomás Gutiérrez Alea, uno de los cineastas más representativos de Cuba, andaba pensando comenzar a filmar su película ‘Los sobrevivientes’, historia que cuenta cómo una familia de ricos decide encerrarse en su mansión, mientras termina la revuelta que habían orquestado los barbudos.

'Los ricos cubanos deberían tener unos perros que los representara', pensó el director de cine sin dar con ellos; hasta que un día, al caminar con su esposa, la actriz Mirtha Ibarra, vio a Mercader caminando con sus galgos rusos. “Estos son los perros de mi familia burguesa”, parece haber sido la expresión del director. Abordó al dueño y le solicitó el permiso para filmarlos. Mercader dio una evasiva para salir del apuro. Padura no sabe del arreglo que se hizo para que Mercader dejara que sus perros aparecieran en la película, pero sí desean mirar a los bolsoi basta poner a correr los primeros minutos de la película.

Padura no cree que pueda acceder a la información, primero porque el director ha fallecido y segundo porque la esposa actriz de Gutiérrez Alea no lo recuerda.

Un dato curioso es el que el doctor Ascues le refiere a Padura. El padre del escritor enferma y le descubren que tiene cáncer en la naríz. Cuando hace las averiguaciones pertinentes llega al Instituto de Cáncer de La Habana donde conoce al principal especialista en cuello y cabeza. Se presenta ante el galeno y el doctor Ascues se complace de conocer al escritor de quien ya ha leido sus libros policiales. Cuando Ascues le pregunta a Padura, qué libro esta escribiendo, el escritor le cuenta que viene tratando de desentrañar la forma como asesinaron a Trotsky. Vaya, yo fui quien le diagnóstico cáncer a las amígdalas, comentó el oncólogo, quien al dudar de su diagnistico llamó a su asistente, quien confirmó lo que era evidente, el paciente –un desconocido para ellos- padecía de cáncer avanzado. El diagnóstico se da en marzo de 1978. Cuando los doctores Ascues y su asistente el doctor Cueva abordan un avión con destino a Buenos Aires para participar en un congreso internacional de oncología, una aeromoza les alcanza un periódico bonaerense, en la página 6 ó 7 descubren la noticia de la muerte del asesino de Trotsky, cuando observan la foto ambos doctores se sorprenden, era el mismo paciente a quien le habían dicho que tenía un cáncer muy avanzado. Este hecho ocurrió unos meses después, octubre de 1978. De no haber ocurrido este viaje, los doctores jamás hubiesen sabido a quien le habían hecho un diagnóstico tan preciso, comentó Padura.

El cadáver de Mercader fue sacado de la capital cubana y fue llevado a la capital soviética. En el cementerio de Moscú, se enterró a Mercader con el nombre de Ramón López. En 1994 recién se le colocó su nombre verdadero.

Para Padura darle una historia ficticia a un personaje histórico sin historia fue más ‘fácil’ al momento de escribir la novela.

El escritor sabía que la novela no se publicaría en Cuba, pero de todas maneras presentó su manuscrito ante la directora del ente correspondiente, quien para su sorpresa aprobó su publicación. La novela gozaba ya de una gran aceptación tras la publicación hecha en Barcelona en el 2009. Así que la edición cubana apareció al año siguiente. Se publicaron de 500 a 600 ejemplares y cuando se anunció ‘se acabó’, se acabó. Es lo que tememos los cubanos, señala Padura: ‘En Cuba, cuando las cosas se acaban, realmente se acaban. Los libros se habían robado de los almacenes, los libreros habían hecho compras por lo bajo, en fin’.

Con todo eso me dieron el Premio Nacional de Literatura, dijo Padura. El primero de su generación en ganarlo. Luego se reeditó la novela con un tiraje de mil ejemplares. Se presentó el libro en la Feria de La Habana y en apenas 40 minutos los libros se acabaron. Cuenta el escritor que aquel día firmó 800 ejemplares. Así que Padura ganó también ese premio, el de haber vendido más libros en el menor tiempo posible.