Thursday, June 30, 2011

La meditación, pequeños alcances.


“Hay muchos que piensan que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres”. Ese es el pensamiento de muchos católicos a ultranza expresado por Jorge Luis Borges en uno de sus cuentos. Sin embargo, para los budistas, la bodichita (felicidad para todos) es alcanzable, pero no desde un punto de vista material, sino espiritual.
Hace dos años que practico la meditación. No les diré que soy un conocedor de la disciplina, pero sí les diré que soy un tipo que cada vez se sorprende de los pasos que da y alcanza. Quizás nunca llegue a la cumbre, pero estoy disfrutando el ascenso. Meditando tuve momentos de felicidad increíbles. Con decirles que una vez estuve junto a Dios, bastaría. No pude verle el rostro, porque mi intelecto (eso de pensar y tratar de explicar todo) me jugó una mala pasada. Justo en el momento que Dios me iba a regalar el momento de ver su rostro, mi mente se fue hacía otro punto y perdí mi ‘objeto’ de concentración. Dios en mi meditación era un niño pobre, vestía harapos y estaba tirado de espaldas en uno de los jardínes neoyorquinos de Long Island, mi mente pensó ‘Dios no puede ser un niño harapiento y sucio’. En ese momento el encanto se esfumó y me vi transportado por otros caminos no tan sorprendentes como el que les refiero. No sentí miedo, lo que experimenté fue una profunda y grata curiosidad. No era el momento, supongo, pues antes debí pasar por el túnel de luz por el que se dice uno transita para pasar de esta consciencia a la siguiente. Además, quien era yo para juzgar y decir ‘Dios no puede estar tirado en un jardín’. Dios, siendo quien es, puede ser quien le plazca: una roca, el hueso que se suelta de una mano, una rosa o una mariposa. En fin, la experiencia no se ha vuelto a presenter, pero a veces sé que busco revivir esa experiencia.
A quienes les refiero esta experiencia me han preguntado de todo, pero muchos están interesados en saber con exactitud qué es meditar. Y creánme que no tengo una respuesta que aclare el panorama en su totalidad. Sé por lo que he leído que meditación es una profunda concentración de la mente humana en uno de los aspectos divinos: luz, amor, compasión, alegría, paz, perdón. Pero uno también puede concentrarse en una profunda oscuridad para encontrar la luz. La luz de la esperanza que no se debe perderse. Concentrarse es lo difícil. Y eso es así, porque nuestra mente está acostumbrada a pensar, divagar y perderse –muchas veces- sin control, como sí alguien ajeno a nosotros le diera cuerda para que hiciera su trabajo de manera independiente, sin importarle –a veces- nuestro bienestar. Pero uno de los mecanismos que tenemos los seres humanos para controlar la mente y su ejercicio constante de pensar es la respiración. Con la respiración pausada, rítmica y constante abrimos un camino para llegar a lo que todos tratar de llegar: controlar el pensamiento humano sufriente y hallar la felicidad.
Ser capaz de controlar los pensamientos y las emociones negativas es un privilegio. Ser capaz de decirle ‘alto’ a la mente es algo que sólo quienes practican la meditación con disciplina pueden lograr. Por eso el primer paso es fijarse en el “objeto”. Recuerden que Buda encontró lo que buscaba en un flor de loto y que premió a uno de sus discípulos como su siguiente seguidor cuando el monje comprendió el mensaje.
No sólo hay que fijarse en una flor de loto, sentarse a mirar un ocaso puede ser el primer paso para comenzar nuestra meditación, ver el constante vaivén de las olas puede ser otro. La mente gusta centrarse en muchos ‘objetos’ para descansar y relajarse.
Para quienes cuestionan la meditación y la tíldan de ejercicio de ‘evasión de la realidad’, les diré que hay un ejercicio de meditación que se enfoca y busca su ‘objetos’ en la realidad. Muchas veces tenemos un problema que nos agobia sin que logremos dar con la solución. La meditación viene en tu ayuda. Concentrando la mente en el ‘objeto’ uno llega a visualizar –desde distintos ángulos- y llega a la conclusión. Se imaginan al meditante observando ahora las conclusiones como si fuera un niño concentrado en jugar con sus juguetes o a un científico concentrado en lo que está estudiando. Quien medita logra también desde su cómoda posición –sentado en una silla, en posición de loto- observar con detenimiento todo el problema y cambiarlo desde la raíz. Se vuelve un entomólogo de sus propios bichos negativos.
Hace algún tiempo atrás escuché una entrevista al escritor estadounidense T.C. Boyle quien hablaba de su último libro de cuentos. El autor de ‘Wild child’ había leído en un diario que en una zona de Pakistán existió un niño que sufría de analgesia. Hasta los 14 años se exhibió en cualquier pueblo cortándose o hincándose sin experimentar dolor, hasta que llegó al último y definitivo acto: tirarse de un alto edificio. Y precisamente antes de escribir uno de los relatos contenidos en el libro, Boyle se puso a meditar en el dolor. ¿Es necesario que un ser humano sienta dolor? se preguntó inicialmente y encontró la respuesta que buscaba. El hecho de experimentar dolor nos previene y mantiene vivos. Un individuo sin dolor podría entrar a un círculo de fuego sin reparar demasiado en que se están quemando sus piernas, sus pelos y su piel e iría desapareciendo como el personaje principal de ese hermoso cuento escrito por Jorge Luis Borges titulado “Las ruinas circulares”. Stieg Larsson tiene también un personaje que sufre de analgesia y es medio hermano de Lisbeth Salander, uno lo encuentra a partir del segundo volumen de su saga ‘Milenio’. Centrarse en un punto de la realidad y meditar es sin duda una forma de buscar equilibrio y paz.
Los grandes meditadores budistas tibetanos sugieren meditar de manera altruísta. Cierra los ojos, coloca tu ‘yo’ hacia tu derecha y en la izquierda a todos los humanos sufrientes, incluye en este grupo a tus enemigos y comienza a buscar compasión. Primero por tu alma doliente a la derecha y luego por las almas a la izquierda, observaras que paulatinamente te irás inclinando a la izquierda, es la tendencia natural de los humanos, buscamos más. Lograr compasión por más número de personas es beneficioso para tu alma. Ojo, aquí algo importante. Se ha demostrado –gracias a los MRI- que el más beneficiado con este tipo de meditación es el meditante. Cuando uno pide compasión se beneficía el lóbulo frontal izquierdo del cerebro, lugar donde se percibe la mayor sensación de felicidad para el ser humano. Pidiendo la felicidad para todos, uno consigue mayor felicidad.
Para comenzar busca un lugar tranquilo en casa, mientras los niños duermen en la noche o muy temprano en la mañana. La posición debe ser cómoda, nadie te castigará si no logras una posición de loto. Un mueble acogedor de la sala, puede ser suficiente. Relaja el cuerpo. Cierra los ojos. Respira, respira, sin esforzarte. No prestes demasiada atención a tus pensamientos, déjalos que se muevan a su antojo. Es como agua que hierve y hace bulla. Busca un punto entre tus cejas. Respira profundamente, con ritmo muy lento. Mientras más concentremos la mente iremos hallando un mayor equilibrio. Quien medita se llega a convertir en alguien ‘ajeno’ que puede llegar a ver los propios pensamientos de su mente. Es como soñar y ver la alucinación, marcando cierta distancia. Riendo y corrigiendo lo que ve. La meditación tiene sus caminos, respirando uno se concentra (recuerde, no es fácil concentrarse porque al principio la mente divaga, el inicio es elusivo). Al principio uno descubre que la mente anda muy distraída, pero sí uno tiene la determinación de meditar irá ganando en el proceso de manera gradual. No pierdas de vista el punto situado entre tus cejas, con calma entenderas y lograras el objetivo. Al final lograras encender una vela y tu llama alumbrará ante cualquier tempestad que se presente en tu camino.

Thursday, June 23, 2011

Algunas cosas que hay que saber de Stieg Larsson y Eva.


Un escritor se pasa la vida aburrido, sin dinero, huyendo de las amenazas, protegiendo a su mujer sin casarse, aunque sepa que algunas veces lo tíldan de homosexual, haciendo periodismo de investigación, recordando a los abuelos que lo criaron, sin prestarle mucha atención a su padre –quien luego de enviudar se ha vuelto a casar- a un hermano que ve en ocasiones, cuando de pronto le asalta una idea: “tratar de descubrir quién es la persona que envía flores a un viejo, por qué, desde dónde y cómo lo hace sin ser descubierta”.
Así se empezó a gestar Millenium, la trilogía del escritor sueco Stieg Larsson, quien tratando de responder estas preguntas elementales de todo periodista, se lanzó al trabajo divertido de crear un mundo, un mundo que tiene todo su ‘universo’ encerrado en tres gruesos volúmenes, un día de vacaciones, allá por el no lejano año 2002. Un mundo que plasmó con genialidad, pero que como raro demiurgo no pudo ver el día que aparecieron a la luz, generando un destello tan sorprendente que ha enceguecido al mismo Thor. No esta demás decirle que yo también caí en el hechizo. Cuatro días me bastaron para devorar el primer libro, como lo haría un niño hambriento que obtiene una hamburguesa.
Todo esto lo sé gracias a lo que ha contado aquí, en Nueva York, Eva Gabrielsson, su compañera, su viuda, la mujer que hoy se encarga –sin pago- de las ediciones suecas de las novelas de su amado y extinto Stieg, quien como saben murió el año 2004, seis meses después de firmar un contrato para la publicación de su obra, un martes matutino que no le bastó para subir a un séptimo piso, porque ese día subió al piso más alto al que todos vamos a ir, algun día, y que él muy bien lo sabía, pues ya se había convertido en un astrónomo amateur.
Eva llegó de su extraño paraíso nórdico.
La ex compañera del extinto escritor sueco Stieg Larsson, autor de la trilogía Millenium, está por primera vez en los Estados Unidos y aquí ha sido recibida como se merece. En todos lados a donde va recibe el aprecio de todos, el aprecio que no se compra con dinero, como ella muy bien lo sabe. Para darles una muestra de la acogida les diré que la escuché en dos espacios de radio, donde ha hablado de todo por espacio de más de media hora -en WNYC- y por casí por una hora en la National Public Radio, con dos destacados anfitriones. En la noche del martes, Eva estuvo también hablando en la sede de una tienda de libros, en Manhattan.
En las entrevistas, Eva Gabrielsson habló de su vínculo con Stieg con quien vivió sin casarse desde muy joven y por espacio de 32 años, de la sorprendente venta de sus libros, de la ‘relación’ que mantiene hoy con los familiares directos del escritor y de su increíble historia económica, negada por una avaricía, que molesta, pues Erland y Joakim Larsson -padre y hermano de Stieg- le han negado recibir un solo centavo por el fenómeno de ganancias suscitado a raíz de la publicacion de ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, ‘La chica que soñaba con una cerilla y un galón de gasolina’ y ‘La reina en el palacio de las corrientes de aire’.
La arquitecta y activista política sueca vino también a Nueva York a promocionar su nuevo libro de memorias titulado “There are things I want to know about Stieg Larsson and me” (Hay algunas cosas que quiero que sepas acerca de Stieg Larsson y yo).
Gabrielsson dice que conoció a Stieg en 1972, cuando ambos tenían 18 años, y se encontraban apoyando políticamente a los desertores estadounidenses de la Guerra de Vietnam. Ellos también estaban en contra de esa guerra absurda. Dos años después iniciaron una vida juntos, hasta el día trágico en que Larsson murió, un martes 9 de noviembre del 2004.
Eva Gabrielsson contó que Stieg comenzó a escribir su trilogía en sus vacaciones del 2002, luego que buscara darle un pequeño giro a su vida que consideraba entonces aburrida. Fueron 24 meses de trabajo intenso y divertido que sirvieron al escritor para terminar sus tres historias. Todo comenzó como jugando, en un pequeño relato había muchos espacios por rellenar: Un viejo recibía flores cada año, sin saber quién era el remitente y desde qué lugares se enviaba el presente. Tratando de descubrir más de la historia es que Larsson creó a Henrik Vanger, un millonario sueco interesado en conocer qué le había pasado a su sobrina Harriet, quien desapareció 36 años atrás, en una pequeña isla sueca y que pese al enorme despliegue policial, nadie había podido dar con su paradero.
La primera novela titulada ‘The girl with the dragon tattoo. (El título en español es ‘Los hombres que no amaban a las mujeres” y casí me trae problemas cuando viajaba en tren de Manhattan a Queens, cuando un viejo se paró a mi costado y me gritó mirando el grueso volumen negro: “yo sí amo a las mujeres”.
-Yo también- le respondí sin dudar, zanjando lo que se podría haber venido).
Las novelas son ‘brutales’ a decir de algunas lectoras, pues aborda el crimen, el abuso doméstico, la violación, la pronografía y la corrupción enquistada en la sociedad sueca, lo que significa que en todos los lugares se cuecen habas. Sin embargo, a decir de la pareja de Larsson, todo ha sido tomado de los reportes policiales a los que el escritor -como periodista- tuvo acceso y lo que ha hecho Steig Larsson es tratar a las víctimas con respeto y dignidad. Además, la vocación feminista del escritor se deja sentir a lo largo de sus historias. No por nada Lisbeth Salander es un personaje que resuelve todo con rápidez e inteligencia, pese a los abusos por los que tiene que pasar. Hay que recordar también que Larsson fue testigo de una violación y que no pudo hacer nada para parar semejante atropello, se sintió desde entonces culpable por lo ocurrido, mas aún porque al tratar de disculparse por lo que habían hecho sus amigos, la joven víctima se negó a aceptarlo y desde entonces vivió disculpándose con ella.
Eva Gabrielsson habló también de los cerca de US$ 50 mil dólares que ganó el escritor tras firmar el contrato para la publicación de sus novelas, ediciones que no llegó a ver, pues repentinamente sufrió un dolor terrible al corazón cuando tuvo que subir los siete pisos para llegar a su oficina, porque el ascensor estaba malogrado y habiéndose descuidado en su salud y por subir demasiado de peso, le atacó un paro cardíaco masivo. Aquel trágico martes, Eva estaba fuera de Suecia y tuvo que regresar en tren. Cuando llegó todo estaba consumado. Sin embargo, Stieg tuvo tiempo de pedir al médico que llamara a su esposa, así, su esposa, es lo que le dijo al doctor que lo atendió. Cuando Eva llegó al hospital se acobardó de verlo sola, llamó al padre de Stieg y juntos vieron el cadáver. Fue cuando Erland Larsson le dijo que como compañera de su hijo se encargara de todo, porque era su derecho. Más tarde, cuando se dio cuenta de la magnitud que significa la obra de su hijo, Larsson, su hijo Joakim y su nueva esposa cambiaron de parecer. Eva calcula que se han vendido 60 millones de ejemplares, los mismos que podrían haber generado una suma aproximada de US $ 100 millones de dólares. Ella no sabe que están haciendo los deudos directos con ese dinero.
Eva sabe que al no haberse casado con Stieg no se siente amparada por ninguna ley. Es más - esto raya en el colmo de la avaricia- al momento del deceso, ella junto al escritor tenían un pequeño departamento en Estocolmo que ha pasado a ser de propiedad del padre y hermano de Stieg en un 50% y ellos han tratado de cederlo a Eva a cambio de la computadora del escritor, donde podría estar la cuarta parte o la continuación de sus tres novelas. Eva confesó que son apenas 200 páginas de un nuevo libro y que Stieg planeaba escribir su saga en 7 gruesos tomos de más de 600 páginas. Hace poco al parecer los Larsson han tratado de conciliar un poco más con Eva a quien han ofrecido alrededor de US $ 3 millones de dólares.
El caso de Eva Gabrielsson da cuenta de un vacío legal que el Congreso sueco ha tratado de subsanar creando una ley que ampare a las parejas que pierden a su compañero. Ella precisó que junto a Stieg tuvieron planes de casarse y que postergaron el matrimonio en 1993 por algunas situaciones que ocurrieron. Algo adicional, como Larsson estaba involucrado en investigaciones periodísticas que tenían que ver con temas muy espinosos, él trató de proteger y dar seguridad a su pareja, aunque alguna vez lo hayan tildado de homosexual. Eva admitió que Larsson recibió amenazas de muerte desde Yugoslavia, había constantes llamadas telefónicas que para prevenir las contestaba una grabadora y que alguna vez le enviaron también algunas balas como advertencia.
Lo que sigue sorprendiendo a los lectores del escritor sueco, es la la avaricia de su padre y hermano. Eva dice que podría haber hecho una mejor distribución de ese dinero, incluso estaría dispuesta a aceptar la decisión de su compañero, quien en vida habló de donar el dinero a causas justas. Stieg Larsson sabía como astrónomo amateur que todo tiene su final y que los seres humanos no se llevan nada cuando se juntan con el universo. Lo que no sabía es que Eva jamás le dio a morder la manzana, que la manzana la mordieron otros, otros quienes hoy viven contaminados, creyendo que están en el paraíso de opulencia.

Tuesday, June 14, 2011

Lecciones que duelen.


Mi buen amigo Carlos Cárdenas, quien tenía alojada una bala perdida en el pulmón, me contó hace algunos años una historia muy simpática respecto a su buena decisión de nunca fumar. Lo había hecho en dos oportunidades y en esas dos oportunidades su padre tuvo que proceder con severidad, pero con buen criterio, para alejar a su hijo adolescente de las garras del vicio.
En la primera oportunidad se quemó los dedos con un cigarillo y en la segunda estuvo vomitando, mientras soportaba un fuerte dolor de muelas. En la primera oportunidad, su padre lo vio fumar y Carlos mintió:
-¿Por qué estas fumando?- preguntó su padre en un tono casí neutro, aunque profundamente preocupado.
Carlos mintió, dijo que tenía dolor de muelas y que sus amigos le habían aconsejado que el humo le curaría del dolor. Cuando mintió tuvo que tirar el cigarillo que tenía escondido entre los dedos porque se estaba quemando. En la segunda oportunidad, Carlos estuvo aquejado de un verdadero dolor de muelas y su padre usó sus palabras de que ‘el humo del cigarrilllo curaba el dolor de muelas’ para hacerle entender dos cosas: que no vale mentir y que fumar es un vicio que te quema por dentro y te puede matar de a poquitos. El padre de Carlos fue muy drástico con él, pues le hizo fumar, uno tras otro, 4 ó 5 cigarrillos para ver sí el dolor de muelas se iba y lo dejaba en paz. Carlos entendió la lección tarde, aunque temprano odió a su padre, cuando aún no comprendía del todo lo que su padre le enseñó con dureza y con profundo amor.
Todo padre tiene que enseñarle a su hijo buenos hábitos, principios y responsabilidades. Y, claro, a veces los padres actúan con mucha dureza, cuando de enseñar a un niño se trata, debido también a lo que vivieron y experimentaron, decía Carlos. Hace algunos años, los padres castigaban físicamente a los hijos y permitían que los profesores castigarán también de igual manera a sus retoños, para que aprendieran. En Perú se conoce el dicho que reza ‘la letra con sangre entra’ (vea el cuadro de Francisco de Goya que acompaña esta nota) aunque hoy se lo menciona menos, pero que refiere al tema de la enseñanza severa que tiene como objetivo dejar profundas huellas en los estudiantes. Mi padre me contaba que antes, los profesores hacían arrodillar a sus alumnos en las chapas de metal que se sacaban de las botellas y se clavaban en una madera o en un montón de maíz desgranado y regado en un rincón, cuando no sabían la lección. Algunas veces los paraban al centro del patio de recreo con dos piedras levantadas en ambas manos por espacio de una hora para recordarles que tenían que hacer sus tareas.
En mi colegio de la selva peruana, recuerdo que al inicio del año, el profesor de primaria nos pedía traer nuestras varillas con nuestros nombres escritos en ellas para usar las mismas cuando no cumplieramos la parte del ‘juego’ establecido, incluso por no llevar un pañuelo limpio en los bolsillos para soplarnos los mocos. Al principio de año, recuerdo que tenía que ir al campo a buscar una bonita rama - casi siempre de guayaba- para cortarla, pulirla y entregarle al profesor, quien la colocaba en un rincón del salón, a donde te pedía dirigirte, ubicarla y presentarla en caso de no saber la lección, no hacer las tareas o tener un mal comportamiento con tus compañeros. Sólo en dos oportunidades la varilla tocó mis piernas y mi posadera, la primera vez cuando me defendí de un gradulón que me tenía de ‘punto’ por ser pequeño, así que nos liamos a golpes en un extremo del patio de recreo, durante un día lluvioso. Recuerdo que terminé arrodillado a un costado de la puerta del salón de clases, mientras mi compañero abusivo me miraba llorando al otro lado de la puerta. A ambos nos habían dado ‘tres tiros’. Lo juzgué excesivo porque yo sólo me había defendido y el profesor no había investigado las causas reales del incidente. La segunda vez fue cuando desoímos al profesor, quien nos dijo que volvería en seguida. Se demoró dos horas. Eramos niños de 10 u 11 años, traviesos como la mayoría de esa edad. Esperamos media hora y luego salimos a jugar fútbol en un cuartito al fondo de la vieja escuela. Recuerdo que me disloqué los huesos del pie después de patear una madera cuando en verdad había tratado de atinarle a la pelota. Ese dolor no fue suficiente aquel día cuando el profesor regresó, nos hizo formar en fila india, buscar nuestras varillas de guayaba y regresar a la cola para recibir los’ tres tiros’ respectivos por desobedientes. Por lo que ocurrió lloré doble, pues me dolía el pie, las piernas y la posadera. No le conté a mi padre lo ocurrido, sólo hablé del pie y del juego, porque había el pensar en aquellos años de que una falta con el profesor era un síntoma de mala educación en la casa y el profesor seguro que pensaba que el padre no cumplía con su labor, entonces el castigo se repetía. Había que corregir al hijo para que ‘obrara’ bien fuera de casa.
Recuerdo que los menos aplicados en la clase no sólo sufrían los ‘tres tiros’ con la varilla, algunas veces el profesor perdía la paciencia y levantaba a los alumnos de las patillas y los estrellaba contra la delgada pizarra de madera. Eran las prácticas de antaño, las mismas que vistas a la distancía, asustan y sorprenden.
Hoy, pobre del profesor que toque un pelo a un niño. Lo agarro a patadas. Ahora felizmente no hay nada de eso que también se conoce como ‘al rincón quita calzón”. Claro, que con ese método se han cimentado ‘buenos hombres’, como bien lo reseñó Ricardo Palma en sus conocidas “Tradiciones peruanas”.
Para terminar, en secundaria había un profesor que metía pedazos de tiza a la boca de sus alumnos que bostezaban o pedía que le den un ‘cocacho’ al que osaba abrir la boca en plena clase. Pobre de ti sí no te esmerabas en dar un buen golpe; el profesor retrucaba, “ a ver, enséñale a ese muchacho a dar un cocacho”, el que había recibido el golpe suave en la cabeza se esmeraba, hacía puño y te daba un cocacho que te arrancaba hasta las lágrimas.
Hasta aquí las historias son simples recuerdos, pero estoy tratando de hacer cuentos con ellos. Creo que con el relato de Carlos voy bien, porque a lo largo del tiempo lo he pensado y he logrado darle la forma que necesita para convertirse en un cuento. Pienso que a todos los niños nos cuesta muchas veces entender a nuestros padres. En el caso del papá de Carlitos Cárdenas parecía un sádico. Imagínenlo prendiendo un cigarillo tras otro y dándoselo a fumar a su hijo de doce años para ver sí lograba cortarle el dolor de muela. La distancia nos da la perfecta perspectiva para ver lo que ocurrió. El padre de Carlos estaba sufriendo con el dolor de su hijo, pero por encima de eso estaba enseñando dos cosas importantes con su accionar severo. 'No mientas y no fumes', decía. Carlos nunca más fumó, le agarró asco al cigarrillo.
Recuerdo que yo andaba fastidiado con mi papa por haber permitido que mi profesor de primaría me castigara en dos oportunidades, pero ahora viéndolo a la distancia puedo dejar de juzgar con severidad a mi padre. Sin duda, él quería que yo fuera un hombre de bien. Le dolía saber que algo terrible me ocurriera, pero me estaba preparando para lo que se me pudiera presentar en el largo recorrer de mi vida. ‘Tres tiros’ con la varilla de guayaba no eran nada comparado a lo que sufrió mi padre. Cuando estuvo en el Ejército, en los inicios de 1960, un capitán ignorante y envidioso se acercó a mi padre por la espalda, al verlo con la uña larga en el dedo pulgar lo tildó de marica y le dobló la uña sin ninguna consideración, mientras mi padre estaba en posición de descanso. El oficial vino de atrás hacía adelante para ver sí había arrancado lágrimas a mi padre, como vio que no lo logró, le ordenó: atención! Mi padre sangraba. El capitán miró el pecho velludo de mi padre y encendió un cigarillo, le tiró el humo en la cara y con la brasa ardiente de la punta, 700 grados centígrados calculados, comenzó a quemar los vellos, sin lograr perturbar a mi padre. Cansado de su sadismo, el capitán apagó el cigarrillo en el hombre izquierdo de mi padre. Mi padre se retorció de dolor, moviendo tan sólo los ojos en un párpadeo rápido y por ese hecho fue llevado al calabozo por 24 horas. Mi padre era un militar a carta cabal. Si se hubiera quejado, el capitán lo hubiese masacrado como hacían con la tropa, dizque para lograr el prototipo de un buen soldado.
Yo que me quejaba de los ‘tres tiros’ con una varilla de guayaba. Carlitos me contaba su historia tratando también de decirme: ‘tu viejo te adoraba, como el mío mientras me enseñaba a no fumar’. Ahora, yo sé muy bien cuánto me amaba mi padre. Cada derrota mía a mi padre le dolía más que ese acto cobarde del capitán, pero por cada triunfo que logré mi padre mostraba orgulloso su pecho velludo.

Tuesday, June 7, 2011

Historia oficial (Un acercamiento a Perú).


Hace poco volví a ver la película argentina “Historia oficial”, la misma que ganó el Oscar a mejor película extranjera y cosechó otros premios internacionales y tuve que explicar, en resumen, de qué trataba el film. Resulta difícil explicar a la gente de qué estamos hablando en este caso, porque muy pocas personas manejan el concepto de “premisa” cuando de ficción estamos hablando.
En una reunion última, mi posición acerca de la película fue que se trataba de una historia que buscaba contar la ‘verdad’ de lo que había ocurrido en Argentina durante los gobiernos militares y como notarán puse enfasis en la palabra ‘verdad’.
Cuando uno escribe ficción o lo intenta, lo que se busca es reunir en una palabra o una frase la esencia de lo que se desea contar. Casi siempre se buscan palabras sencillas que engloban un valor. En el caso del film argentino se trata de buscar el valor de la verdad. Se suman a la verdad como valor, el amor, la justicia, la libertad, la DIGNIDAD. Y pongo dignidad con mayúsculas por lo que pasaré a contar en seguida.
Antes, sin embargo, quiero terminar con lo de “Historia oficial”, la película en este caso. Aquí se narra la historia de una mujer que tiene una hija adoptada, pequeña que ha caído como un ‘regalo del cielo’, traída claro por el marido que trabaja con los militares, dictadores de aquella época. Al principio vemos a una mujer (Norma Leandro, quien interpreta a Alicia) que vive en el país de las maravillas, todo es bonito para ella, mas aún sí tiene a la niña soñada. Pero de pronto Alicia se enfrenta a la verdad, cuando una de sus amigas íntimas le cuenta la terrible tortura que sufrió algunos años atrás y le habla de las desapariciones de hombres, mujeres y niños. Es el momento que Alicia tendrá que empezar su camino que la llevará a conocer lo ocurrido con su pequeña Gaby, quien a su vez es la hija de un desaparecido y ella también tiene que enfrentar la verdad. La verdad está por encima de todo, por encima incluso de la comodidad familiar y Alicia enfrentará esa verdad a costa de su propio matrimonio y seguridad. La verdad la puede destruir, pero la verdad es la verdad por muy dolorosa que sea, porque es un valor inherente a todo, como la libertad, la justicia y la DIGNIDAD.
Este fin de semana tuvimos elecciones en Perú y el país se polarizó. En mi propia familia existieron dos corrientes y me costó hacerles entender porqué no deberíamos votar por un candidato, en realidad por una candidata. Aunque aquí deseo dejar constancia que voté viciado. El otro candidato tampoco ofrecía algo concreto ni daba las garantías necesarias para ver un futuro alentador, desde mi particular punto de vista.
Quienes trataron de arreglar las elecciones se dieron con el globo que inflaron reventándoles en las narices. Déjenme contarles esta historia que de oficial no tiene nada, valgan verdades. Son conjeturas vistas a la distancia. (Algunos) apristas en el poder hasta julio del presente año están preocupados con lo que les puede venir y se lanzaron a tratar de ‘componer’ el asunto en su beneficio. El presidente Alan García comenzó a tentar posibles candidatos. Jaime Baily, un conocido escritor y periodista de televisión, fue el primero de la lista, pero el asunto emprendido comenzó mal porque el periodista contó los pormenores de una cena, donde García se despacho diciendo que iba a hacer lo imposible por frenar la llegada de Ollanta Humala al poder. Baily se quejó del poco dinero que gana un presidente y el jefe de Estado retrucó con una frase lamentable que en otro país (Colombia o Francia) le hubiese costado una profunda investigación: “no te preocupes, la plata llega sola”. De dónde, vaya él ha saberlo. Baily no aceptó. García no iba a apostar por Keiko Fujimori, su padre está desacreditado a nivel mundial. Después de Kadafi, Mubarak podría seguir Alberto Fujimori. Aunque García tuvo muchas deferencias con la hija del ex dictador, quien hoy goza de una cárcel dorada en Perú. Así que el Apra siguió tratando. Pero el objetivo ya no era Ollanta Humala, es lo que colijo ahora. El objetivo fue Alejandro Toledo. El ex presidente pudo haber repetido el plato, pero le hicieron ‘la camita’. Toledo se las tiene jurado a algunos líderes apristas y era y es de temer. (Permítanme una digresión. Alejandro Toledo tuvo un gobierno regular, tirando a bueno. Después de los escándalos con su director de Inteligencia, su guardaespaldas metida en negocios que resultaban imposibles para una policía de magro sueldo, Toledo aprendió. Si se orinaba en los pantalones cuando los militares pugnaban por algo, como dijo un allegado, al final de su mandato pudo capear algunos temporales. Igual que García en su primer gobierno, cuando se deprimía en su dormitorio después de su frustada estatización de la banca. Armando Villanueva y otros líderes apristas iban a sacarlo de su depresión y lo empujaban a dar la cara. Hoy, García no lo hizo mal, hay que reconocerlo, si no fuera por los petroaudios y sus exabruptos, no hubiera hecho esa cambalachada electoral que nos costó dos vueltas, estaríamos agradecidos). Retomo. En el interín pareciera ser que encontraron a alguien que le iba a restar votos al ex presidente Toledo y lo lograron. El término acuñado por muchos políticos es ‘divide y reinarás’, no importa sí en el medio está el país, aquí lo que importa es al permanencia política y sus cuotas de poder. En el Apra los líderes estaban preocupados con lo que se les venía (algunos, no todos, valgan verdades). Mientras su líder buscaba arrebatarle el triunfo a Toledo, los apristas de arriba se empujaban y se metían zancadillas, hasta que perdieron a su candidata aprista a la presidencia. Mercedes Araoz buscaba defender principios, valores en su partido. No la entendieron y le ‘cortaron la cabeza’. Defender valores es una cruzada difícil. Pocos lo entendien. Mientras tanto, García al parecer encontró la fórmula, no lo puedo asegurar, pero me tinka que Pedro Pablo Kuczinsky fue el caballito de batalla. Al ex ministro de García y Toledo se le presentó como un técnico capaz y muy bien relacionado. Empezo bajo, sí hubiera seguido así quizás Mario Vargas Llosa hubiera logrado disuadirlo. “No seas tonto, estas jugando a traer todo abajo y estas beneficiando a los apristas”, pudo haberle dicho el laureado escritor, pidiéndole su renuncia a la candidatura, pero PPK estaba en ascenso y con posibiliades, y su corazoncito se inflaba, podía pasar de ministro a presidente. Apostador como es el lobista se negó al pedido y le restó los votos a Toledo. Me consta, en el tramo final Toledo se cayó y la gente prefirió a Kuczinsky para evitar a Humala o Keiko. Pero las jugadas se les fueron de las manos y a quienes los peruanos evitamos resultaron siendo los beneficiados. Humala y Keiko pasaron a la segunda vuelta. Aquí vino la decisión más difícil, pero desde mi punto de vista había que optar por un valor. No podíamos votar por Keiko, era como premiar la dictadura de su padre. Aquí venía nuestra dignidad a tomar cuerpo ¿ Cómo votar por alguien que avaló a su padre en su gobierno y formó parte del mismo?.
-No, pero va a ser la primera presidenta del Perú- terció mi madre como mujer.
-Mamá, tenemos que defender principios- deseé convencer a mi madre.- Su padre huyó del país, usando los recursos del Perú, en un avión FAP llegó a Japón, renunció por fax y allá nos hizo saber que era súbdito del emperador. Se confesó japonés, el Perú no le interesa, salvo para salvaguardar sus intereses. Su hija quiere llegar al poder para sacarlo libre- mi madre no entendía. – Mamá, ¿cuánto te costó educarme? Hubo que sacrificar vestido, no? Y aquí no hay envidia o revanchismo, pero con US $600 milllones de dólares, cuántos niños con verdadero talento se hubieran hecho profesionales en Perú? ¿Cuál sería tu sentir si mi padre te hubiese maltratado y yo me hubiese callado?- Fue mi último recurso. Mi padre jamás le tocó un pelo a mi madre. Jamás lo vi discutir en mi delante, aunque los escuché hablar acalorados tarde en la noche, lejos de sus hijos. Mi madre votó, no sé por quién.
Es difícil defender principios. Creo que no la convencí. Las elecciones se dieron y el pueblo peruano eligió. Ganaron los principios, pero mis nervios están de punta. No quiero a Hugo Chávez metido en Perú, todo lo que nos costó avanzar, se podría ir al tacho. Humala no creo que sea Evo, con poca personalidad, para dejarse avasallar por un interés mezquino y personal. (Chávez o Fujimori es en el fondo lo mismo, puro egoísmo) Ojalá la perorata de ‘ayudar a los pobres o por los pobres’ no sea una ‘muletilla’ que después se use para manejar el país dictatorialmente. Eso de ‘los pobres’ es cuento chino (Chávez se está llenando los bolsillos y como teme que lo saquen del gobierno y lo apresen, usa sus mentiras y a ‘los pobres’ para seguir enquistado).
Ojalá ahora los humalistas no usen a Fujimori (quien se lo busco) cuando las papas quemen durante los cinco años que vienen. Ya empezaron, si los fujimoristas no votan a favor, los humalistas endurecerán su encierro, sí votan a favor, lo dejarán con sus gollerías. El debe permanecer donde esta con las restricciones de acuerdo a ley. Ojalá Fujimori no se les escape a los apristas, no me gustaría que la historia se repita; en el anterior gobierno de García se fueron por un túnel los emerretistas dirigidos por su cabecilla Víctor Polay. Ojalá que la paz vuelva a Perú. Ojalá los jugadores económicos vuelvan a inflar la Bolsa y que Ollanta genere confianza y concerte realmente con las fuerzas que busquen sacar del atraso al país, dando oportunidades a todos y repartiendo mejor esas porciones de la torta económica.

Wednesday, June 1, 2011

Cenando mariscos con Gay Talese.


Conocí al escritor estadounidense Gay Talese hace algunos años y recién hoy -al leerlo- sé que se trataba del autor de Thy Neighbor’s Wife. El gran representante del periodismo moderno fue quien estuvo cenando mariscos junto a mi mesa en un restaurante italiano de Long Island.
Sé que fue él por una serie de detalles. Al mirar la carátula de su autobiografía titulada ‘A writer’s life’ veo a un tipo vestido con elegancia, con unas manos inmensas hechas sin duda para el trabajo esforzado y paciente, mostrando una sonrisa de hombre satisfecho y feliz, y, claro, el sombrero que al usarlo lo distingue un poco más.
En su autobiografía, Talese cuenta que le encanta visitar algunos restaurantes cuatro o cinco veces por semana porque desde pequeño está familiarizado con ellos. Recuerda el escritor que su padre gustaba salir con su familia, dejando su sastrería para llevar a comer a toda la familia fuera de casa. Talese se refiere a su hermana, su madre y él, además recuerda que su madre no era muy diestra en la cocina y su padre se transformaba en un tipo más bonachón y atento cuando estaba presidiendo la mesa familiar en un restaurante de algún paisano italiano. Allí en los restaurantes, Talese gusta ‘parar la oreja’ para escuchar algunas historias que los clientes suelen contar a sus acompañantes, sin reparar muchas veces en que hay algunos otros comensales oyendo. Habiéndose familiarizado con los menús desde niño, Talese descubrió-leyendo el trabajo de George Orwell- que él también está muy bien capacitado para escribir sobre todo lo que ocurría en un restaurante.
Gracias a que soy también un curioso y amante de la buena mesa es que llegué a comer junto al gran escritor estadounidense. Lo recuerdo por lo que comió: langostinos que fueron servidos en un plato con una elegancia que más que comida parecía un adorno. Un galeón español de langostinos y mariscos que el escritor atacó por estribor e hizo un gesto sibarita que me hizo tragar saliva. Me hubiese gustado meterle el tenedor a su plato por la popa. Pero para que me entiendan mejor, debo comenzar por el principio.
Hace algunos años, los vecinos del sótano de la casa donde viví me pidieron atestiguar su matrimonio. Yo me resistí al inicio, pero al final terminé aceptando. Me resistí por lo que me contó la novia. Yo solía preparer mi comida en la cocina que compartíamos todos quienes vivíamos en esa casa y como buen peruano me encantaba invitar lo que preparaba, me encantaba ofrecer mis chupes de camaroncitos o mi picante de langostinos con pallares verdes, pero no recibía invitación a cambio y mis vecinos a veces se atragantaban con perniles puertorriquenos o pasta italiana. Para ser sincero, no me importaba del todo, pues sé que como buen peruano, para mí, no hay nada como nuestros potajes hechos a base de diversos ajíes. Sin embargo, lo que me dijo Melisa –así se llamaba la novia- me sorprendió. “Mi novio me dijo que no te invite un bocado, me lo ha prohibido”. Abrí los ojos al descubrir algo que ante mí se presentaba distinto. Me joden los hipócritas. El tipo reventaba cuetes a la cocina peruana y decía que el cebiche de mariscos era lo que más le encantaba. Yo estuve pensando gastar un poco más de dinero para probar mis manos en la preparación de un ceviche a pedido, que por cierto nunca me ha salido bien, pero ante lo que escuché, opté por comer solo. La atención del novio con la comida que preparaba era falsa y preferí degustar mis potajes sin esa compañía, aunque me encanta compartir lo poco que tengo. Cuando me pidieron ser el testigo de su boda, les dí largas, pero el pedido fue constante que no me quedo más remedio que aceptar. No me iba a costar nada y sólo me pedían estampar mi firma en un documento que iba a extender un juez del pueblo donde vivíamos. Además, los novios estaban solos y a los padres y familiares de la pareja se les hacía difícil venir para la boda, del novio desde Honduras y de la novia desde Arizona.
El terno no me quedaba, el ejercicio constante de llevarme el tenedor a la boca había dado resultados. Opté entonces por una camisa celeste decente y un pantalón de vestir azul marino. Salí del trabajo temprano, tenía la comida lista del día anterior, la calenté y comí. Me di un baño y luego me cambié. Cuando me ponía la corbata frente al gran espejo de la sala, los novios aparacieron elegantes. El vestía un terno azul con camisa crema y lucía una corbata amarilla chillona. Ella tenía un vestido corto color blanco humo y el ramo de tulipanes blancos se veía simpático. Ella estaba feliz, el novio había tenido la delicadesa de preparar el arreglo y demostró mucha destreza. Aunque el maquillaje de Melisa era espantoso, se había embadurnado la cara con talco o algo parecido. Opté entonces por concentrarme en los tulipanes.
-Tenemos que ahorrar, con las justas tenemos el dinero para el juez. El arreglo floral lo hizo él- dijo ella mirando a su amado con gratitud y algo de disimulado descaro. El novio me miró sonriente y poco le faltó para levantar la pata y marcar territorio.
Bueno, vamos, que andamos exactos. El pequeño volswagen de ella nos esperaba en la calle, nos subimos y enrumbamos al City Hall. Al llegar se nos unió una morena que también atestiguaría en el matrimonio. Trabajaba en el banco donde Melisa mantenía una pequeña cuenta bancaria y había aceptado también el pedido de la novia. El cielo oscureció cuando entramos al City Hall. Conversamos esperando la llegada del magistrado y fue el mismo juez quien nos abrió la puerta de la Corte donde se realizaría el matrimonio. El salón de audiencias se veía grande y vacío, lo llenaba la morena con su cuerpo escultural, los novios y yo. Ese perfil podía destacarse donde sea y estoy seguro: podía competir con JLo. Andaba volando en mi avioncito imaginativo cuando apareció el juez muy bien ataviado; con lo que vestía se veía distinto, daba cuenta de su autoridad. Leyó un documento de manera breve dando a conocer los derechos que le facultaban para realizar casamientos, pidió a los novios el consentimiento para unirlos, les pidió los anillos, darse un beso y con nuestras firmas finalizó el acto. No se olvidó del dinero que le correspondía y nos dejó solos en esa enorme sala que algunas veces supongo alberga a más de cien personas. Cuatro gatos –nosotros- comenzamos a tomarnos fotos. El juez apareció dos minutos después y dijo ‘Good night’, entendimos que iba a cerrar la sala de audiencias. Todo rápido y expeditivo. Mis vecinos estaban casados.
-Ya hizo sus cien pesos y ahora quiere que nos vayamos- dijo el flamante marido. Nos fuimos. La morena dijo que tenía que irse hasta Brooklyn manejando y se veía que iba a llover. Mi avión aterrizó. Nos despedimos y volvimos al volswagen. En el auto, Melisa me dijo que deseaban ir a cenar a un lugar bonito y barato. No tenían mucho dinero, puso énfasis en eso. Tal vez esperaban que les invitara, pero yo me sentía satisfecho, ya había comido. El novio manejó y les sugerí que fueramos a Roslyn, un pueblo predominantemente judío. Al ir a estudiar solía pasar por un lugar donde habían muchos restaurantes y uno de ellos llamaba mi atención, ‘algun día iré a comer a ese lugar’, pensé antes. Este era el momento. La lluvia se desató y seguimos avanzando, pero tuvimos que parar cuando la lluvia arreció, parecía que nos estaban tirando baldazos de agua a la luna delantera sin parar, no se veía absolutamente nada al frente. Esperamos bromeando: ‘alguien no quiere que vayamos a comer, nos vamos a tener que quedar a lavar los platos’, decía Melisa. Y justo en tu día de bodas, dije con un tono de maldad. Cuando la lluvia amainó un poco seguimos nuestro camino. Fuimos hasta el restaurante de mi elección. Al parar el vehículo se acercó un muchacho con paraguas, nos escoltó uno por uno hasta la puerta de acceso y le pidió al novio las llaves del vehículo para estacionarlo. ‘Esto nos va a salir caro, mira las atenciones’, dijo el ahora esposo. ‘Es que esta lloviendo y no quieren perder a la clientela’, dije tratando de apapachar mi culpa. El restaurante estaba casí vacío. Dos mesas apenas tenían comensales, en un rincón había una joven pareja que al parecer no deseaban ser vistos, muy juntos conversaban casí tapándose la cara con las cartas de los menús que servían en el lugar. Frente a las ventanas que daban a la calle, dos adultos mayores tomaban una copa de vino, esperando sus respectivos platos de fondo. El maitre pidió un momento, mientras acondicionaban una mesa para nosotros. ‘Junto a la ventana’, pedí. Al rato un mozo vino y pidió que lo acompañaramos, nos sentaron al costado de los adultos. Otro mozo venía con una bandeja de comida. Al pasar por mi lado vi un plato qué más que comida parecía una pequeñna obra de arte: langostinos que simulaban un galeón español. Iban a la mesa del caballero elegante. Sus manos enormes me sorprendieron, quizás pudo acabar con el plato de un manazo, pero atacó el galeón con finura, por uno de los flancos y lo vi degustar el primer bocado con placer. Ese es el plato que me gustaría comer, pensé. Habían como veinte mesas vacías, pero nos acomodaron junto a los adultos que calculando tenían alrededor de 70 años. El, muy elegante, sonreía, llevaba chaleco y corbata y no dude suponiendo ‘es alto y feliz’. La esposa era alta y también muy amable.
-Que bonito que se hayan casado hoy con esta lluvia, nosotros también nos casamos en un día lluvioso- dijo la señora.
-Sin duda van a ser muy felices- intervino el señor.
Apenas nos conocían y se mostraban simpáticos. El flamante esposo seguía preocupado, su cara no pertenecía al de un hombre casado y feliz. Se veía como listo a huir. El maitre trajó las cartas con el menú a servirse aquella tarde, digo tarde porque al ser las 6.30 p.m. aún se veía con claridad a través de las ventanas. Estoy seguro que de afuera para adentro, todos quienes pasaban en sus autos nos veían sin reparar demasiado en nosotros. Jamás se les hubiera ocurrido que estabamos cortos de fondos y a punto de brindar por la salud y felicidad de una pareja de recién casados.
-Yo ya comí, no te preocupes. Para mí con una ensalada basta- mentí, pues había vuelto a fijar mis ojos en el galeón de langostinos y estaba dispuesto a hundirle el tenedor por la proa.
-Por lo menos tenemos que tomar una copa de vino, no es verdad? –dijo Melisa.
-Claro- dijimos a coro, el esposo y yo.
Yo me desligué de mirar a la pareja de adultos y me puse a observar a los recién casados. Me preocupé. ‘Caray, casarse para no tener ni cómo pagar una cena’, pensé.
La novia se puso a conversar con la señora acerca de su vestido y del ramo que llevaba consigo. El lo hizo, contestó ella feliz. La señora se paró de su mesa y se acercó a la nuestra para observar con más detenimiento los pequeños tulipanes blancos aún en botones. Luego me pidió la cámara que tenía olvidada en la mesa y comenzó a tomar fotos. Me pidió juntarme a los esposos y click!, tomó una foto más.
Nuestras copas llegaron y la dama adulta trajo la suya, hizo salud y se retiró. Nosotros volvimos a brindar una vez más. Llegaron las ensaladas de entrada, la mía venía con camaroncitos revueltos en las hojitas de espinacas, las habían bañado con un salsa roja que se parecía al ketchup, era lo más barato que encontré en la carta. El novio y la novia pidieron pasta. Comimos por un rato en silencio. Yo que soñaba con el galeón en mi plato, pero alguien en la cocina los había amotinado, destruido la pequeña nave y esparcido la sangre por todo ese mar lleno de algas, imaginé.
La pareja de adultos se retiró, pero antes de hacerlo la señora se acercó a la mesa, tomó de la mano a la novia y le deseó lo mejor. El caballero se despidió con una venía. Era delgado, muy alto, de cara larga y de nariz prominente, pero sus manos sobresalían ante cada gesto que hacía. Caminó hasta un lugar donde el maitre le entregó su saco crema y un sombrero de pana que hacia juego completo. Conversaron y nos hizo una venía adicional de despedida con el sombrerito. La lluvia había escampado por completo y el restaurant comenzaba a llenarse.
El maitre se acercó a la mesa que yo compartía con los recién casados y esbozando una amplia sonrisa preguntó qué más gustabamos servirnos.
-No, no. Estamos satisfechos. No, nada más. Más bien quisieramos la cuenta- dijo titubeante Melisa.
-No van a comer algo de postre, tomar un café, una copa más de vino?, insistió el maitre. Pidan con confianza.
-No muchísimas gracias, nos tenemos que ir a otro lado y nos esperan con algo más, mentí. El esposo miraba la mesa, preocupado.
-De la cuenta no se preocupen, mister Talis y su esposa ya pagaron todo- dijo el maitre. Si desean pedir más, no hay problema.
La novia, el novio y yo nos miramos sorprendidos.
-Nosotros ya cargamos todo a la cuenta del señor y sí desean más, no hay problema. La pareja son clientes antiguos del restaurante y hay mucha confianza.
En ese momento no reparé en el apellido, Talis o Talisi. Claro, lo estaban diciendo en inglés y yo desde que leí el artículo periodístico ‘Frank Sinatra tiene tos’ siempre dije Talese, como suena. Talese con E.
Vaya, vaya. Lo que es la vida y las casualidades que se juntan. Hoy sé que Gay Talese pagó la cuenta en aquel restaurante y yo ni siquiera atiné a cruzar una palabra con él. Vaya oportunidad perdida. Al leer su biografía recién me entero que Talese come en algunos restaurantes y que lo hace desde pequeño, además, le encanta ‘parar la oreja’ a donde va, porque es el lugar donde encuentra sus historias. Sin duda, nos vio -a los esposos y a mí- preocupados mirando la carta del menú sin saber qué pedir por no tener el dinero suficiente para cubrir los gastos en un momento especial y para aliviarnos la preocupacion, él decidió pagar todo. Por eso habló con el maitre antes de salir del lugar. No sé cuánto hubiese sido la cuenta por el consumo, quizás nos hubiesemos tenido que quedar a lavar los platos, pero gracias al oído fino del escritor todo se solucionó, además me dio la oportunidad de contar esta historia que aunque parezca falsa se ha convertido en verdad verdadera para mí. Comí mariscos con Gay Talese y él pagó la cuenta.
Gracias maestro y buen provecho.