Friday, March 29, 2013

Botella de mar para Iskra Oyague.


El poeta peruano Cesáreo Martínez escribió uno de los poemas más hermosos de la literatura universal y quiero compartirlo con todos ustedes. Es un poema de amor, largo y muy intenso. Al margen de la concepción política del autor cotahuasino se ve en esta pequeña joya al poeta-niño-sabio que nos deslumbra con su palabra, magia y profundidad. Este, además, es un reconocimiento de mi parte al gran Chacho, a la amistad que alguna vez me ofreció y al gran cariño que me profesó -donde me veía alzaba las manos y gritaba mi nombre-. ¡Cuantas botellas mi querido poeta. Mi genial León de las profundidades del cañon de Cotahuasi, no de Natuba a quien profesabas simpatía!. Creo que no podía menos contigo.
Una pena que Cesáreo nos haya dejado tan joven. Siempre lo recordaré con su mirada extraña, con ese peinado de raya a pulso fino y esa humildad que solo los grandes suelen mostrar. Y no se asusten con la extensión del poema, lo más importante es que saldrán renovados, con energía. Vamos léanlo y leánselo a cualquiera, cambien el nombre de Iskra si desean, jueguen con el poema.
Aqui las palabras del poeta.

Botella de mar para Iskra Oyague
       A la manera de Nazín Vega Elías.

Srta. Iskra?
Todavía estas alli? En la serena realidad que te rodea aún brilla
el viento?
Quédate allí, niña, y míranos asombrada como revolcamos
en la nada
La miseria de nuestro país nos hizo asquerosamente callados,
un tanto huidizos,
como si con nuestra presencia sólo te hiceramos sombra.
Tú que has nacido para brillar en otro tiempo perfila desde ahora
tus ojos,
sigue el curso rumoroso de las estrellas y jamás caigas
en las provocaciones de la tristeza.
Tú que crees que existo, que me consideras un humano presente, que arguyes que tengo casa y en ella si levantaras una piedra
salta el arco iris,
guarda para ti esa imagen, que no te la destrocen los enemigos,
porque tio 'Chacho' vive a quemarropa, cortando flores de aire
para ti,
pateando a los enemigos de la belleza, fustigando por las primeras
necesidades
que en tu tiempo sólo serán un recuerdo amargo.
Oyeme, Iskra, y charlemos serenamente como corresponde.
Y charlemos serenamente escuchando las agitaciones
de nuestras propias palabras.
Hablemos, no. Hoy no hablemos del gato ni de los números
chuecos que se mueren de verguenza.
Digamos algo suelto sonoro y simple. Fruta por ejemplo.
Nuestro país es de agua. En el hay otro país y otro
dentro de éste.
Cuídalo, amor, que no te lo arranchen de entre las manos,
que no te lo pudran
los enemigos con su aliento oscuro.
Te recomiendo su aire, sus aguas, su maravillosa fauna.
Y te recomiendo
su clarísima flora que se irá abriendo paso a paso desde tus
primeros ojos.
Te recomiendo al chico más travieso, el que se trepa a los árboles
fingiendo atrapar
sus raudos frutos. Y cuando tengas los quince te recomiendo
al muchacho ligeramente solitario
ese que fuma a hurtadillas, a quien mandan a recoger la pelota.
Por entonces ya sabrás que tu nombre es el nombre del mundo,
del fuego que purifica.
Que tu nombre salto del roce de dos piedras mucho antes que
Adán y sus secuaces
abrieran sus ojos.
Tantas cosas sabrás como cuanta hierba pisan tus pies
distraidamente
y ¡zaz!, quién fue Lenin preguntarás, y los campesinos
te lo harán saber
cuando los veas descender con relámpagos entre las manos.
Porque nuestro país, cariño, es de campesinos tragados por
el hambre.
Ellos cultivan la mesa para que tengamos sueños silvestres.
Claro que hago mal en hablarte de estas cosas tristes pero sería
mortal no hacerlo.
Elige para tus andanzas a la gente humilde, a los que luchan, ésos
que suenan con el agua.
Tú que nos bañas con tu encanto desde el jardín cercano,
confundiéndonos,
no sabiendo nosotros cuál de las flores ríe tan lindo.
Tú que te pierdes entre la espuma azul de los matorrales
persiguiendo
a tu lindo conejo rojo, contempla los ojos de tu padre
que como dices
tienen el color de un vino, y los de tu madre, que han cavilado
durante milenios.
Entonces comprenderás por qué nos gusta abrir la ventana,
oler el viento de la tarde
y marcharnos para volver tarde la noche con enormes
cestos de alegría,
rosas que tus manos no podían chapotear porque te
encontrabamos ya dormida.
Soñando tal vez que nosotros cruzábamos puentes aéreos
con gorriones que pintan paredes.
O tal vez nos soñabas -no lo quiero- flotando diminutos
entre calles oscuras,
embrujados por el sum... rumn... summ rumm del Rímac.
Oyeme, Iskra, y guarda mis palabras entre tus juguetes
o siémbralas en la memoria
que es lo mismo. Mira que yo también sé dibujar.
Comparemos con el tuyo.
¿Qué es? He pintado una pecera tonta, donde todos los peces
hasta el más chiquitico,
tienen el aire, tienen el amor y se aman sin mucho ruido.
Pienso -quiero- que tú vivirás en un mundo igual,
sin temores
ni sobresaltos nocturnos,
me alegro por ti y me festejo
por todos los chiquitines
de tu edad.
Yo viviré sentadito ancianito para verlos a ustedes adultos
jugando a la ronda, bajo la luna de plata,
repartiendo sonrisas aun a las maquinas, esas extrañas criaturas
malolientes
que algún día serán nuestras aliadas, instrumentos
para la contemplación de la vida.
Nuestro país tiene valles profundos, las mejores especies brillan
en nuestros mares.
De sur a norte soplan los mas fuertes vientos murmurando
un resplandor
para que tú puedas penetrar en el corazón de las cosas
con ternura y lucidez.
Te recomiendo este cielo impecable, y este suelo pecaminoso.
Te recomiendo aquellas ruinas verdes.
Te recomiendo la caza submarina, y la caza de las ratas inmundas
detectadas por tu olfato.
Porque en esta vida convivimos los vivos con los muertos
y yo quiero que levantes tu morada
junto a los vivos, tan intensos como la muerte, que se pasan la
vida buscando la vida.
Aquellos que jamás acariciaron los oros del poder
ni llegaron al espanto
en caminos extraños.
Y perdóname, Iskra, que no haya podido llevarte el mar a tu casa,
que no haya redondeado un destino espectable.
Perdona mi soledad incandescente, este poema, el no haberte
traído un primito a este mundo,
un loquillo asustadizo que fuera tu confidente.
Perdona mi desidia, las dificultades con las que me di de
trompadas,
el no haber atinado en el camino ni alcanzado a ser el verdadero
anhelo tuyo.
Y, sobre todo, amor, perdona mi tristeza.

Cesáreo Martínez. Cotahuasi- Arequipa 1945 / Lima 2002.

Tuesday, March 19, 2013

Cinco cámaras rotas


'Una imagen vale más que mil palabras', dice el dicho... y ¿qué decir de una cámara que registra esas imágenes? Más todavía, de cinco cámaras que registran una serie de acontecimientos.
“Cinco cámaras rotas” es el primer documental del camarógrafo y fotógrafo palestino Emad Burnat en el que se cuenta el drama que se vive en la frontera de Palestina e Israel, al oeste de Ramala, en Cisjordania, donde los palestinos buscan frenar el crecimiento israelí que los va empujando, a la fuerza, más allá, hasta el fondo de su propia tierra.
Una versión distinta, cruda y real del cuento 'Casa tomada'.
'Cinco cámaras rotas' refiere literalmente la pérdida de igual número de cámaras de filmación que Emad usó para realizar su trabajo a largo de varios años. Dos de ellas le salvaron literalmente la vida, al servir como escudos y detener el casquete lacrimógeno en primer lugar y luego una bala que le dispararon los soldados israelíes. Por andar atento a lo que filmaba, Emad no pudo hacer nada cuando ocurrió un accidente automovilístico que lo dejó al borde de la muerte. Una cirugía a abdomen abierto con más de cincuenta puntos es lo que le queda de recuerdo a este valiente y tenaz camarógrafo.
Emad llegó a filmar su propia detención, primero en un centro de reclusión israelí y luego en su casa, donde también estuvo preso. “Filmo porque no tengo nada más que hacer”, comentó a sus visitantes en aquella oportunidad.
Su empeño por graficar la historia de Bil'in, su pueblo, lo llevó incluso a vivir más de un drama familiar, pues su esposa con la que tiene cuatro hijos pequeños le pidió en un momento difícil parar su trabajo, por el bienestar de todos y por su propia seguridad. Sin dinero, enfermo y con la responsabilidad del hogar, Emad no aceptó lo que su mujer le pedia y se dedicó a completar su trabajo, casi sin proponérselo, pues todo comenzó cuando nació su último hijo y cuando los israelies llegaron hasta sus tierras para comenzar los trabajos topográficos de lo que sería luego el muro divisorio y humillante.
El trabajo de Emad es meritorio, además, porque decidió ser el cámara, el encargado de registrar todo lo que ocurría en esa franja del medio oriente, sin participar directamente en las protestas. Se frenó incluso en defender a sus padres, cuando los soldados israelíes los detuvieron. 'Las imágenes serían la mejor defensa que hice de mis padres', confesó después en su relato.
Para contar todo lo que vemos Emad se ubica con el lente de la cámara como si fuera su hijo menor Gebreel, quien nace apenas comienza el movimiento palestino para frenar las construcciones en sus modestas tierras y el desalojo paulatino de sus habitantes. Desde ese pequeño ojo, vemos como se desarrollan los hechos y cómo el menor va tomando consciencia de lo que ocurre.
El pequeño hijo, junto a los demás niños cisjordanos, son testigos de la muerte de Phil, un hombre palestino que enarbola banderas de paz y trata de reconquistar lo que le están arrebatado. En un momento de la filmacíón, Gebreel pide a su padre, con su inocencia de niño, por qué no matan a los soldados judíos con un cuchillo.
Son armas de fuego de diverso calibre las que usan los soldados israelíes para contraatacar las protestas, y las armas se usan sin discreción, muchas veces apuntando al cuerpo a matar. Como lo muestra el documental, hay momentos en que los soldados israelíes usan sus armas para disparar de frente en las piernas de los detenidos, a tan solo dos pasos de distancia.
Los soldados usan las balas para disparar no solo contra los protestantes, sino contra los periodistas que llegan al lugar para informar. Emad es también víctima de ese atentado, pero su cámara se convierte en su escudo protector. En una toma distinta, claro esta, se ve el boquerón que deja una bala incrustada que iba directo a la cabeza del camarógrafo.
El riesgo del documentalista palestino es sorprendente, pues al acompañar a unos compatriotas frente a los grandes edificios de los vecindarios recién inaugurados, vuelve a perder otra de sus cámaras, cuando un nuevo residente no sólo le emprende a golpes contra los protestantes, sino contra el camararógrafo quien pierde una cámara más. Los nuevos residentes se muestran valientes y prepotentes porque junto a ellos están los soldados armados con metralletas y granadas.
El estoicismo de Emad frente al maltrato le da una coraza igual de sorprendente. Si una cámara se pierde, hay alguien, tal vez un vecino, que le facilitará otra.
La vida en esta parte del mundo es dura, la tierra no es fértil, apenas crecen olivos y otras pocos árboles, los palestinos crían sus cabras y uno que otro venado se aparece en escena. Si el día es caluroso y ha cobrado alguna víctima, la noche también es insegura.
Los palestinos no están seguros ni en su propia casa. Ellos no pueden pasar al otro lado porque hay una valla, un muro con controles de soldados, pero ocurre lo contrario, los soldados israelies si pueden irrumpir en las casas de los palestinos a cualquier hora. Si estas soñando con un campo pródigo, la realidad te despierta a cachetadas, algunos soldados te sacuden y te envuelven en una pesadilla real.
Precisamente llegan a la casa de Emad, en la noche, para detenerlo. El se defiende filmando y diciendo que esta en su casa y en su casa puede filmar. Su cámara como arma de defensa. Sorprendente Emad gana, no en el momento. Una cámara es mil veces más contundente que un fusil.
Claro que hay momentos muy tensos para los soldados israelíes, cuando de pronto se meten con sus vehículos en una calle y son recibidos con piedras lanzadas desde todos los flancos, las piedras se lanzan con fuerza y de manera constante, pero esperen, los soldados volverán con más hombres, con más vehículos y claro con más armas.
No importa, Emad los esperará con su cámara en ristre. El sabe que es la mejor arma.
El documento fílmico le ha servido al también freelance palestino ganar el premio de mejor director del género en el festival de Sundance y ser uno de los nominados al premio Oscar. Hay que reconocer algunos premios adicionales, entre los que destaca el IDFA que se da en Holanda.
El trabajo de Emad contó con la ayuda del documentalista israleli, Guy Davidi, quien es también profesor de cine y ya se ha estrenado como director. Esto da cuenta que en la frontera hay gente judía que esta decidida a convivir con sus vecinos en paz, respetando lo que le corresponde al otro. El trabajo conjunto da cuenta de todas las cosas buenas que se pueden hacer contando con la colaboracion y el respeto del otro. Israel sabe que las guerras son despiadas y crueles, pero resulta lamentable ver que están usando lo mismo contra sus propios hermanos. Nada los diferencia salvo las creencias y hay que entender que las creencias sólo se dan en un plano, distinto. Las ideas fluyen como nubes y allí hay que dejarlas. Nadie es dueño de la verdad, cuando de ideas y creencias hablamos, si decimos lo contrario, blasfemamos.

Friday, March 8, 2013

El elemento


Tú no puedes parar las olas, pero puedes aprender a correrlas.

En cualquier época del año en Lima, sí uno desea acortar distancias entre Chorrillos y el cono norte, rumbo al aeropuerto internacional, la mejor ruta matutina para ahorrar algunos minutos valiosos es tomar la vía de la Costa Verde. No sólo ganamos minutos, también disfrutamos del espectáculo que ofrece el mar con su constante golpear de las olas. Pero para contarles lo que deseo contarles, diré que es invierno en Lima. Setiembre, está nublado, suele pasar eso en las mañanas limeñas. Hace frío, los termómetros marcan 13 grados centígrados, pero la sensación es menor por la humedad existente.
En medio de ese panorama, sorprende ver a algunos tablistas limeños, quienes se han levantado muy temprano y ya están metidos en el agua, con sus tablas y sus trajes completos y térmicos. Viene una ola, la esperan, la miden y tratan de correrla, echados o parados. Algunos logran su cometido y llegan de regreso a la playa, pero de inmediato se vuelven a la carga. Quienes no han llegado a la playa, por culpa de otra ola, se han levantado y parados sobre las tablas tratan de mantener el equilibrio por un minuto y algunos segundos adicionales. No compiten, no ganaran nada, estan ahí porque les encanta hacer lo que hacen.
Quienes transitamos por la vía, pegada a la playa, bordeando los acantilados, al verlos, nos encogemos de frío, pero más que frío es una sensación de envidia lo que nos envuelve y nos obliga a arroparnos.
Los surfistas son el ejemplo más recurrente cuando tratamos de hablar de hacer aquello que apasiona, el único objetivo de estos tablistas es estar en el momento justo cuando una ola grande se levanta, no tienen mayor dificultad para hacerlo, se paran en sus tablas y sí se caen, vuelven a hacer lo que estaban haciendo, una y otra vez. Nadie los conmina a estar ahí pese a las bajas temperaturas, los obliga su compromiso, su deseo. Sólo sienten el encanto de hacer lo que hacen, sin obtener recompensa. Hacen todo lo que hacen, porque han sabido encontrar su elemento: el lugar exacto donde se sienten felices.
No necesitas estar en el agua o en el aire para afirmar que ese es tu elemento. Tampoco tienes que dedicarle todo el tiempo del mundo. Basta tu compromiso. Muchas veces para conseguir estar en tu elemento necesitas ir al lugar, reunirte con quienes ya han hecho pruebas y conocen más que tú, ahí podrás encontrar a alguien que te abra la puerta, se contagie de tus sueños y tras mostrarte el camino te aliente a seguir. Tú deberas tomar el riesgo como un desafio. Algunas veces será bueno dejar el lugar y, en otros ámbitos, con coraje, venciendo tu temor pese a sentirlo, tendrás que decidirte a pararte en una ola inmensa en Máncora, esa playa peruana donde se han visto las crestas más grandes del mundo.
Cuando llegues a la zona recibirás la carga de energía que te impulsará a seguir y sí tienes la pasión y el compromiso, lo lograrás. No creas que alcanzarás fama o fortuna, recibirás más, la confirmación de sentirte contigo mismo, de definirte mejor como ser humano, de saberte tú. Relajado, tus pensamientos estarán mejor alineados y usarás tu inteligencia de la mejor manera. No importa sí comienzas hoy pese a tus cuarenta años o más, lo importante es seguir. En el medio de tu sueño que verás real, con ideas y creencias ciertas, encontrarás la fuente que te da vitalidad.
Ojo. Tu elemento puede ser también una mesa donde te dedicas a dibujar, un laboratorio donde estas tratando de encontrar el antídoto contra la picadura de una garrapata de venado, la pizarra donde tratas de encontrar la raíz cúbica de un cuadrado espacial, la sala de partos de un hospital, un quirófano donde tendrás que extirpar un tumor cancerígeno, frente a una máquina de escribir donde escribirás mejor los poemas. El lugar que desees, un jardin, un hospital veterinario, detrás de una cámara de video o de fotografía, con los ojos pegados a un microscopio, una cocina donde estas haciendo los menus más vitamínicos para niños desnutridos, la mesa donde amasas la harina que más tarde será el pan matutino que llevamos a la mesa.
El elemento es aquel lugar donde nos desenvolvemos de manera natural, poniendo pasión a aquello que nos encanta hacer. Cuando uno siente que fluye en su elemento, la mañana fria no existe, el tiempo transcurre sin medida y uno disfruta haciendo lo que hace, sin importarle que no haya acertado del todo. Si no estás preparado para equivocarte, nunca harás nada genial. Porque uno pareciera que esta jugando, desarrollando algo que servirá para muchos. E aquí un punto importante: dar.
¿Todos son capaces de desarrollarse en su elemento? Si. Siempre y cuando uno persista en aquello que hace y ama. Lamentablemente la sociedad y la educación actual nos ha vuelto un poco extraños a aceptar hacer lo que realmente nos gusta hacer. Muchos desean ser doctores, abogados o ingenieros sin estar capacitados para serlo, sólo por el hecho de ser 'las profesiones con cierto futuro' (las comillo para que presten atención y se den cuenta de que lo que se afirma, no es cierto).
Hay tantas profesiones donde se necesita usar nuestra creatividad.
La sociedad está en crisis porque estamos creciendo a un ritmo tremendo y lo que la educación está haciendo es algo totalmente distinto a las exigencias que se están presentando. Los cambios son tan acelerados que resulta difícil saber con exactitud hacia donde caminamos. Hace diez años -lo recuerdo con exactitud- no teníamos las cámaras digitales como hoy, tan masivas y rápidas y ni que decir de los teléfonos celulares y las tablets personales que parecen juguetes en las manos de los niños.
Es precisamente en la niñez que uno descubre lo que le gusta. Hace poco leyendo y escuchando al inglés Ken Robinson, uno de los líderes en el desarrollo del potencial humano, tomé nota de la historia del gimnasta estadounidense Bar Conner. A los 8 años, Conner gustaba divertir a quienes estuvieran cerca, caminando de manos, incluso subía las escaleras de esa manera. Su madre en vez de regañarlo por el numerito, vio en su hijo un potencial que debía desarrollar. La mamá lo llevo al gimnasio de la escuela donde pudieran ayudarlo. Cuando Bar llegó al lugar pensó que estaba en un parque de diversiones: habían trapecios, barras, taburetes con tablas de salto, argollas, en fin, todo lo que seria necesario para sus habilidades. Diez años más tarde, Conner se convirtió en el gimnasta que le dio más lauros a los Estados Unidos en este deporte tan apreciado. Hoy esta casado con Nadia Comaneci y están sacando adelante a todos los chicos con talento en Oklahoma.
El desafio es necesario, la cultura a veces nos frena, siendo la cultura ideas y creencias que tenemos del mundo y de nosotros mismos. La cultura llega a esculpir la mente, pero si nos sacudimos de todo eso creo que podremos llegar a descubir exactamente como trabaja la mente. Y notarán que no he dicho que nos iremos a otras constelaciones. Hablé mas bien de la mente que es también un universo.