Thursday, April 28, 2011

Mirando 'El Aleph'.


Hay cuentos memorables. Hay cuentos a los que volvemos más de una vez y siempre nos quedamos deslumbrados. Uno de esos cuentos es ‘El Aleph’. No soy el único lector de ese relato escrito magistralmente por Jorge Luis Borges, sin duda hay miles de lectores que vuelven una y otra vez al cuento del maestro argentino.
Hace algunos años empezó mi constante y detenida visita al libro para poner especial atención a este relato. Es más, en un taller de narrativa que se dictó en la Universidad de Ciencias Aplicadas, el joven narrador cubano Ronaldo Menéndez (no sólo el fútbol tiene a Ronaldo) nos hizo escarbar con pinzas entre las palabras escritas por Borges.
En aquella oportunidad conocí la técnica de las cajas chinas. En El Aleph Borges hace uso de este recurso literario para contar tres historias que forman parte de uno central. El primero esta representado por el amor obsesivo que Borges siente hacia Beatriz, el segundo es el arte como expresión de un todo, aquí se observa la concepción del arte y la relación de los artistas –Borges y Carlos Argentino Daneri- y el tercero es El Aleph mismo que habla del infinito.
En el relato Borges plantea un bloque inicial en el que cuenta todo lo que necesita para armar su historia, allí están sus personajes en relación con el mundo vivido e imaginado, real e irreal, presente y pasado que por cierto nos llevara a un futuro porque así es el lenguaje, nos dice Borges más adelante. Beatriz será el remo que nos guiará en ese pequeño río, mientras avanzamos en el bote con Borges y ella aparecerá sólo cuando sea necesario. Este cuento tiene cuatro o cinco niveles de lectura, la primera es una historia de amor, otra una suerte de autobiografía, hay una alegoría pues se asocia el cuento con la Divina Comedia, novela escrita por Dante Alighieri (basta ver inscrito el nombre de Beatriz para suponer lo expresado) y sin ninguna duda este es un cuento fantástico.
Un cuento se vuelve fantástico gracias a la ‘teoría de conversión’, decía Menéndez. Borges llega a la salita y evoca a Beatriz a quien ve en fotos desde niña hasta poca antes de su desaparición física. Recuerdan a Beatriz en tres cuartos, de perfil, esa es su primera conección; con el pekinés que le regalaron. No hay nada gratuito en todo esto. Le habla como pidiendo permiso para descender a encontrarla a solas y verla aunque sea con otro. En ese momento sabemos que Borges irá a encontrarse también con lo fantástico.
El lenguaje en El Aleph es algo tan bien usado. Basta mecionar algunos ejemplos: “cambiará el universo, pero yo no, pensé con melancólica vanidad”. En el propio lenguaje comienza uno a comprender la tensión que se necesita para hacer avanzar un relato como el escrito por el argentino. “No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros. Libros cuyas páginas, finalmente aprendí a cortar, para no comprobar meses después, que estaban intactas”. Con esta frase sabemos que el amor de Borges no fue correspondido y nos dolemos por él.
En el relato, Borges nos da información con calma. “Ejerce un cargo subalterno en una biblioteca ilegible”, dice al comienzo refiriéndose a Carlos Argentino Daneri, luego el personaje nos muestra unos poemas escritos en unas hojas de la biblioteca Juan Crisóstomo Lafinur. Del primo de Beatriz nos dice que es un tipo con una actividad mental continúa, apasionada, versátil y del todo insignificante”. Con lo que cuenta, además, nos habla de cierta rivalidad y lo que es peor, este tipo nada interesante es el que gozó del amor de Beatriz. ¿Quién es Beatriz para preferir al otro, dejando a Borges de lado?.
Al principio veremos a Borges llevando una botella de cognac, más tarde veremos para que sirve el licor, tal vez para envenenarlo, porque Daneri también podría estar loco o desconectado de la realidad.
Una de esas noches Daneri le muestra sus poemas, sin saber realmente por qué. ¿Sólo por ostentación intelectual? No, el relato necesita eso. Dos domingos después lo cita para pedirle el prólogo. Aquí, una vez más, el lenguaje es contradictorio y le da más tensión al relato. “El hombre iba a pedirme que prologara su pedantesco fárrago (Fárrago es una palabra bien seleccionada, Borges no confía en la calidad del poema), sin embargo, “mi temor resultó infundado”, el primo de Beatriz deseaba que sea un plumífero de garra quien escribiera el prefacio.
Lo que dice Borges o su personaje acerca de los críticos es interesante: “no disponen de metales preciosos, ni tampoco de prensas de vapor, laminadores y ácidos sulfúricos para la acuñación de tesoros, pero pueden indicar a otros el sitio del tesoro”.
Para sumar la tensión, Borges habla por boca de Daneri de la casa de los Zunino y Zunni, los dueños de la confitería que al principio es reconocido como uno de los más encopetados de Flores. Sin embargo, Daneri los menciona después como los ‘ilimitados’ que tratan de demoler su inveterada casa.
Es en esa instancia que Borges recibe la noticia del Aleph. Borges se alegra y lo que es más ‘se colma de felicidad’ cuando piensa que Daneri está loco. Pero ese loco le da una copa de seudo coñac para que pueda bajar al sótano y busque la ubicación perfecta debajo de la escalera. Antes del descubrimiento, Borges se pregunta sí no se habrá dejado soterrar por un loco que pretende defender su delirio. Más tensión a la trama. ¿Morirá Borges antes de ver lo que está más allá?. Y de pronto aparece el inconmensurable universo.
Beatriz no se ha perdido, Borges habla de ella cuando piensa recomendar a Daneri, como el primo de Beatriz, así la volverá a evocar. Al descender al sótano Borges se encuentra a solas con ella y lo que es más doloroso para él, la descubrirá escribiéndole cartas obscenas a Daneri. Para no discutir del Aleph después de su experiencia, el escritor usará un recurso pequeño, pero efectivo, se niega a hablar con Daneri del mismo y se venga de él sugiriéndole la demolición del inmueble para que pueda seguir escribiendo sus poemas. Claro que ya Borges nos hizo una descripción de lo que ha visto. Incluso a visto su cara, tu cara y la mía.
Borges tiene un humor negro genial. Hace que Daneri gane el Segundo Premio Nacional de Literatura. Su obra no gana un solo voto. Viejo va olvidando incluso los rasgos de Beatriz, quien es la que abre y cierra el relato.

Friday, April 22, 2011

Elecciones, mirando lo que ocurre en Perú.


Lo que ocurre en mi país es de no creer. La hija de un dictador como Alberto Fujimori pelea la posibilidad de convertirse en la nueva presidenta peruana. Quien logro el primer lugar en la primera vuelta es un candidato que muchos tíldan de hijo putativo de otro dictador, del de Venezuela, sin embargo, el que también tienes buenas posibilidades de acceder al sillón del Palacio de gobierno peruano dijo que no tiene vínculos con Chávez, más bien se siente allegado a Lula da Silva.
Lo cierto es que hoy reina una incertidumbre entre las mentes pensantes de Perú. ¿A quién elegirán los peruanos en esta segunda vuelta? Es la pregunta del millón. Los pensantes se han adelantado a decir que no votarán por Keiko Fujimori, así se llama la dama en cuestión, porque representa sólo una cara no tan nueva a la careta que nos obligó a usar su padre durante su gobierno dictatorial. ¿Cuál es la central plataforma de lucha esgrimida por la señora Keiko Fujimori de llegar al gobierno? Liberar a su padre de la cárcel. (Aunque algunos juren por Dios, blasfemando, que eso no ocurrirá).
Mario Vargas Llosa, nuestro flamante premio Nobel de Literatura, se ha negado a recibir a la señora Fujimori y creo que se ha negado a recibirla por la sencilla razón de no prestarse a un juego muy bien planeado políticamente. Después algunos miembros del grupo de Fujimori han salido a la palestra a tratar de dejar en ridículo al escritor, tratando de confundir el asunto. Creo que MVLl no recibió a Keiko porque ella no ha hecho un deslinde tajante con su padre. Quizás Vargas LLosa hubiese querido escuchar un deslinde a raja tabla: “mi padre seguirá en la cárcel, porque se equivocó, porque obró haciendo mal uso de su poder y abuso y como hija lo lamento y pido perdón, pero ese ejemplo no se seguirá”. Tal vez en ese caso MVLl hubiese aceptado. Tal vez. Mario sabe muy bien acerca de eso de ‘hacer deslindes con su progenitor’, porque un ser humano tiene que aprender a “matar” todo lo malo que muchas veces recibimos del padre. Y ojo que puse “matar” comillado porque hablo de manera figurada. Bueno, pero no seguiré con esto, porque no se trata de hacer un estudio psicológico del autor de ‘La fiesta del Chivo’, sino de hablar de las dificiles elecciones que hoy enfrentamos en Perú.
La señora Fujimori también ha salido a tratar de ridiculizar al escritor diciendo que Vargas Llosa no ha leído su plan de gobierno, pero cómo alguien que escribe bien va a leer algo que tiene un mal encabezado y eso que lo han hecho quienes tienen buenas nociones de escribir. Pero no, Vargas LLosa no leerá eso que le pretenden imponer con nuevo estilo. Ni lo sueñen. Entiéndase bien, Mario Vargas Llosa es un buen votante.
Mientras los fujimoristas tratan de convencer a los electores para ser elegidos tratando de subirse de mala manera al saco del escritor, el candidato que tiene la otra opción ha ido sumándose puntos por decimales. Y con esto no quiero decir que sea mi opción. No. Me preocupa. Los periodistas tenemos que arrancarle a Ollanta Humala el compromiso con la democracia y con la libertad y lo tenemos que decir claramente, aunque parezca un pleonasmo. Y hablo bien, los periodistas somos quienes lucharemos por esas libertades. No los dueños de medios que lo único que buscan son defender sus intereses, no, de ellos no hablo. Siempre los periodistas hemos sido los mascarones de proa de algunos dueños o directivos que nos lanzan a su lucha interesada sin importarles que nos dañen o nos vean como los responsables del asunto.
Lo que acaba de ocurrir en Lima me tiene sorprendido. Dos periodistas del Canal N, a quienes conozco, acaban de ser despedidos de sus respectivos puestos, por no haber apoyado a Keiko Fujimori y por haber deslizado un ‘rostro humano’ de Ollanta Humala, a decir de los dueños de dicho medio. Y al leer lo ocurrido me he llenado de ira primero, luego reflexionando un poco le escribí a Patricia Montero, así se llama la productora despedida, una pequeña nota de solidaridad en su cuenta de Facebook.
¿Qué es lo que buscan algunos dueños de un medio de comunicación importante con este tipo de directivas? Las directivas que se suelen dar de manera verbal para evitar dejar alguna evidencia y defenderse contraatacando cobardemente a quienes denuncian, si el caso se presenta en una instancia judicial. ¿Acaso no hemos sido testigos de cómo se compraban consciencias? Basta recordar el videíto donde aparecía Kouri recibiendo dinero de Montesinos y que este último hacia su ‘trabajo’ siguiendo algunas directivas. ¿Acaso hay algún otro videíto merodeando? No acuso, sólo pregunto y lo escribo, mejor, para que se entienda bien. ¿Qué intereses en juego se están defendiendo? ¿Han hecho un sesudo análisis de lo que podría ocurrir? No con sus negocios, sino con la estabilidad del país. Entiendo que ambos candidatos tienen vocación dictatorial por sus respectivos pasados, una la hija de un dictador que se convirtió en su primera dama y el otro un oficial retirado que lideró una pequeña revuelta y con un hermano en cárcel por su asonada mal planeada. Pero realmente, ¿quién podría patear el tablero para lanzarnos nuevamente a una dictadura?. Uno lo hizo desde arriba y el otro lo hizo de abajo, insubordinándose.
La coyuntura es difícil, debería de pintar un horizonte más claro, pero no puedo en un espacio pequeño resolver el futuro. Pecaría de ingenuo. Por eso mi función de periodista es, hoy, y será siempre, el de defender a todos. Bregaré por la libertad, sin entregarme a ninguna opción, buscando siempre el compromiso de quienes están usufructuando el poder de no pisotear a quienes están abajo o en desigualdad de condiciones. El poder no debe significar aplastar a los otros, sino construir un país e integrar. Hay algo que me preocupa, parecíera ser que el señor Fujimori y algunos otros políticos no aprendieron, quizás jamás lo hagan, que mañana tarde o temprano la justicia llega y que no hay un poder que no caiga. Hoy es ese el miedo de Chavez, él sabe que si pierde su mal trono se dará de hocico en la dura realidad y perderá no sólo las muelas. Ojalá nadie siga su ejemplo en el Perú. Los dictadores terminan mal, sino por que no leen uno de los buenos libros de Historia, o tal vez una buena novela de Mario Vargas Llosa, les sugiero ‘Conversación en la Catedral’ o ‘La Guerra del fin del Mundo’.

A Patty Montero, quien se ha ganado una condecoración valiosa de prensa. A veces eso pasa cuando te despiden de un canal.

Wednesday, April 13, 2011

Gritos y graznidos (Ficción)


‘El día estaba radiante. No quemaba, pero el sol brillaba. Bugs Bunny había salido de cacería con su escopeta de dos cañones. Se acercó al lago donde los gansos nadaban y se zambullían buscando algo de comer. El conejo tomó su largavista y miró más de cerca el objetivo que deseaba. Dos gansos salieron de pronto del agua, corrieron y alzaron vuelo. Bugs Bunny levantó la mirada y algo desagradable le cayó en el ojo derecho. Se limpió molesto y cambió su escopeta a un arma que se parecía a una metralleta. Apuntó y cuando iba a dispararar…’
-Basta Joe!. Te has pasado toda la mañana sin hacer nada, sentado frente al televisor y es hora de que hagas algo por tu vida- dijo una mujer gorda apagando el televisor y sermoneando desde muy cerca de la pantalla.
Joe había perdido la sonrisa que tenía mientras miraba la pantalla y disfrutaba de los dibujos animados. Trató de decir algo cuando su mujer lo dejó con la palabra en la boca. Ella se volteó y limpió el aparador de madera donde estaba el aparato, ahora en silencio. Todo estaba desordenado en aquella pequeña sala, los cojines de los muebles andaban tirados en el piso. La mesa de centro había perdido el vidrio que debía ir encima, sin embargo, en la tabla de la parte de abajo de aquella mesita habían dos latas cervezas: una vacía y la otra con algo más de la mitad. Las revistas dedicadas a la programación televisiva, el tejido a crochet y Mecánica Popular colgaban de los extremos de la mesa y estaban a punto de caer al viejo carpet manchado.
Joe prefirió no pelear, tenía la boca amarga, pero no le importó. Se paró, caminó alrededor de la mesa, no se percató que tocó las revistas y éstas se vinieron al piso.
-En tres años cumplirás cincuenta, pero sigues siendo un niño- dijo ella, irritada.
Joe dio una vuelta tratando de alejarse de su mujer y al mirar la puerta decidió salir. Tiró la puerta al ganar la calle y escuchó los gritos destempleados de su mujer. Subió a su auto, sin interesarse por el asiento que andaba con el cuero roto, tomó la llave que había dejado olvidado en el tablero de control, le dio al encendido y el vehículo también rugió. Apretó el botón respectivo y el mecanismo del antiguo Chevrolet tiró agua a la ventana delantera. Cuando el parabrisas cesó su movimiento de izquierda a derecha y viceversa, Joe pudo ver el camino.
Joe movió la palanca de cambios y partió sin ajustarse el cinturón al pecho. Cuando tomó la avenida principal miró las tiendas, pero precisó su mirada en el local de “7 Eleven” y hacía el lugar se dirigió. Antes de entrar al establecimiento, se paró, miró con detenimientro al costado izquierdo y cambió de rumbo. Sus pasos tomaron mayor determinación, esbozó una sonrisa cuando jaló la manecilla de la puerta de ingreso a ‘Petco’, una tienda con artículos para mascotas.
Joe había perdido el trabajo seis meses atrás y desde entonces volvió a las andadas. Al principio se sentó frente al televisor, bebiendo desde que despuntaba el día. De noche iba a la barra del bar de los irlandeses que tenía como dueña a una inmigrante polaca que en sus buenos tiempos retaba a beber a sus clientes. Ella tomaba vodka, mientras los clientes, que en mayor número eran irlandeses o sus descendientes, bebían whisky. Era una buena forma de alentar el negocio.
Al rato Joe salió de ‘Petco’ con una bolsa que decía ‘alimentos para aves’.
Joe había tenido un romance con Eva, la polaca, aunque la primera vez sólo durmieron juntos después de la borrachera que se dieron. Comenzaron días más tarde una relación que de amor no tenía nada, era algo así como la relación de dos seres heridos que se juntan para lamenrse las heridas. De sexo había poco, porque ambos preferían beber.
Eva fue muy tolerante con Joe. Alguna vez lo socorrió en el baño, cuando él se quedó dormido en el toilete, le limpió con su inmenso pañuelo de seda cuando le descubrió que sangraba al defecar. Ella en aquel momento estaba sobría y le rogó a Joe que dejara de beber. Joe no le hizo caso inicialmente y le tapó la boca lanzándole un beso agradecido. Recién reparó en la posibilidad de dejar de beber cuando Tom murió. Joe fue hasta el Funeral Home, ebrio, se acercó al féretro de su amigo y estuvo hablando con aquel cuerpo sin vida por algunos minutos hasta que se desplomó. Por más esfuerzos que hizo no se pudo mantener en pie, se balanceó y cayó, pero al tratar de no caer al piso se abrazó al ataúd y el ataúd se vino con él al piso. A Joe lo sacaron debajo de una corona de flores que se le había venido encima.
Tom, pobre Tom. El amigo se había quedado dormido en el parque, cayó al borde de la banca, llovió, el agua se empozó junto a su rostro y como estaba inconsciente y borracho no pudo reaccionar y se ahogó. Lo ocurrido creó una conmoción en Joe. Cuantas historias con Tom, habían sido echados de una casa cuando borrachos Joe comenzó a gritar “mi hermana se ahoga, ayúdenla, sálvenla, por favor”. La cara de Joe era un verdadero espanto, se había quedado dormido en el mueble de aquella casa y cuando despertó, gritó pidiendo ayuda y golpeó la puerta de uno de los dormitorios de donde salieron una mujer y su esposo. ‘Mi padre está lejos, cazando, y mi hermana se está ahogando, ayudenla, por favor’, les gritó.
-Aquí no hay nadie más, y por favor no siga, queremos dormir. Por favor, váyase de aquí, retírese-.
Joe volvió a su casa aquel día. Aquel día decidió aceptar lo que su esposa le sugirió, ir a visitar la Asociación de Alcohólicos Anónimos.
Joe fue al centro y dejó de beber por algunos días. Junto a quienes trataban de dejar de beber le costó aceptar -quizás nunca lo aceptó- que estaba enfermo. Sin embargo, Joe destacó en el centro con su buen humor. El hecho de haberse limpiado con un inmenso pañuelo de seda, luego de haberse quedado dormido en un baño y con la historia de su rescate debajo de un ataúd, se ganó la simpatía de sus compañeros. Todos, además, se animaron a contar sus propias historias y pasaron un buen rato. Habían algunos que habían pasado por la misma situación en un baño y habían terminado limpiándose el trasero con un pañuelo o un par de medias, cuando no encontraron papel por ningún lado.
A Joe le gustó el centro de atención y ayuda para alcohólicos, al principio, pero después como que cayó en una fuerte depresión. Temblaba y jamás pudo mantener la mirada directamente a los ojos de su interlocutor. Se sentía culpable de su cobardía, de su falta de valor y volvió a beber al cabo de algunas semanas.
Alguna vez llegó al bar manejando, cuando se bajó, apenas podía mantenerse en pie, descansó unos minutos y al despestar se encontró con un policía alcohólico con quien siguió bebiendo. El policía lo socorrió y se lo llevó hasta su casa, tocó la puerta con fuerza y lo dejó tirado en el lugar. Al día siguiente Joe no supo como había llegado a su cama, donde durmió con zapatos y con toda la ropa encima.
Joe sonrió al salir de la tienda de Petco, puso su carga en el asiento posterior de su destartalado auto Chevrolet y después de limpiar con sus manos el resto de la luna delantera que seguía sucia se sentó al volante. Limpió sus manos en sus pantalones y prendió el motor.
Tomó la avenida central y cruzando varios pueblos llegó hasta un lago donde habían algunas bancas. Los graznidos que hacían los gansos que nadaban en el lago fue ensordecedor. Parqueó su Chevrolet, esta vez quitó la llave del tablero cuando apagó el motor y se lo metió al bolsillo. Abrió la puerta de atrás y sacó la inmensa bolsa con comida para aves. Con su carga llegó a una de las bancas, la puso en el asiento y se sentó. Abrió la bolsa y sacó unos granos que contó, eran doce, como la edad de Margaret, el día que murió. Tiró los granos de inmediato, como sí le quemaran la mano. En el estanque pudo ver como los gansos se avalanzaban tras la comida. Como empezaron a pelearse por lo poco que había, Joe fue sacando la comida y lo tiraba compulsivo. Uno de los gansos se atrevió a salir del pequeño lago y se acercó a la banca de Joe, otro ganso le siguió y cuando Joe tiró los granos comenzaron a tratar de ganarse lo que había en el piso. Joe rió con lo que veía, algunos gansos llegaron volando directamente al agua y al ver a Joe tirando la comida, nadaron de prisa hasta el borde, donde Joe estaba sentado. Joe se paró y tiró los granos, cada vez más lejos al principio, luego más cerca y se complacía al ver como los gansos se movían. Los más atrevidos se acercaron a la bolsa y metieron el pico para alcanzar el alimento. Joe los ahuyentó. Riendo, cansado, Joe se sentó. Vio entonces como los gansos volvían al agua. El ganso que se acercó a Joe buscó a otro y se subió encima, era una hembra con la que copuló. Luego, el ganso se sentó a descansar, mostrando su sexo satisfecho y flácido. Joe rió con ganas hasta que una lágrima llegó a sus ojos.
Recordó que alguna vez fue a cazar y no le atinó a nada. El día estaba radiante y soleado. Su padre le reprendió por gastar las balas y por espantar a los gansos que habían llegado al lago. Cuando su padre se alejó y fue en busca de los gansos para cazarlos, Joe se quedó con su hermana, quien le retó a nadar en el lago. Con ocho años, Joe no se atrevió a tirarse y sólo mojó sus pies en el agua, aquel día que vio con lágrimas en los ojos como Margaret se perdió de su vista sin que el pudiera gritar.

Thursday, April 7, 2011

Amorcito corazón (Segunda parte).


Mi corazón seguía aquejado por un dolor perenne. A las once de la noche aproximadamente las enfermeras del departamento de cardiología me midieron la temperatura y me sacaron sangre por última vez, esta vez querían medir mi colesterol, eso según la enfermera filipina que me atendió. Luego me dejaron dormir. Jamás duermo en una sola posición, pero ese viernes dormí boca arriba y sin moverme. Mi madre y mi familia no sabían qué me estaba ocurriendo, pero mi madre intuía, me lo contó después: ‘mis pezones me estaban doliendo y le dije a tu hermana, alguno de mis hijos está en peligro’.
Dormí como un bebé, con todos los electrodos colocados en mi pecho. La orden fue que no comiera nada, ni tomara agua. A las 6 de la mañana me despertó una enfermera, lo supe porque pregunté la hora. Nuevamente trataba de seguir el procedimiento de medirme la temperatura y lo que viene en seguida. Los árboles estaban ahí afuera y el viento matutino mecía sus ramas. Noté, además, que llovía.
-Quiero bañarme. ¿Puedo? – pregunté.
-No- fue la respuesta. Me olía mal, durante toda la noche había sudado mucho.
El viejito dormía a mi costado. Cuando la enfermera le despertó, protestó. “Leave me alone”, una y otra vez. Monótono y repetitivo. En inglés no había más expresiones adicionales que significaran lo mismo, me interrogué.
Al rato llegó Rocío. Una amiga peruana que por sus méritos era la jefa de enfermeras del piso. Sabía que ella trabajaba ahí y me sentía en buenas manos. Había un inmenso aprecio mutuo y se que ella iba a tomar mi caso con atención. Me dijo que había ido a verme en dos oportunidades, pero que me encontró profundamente dormido. Para ella eso era un buen síntoma. “Está relajado, porque duerme complacido”, es lo que pensó. Le pregunté si me escuchó roncar y me dijo que no. Me gusto saber eso, habían días que mis horribles ronquidos me despertaban asustado.
Me comentó lo que me iban a hacer en el otro hospital y me pidió que me relajara. Si deseaba, ella ordenaría ‘xanax’ en una dosis baja para calmarme. Desistí agradecido.
Bromeó conmigo. Me dijo que me veía muy solitario y no me dio tiempo a decirle qué es lo que estaba haciendo: “escribir y leer no es un trabajo grupal. Escribiendo me relajo”. Me dio su número de teléfono celular para que le comentara luego como me había ido durante la sesión de cateterismo al que me iban a someter. Me sorprendieron cuando me trajeron el desayuno y al consultar sí podía comer, me dijeron que sí. Como yo andaba con hambre, devoré casi todo. No comí los huevos revueltos que me dieron y me dejaron pensando, “nada de frituras y me estaban dando huevos fritos”. Reí por la pequeña contradicción.
Al promediar las 10.30 de la manana llegaron los encargados de la ambulancia. Phillip y Tom. Dos tipos altos y robustos que parecían guardaespaldas. El último se quejó con su colega de mi fuerte acento hispano cuando me escuchó decir algo en inglés. Como le entendí dije:
-You don’t like my strong accent, don t you? But I will try to say something better and soft.
Se disculpó. Y yo bromeé. Como no me conoce no sabe lo divertido que puedo ser, pensé. Bromeando nos fuimos de un hospital a otro. Yo trataba de relajarme y sonreía con mis ocurrencias.
-My nephews also complain about my Spanish accent. I can’t say ‘shit’ correctly- dije. Reímos. Cuando nos despedimos Tom me deseó lo mejor y yo le dije que estaba feliz con su trabajo, que le deseaba suerte y que iba a orar pidiendo que pudiera vender su casa a buen precio. Me deseo suerte también y cada uno tomó su camino. No creo que me vaya a morir, pensé. No quiero.
En el hospital me llevaron a una sala con una veintena de pacientes que esperaban algo que yo también necesitaba. El ajetreo era constante. Si tu pedías algo a las enfermeras, ellas te atendían, pero en el trayecto llegaba otro paciente y la enfermera hacía algo distinto olvidando tu pedido. No es que te dejara porque quisieran, sino algunas veces el caso que venía era más delicado y dramático.
En la sala se veía algunos jóvenes, adultos y ancianos. Al costado de mi cama colocaron a una mujer que dijo ser soltera, pero precisó que tenía 9 hijos. La enfermera se sorprendió porque la mujer centroamericana insistía en su soltería cuando un intérprete le preguntaba acerca de su estado civil. Yo reía tratando de olvidar que mi corazón seguía molestándome con esas pequeñas mordidas que iban del pecho a la espalda.
Más tarde traté de meditar en ese espacio donde el ajetreo era constante, pero no pude. Me dormí. De pronto, alguien me despertó. “Soy el doctor Lucas Boutis. En qué idioma desea que le hable”. “Cualquiera”, contesté. Para mi sorpresa tenía el nombre de mi sobrino Lucas, de quien mis familiares dicen que es un indigo y el médico se parecía a Daniel, el hijo de mi ‘mamá Lucha’ (así llame a mi vecina que era una viejita que me adoraba y que para sus hijos fui el primer bebé al que toleraron en sus malacrianzas. Ellos eran capaces de sentarme a la mesa mientras almorzaban y yo podía echar los platos al piso para su risa y su felicidad). El doctor me dijo que esperara que él se estaba haciendo cargo de mi caso. Pasaría a una sala distinta en aproximadamente media hora. La espera se prolongó varias horas. Al promediar las cuatro de la tarde entré a la esperada sala de operaciones. Dos enfermeras jóvenes y muy guapas me llevaron hasta el lugar y yo estuve todo el rato bromeando con ellas para aliviar mi nerviosismo. Cuando me tuvieron en la cama quirúrgica me pidieron quitarme los calzoncillos y me sentí avergonzado, llevaba dos días con la misma trusa. Sin que me diera cuenta, una de las chicas me destapó y me afeitó en un dos por tres. “Cuidado me vayas a cortar”, bromeé. En el mismo ambiente había una dama más preparando todo lo que iban a usar en mi cirugía. Me resultó incómodo estar solo y desarmado exhibiendo lo poco que tenía sin hacer nada frente a tres damas jóvenes y bonitas.
El doctor Lucas Boutis llegó y me explicó lo que iba a hacer. Frente a él habían tres monitores de televisión. A la altura de mi pecho estaba algo así como una caja de metal que se movía en 180 grados y que luego el doctor me explicó era una cámara. Me iba a pinchar una vez en la ingle y que ese sería el primer y único dolor que sentiría. Boutis iba a introducir por mi vena femoral un tubo que llegaría hasta la aorta. No sé por qué pensé en Paquirri, ese torero que murió en un ruedo tras ser embestido por un toro. Lo que tenía presente era su valentía, él decía a sus socorristas “tranquilos, todo va a salir bien” y estaba sangrando por la femoral. Por ese tubito Boutis iba a colocar un líquido azul que le serviría para hacer evidente mis arterias coronarias en el corazón frente al televisor para determinar qué es lo que realmente me afectaba.
Desde mi posición yo podía ver con comodidad los monitores. Y en los monitores de pronto se vieron mis costillas y detrás de mis costillas mi corazón protegido, pero sufriendo. Me dio gusto ver mi corazón palpitando con vida y ahí también estaban mis arterías, moviéndose a ritmo asincopado. El doctor agudizó la vista y yo lo miré. Lo que vi era evidente, mis arterías se veían como rutas normales en un mapa, que de pronto cambiaban y se volvían estrechas, tan estrechas que supuse ahí había algo anormal.
-Ves aquí esto- me dijo el cardiólogo en español.- Ahora compara con lo demás.
Comprendí de inmediato el problema.
-Esto está tapado al 95 por ciento y esto a más del 90 por ciento- agregó. Pensó por un momento y de pronto me soltó algo terrible en inglés: “I must open your chest”.
-No, please. You don’t have any other solution- yo soné diferente, pues por un momento perdí la valentía.
El doctor me miró y yo le dije que “no” moviendo la cabeza, asustado.
-Déjame ver un rato- me dijo en español y salió hacia una sala continúa. Ahí lo vi charlar con dos médicos más, sé que eran médicos porque vestían de celeste, además el técnico frente a una consola o un switcher donde se veían las imágenes de los monitores parecía opinar. A los 10 minutos , el cardiólogo volvió.
-Déjame hablar en inglés porque lo que debo decir es importante- dijo Boutis. –No quiero equivocarme.
-Go ahead- dije animándolo.
Y me dijo que estaba de acuerdo conmigo. No me iba a abrir el pecho.
-I’m young, please.
- I agree with you
Para lo que el doctor iba a hacer en mi pecho, yo debía seguir al pie de la letra su consejo. Me explicó que colocaría dos stents en mis coronarías para abrir el paso, pues la sangre a ese nivel se estancaba como en un dique y eso me producía el malestar que sentía. Que una vez colocados los stents (extensors en español) tenía que tomar una medicación precisa todos los días sin olvidarme, de lo contrario en tres días estaría muerto. Los sedimentos que viajan en la sangre se podían adherir a los stents y podrían bloquear la zona. Las pastillas tenían la función de crear una capa de revestimiento que evitaba el bloqueo y las aspirinas harían mas líquida mi sangre, por lo que la misma correría mejor y más rápido.
Dije que detestaba las pastillas, pero como yo no quería morir iba a tomar las mismas.
-Sino tomas las pastillas te mueres- dijo Boutis. Vas a poder comprar las pastillas, porque son muy caras?
-Las tengo que comprar sino me muero- respondí, no sé sí en español o inglés.
-Bien, nos hemos entendido. Voy a trabajar. Este es mi colega que me va a ayudar- me dijo presentándome a un doctor, quien me dijo su nombre, pero lo olvidé.
Para mí todo lo que ocurría era sorprendente. En ese momento pensé en lo fácil que puede ser morir para todo ser humano. Hoy estas aquí y al poco rato, todo se puede esfumar, como en un acto de magia, pero esta vez sin ninguna vuelta para volver a comenzar.
Los médicos empezaron su labor. Los miraba discutir, no los oía bien. Noté que tenía dos obstrucciones más en otras zonas, pero no eran tan estrechas como las que preocuparon a los galenos. Colocaron los extensores y mientras trabajaban noté como mi artería cobraba su dimensión real, primero en un lado y luego la otra, al final del corazón yendo hacia abajo. Limpiaron las otras áreas que no tenían gran obstruccion. Sé porque Boutis y su colega me explicaron que me pusieron dos stents, una de 26 milímetros y la otra un poco más larga. Además, me limpiaron la grasa acumulada en otras áreas de la artería coronaria descendente. Comprendí que las arterías son algo así como las chimeneas, se llenan de una serie de desperdicios que deja la leña y el humo que pasa por ahí y a la que hay que limpiar de vez en cuando para evitar incendios. Con las chimeneas todo esta bien, lo puedes hacer sin problema, con el corazón es otro cantar, sino tienes los extensores todo puede ser fatal. Veinte años atrás quizás no estaría contando lo que escribo.
Dos horas aproximadamente pasaron los médicos atendiendo a mi dolido corazón.
-Juan, cuando saque la manguerita vas a sentir un ardor que pasa, no te asustes, OK?- me previno el doctor.- Lo estoy haciendo ahora dijo mientras se movía.
Caramba, era un ardor como sí te estuvieran lanzando fuego por todos los agujeros , lo sientes desde las orejas hasta el ano, pero pasa. Jamás había experimentado algo así.
La cirugía había concluído. No se lo dije, pero el doctor me dio una tremenda confianza, se notaba que sabía lo que hacía y yo lo dejé trabajar. Se lo dije entonces, se lo repito ahora, gracias. Muchas gracias.
Cuando me pasaron a otra sala, me dormí. Aquella noche la pasé en el hospital. El personal de cardiología deseaba ver cómo iba a reaccionar a la pequeña, pero riesgosa cirugía. Cuando desperté olía mal, pero no me importaba, estaba vivo. Pedí a la enfermera unos paños para mi aseo, pues llevaba tres días sin bañarme y ella me atendió en seguida. Me metí al baño y me lavé. Vi mi cara y la tenía sin razurar, cuando pasé mis dedos oí y sentí lo que asocié a esa sensación de estar vivo. Recién entonces llamé a mi casa. Hablé con mi madre y me entraron ganas de llorar. Había estado en un momento difícil y mi madre me contó que lo había sentido. “No por nada te tuve dentro de mi”, me dijo.
Aquí me tienen, agradecido a Dios por la oportunidad. Y, claro, con ganas de hacer algunas cosas.